Posiblemente
de evolución. Y como tal hay que
tomarlo.
Me
acerqué a la media maratón de Zaragoza encantado como siempre. Me había
inscrito hace unos meses con ese privado y calculado argumento de recuperar
totalmente mi rodilla... (ya está más que recuperada...).
Esta
carrera la he corrido otras cuatro veces, en tres recorridos diferentes, y es
una buena carrera para pasar el día, compartir con algunos amigos, y reencontrarse
con otros.
El
que la carrera sea por la mañana, nos facilita a los corredores de fuera de
Zaragoza hacer un provechoso plan, lúdico, deportivo, gastronómico y social...
Creo
que si pretendes que venga gente forastera, es un error organizarlas por la
tarde; a no ser que sea gente puntual y paradójicamente de muy muy lejos, que
aprovechen el evento para hacer turismo de fin de semana por la zona.
La
carrera bien y muy rápida, hasta que en el kilómetro diez, como ya me ha pasado
en alguna otra ocasión, sentí el acertadamente denominado “latigazo” en el
soleo de la pierna izquierda, causándome un intenso dolor que me obligó a parar
en el kilómetro doce con intención de retirarme.
Tras
estirar un poco, asomó Fernando Torres y me preguntó. Le expliqué, y decidí
acompañarlo un poco y probar a ver...
En
los dos siguientes kilómetros, el dolor parecía sufrible, así que en el Km. 15,
determiné apretar y tirar para adelante. (Gracias Fernando por tu compañía
estos kilómetros; si no hubieras aparecido, tengo claro que no habría continuado).
A
partir del km 17 de nuevo se acrecentó el dolor, e incluso puntualmente me hizo
cojear... pero... ya que estaba...
No
quedaba mucho y me hallaba en una zona apartada del recorrido, así que opté por
apretar los dientes, sufrir un poco y finalizar. Tirar con la cabeza.
La mente forma parte de nuestro organismo; es
más, se supone que lo gobierna. Aunque está habituada a hacerlo en situaciones
llamémoslas “normales”, y no cuando exploras tus límites, o tu mejor rédito.
Por circunstancias, por experiencia, o por
arrebato, es algo que he tenido la oportunidad de entrenar en numerosas
ocasiones en mi vida. Así que sabia que de una forma u otra, terminaría ya la
carrera.
Se trata de algo tan simple como convertir el
factor psicológico en fortaleza mental, y que este sea el impulsor, el
objetivo, y no la barrera.
Perfeccionar tu rendimiento deportivo, no es
ganar, sino optimizar tus recursos, y para ello necesitas la mente y por encima
de ella, tu voluntad. Estos kilómetros me los tomé como un entrenamiento
“mental”.
Porque el entrenamiento mental es un aspecto
clave. Pensamientos, hábitos, sensaciones y conducta… Todo vale.
Terminé. Después, no conforme con esto, y
antes de que la lesión se enfriara y ya no pudiera trotar, retorne sobre mis
pasos “trotecojeando”, hasta el Km. 18 para secundar a Lola; una amiga que
acompañada por otros dos amigos, debutaba en la distancia.
Desde allí, como buenamente pude la ayude, no
física, si no mentalmente, para que no se le hiciera tan duro el poder obrar
esa embriaguez que se siente la primera vez que cumples un sueño que no hace
mucho creías irrealizable.
Que felicidad sentí al ver sus lagrimas de
alegría en la meta.
La
felicidad normalmente es interior y no exterior; y no depende de lo que tenemos,
sino de lo que somos. La felicidad de
Lola se exteriorizó, contagiándonos a todos con ella.
Así que una carrera ya rutinaria, en la que
tus parámetros son los mismos de siempre, en un instante todo se tornó nuevo,
original y duro en post de un entrenamiento mental, y feliz por compartir y
contemplar como una amiga consumaba su añorado sueño.
Nunca te hallas a ti mismo donde te buscas.
Te hallas por sorpresa donde y cuando menos lo esperas. Y eso es lo bueno.
Ahora reposo y a recuperar.
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