Tras pensarlo mucho decidió
contratar ese servicio (previo pago), que consiste en colocarte un paracaídas,
el cual va atado con una cuerda a una lancha, y la lancha arranca mar adentro elevándote
por los aires como si fueras un globo en la mano de un niño.
Era la primera vez que hacia algo
así y le daba miedo.
Pero era algo que siempre había
deseado hacer.
Escuchó nervioso las últimas
indicaciones del monitor mientras este le ajustaba un salvavidas.
No sabía nadar muy bien, tenía un
gran nudo en el estómago y emergían muchas preguntas en su cabeza: ¿Qué pasará
si no me elevo y la lancha me arrastra mar adentro?; ¿Y si una vez en el cielo,
caigo desde semejante altura?...
A pesar del miedo, estaba decidido
a confiar en sí mismo y realizar el vuelo.
Era una experiencia nueva y era
normal sentir temor.
Sabía que la vida es eso desde
que naces; un cúmulo de experiencias nuevas, y hay que estar abierto a ellas.
Su corazón andaba a mil por hora,
mientras escuchaba el sonido del motor de la lancha que iniciaba su recorrido
mar adentro.
Como le habían explicado, comenzó
a caminar con decisión; despacio al principio y después a medida que la
velocidad aumentaba a correr.
Y llegó un momento en que tuvo
que pegar un salto para evitar entrar al mar, y… ¡Guuuaooo!... No lo podía
creer, el paracaídas se elevó con él suspendido, y en cuestión de segundos
estaba muchos metros por encima del mar, contemplando la costa desde lo alto
como si fuera una gaviota.
E inmediatamente sintió serenidad
y equilibrio. Paz.
“Nunca hubiera imaginado que fuera
tan fácil y divertido”
Se relajó y disfrutó de las
hermosas vista desde el cielo mientras “volaba”.
Casi finalizó la temporada de barrancos.
Y como en los últimos años, aparte de hacer yo, he
acompañado a amigos que se “aventuran” a hacerlo por vez primera.
Con tantos años acompañando gente (treinta y
pico) he aprendido que dar excesivas explicaciones a alguien atacado de los
nervios por ser su primera vez, no mitiga esa inercia de sus miedos.
Lo mejor es esperar, y que sea el propio medio
natural, el paisaje, los instantes y la actividad los que hablen por mí.
Eso sí, el primer paso, “venir”, han de darlo por
sí mismos.
Después todo a favor.
Tras comenzar, solo hay que aguardar y dejar que
todo discurra con naturalidad.
Al comenzar observas su sigilo, y esas orejas
tiesas dando oídos al alboroto del agua; alerta a cada elemento en un medio que
todavía consideran hostil.
Al equiparse, figurarse (como la mayoría la
primera vez) que ese neopreno tan ceñido será imposible de encajar en su
hechura, y las consiguientes bromas sobre las tallas.
Esas miradas de reojo a
todos y a todo con gesto de sonrisa alzada de nervios, avistando de reojo
desconfiados el palpitante y misterioso río.
Nada fuera de lo normal.
Pues bien, cuando comienzas a descender ese río,
van mutando con discreción.
Solo has de transmitir seguridad, serenidad y sobre
todo pasión.
Entonces, esa reserva inicial, poco a poco se va
adaptando al paisaje del que yo tanto les he hablado.
Ves como gradualmente y cada cual a su medida
comienza a disfrutar.
Cuanto me gusta ver y ayudar a esto.
Se trata de adaptar el barranco (u otra actividad) a su medida, y no
hacer que se midan contra el barranco.
Al final incluso, en algunos saltos o tramos más
embarazosos “siempre evitables” los vas azuzando gradualmente para subir su
listón, practicando algún salto que horas antes habría eludido terminante, y
consiguen superarlos con la consiguiente satisfacción.
Al terminar puedes adivinar en sus rostros el
brillo que se adquiere cuando superas un desafío personal, y además si ese reto
supera tus expectativas.
Convencido que repetirán, y que yo estaré allí
para verlo.
Ser valiente no
significa no sentir miedo.
Ser valiente es cuando
uno reconoce sentir miedo y pese a ello lo supera para seguir delante, dándose
cuenta que al final, el empeño y el deseo dominan el miedo.
“Quedarse en lo conocido por temor a lo
desconocido, equivale a estar vivo, pero no a vivir.”
¿Cuántas puertas
rechazamos abrir en nuestra vida por miedo a arriesgar?
La
imaginación crea fantasmas; pero son solo eso, Fantasmas.
En realidad,
no existen y los creamos nosotros mismos.
¿Cuántas
veces evitamos tener nuevas experiencias por temor a lo desconocido?
Aún
peor: ¿Cuántos miedos imaginarios acumulamos durante toda la vida, que evitan
experimentar cosas nuevas y ser un poco más feliz?
Hay
que buscar dentro de cada uno aquello que has evitado hacer, por culpa de esos
fantasmas imaginarios y hacerlo. ¿Quién sabe?, Harás el camino de Santiago,
correrás tu primera maratón, cruzaras un desierto, escalaras una montaña, o
quizás disfrutes de una hermosa vista desde el cielo....
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