La
sección de senderismo infantil y familiar de Montañeros de Aragón Barbastro, lo
vienen haciendo muy bien desde hace algunos años.
Variedad
de excursiones, casi siempre asociadas a alguna visita cultural o divulgación.
El
año pasado tuve la fortuna de poder ayudar organizando una de las salidas.
Ya
entonces, a la hora de discurrir que recorrido preparar y como, en mi cabeza se
amontonaron diferentas conceptos: juego, diversión, aventura y aprendizaje.
Así
que teniendo en cuenta estas reseñas, recordando las excursiones y campamentos
de cuando era niño, los años como monitor de alpinismo, barranquismo y escalada
en el club, e incluso las expediciones a montañas remotas, fui ideando un
juego:
Se
trataba de caracterizar una ruta fácil de senderismo infantil la excursión, y
transformándola en un juego representando una expedición a una remota montaña.
Todo esquematizado.
Y la
experiencia fue un éxito.
Así
que cuando este año me ha tocado de nuevo organizar, no he tenido ninguna duda
en repetir la experiencia.
Volví
a pedir colaboración a mis amigos Carmen (Alcaldesa de Estadilla) y Ricardo,
que han compartido conmigo viajes de aventura a Nepal, India y Bolivia, y
planteamos el escenario en los alrededores de su pueblo de nuevo.
Con
esta valiosa ayuda, proyectamos una ruta, en la que combinar unas maniobras con
las que hacer una excursión, divertirnos y a la vez aprender conceptos de
montañismo.
Conceptos
como expedición, aproximación, campo base, campo de altura, vía o ruta,
grietas, encordarse, cima, y lo más importante, compañerismo, ayudar y dejarse ayudar.
La
respuesta a nuestra propuesta de nuevo ha sido muy buena pese al tiempo que
últimamente nos acompaña: Cuarenta personas, de ellas veinte niños.
Partimos
de la base que a los niños, si los motivas bien, y les enseñas
que las cosas no son tan complicadas como parecen, se adaptan a todo.
El problema normalmente somos nosotros los padres, cuando
pretendemos que comprendan las cosas con nuestros ojos.
De nuevo la clave imaginación, serenidad y la generosidad
por parte de todos los participantes.
A las ocho y media de la mañana del sábado marchamos
desde Barbastro en nuestros vehículos particulares, que aplicando la
imaginación, mágicamente se habían convertido en aviones con los que volar
hasta un lejano país llamado Estadilla.
Allí, “tras aterrizar”, nos recibieron los Sherpas
locales (Ricardo incluso ataviado con un gorro típico Nepalí), los cuales nos
guiarían para aproximarnos hasta la montaña que pretendíamos escalar por una
ruta inexplorada.
Y tras una pequeña charla de introducción, comenzamos la
aventura aproximándonos en vehículos (esta vez los coches eran Todo terrenos)
por una pista hasta el comienzo de la ruta.
Allí comenzaba lo bueno:
Bajamos por una senda y al poco atravesamos un auténtico
cementerio de restos de huesos y cráneos de cabras que Ricardo había
acondicionado muy bien para ornamentar la aventura y darle ya desde el
principio aroma a hazaña de verdad.
Al poco cruzamos uno a uno sobre una escalera de aluminio
una imaginaria y enorme grieta en el glaciar.
Pero... progresivamente comenzó a tronar y a caer unos
enormes goterones.
Así que un nuevo e improvisado aprendizaje, fue
explicarles la multitud de veces que la montaña no te deja subir, y no pasa
nada; que una retirada a tiempo es una victoria.
Todos corriendo a los coches.
Aunque parecía amainar enseguida, evaluamos el no
ascender ya hacia esa parte de la sierra por ser una zona muy expuesta a los
rayos, y haberse empapado además una parte rocosa que debíamos atravesar
haciéndola resbaladiza y delicada.
Así que al bajar hacia el pueblo, y ya sin llover,
improvisamos una excursión alrededor, en la casi recién estrenada “ruta de las
fuentes”.
En ese paseo improvisamos el trepar por una cuerda para
ascender un desnivel, encordamos para progresar por una escarpada senda, e
incluso para terminar hicimos un par de juegos para recordar que siempre hay
que llevar gafas en la nieve o un silbato para pedir ayuda.
Ya en Estadilla de nuevo, al terminar, nos obsequiaron con unos refrescos y un
picoteo. ¿Qué mas se puede pedir?.
¡Está claro!. El contacto con la naturaleza
en la primera infancia es una huella imborrable, que se posa como una semilla
que germinará más adelante en forma de buenos recuerdos y valiosas lecciones.
Debemos mirar siempre la montaña con ojos de niño.
Lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para
siempre.
Gracias a todos los que participasteis de nuevo.
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