Y dentro de este abatimiento, estoy,
estamos toda la familia enormemente agradecidos por las innumerables muestras
de apoyo y cariño que hemos recibido y seguimos recibiendo.
Personalmente, lo que más he agradecido,
ha sido ratificar algo que ya sabíamos; que no éramos los únicos que la
admirábamos profundamente.
Tras todo ello, y fruto de lo vivido, una
noche de insomnio me llevo a escribir esta reflexión:
Soy padre. ¿Qué estoy transmitiendo a
través de mis acciones? ¿Qué modelo ofrezco a quienes me observan, me leen, o
escuchan? ¿Cuál será mi legado el dia que ya no esté? ¿Cómo me gustaría ser
recordado?.
A bote pronto, soy muy consciente de algo
que mi madre nos enseñó no con palabras, si no con hechos: “Cuando empiezas un
camino, adquieres la responsabilidad de compartir con el resto tus hallazgos. Y
no desde el ego, sino desde la humildad, el compromiso y la generosidad”.
Cuando
somos niños, pese a lo que nos pueda parecer, no escogemos a nuestras
amistades, ni incluso a nuestros primeros amores.
Con
entusiasmo y sin ningún tipo de criba, sufriendo una momentánea ceguera,
aceptamos lo que se nos presenta en suerte y sus consecuencias.
Pero
también por suerte, en la mayoría de los casos esa ceguera se superará con los
años y la experiencia.
Y
eso, con los años, nos autocensuramos volviéndonos más minuciosos, más
expeditivos y mucho menos accesibles. Hacemos criba.
Y nos
volvemos menos cercanos a los que no nos suman, a los que nos agotan, a los que
en cierta forma desean vedar nuestro bienestar.
Y buscamos y nos
permitirnos encontrar, personas que nos inspiren, iluminen e importen.
Porque quien nos inspira, enciende una
luz en nuestra mente.
Y esto nos proporciona unas energías
únicas para progresar, tirar adelante, desarrollar nuestra madurez y ampliar
nuestra libertad.
Disponer de amigos que se convierten en
familia, o familiares como mi madre que son algo más, que no te engullan ni
debiliten, si no que se eleven como siluetas en las que inspirarnos para ser
mejores, es un enorme privilegio.
Mi madre nos enseñó sin ella saberlo, que
para inspirar a alguien no es necesario ser perfecto. Que en realidad basta con
que los demás te observen y perciban cómo vences las dificultades que te salen
al paso, pero sobre todo como superas tus propias debilidades para intentar dar
la mejor versión de ti a los que te rodean.
Después de iniciarnos en un modelo de
educación y sociedad, en la que nos estimulan para apartarnos de nuestra
auténtica identidad, es bueno detenerse,
reflexionar y empezar a conocernos a nosotros mismos, determinando que es lo
que quieres ser. Porque cada uno es lo que cree que es.
Después, si así lo decides, rebelarte,
inspirarte en quien te merezca la pena hacerlo
y actuar, para así el dia de mañana, ser igualmente nosotros fuente de
inspiración para nuestros hijos o amigos.
Un abrazo Javi!
ResponderEliminarMucha razón Javi. Un abrazo.
ResponderEliminar