¿Cuál
es el barranco más asombroso y sorprendente de la Sierra de Guara?.
Posiblemente el Gorgonchón.
Desde
Barbastro nos dirigimos a Bierge, y
desde allí dirección Aguas.
A
pocos kilómetros de Bierge rebasamos Morrano, poco después Yaso,
y
a unos cuatro kilómetros de Yaso, a la izquierda de la carretera, casi frente
al pueblo privado de Bastarás, localizamos el acceso a una pista donde
poder aparcar, con un cartel indicativo
del barranco poco visible desde la carretera.
Desde
aquí, tan solo tendremos que caminar 15 minutos de bajada por la deteriorada
pista, hasta donde comienza el barranco.
Allí,
ya en el río Formiga, mientras te equipas junto a un pequeño y bonito salto de
agua, no puedes retirar la mirada de más adelante, donde una estrecha canal de
roca color ceniza, engulle el torrente y lo hace desaparecer.
El
Gorgonchón es amado y temido a partes iguales.
Amado,
porque es un pequeño barranco que por impactante, por bonito, deja huella en quien lo visita, y nunca jamás
olvidas tu paso por él.
Y
temido, porque en los años 80/90, cuando no había tanto equipamiento, ni
información, se cobró varias victimas mortales, convirtiéndose en uno de los
puntos negros, sino el más, de la sierra de Guara.
Aun
así, es recomendable aproximarse sin temor, pero eso si, con precaución,
reseñas, información de caudal, etc; y a poder ser, si no tienes mucha
experiencia, de la mano de alguien experto.
Solo
comenzar, te impacta.
Te
introduces en sus frías aguas, saltando, rapelando, o si eres habilidoso, destrepando
en oposición, (marchar destrepando, afirmado entre ambas paredes como si
pretendieras separarlas y ensancharlas), por una confinada y ahogada caída de
agua entre dos estrechas paredes que desciende más abajo, enclavándose, y
brindándote un pávido recibimiento.
Una
vez superado este primer salto de agua, inmediatamente, sin respiro, te
precipitas frente a otro más impresionante e imponente, más profundo y aún más
comprometido.
Este
es el punto negro del barranco, pues oculta por el choque del agua, en medio de
la cascada, se sienta la boca de una angosta cavidad.
Si
queriendo o por accidente, te dejaras llevar, el agua te arrastraría sin
remisión al interior de esta gruta, desde donde es prácticamente imposible
salir sin ayuda, pues deberías hacerlo por dónde has entrado; por el techo,
atravesando la fuerte corriente de la cascada.
Hoy
en día, gracias a las precisas reseñas, y la adecuada equipación con pasamanos
hasta unos descuelgues más allá del salto de agua, intervienen para que si vas
con el equipo adecuado, y actúas con precaución, resulte sin más, un
apasionante paso técnico e inolvidable, y no un desagradable susto.
Una
vez superado este, cuando llegas abajo, miras a tu alrededor y te invade una
indescriptible sensación de insignificancia, sumisión y respeto.
Es
uno de esos lugares donde de repente pareces menguar, y te sientes minúsculo
por fuera, e invadido de energía por dentro. Como un soplo de Dios.
Desde
lo alto te contemplan dos formidables paredes de piedra madura y aceitunada,
mojada y fresca, que se enarbolan aparentemente infinitas desde y sobre ti,
ornamentadas con el rabioso rumor de la cascada de agua que se bate a tu lado,
intimidándote.
Poco
a poco avanzas por un estrecho, inundado y escurrido pasillo; en algún instante
tan estrecho (unos treinta centímetros), que puedes llegar a dudar de tu
delgadez.
Pero,
si no pasas a la altura del agua, ascendiendo un poquito podrás alcanzar tu
medida y superar el paso. ;)
Finalizado
este pasillo de unos cuarenta metros, se abre nunca mejor dicho “un
descansillo” de rocas con un pequeño resalte, donde poder salir del agua,
reagruparse contigo mismo o tus compañeros, e inspirar después de la formidable
emoción de este primer tramo.
Una
pequeña abertura en rampa que forman unas grandes rocas, por donde se cuela el
agua, nos introduce en otro tramo.
Un
tramo idílico; de aguas tranquilas de color esmeralda, y de una hermosura tal,
que instantáneamente olvidas la angostura y emoción anterior.
Paredes
con instintivos pliegues, dobleces y tirabuzones cincelados por el agua y la cal, entonados
con un manto vegetal verde intenso de seductora e inverosímil belleza.
Permaneces boquiabierto.
Pareces
hallarte dentro de la acuarela de un cuento de hadas; Una fabulosa exposición
del legítimo genio de la naturaleza.
Al
final, por una pequeña abertura, que te exige
hacer un fácil buceo; muy abierto bajo el agua, y de los de meter sacar
inmediatamente la cabeza, emerges a lo que sería el epílogo
final.
Un
enorme cono de roca, que dependiendo de la hora del día y la luz, ofrece un
tapiz de hermosos contraluces, por el que alcanzar una pequeña represa que
permite el riego de unas huertas que se divisan más abajo.
Inmediatamente,
a tu izquierda, cruzando una pequeña oquedad excavada en la roca, alcanzas una
acequia de riego con una gran tajadera metálica, desde donde parte la senda de
regreso al principio del barranco, que alcanzaras en pocos minutos.
Sin
aliento.
En
medio de la nada, oculto en poco más de trescientos metros, se encuentra este
enclave difícilmente superable, donde hallas y percibes una experiencia
incomparable.
De
esas que te hacen regresar a casa, con un fulgor interior y el reflejo en tu
semblante que proporciona los momentos únicos.
PD:
Para saborear mejor el post-barranco, recomiendo una paradita en el camping
Altaoja de Yaso, y tomarte una caña en su terraza.
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