El ingrediente principal para muchas cosas de
la vida es "la Voluntad”. Y para el deporte en particular es básica. Pero
otra fundamental para la vida y para el deporte es la pausa. Y no significa
para nada interrumpir tu vida, ni dejar de hacer deporte.
Comencé a hacer deporte propiamente dicho a
los 15 años. Antes, de niños, sin darnos ni cuenta, sin obligarnos a ello, a
diario haces deporte en forma de juego, excursiones, trepadas, chapuzones,
desplazamientos en bici, etc.
Este 2017 hará 35 años que hago deporte
ininterrumpidamente, de forma digamos oficial. Y ójala pueda sumar muchísimos
más años sin interrupción.
Pausar, hacer un pausa, significa desconectar.
Huir definitivamente de esas etapas en las que
haciendo lo que te apasiona, terminas siendo lo que los demás esperan que seas,
y de nuevo transformarte en lo que tú crees de ti mismo. “Uno es lo que cree
que es”.
Tras tantos años ya sabes que si te dices a ti
mismo que no puedes hacer una cosa, terminas siendo incapaz de hacerla. Y si
por el contrario, tienes la certeza de que puedes hacerla, consigues la
facultad para lograrla.
Como montañero, escalador, corredor, ultra
fondista, barranquista, esquiador, ciclista, “DEPORTISTA”, aceptas que el eje
conductor, el motor de cualquier objetivo que pretendes alcanzar, es tu fuerza
de voluntad si, pero también tu deseo y tu pasión.
Y sabes que la voluntad y el auto control
mejoran con la práctica y también se entrenan, pero el deseo y la pasión no.
Por ello es importante de vez en cuando parar,
pausarse y ponerse en barbecho. Y repito; Eso no significa para nada dejar de
hacer deporte.
Significa hacerlo únicamente por y para ti
mismo. Recuperar tu complacencia e ilusión, dejando de hacer o de participar en
todo aquello que haces mas por débito que por ti mism@.
Y no quita abordar desafíos personales, si es
lo que se te antoja.
No quita escoger un objetivo, siempre que sea
tu propósito, y proyéctate en él.
Así se ejercita la voluntad, y también tu
confianza e ilusión.
Lo mejor en un camino largo, es que te vas
conociendo a ti mismo/a, y te das cuenta que ese éxodo tiene el mismo
punto de partida que de llegada: “Tú mism@”.
Todos tenemos la fuerza, lo que no hallamos es
la voluntad. Y quien logra adquirir la voluntad, halla la fuerza y el ánimo.
Eso sí. Cuidado. La diferencia entre una
decisión en tu vida como deportista (quizás también en otros ámbitos) basada en
tu confianza natural, en tus deseos verdaderos, en tus habilidades, y la
arrogancia o fanfarroneo, es tan tenue como desastrosa.
La motivación y la voluntad son buenas, pero
tienen su lado sombrío:
Uno, que duran poco; cuando transcurren el
tiempo, todo se vuelve rutinario y aburrido, y lo que te parecía motivador,
ahora resulta cansino.
Y dos, que precises de halagos o aplausos para
obtenerlas.
Porque con el tiempo, con la madurez,
necesitas un cierto nivel de auto reproche para darte cuenta cuándo estás
demasiado orgulloso de ti mismo, y no caer en la necesidad constante de
aprobación o alabanza.
Por eso pienso que es bueno pararte, tomar
distancia y ponerse un tiempo en “barbecho”.
Para así volver a hacer las cosas por ti y por
el placer.
Existe una línea extraordinariamente fina
entre ser un idealista, o tener un ego fuera de control. Y puedes cruzar esa
línea en cualquier momento.
Como siempre diserto, si verdaderamente te
gusta correr, terminaras corriendo sin la necesidad de participar en carreras o
competir; si te gusta escalar, escalaras sin la obligación de atesorar vías, ni
importarte coronar una y otra vez la misma ruta, o descender una y otra vez año
tras año los mismos barrancos. Porque te gusta de verdad.
No hay
que caer en el exceso.
El exceso te lleva a sobrevalorar tus
habilidades (todos tenemos), a pensar que no puedes fallar y que todo lo sabes.
Y mientras más triunfante y prepotente te
vuelves, más difícil es tener un verdadero sentido de ti mismo.
Por eso, y repito, es bueno de vez en cuando
ponerse en barbecho, tomar conciencia, reponer fuerzas, recobrar la ilusión y
volver a tu realidad. Seguro que saldrás invicto y desearás repetir
persistentemente.
Dicen que los arrogantes creen que pueden
predecir el futuro, sin embargo son los sabios los que intentan anticiparse
siempre a sus consecuencias.
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