sábado, 7 de octubre de 2017

50



¡¡Es oficial!!. 
Ya han pasado cincuenta años desde que por vez primera vi la luz en la clínica Cobos de Barbastro.
Mi primer añito de vida lo pasé en el por entonces pueblo y ahora barrio de Barbastro, Burceat, y después hasta el dia de hoy en Barbastro ciudad.
Ósea que soy “Bur-bastrense”, puesto que mi infancia siempre estuvo ligada (y eso jamás se olvida) a este vecino pueblo de mis abuelos paternos, donde pasaba con mis hermanos fines de semana y vacaciones escolares.
Y si, aunque me considero ciudadano del mundo, me reconozco privilegiado por el hecho de  haber nacido y vivir aquí; Cerca del Pirineo, y junto a mi querida Sierra de Guara. Me enorgullezco de ello.
Y no lo digo por decir; ¿Cuánta gente nace por desgracia en lugares de los que quiere escapar, o aún peor debe hacerlo por diferentes razones sociales?.
Como a todos  me ha sucedido cosas buenas y malas, justas e injustas, complacientes y dolientes; algunas sobresalientes, y otras intrascendentes, durante estos cincuenta años de infancia, juventud, y ahora madurescencia...
Si madurescencia, porque los hombres, al contrario que las mujeres, no dejamos de ser unos sempiternos adolescentes con todas las consecuencias...
Años de aprendizaje, equivocaciones, experiencia, tropiezos, vanidad, humildad y algunas veces resignación. Prueba y error; Tinos y resbalones. Pero eso sí, entusiasmo, mucho entusiasmo en todo lo que he emprendido. 
Para bien y para mal.  
Ahora ya sé que la vida es un carrusel de eventualidades abrigadas de un esmalte muy espeso de emociones y sentimientos, que en un instante pueden alzarte o en otro derrumbarte.
Y sé que cada edad es siempre nueva para cada uno de nosotros; podremos decir lo que queramos, pero siempre nos acorrala la inexperiencia y la ingenuidad.
Muchas veces, con la ambición de tenerlo todo, perdemos cosas que ya tenemos; con la avidez de deslumbrar, nos apagamos; o con el anhelo de pretender ser perfectos, nos olvidamos que no somos tan imperfectos como pensamos o algunos nos hacen creer.
Desde que tenemos conciencia, hacemos recuento de metas cumplidas, y nos proponemos nuevas. Y siempre mantenemos el presentimiento de que las cosas van a cambiar, serán mejores y por fin un día se cumplirán todos nuestros deseos.
Siempre es importante imaginar y desear lo mejor, pero aún más saber qué pasos dar para conseguirlo, y darlos; Con cincuenta años esto debe ser casi un cometido.
Cerrar los ojos, escuchar tu corazón, y sin predisponerte a los deseos o expectativas de los otros para contigo, pensar realmente en lo que tú quieres. 
Aunque sea algo verdaderamente difícil de cometer.
No me voy a explayar aquí con mis pasadas vivencias personales, ni con todo lo que deseo para esta venidera cincuentena, que finalizará antes o después con mi último viaje.
Tampoco puedo ni quiero quejarme; En muchas cosas logré imaginar imponiéndome a la resignación que te da de la seguridad, y tuve la gran suerte de arriesgar, perseverar, y lograr muchos de mis sueños.
Pero reconozco que a estas alturas sigo soñando y avanzando por esa senda que me marca mi imaginación y mi corazón.
Hasta aquí, en estos primeros cincuenta años, muchos encuentros y algunos desencuentros; Muchas bienvenidas, y del mismo modo numerosas despedidas y añoranzas. 
Demasiadas ausencias: algunos buenos amigos, mis abuelos y mis padres, ya ondean en la memoria de mi corazón mutilado de ellos, pero fortalecido para siempre con su recuerdo.
Mi madre todavía es la gran pérdida por rendir, que hace que este año tan especial, lo sea muchísimo menos. Porque extrañar no tiene brazos, pero oprime muy fuerte el corazón; y la extraño muchísimo. Siento como este año se me ha roto un trozo de corazón.
Es férreo e inflexible este oficio de vivir y da pocas treguas.
Por eso cuando las da hay que aprovecharlas.
En esta próxima cincuentena, deseo atesorar mas  recuerdos buenos para equilibrar esos malos que siempre vuelven.
Deseo no permanecer sentado en mi piedra por miedo a no volver a tropezar en ella y caminar; o mejor aún seguir corriendo y escalando. 
Deseo intentar que me resguarden buenas sombras, por haberme arrimado a los mejores árboles.
Subirme a todos esos trenes que pasan por delante, disfrutando del viaje.
Pero sobre todo deseo alcanzar mi cima dentro de veinte, treinta o cincuenta años mas, y allí arriba no arrepentirme de nada que haya hecho, pero sobre todo nada que haya dejado de hacer; cerrar los ojos, volver a colocarme esas alas que un dia tuve, y volar muy alto.

1 comentario:

  1. "La Meta es el camino", En ti cobra fuerza y sentido. Un abrazo Javi

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