jueves, 25 de junio de 2020

GUIAR POR VOCACIÓN



Guiar o acompañar a la gente haciéndola pensar por sí misma. Pareciendo temer con ellos como de la mano, pero sin que se den cuenta.
Llega el verano, y en mi caso, realizo muchos descensos de barrancos acompañando a gente.
Este año ademas, es aún mas especial, porque ya los comparto con mi hija, que le vuelven loca.
Llevo haciéndolo desde hace mas de treinta años: Muchos como guía “semi profesional”, otros como monitor, y ahora como el “amigo experimentado”...
Lo mismo en otras actividades relacionadas con la montaña y la naturaleza; y he de decir que me encanta hacerlo. 
Ello me condujo igualmente a organizar los seis viajes de aventura que hasta el momento hemos proyectado a diferentes partes del mundo acompañando a amigos: Tanzania, Nepal, India, Perú, Bolivia y Marruecos.
Siento una plenitud, a través de la satisfacción de los demás, muchas veces difícil de hallar de otro modo.
Guiar, acompañar, contagiar, hacerse responsable de un grupo de personas para que disfruten “contigo”, junto a ti, de un lugar o una actividad , desde mi punto de vista, es algo enormemente pleno, y como tantas otras cosas debe ser vocacional.
Es  disfrutar tú de algo que te apasiona, contagiar ese gozo, y trabajar de alguna forma para que los demás disfruten igualmente y se sientan realizados junto contigo.
Un guía no se define por su actividad concreta, sino por el sentido que le da a la misma.
Tarea que debe tener como meta generar una percepción especial en las personas que acompaña.
Transformarse por un momento en un auténtico ideólogo que sabe que con algo tan sencillo como compartir, o contagiar su pasión por algo, es posible transformar percepciones, vidas o historias personales. 
En definitiva, y aunque suene cursi, es amar algo y enseñar a amarlo.
Capacidad de transmitir a otros; capacidad de reflejar tu registro de experiencias físicas y humanas, pero evitando que se transforme en un ejercicio de reconocimiento.
Después, claro, un preceptor o guía, debe ser prudente y virtuoso en la materia.
Debe tratar de descubrir cosas nuevas dentro de la cotidianeidad, sintiendo inevitablemente esa necesidad de trasmitirlas.
Un conjunto de intereses, necesidades, aptitudes, ideales y circunstancias personales, que al fusionarse hacen que te sientas atraído hacia esta “forma de vida”, y te sientas capaz de afrontar todos los retos que te supone, porque te compensa.
Un buen, digamos instructor, no se define por su actividad o su nivel, sino por el sentido que le da a ella, y su forma de disponer todas sus acciones al servicio de otro para que este a su lado disfrute.
Hacer de su experiencia una aliada, siempre consciente que no sabe más la persona que tiene más mensajes, sino la que tiene uno y sabe cómo aprovecharlo y trasmitirlo.
Teniendo siempre presente que la soberbia y la vanidad serán los peores regentes.
Para mi, un verdadero guía, mentor o acompañante, como queráis denominarlo, es  aquélla persona que simplemente se presenta frente a un grupo, y aunque repita mecánicamente los conceptos contenidos y aprendidos, y utilice las técnicas adecuadas, le da a todo su propia interpretación, y lo enriquece con su experiencia vital.
Guiar, acompañar, hacerse responsable de un grupo, aunque sea de amigos, o de tu propia familia, es ante todo una responsabilidad, y nace de una vocación de servicio y una labor trascendental de satisfacciones.
Y exige saber entender que el discípulo, o el novato al cual acompañas, es una persona que confía en tus conocimientos.

Has de ser capaz de ponerte en su lugar para transmitirle mejor los conceptos y sobre todo confianza.
Y esto, nunca debe tomarse a la ligera.
Pedagogo, instructor, formador, educador, adiestrador, maestro, asesor, consejero, facilitador, orientador, coordinador, tutor, gestor, mentor, guía, gurú, o conductor.
Un guía enseña, muestra, pero debe también educar. 
Porque quien sólo enseña, está centrado en eso, en su enseñanza. Quien además educa, cumple una misión de servicio, busca un bien común, hace de ejemplo de los valores que predica, y sobre todo piensa, protege y evalúa.
Tiene claro que el valor de su trabajo está en el perfeccionamiento de otros, y en buscar tanto su seguridad como su satisfacción. 
Debe saber leer entre líneas gestos, actitudes, rasgos físicos y emocionales para descubrir lo que necesitan sus "¿discípulos?" a cada instante.
Traspasa la línea del saber para abrir la del ser. 
Es entonces cuando además de guía, te transformas en educador, o mejor aún, en inspirador o motivador.
Y hay personas que parecen tener una aptitud natural “vocacional” para conducir y tutelar a otras.
Supone esfuerzo, disciplina, sacrificio y saber dar sin esperar recibir; aunque siempre se recibe mucho... muchísimo.
Me encanta mostrar, compartir, acompañar, y ayudar a descubrir. 
Como otros antes hicieron conmigo. Esos que jamás olvidaré.



sábado, 6 de junio de 2020

BARRANCOS PRUDENCIA Y RESPETO


La imprudencia suele anteceder a la desgracia.
Hace dos temporadas me disponía a realizar el descenso de los oscuros del Balcés con un amigo.
Realizamos la aproximación, y cuando llegué al río observé que el caudal era alto.
Inmediatamente comencé a valorar y repasar mentalmente el recorrido del barranco mientras caminaba; rápeles, caos, escapes, y sobre todo el sifón que da entrada a los oscuros.
Aunque ya lo había descendido con un caudal aún más alto que ese día, lo había hecho junto con otros guías experimentados, para revisar y hacer prácticas, debiendo en algún caso realizar maniobras diferentes al descenso habitual para evitar y salvar las zonas comprometidas.
Mientras mi acompañante se cambiaba, me acerqué al inicio del barranco, y trepando por las grandes rocas del comienzo observé los primeros sifones, el primer rapel, el nivel del agua, y valoré su comportamiento.
Efectivamente bajaba muy bravo, y eso me obligaría posiblemente a realizar maniobras excepcionales para sortear algún sifón.
Por mi parte ningún problema, pero era responsable o garante de mi amigo que, aunque ha realizado otros barrancos conmigo, no en estas condiciones.
Me hice varias preguntas: ¿Lo puedo descender?: “Sí”; ¿Con seguridad?: “Sí”; ¿Lo va/vais a pasar bien?: “Seguramente NO”.
Yo por la incertidumbre y la responsabilidad de su seguridad; y él por hallarse en un medio que conoce, pero en unas condiciones más adversas que desconoce y no domina.
Así que le informé:
- “Hemos venido a hacer un barranco, y lo vamos a dejar en una bonita excursión”; – “Volveremos otro día; baja demasiado fuerte”.
Recogimos, y regresamos plácidamente por donde habíamos venido.
No me cuestionó; No discrepó; No le importó. Confiaba en mí, en mí experiencia y en mi criterio.
- “Volveremos en unas semanas”, le confirmé.
Y como siempre debe ser cuando se trata de un hobby, pasamos un buen día de excursión y comida. 
No era la primera vez que me daba la vuelta en la entrada de un barranco, en la falda de una montaña, o en una carrera. Nunca he tenido problema con esto.
Hay que tenerlo claro: Nadie comprueba la profundidad de un río con ambos pies a la vez.
Y como siempre les digo a quienes acompaño: “Un cobarde vale para dos barrancos”. Un valiente en alguna ocasión solo realiza uno, porque en el mejor de los casos termina en el hospital.
Respeto. Eso es lo que he aprendido en cuarenta años bajando barrancos.
No les puedes perder el respeto.
Para mí, los barrancos están cargados de recuerdos, nostalgia, y muchas vivencias.
Sobre el año 1980/81 descendí el Vero por primera vez. Desde entonces cada año.
En 1990, por medio de montañeros y la escalada, conocí a Pepe Chaverri y nos hicimos amigos.
Como yo ya bajaba barrancos, me ofreció ayudarles y trabajar junto con él y Alfredo Vivés en verano en el camping del Vero en Alquézar, entonces regentado por un visionario Jose Luis Solana, y en el camping del Puente de Rodellar que casi acababan de inaugurar los entrañables Fina y Pepe.
Así que, en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudieran tener, en actitud, congruencia y procedimiento. 
Esos años reforcé mi experiencia en los barrancos ya sabidos, y aprendí bien los que aún desconocía.
A diario, en los campings nos afanábamos por convencer a la gente para que nos contratara como guías; eran los inicios, y entonces no era normal hacerlo.
Fue difícil. Por entonces aquí solo se concebía un guía para realizar alta montaña y en los Alpes.
Pero poco a poco fuimos guiando grupos, disciplinándonos en esa habilidad, y puliendo entre todos los procedimientos dentro de cada barranco, y cada paso.
Pasaron unos años, unos veranos, y todo cuajó. Y poco a poco nacían más empresas de guías y aventura.
Fueron años despreocupados, plenos, llenos de anécdotas, vivencias y experiencias,
donde vimos, en cierto modo formamos parte, de la evolución del barranquismo en el fondo y en la forma. La equipación y la técnica, pero también la correspondencia con la gente; la psicología.
Cada verano seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo, tras la creación de su propia empresa: “Milorcha”.
Pero nunca me planteé dejar mi trabajo habitual y dedicarme de lleno a ello, porque siempre consideré, y aún lo hago, que, si lo convertía en mi modo de vida, perdería la ilusión. Ilusión intacta a día de hoy.  
En 1993 fui vocal de escalada y barranquismo en mi club Montañeros de Aragón Barbastro.
Ese mismo año se creó por parte de la federación aragonesa de montaña el primer comité de barrancos de una federación Española de montaña, cuando aquí, en nuestro club ya organizábamos los primeros cursillos de descenso de barrancos para los socios.
De hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso de barrancos.
Sumergido en estos barrancos, soñaba con mis gestas.
Y fui llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de entrenamiento para ellas.
Ahora, casi cuarenta años después de esa primera vez, tras centenares de descensos realizados, cientos de personas conducidas, y algunas vivencias y aventuras por el mundo, mi idilio con ellos sigue intacto.
Por eso sé que cada año, cada temporada hay que evaluar, y sobre todo repito, “respetar”.
No os precipitéis. Si tenéis experiencia, respeto y prudencia; y si no la tenéis, no dudéis en informaros y contratar un guía.
A lo largo de los años he visto muchos accidentes; ya (demasiados).
Y diré que, salvo alguna excepción, prácticamente todos son por imprudencias, falta de experiencia, no valorar bien tus capacidades, e ir sin guía.
Al ser el barranquismo una actividad técnica, si no tienes experiencia, no lo dudes, has de realizarlo acompañado de un guía o de alguien experto.
Él se ocupará de que lleves el material adecuado, de las maniobras de progresión y de tu seguridad.
Muchos practican barranquismo por su cuenta. Y muchos muy bien, pero otros no.
Falta de experiencia, de información, de conocimientos técnicos, o falta de seguridad a la hora de tomar decisiones.

Algunas de las causas más comunes de los accidentes en barrancos son:
Un mal horario: En general, las actividades en la naturaleza deben empezar temprano. En particular, las tormentas de verano suelen formarse por las tardes. Del mismo modo, con un buen horario, atesoramos un tiempo extra por si surgiera cualquier adversidad.
Los saltos y toboganes: Hay que tener claro que los barrancos pueden cambiar de un año a otro. Que los saltos o los toboganes no son obligatorios.
Que no sirve haber estado el año pasado, ni hace tres meses si ha habido riadas de por medio. Antes de saltar si así lo decides, se debe comprobar la poza de recepción.
Desconocer los diferentes caudales: Como he descrito al comienzo de este post, con el deshielo, o las lluvias desproporcionadas, algunos barrancos llevan mucha agua. Si desconoces el nivel prudencial de ese rio concreto, hay que informarse si es el correcto. Hoy en día incluso existe la posibilidad de visionar videos por internet y en ellos estudiar el recorrido y el caudal.
Siempre hay barrancos que se pueden realizar cuando otros bajan excesivamente caudalosos.
Desentenderse de la previsión del meteorológica: Debemos conocer la previsión de tormentas para ese día del descenso, pero también cómo han sido las lluvias en los últimos días. En un cauce encajonado, una tormenta en la cabecera, kilómetros más arriba, puede hacer subir el nivel del agua repentinamente. Y si hubiera una repentina subida que nos sorprendiera, debemos tener previstos y localizados los posibles escapes.
El barranquismo debe ser una práctica de divertimento, evasión y pasión. No de sofoco o peligro.
Solo sé que no sé nada. Humildad.
Cada año me reedito. Y como cuando se visita a un gran amigo, sigo fiel a mi cita. Solo, acompañando gente, o para grabar o hacer fotos. 
Yo ahora, he iniciado una etapa enormemente ilusionante: compartirlos, dárselos a conocer a mi hija, y trasmitirle esa ilusión, y ese "respeto".
Los barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.
Disfrutar de esta nueva temporada en la que los barrancos están preciosos, pero sobre todo con  prudencia, humildad (el río y la naturaleza siempre es mas fuerte que nosotros) y respeto.
¡Feliz barranqueo!