Admiramos las cosas por muchas razones, pero las amamos sin ninguna.
Porque
lo que te impresiona, muchas veces te impresiona una sola vez, sin embargo lo
que te resulta realmente extraordinario, te lo resulta más cuanto más lo contemplas...
He
filmado ininterrumpidamente (dejando aparte la Palomera, que fue un ensayo),
cinco de los barrancos más populares de Guara: Formiga, Gorgonchón, Oscuros del
Balcés, Mascún y Peonera. Barrancos cargados de recuerdos y nostalgia...
Esta
semana he decidido darme un respiro y tomar aire, para próximamente grabar el
que para mí más representa: “ El Vero”.
Fue
mi primer barranco, el que más veces he descendido, y en el que por muchas
razones más me deleito; unas sinceras, propias y afectivas, y otras como para
muchos, evidentes y perceptibles.
Incluso,
creo, deduzco, que mi interés por la aventura en general nació dentro de este
barranco.
Cuando
tenia no sé bien si trece o catorce años, me condujeron allí por vez primera
dos de los monitores del por entonces grupo Scout de Barbastro que también eran
de montañeros de Aragón en Barbastro (Carlos y Juan Jaime). No sé si ellos lo
recordaran, pero yo no lo olvidaré jamás. Esto era mas o menos sobre el año
1980.
Dentro
de lo mal que lo pasé, debido a las gélidas aguas y mi enclenque complexión, al
terminar me figuró la aventura más extraordinaria que había vivido en toda mi
vida.
Y
que conste que cuando me introduje en la primera poza de los oscuros del Vero,
quedé tan agarrotado, tan paralizado,
que me juré a mi mismo no volver a pisar jamás un barranco. El frío me
amedrentó y me guillotinó hasta la respiración. Pero..., está claro que no
cumplí esa determinación.
Aunque
como a todos por entonces, motivos no me faltaron, porque se descendía en
bañador, camiseta, calcetines y bota de vino...
Eso
si, un bañador engrosado con algún viejo y recortado pantalón tejano para así
robustecer la culera y preservarlo del roce; Una ajada camiseta como forma de prever los restregones por el
pecho con las interminables piedras; calcetines para evitar un poco que se
colaran tantas piedrecillas en las prehistóricas zapatillas de deporte o
Chirucas de tela, y la bota de vino para ... ¿enardecer y vivificar?.
También
material recomendado era algún tipo de barquita o colchón hinchable, que al
final siempre constituía mas una contrariedad que un apoyo... jajaja
Como
antítesis a lo nuestro, ya se avistaba algún que otro francés equipado con
traje de neopreno, que... “provocaba nuestra mofa”:
-“¿Qué
hará este Gabacho vestido de hombre rana por un río?” . Era algo insólito, pero
muy al contrario de lo que nosotros pensábamos, ese francés era perspicaz,
sensato y seguro que con mas experiencia que nosotros... El tiempo le dio la
razón.
Pero
nosotros, los trajes de neopreno solo los habíamos visto en la tele, en los
documentales de Jaques Cousteau, y efectivamente los relacionábamos con el mar.
No con un río...
Eran
trajes de buceo. Para nada los trajes perfilados y reforzados especialmente
para barrancos que aparecieron años mas tarde.
Los
franceses habían explorado ya y dado a conocer antes que nosotros estos
maravillosos cañones, y en Francia eran muy populares en los círculos de
montaña y espeleología. Incluso cuando aquí casi comenzaban a conocerse, ellos
ya tenían editada en Francia una guía con muchas reseñas. Como extravagante
curiosidad, y pese a las frías aguas, por aquel entonces en el menos transitado
que hoy río Vero, practicaban mucho las Francesas toples; Tanto, que algún
lugareño se llegaba por senderos desde Alquezar hasta alguna badina, equipado
con su caña de pescar con sedal, corcho y “sin anzuelo ni cebo”, para “no tan
disimuladamente” ver pasar a estas
francesas con sus erguidos pechos al aire, vivificados por ese agua fría.
Año
tras año no falté a mi cita, y hasta creo que aprendí a escalar evitando el
agua en algunos pasajes abrazado a las paredes como una lagartija... Por cierto, que al terminar, como colofón, se saltaba la presa desde la vieja pasarela.
Cada
año sin falta, descendía por lo menos el río Vero, e incluso ya me introduje en
al Balcés y el Mascún.
El
año 1990, por medio de montañeros y la escalada conocí a Pepe Chaverri, nos
hicimos amigos, y este me ofreció trabajar junto a él, y Alfredo Vivés durante
mis vacaciones de verano en el camping del Vero en Alquezar que dirigía José
Luis Solana (un buen amigo), y el camping del Puente de Rodellar que casi
acababan de inaugurar Fina y Pepe.
Así,
en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudiera tener, pero
sobre todo en la actitud, la correspondencia y el procedimiento. Así que reforcé mi experiencia, los barrancos
ya sabidos, y aprendí bien los que aún no conocía.
En
el camping, “casi convenciendo” a diario a la gente para que nos contratara
como guías (ya con neopreno), fuimos poco a poco guiando, disciplinándonos, y
puliendo entre todos cada paso, cada barranco; trazando cada recorrido, y la
mejor técnica que se nos ocurriera para conducir a la gente contenta, pero
sobre todo “ilesa”.
Y
fue difícil. Porque por entonces, se concebía un guía solo para la alta
montaña, para los Alpes, pero para ¿un río?.
Poco
a poco cuajó, y pasaron unos años, unos veranos, despreocupados, plenos y
llenos de buenas anécdotas, vivencias y experiencias, donde vimos, formamos
parte en cierto modo, de la evolución del barranquismo en la forma y en el
fondo. La equipación, la técnica, y como poco a poco nacían las empresas de
guiás y aventura... Yo cada verano seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo,
incluso con la creación de la suya: “Milorcha”; Hasta diseñé y dibujé su
logotipo.
En
1993 yo era vocal de escalada y barranquismo en mi club y se crea por parte de
la federación aragonesa de montaña el primer comité de barrancos de una
federación Española de montaña, cuando en montañeros de Aragón Barbastro, ya
hacíamos para los socios los primeros cursillos de descenso de barrancos.
De
hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso
de barrancos...
Cada
año, sumergido en estos barrancos, soñaba con nuevas gestas, y poco a poco fui
llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de entrenamiento.
Ahora, casi treinta y siete años después de esa
primera vez, tras centenares de descensos realizados, cientos de personas
conducidas, y algunas vivencias aventurodeportivas por el mundo, que siempre he
admitido que nacieron allí, mi idilio con ellos sigue intacto.
Fueron,
son, la entraña y el espíritu de un chaval y sus lógicas ansias de aventura,
para poco a poco convertirse en una pasión por hacer, pero sobre todo por
aprender y compartir.
Porque
la pasión es una emoción importante que encierra entusiasmo e inclinación por
algo, y por eso se dice, que a una persona le apasiona algo cuando establece
una fuerte correlación con algo. Creo que este es mi caso. Me apasionan muchas
cosas, si, pero una muy importantes son
los barrancos “de Guara”. No cualquier barranco; los de Guara.
Y
cada año, como cuando se visita a un gran amigo, reedito y sigo fiel a esa
cita. Solo, acompañando gente, o como este año además para grabarlos.
Porque gracias a las nuevas tecnologías, los puedo
grabar casi como yo los veo, pero sobre todo casi como los siento.
Y
de un modo distinto, seguir compartiéndolos con el propósito, el deseo, de que
estas grabaciones sean para mí como
esa estropeada foto con un viejo amigo
que contemplaré dentro de muchos años suspirando.
Al
mismo tiempo, mi ilusión es la de, de algún modo, de forma visual, guiar hasta
ellos a gente que por lo que sea no podrían conocerlos.
Gente
lejana, o tan cercana como mi propia madre, que me ha visto avanzar tantos años
fiel a esta cita. Incluso, los primeros años, ella misma me acercaba y me
recogía con su coche en mi cita anual con el río Vero.
Ahora,
por fin, puedo mostrárselos en algo mas que en fotografías, y revelarle lo que
se esconde dentro de esas gargantas y porque
me gustan tanto.
Por
lo demás, me reitero, estas grabaciones son principalmente para mí mismo. Una
disposición de mi mente, y no una condición de las circunstancias.
Los
barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.
PD:
Curiosamente el primer descenso integro que se realizó del río Vero, lo realizó
el Dr. Paul Minbielle y su hijo (Franceses), el año 1967; El año que yo nací...
Llevo unos años leyendo este blog, y desde que estás con esta serie de post sobre los barrancos no dejo de pensar una cosa: ¡qué pena que en mi próxima visita a tu tierra, con motivo de la UTGS, no pueda quedarme unos días a disfrutar de uno de ellos!
ResponderEliminarPor lo menos disfrutaré de otro placer: saludaros en persona a ti y al gran Pacotorrinco.
Saludos.
Pues eso te obliga a otra visita, en la que me comprometo a hacerte de guía.
ResponderEliminarGracias por tú comentario y nos vemos en la Ultra