El barranco del Basender está situado junto a fuente Lecina, en la cabecera del cañón del río Vero, en el Parque Natural de las Sierras y Cañones de Guara.
Marchamos por la carretera dirección a la localidad de
Colungo.
Pasada esta población, atravesamos el llamativo puente de
las gargantas, donde confluyen los barrancos del Fornocal, las Palomeras del
Fornocal, Sarratanás y Malpaso.
Sobrepasamos un paraje muy popular para los ciclistas de
la comarca, el collado de San Caprasio, y serpenteando por una ceñida carretera
cobijada de pinares, donde se abren espectaculares vistas de Monte Perdido, llegamos
al aparcamiento en la cabecera del cañón del río Vero.
Una vez equipados con el material que vamos a usar, bajamos
hacia el río, y atravesamos la
estación
de aforo del río Vero, donde se mide el caudal a lo largo de
todo el año.
Antes
de introducirnos en el sendero de ascenso, merece la pena remontar el río unos
100 m y visitar la Fuente de Lecina que da nombre al lugar.
Es un
manantial del que manan las aguas subterráneas naturales de las sierras
próximas, como la de Sevil, y del que se abastece el río generalmente.
Posteriormente, proseguimos por el marcado sendero
ascendente, tomando poco a poco altura.
Durante el breve ascenso, se nos ofrecen unas espectaculares
vistas de cañón del Vero, y sus enormes paredes cinceladas por el agua y el
discurrir de los años.
Al coronar la loma, el visible sendero evoluciona ya paralelo
al Basender, hacía su cabecera;. No tiene perdida.
Pastores, cazadores o vecinos de Lecina, ya recorrían estos
viejos y apartados senderos, antes de la llegada del barranquismo.
Por fin, tras unos cómodos y suaves 35 minutos,
alcanzamos el cauce seco del barranco, donde comenzaremos su descenso.
Al poco de comenzar, el barranco se cierra y te sorprende
encajonándose, y el terreno de roca irregular y pulida, te exige en algún paso
tentar con las manos sus tibias paredes.
Posteriormente, tras un vasto resalte, asoma al primer
rápel.
Son 11 metros verticales de acceso a un tramo cerrado y
espectacular.
Los rápeles del Basender, son muy asequibles, holgados y
uniformes; son perfectos para aprender a rapelar junto con alguien experto que
te aleccione y te asegure.
Tras el primer rápel, una vez retiremos la cuerda, ya no
habrá vuelta atrás.
Avanzamos por un erosionado pasaje repujado de pequeñas
plantas muy adaptadas a la sierra y sus alteraciones, como la oreja de oso o la
corona de rey, y enseguida asoma el siguiente rápel.
En algunos como este, es posible destrepar y no utilizar
cuerda.
La experiencia, la repetición y los años, obran para
querer descender los barrancos de una manera mas refleja; de la forma más
simple y limpia posible; Como el propio agua que discurre por ellos.
Sentir el estremecimiento de descubrirte acorde en ritmo
y cadencia con el medio en el que te desenvuelves; Es en cierta forma, sentirse
vivo.
Eso sí, si conduces a otra gente, siempre hay que
rapelar, y auxiliarles convenientemente con una cuerda extra de seguridad.
Del mismo modo, quien no tenga práctica, o ante la menor
duda, debe utilizar siempre todos los medios técnicos al alcance para
realizarlo de una forma totalmente segura.
El Basender está perfectamente equipado con anclajes
dobles en todos sus rápeles y resaltes.
El siguiente rápel tiene 10 metros, y nos introduce en una
asombrosa sala de gran belleza abrigada de roca.
Casi junto, enlazado por una desnuda conducción tallada
por el agua, aparece una imponente rampa o tobogán entre grades bóvedas de
piedra caliza donde para descender deberemos instalar otro rápel.
Sin duda a partir de aquí es el tramo más bonito de este
sorprendente barranco, y por el que merece la pena visitarlo.
Se observan perfectamente los caprichos de la erosión, y
como el discurrir del agua y los años, han esculpido con profundas oquedades este
recóndito y misterioso lugar. Figura una profunda y casi subterránea llaga en
la tierra.
Durante las diferentes horas del día, la lánguida luz que
penetra, le da un toque mágico, e incluso sobrenatural.
Tras una limitada travesía por el lecho inerte, aparece otro rápel que te encauza por un
pulido socavón hasta un pasaje también casi subterráneo.
Tras esta igualmente espectacular sala, el barranco se
abre por fin, y la vegetación hace acto de presencia.
Otro habilidoso destrepe, y llegamos al último rápel
donde ya se escucha abajo el murmullo del río Vero que te da la enhorabuena.
En este rápel, él más largo de unos 15 metros, maniobras
bajo unas paredes extra plomadas en forma de medio cono; Un llamativo
anfiteatro natural junto al río Vero.
Recogemos la cuerda, nos quitamos el arnés y avanzamos en
busca del río Vero, donde desemboca este curioso y entretenido barranco. Muy
cerca de aquí, en el Tozal de Mallata, en 1968 se hallaron las primeras pinturas de arte
rupestre del Alto Aragón. Pinturas conservadas desde la
Prehistoria de estilo Esquemático.
Ahora, nos queda remontar el Vero, que tendremos que
vadear hasta dos veces mojándonos los pies, para llegar a las ruinas del antiguo
molino de Lecina.
Después del molino, o bien cogemos la senda que remonta y
rodea, o nos mojamos de nuevo cruzando por
la pequeña represa que alimentaba este.
En poco tiempo llegamos al puente que nos vio pasar hace
un par de horas, y remontamos hasta el parking.
El Basender es un barranco muy recomendable para una
sugestiva mañana, o una agradable tarde.
Regresas a casa complacido, y con la sugestiva sensación
de haber sido cautivado por un extraordinario lugar.
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