Este pasado domingo, descendí la Peonera por segunda vez en dos semanas, guiando a un grupo de buenos y queridos amigos.
Es con diferencia
la actividad que más me vivifica. La que
más privilegiado me ha hecho sentir siempre, y me contenta de una manera difícil de expresar.
Sentir cada vez, una pequeña batalla que
creíste perdida y finalmente ganas, y que año tras año se sigue reeditando, como
desearías que ocurriera en otros aspectos de tu vida.
Ahora “Madrugando bastante”, disfrutar de esa
apacible soledad.
Quizás sea por la manera en que coqueta murmura
el agua mientras corretea libre, o por esta amplificación emocionada de
naturaleza, o es simple apasionamiento de un lugareño como yo. Pero lo cierto
es que para mí, en los cañones y barrancos de Guara habita una quietud y una
placidez que hallo difícilmente en cualquier otro lugar.
Es algo mágico.
Es algo mágico.
Entre sus rocas y sus aguas, allí de pie,
escuchando, sintiendo en toda su
magnitud, consigues llevar tus pensamientos a una abstracción casi total.
Cuando contemplé por primera vez la parte
oculta de una de estas gargantas de la Sierra, me invadió una combinación de
fascinación, asombro, espejismo, desconfianza, ilusión y temor. La razón es que
hoy, mas de treinta años después, esa sensación aún me recorre cada
vez.
Después está esa necesidad de
compartirlo, comunicarlo.
Por ese motivo comencé a guiar grupos de
manera explícita allá por el año 1984. Algunos años de manera profesional, y
otros de manera fraternal o lúdica, pero siempre de manera
auténtica.
Es bonito sentirlo, pero igualmente
intentar transmitirlo y hacer partícipes a los demás.
Porque para mi un barranco es un ambiente
"mágico" .
Aclarar, que descender un barranco, no
era una batalla que hayas que ganar, si no un placer que hay que saber
disfrutar.
Y si de verdad lo sientes, engloba tanto
el consciente como el inconsciente.
Y puede conducirte a un estado de fuerza
tal, que todo a tu alrededor se someterá a ese estado de ánimo desatando tus
emociones.
Cuando guío un grupo, como estas dos
semanas, al final del día, cuanto mérito siento en ellos :
Con vértigo o sin él, con miedo o sin él,
con torpeza o habilidad, con nula voluntad o con la ambigüedad que da el
desconocimiento, siempre acorde a las posibilidades de cada uno, la mayoría,
por no decir todos, con tu ayuda o sin ella, consiguen conectar su alma con
este mundo de extraños contrastes, de fríos y calores, de miedos paralizantes y
alegrías perdurables; de vida y de muerte.
Cuando progresas por el corazón de uno de
estos barrancos, te cuestionas a ti mismo, temes.
Pero paso a paso, el temor disminuye, la
confianza aumenta y te asalta la embriaguez del entusiasmo, el respeto y la
admiración.
Y yo año tras año regreso con mis
sentimientos embriagados o mis decepciones. Con mis recientes vergüenzas o
viejas pedanterías, y todo ello se descompone al contacto con la primera gélida
poza.
Y una vez mas me recorre aquel escalofrío
de la primera vez, y emerjo de esas aguas, como más fuerte, más noble, mejor
persona.
¿Están los barrancos colmados de esos
sentimientos, o los traes tu enterrados y se manifiestan en ese lugar?.
No lo sé. Es un misterio.
Pero por un día, por unos instantes, te descubres capaz de operar en una frecuencia más alta de conciencia, voluntad, compañerismo e incluso valor.
Pero por un día, por unos instantes, te descubres capaz de operar en una frecuencia más alta de conciencia, voluntad, compañerismo e incluso valor.
Si penetras en un barranco con la
humildad de sentir, y no con la presunción de vencer, cobrarás un sinfín de
emociones nuevas, e incluso algunas que tenías relegadas.
No es sólo esa sombra de serenidad lo que
me atrae de los barrancos, sino también ese hechizo que parece envolverlos y
hace de estas líneas un texto desierto incapaz de despertar en sus letras este
grandioso y magnífico entorno.
Lo que menos miente en este mundo es un
paisaje como este.
Es algo tan espontáneo y verdadero, que
no tiene ni dobles deducciones, ni anhelos de ser nada que es por si mismo.
Andar, nadar, saltar, rapelar e incluso
correr por dentro de estos cañones siempre me hace sentir un ser especial.
Lo siento y lo comparto como una
privilegiada manera de dejar atrás este trastornado mundo cargado de
complicaciones.
Allí no eres nada. Tan sólo un individuo
impulsado por unos pulmones, un corazón, unas piernas y brazos que progresa
entre paredes gigantescas. No eres nada, pero te sientes “TODO”. ¿No es eso
mágico?
Sigo disfrutando
mucho de contagiar, de compartir, de llevar grupos de amigos. Me satisface su
satisfacción.
Pero sobre todo
me emociona, que sean capaces de captar la magia que encierran. Y siempre saben
hacerlo.
BRAVO!!!
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