martes, 25 de julio de 2017

LA PEONERA



La vida por si sola es fascinante, pero desde que nacemos, todos tenemos momentos de inevitables empeños y voluntades que manifiestan tu naturaleza.
Esta ultima década, la Peonera es quizás el barranco mas frecuentado. ¿Por qué?. Porque es bonito, no es muy corto, ni excesivamente largo; tiene un acceso digamos fácil, y su desembocadura o final es a pie de coche en la espectacular y “concurrida” presa de Bierge (haciendo combinación de vehículos).
Asimismo todo el verano mantiene un buen caudal de agua; y a no ser que este sea muy muy abundante, no es muy técnico ni precisas cuerdas ni arneses.
Además, por la cantidad de saltos que puedes efectuar (insisto, siempre evitables), resulta un barranco muy deportivo y divertido.
No obstante, este barranco es claro modelo de barranco que algunos confunden con un “aqua park”, y por esto mismo en él hay numerosos accidentes.
Como todos, sugiero descenderlo con información y prudencia, y si es de la mano de un guía experto mucho mejor para interpretarlo y disfrutarlo en toda su magnitud.
Introducirse en él sin conocer bien sus especificaciones, saltos, o sin saber evaluar correctamente el caudal, puede ser peligroso, pues con caudal algo elevado, se generan numerosos sifones y rebufos que hay que conocer y saber evitar.
La línea entre un día único o un día amargo es muy estrecha, y casi siempre depende no de un estúpido, si no de una única estupidez... y...dudar de uno mismo es señal de lucidez.
Yo, como muchos, suelo utilizar este barranco para iniciar a gente al barranquismo acuático, con el compromiso previo de que lo puedes saltar todo, pero al mismo tiempo, “no es obligatorio saltar nada”.
Aquí en la Peonera (río Alcanadre), entre rocas y agua, escuchando, sintiendo, consigues una extraña combinación de fascinación, asombro, espejismo, desconfianza, ilusión y temor.
Brincos a pozas de agua esmeralda, acuáticas rampas, hermosas galerías y caos.
Como todos, un ambiente "mágico" , que  somete  tu estado de ánimo destapando tus emociones.
Aquí el coraje bien entendido, impulsa a la persona a superarse, mientras que mal entendido lo cercena y lo pone al borde del tropiezo.
Progresar desde cero por la Peonera, es un claro paradigma de corazón.
Observas sus caras al comenzar; se cuestionan a si mismos, temen,... pero paso a paso el temor disminuye, la confianza aumenta y les asalta la embriaguez del entusiasmo, el respeto y la admiración.
Si entiendes que se trata de la humildad de sentir, y no la presunción de vencer, cobrarás un sinfín de emociones nuevas o que tenias descuidadas.
No eres nada pero te sientes todo.
Es un barranco ególatra, en el que has de hacer entender, que saltarlo todo, o no saltar nada, da lo mismo.



martes, 18 de julio de 2017

GORGONCHON



¿Cuál es el barranco más asombroso y sorprendente de la Sierra de Guara?. Posiblemente el Gorgonchón.

Desde Barbastro nos dirigimos a  Bierge, y desde allí dirección Aguas.
A pocos kilómetros de Bierge rebasamos Morrano, poco después Yaso,
y a unos cuatro kilómetros de Yaso, a la izquierda de la carretera, casi frente al pueblo privado de Bastarás, localizamos el acceso a una pista donde poder  aparcar, con un cartel indicativo del barranco poco visible desde la carretera.

Desde aquí, tan solo tendremos que caminar 15 minutos de bajada por la deteriorada pista, hasta donde comienza el barranco.
Allí, ya en el río Formiga, mientras te equipas junto a un pequeño y bonito salto de agua, no puedes retirar la mirada de más adelante, donde una estrecha canal de roca color ceniza, engulle el torrente y lo hace desaparecer.
El Gorgonchón es amado y temido a partes iguales.
Amado, porque es un pequeño barranco que por impactante, por bonito,  deja huella en quien lo visita, y nunca jamás olvidas tu paso por él.
Y temido, porque en los años 80/90, cuando no había tanto equipamiento, ni información, se cobró varias victimas mortales, convirtiéndose en uno de los puntos negros, sino el más, de la sierra de Guara.
Aun así, es recomendable aproximarse sin temor, pero eso si, con precaución, reseñas, información de caudal, etc; y a poder ser, si no tienes mucha experiencia, de la mano de alguien experto.
Solo comenzar, te impacta.
Te introduces en sus frías aguas, saltando, rapelando, o si eres habilidoso, destrepando en oposición, (marchar destrepando, afirmado entre ambas paredes como si pretendieras separarlas y ensancharlas), por una confinada y ahogada caída de agua entre dos estrechas paredes que desciende más abajo, enclavándose, y brindándote un pávido recibimiento.
Una vez superado este primer salto de agua, inmediatamente, sin respiro, te precipitas frente a otro más impresionante e imponente, más profundo y aún más comprometido.

Este es el punto negro del barranco, pues oculta por el choque del agua, en medio de la cascada, se sienta la boca de una angosta cavidad.
Si queriendo o por accidente, te dejaras llevar, el agua te arrastraría sin remisión al interior de esta gruta, desde donde es prácticamente imposible salir sin ayuda, pues deberías hacerlo por dónde has entrado; por el techo, atravesando la fuerte corriente de la cascada.

Hoy en día, gracias a las precisas reseñas, y la adecuada equipación con pasamanos hasta unos descuelgues más allá del salto de agua, intervienen para que si vas con el equipo adecuado, y actúas con precaución, resulte sin más, un apasionante paso técnico e inolvidable, y no un desagradable susto.

Una vez superado este, cuando llegas abajo, miras a tu alrededor y te invade una indescriptible sensación de insignificancia, sumisión y respeto.

Es uno de esos lugares donde de repente pareces menguar, y te sientes minúsculo por fuera, e invadido de energía por dentro. Como un soplo de Dios.    

Desde lo alto te contemplan dos formidables paredes de piedra madura y aceitunada, mojada y fresca, que se enarbolan aparentemente infinitas desde y sobre ti, ornamentadas con el rabioso rumor de la cascada de agua que se bate a tu lado, intimidándote.

Poco a poco avanzas por un estrecho, inundado y escurrido pasillo; en algún instante tan estrecho (unos treinta centímetros), que puedes llegar a dudar de tu delgadez.
 
Pero, si no pasas a la altura del agua, ascendiendo un poquito podrás alcanzar tu medida y superar el paso.  ;)
Finalizado este pasillo de unos cuarenta metros, se abre nunca mejor dicho “un descansillo” de rocas con un pequeño resalte, donde poder salir del agua, reagruparse contigo mismo o tus compañeros, e inspirar después de la formidable emoción de este primer tramo.
Una pequeña abertura en rampa que forman unas grandes rocas, por donde se cuela el agua, nos introduce en otro tramo.
Un tramo idílico; de aguas tranquilas de color esmeralda, y de una hermosura tal, que instantáneamente olvidas la angostura y emoción anterior.
Paredes con instintivos pliegues, dobleces y tirabuzones  cincelados por el agua y la cal, entonados con un manto vegetal verde intenso de seductora e inverosímil belleza. Permaneces boquiabierto.
Pareces hallarte dentro de la acuarela de un cuento de hadas; Una fabulosa exposición del legítimo genio de la naturaleza.

Al final, por una pequeña abertura, que te exige  hacer un fácil buceo; muy abierto bajo el agua, y de los de meter sacar inmediatamente la cabeza, emerges a lo que sería el epílogo
final. 
Un enorme cono de roca, que dependiendo de la hora del día y la luz, ofrece un tapiz de hermosos contraluces, por el que alcanzar una pequeña represa que permite el riego de unas huertas que se divisan más abajo.

Inmediatamente, a tu izquierda, cruzando una pequeña oquedad excavada en la roca, alcanzas una acequia de riego con una gran tajadera metálica, desde donde parte la senda de regreso al principio del barranco, que alcanzaras en pocos minutos.

Sin aliento.

En medio de la nada, oculto en poco más de trescientos metros, se encuentra este enclave difícilmente superable, donde hallas y percibes una experiencia incomparable.
De esas que te hacen regresar a casa, con un fulgor interior y el reflejo en tu semblante que proporciona los momentos únicos.

PD: Para saborear mejor el post-barranco, recomiendo una paradita en el camping Altaoja de Yaso, y tomarte una caña en su terraza. 

 

miércoles, 12 de julio de 2017

EL VERO SOÑADO



El Cañón del Río Vero es el estandarte de la Sierra de Guara.
Ya sea por el cañón propiamente dicho, o por el multitudinario senderismo que mueve en sus inmediaciones en lugares como las pasarelas, o las pinturas rupestres.
Durante miles de años el agua ha ido esculpiéndolo, y su fisonomía, sus muros, están cincelados de tal modo, que conciertan una obra maestra de la naturaleza.
Confinados en su interior seis kilómetros de plena naturaleza,  hilada y estimulada por el río Vero, en un tramo que va desde fuente Lecina, hasta el puente románico de Fuentebaños a los pies del monumental pueblo de Alquézar donde el río ya se desempaqueta.
En medio, extraordinarias escarpas, cuevas, bulliciosos caos de rocas, badinas, oquedades, fauna, flora, y pinturas rupestres, ajustando un espectáculo de agua, roca, vegetación y vida, luces y sombras incomparable.
Su belleza ha hecho, hizo de él, el descenso más afamado de los cañones de la sierra de Guara y traspasó  fronteras.
Y en él, a principios de los años ochenta, nació el Barranquismo como actividad y deporte.
Y yo, cada año sin excepción sigo regresando a sus aguas, y estoy convencido, que existe una profunda influencia o empeño interior que me lleva a buscar mi energía en este lugar, en una especie de decálogo íntimo.
Este año lo necesitaba mas que otros, y no será la última vez que este verano lo recorra  para recargar ánimo.
Desde la primera vez cuando tenia trece o catorce años, lo he descendido todos los años de mi vida.
Y ya son mas de 35 años fieles a nuestra cita.
En solitario o guiando, corriendo, lloviendo o con circunstancial tormenta, crecido, desaguado, de día, por la noche, hacia arriba o hacia abajo...
Desde la primera vez con amigos cercanos, he guiado por su cauce, a cientos de personas.
Este pasado domingo fue tremendamente especial; primero realicé un Vero completo con Javier, un nuevo componente del viaje de este año a Bolivia, para después, volver a adentrarme en su cauce, en el pequeño caos de la central de Alquézar, para realizar un mini Vero por vez primera con mi hija.
Ya se había bañado en sus aguas muchas veces, pero esto ya era barranquismo y no baño: neopreno (mini), escarpines, casco, las rocas y el río.
Y...La sonrisa de un niño es fascinante; es un categórico argumento de la vida.
Ya hace unos años practiqué la experiencia con niños muy pequeños en este breve caos. Mi hija con dos años nos miraba jugando en la orilla. Hoy ha sido ella la protagonista.
Los niños pequeños, el mayor problema que tienen en un barranco es el agotamiento por una larga caminata, y lo gélido de sus aguas, con lo que un pequeño caos como este de fácil aproximación, es perfecto para iniciarse y sobre todo para divertirse haciéndolo, pues al ser corto tampoco al frío le da tiempo a hacer mella en ellos (con neopreno claro).
Lo pasamos tan bien, que está pensando en repetir.
Viéndola disfrutar.... disfrutando con ella, te das cuenta que es en la sencillez, y no en la complejidad, donde reside la razón. Que fácil es divertirse y reír.
Creo que el Vero es mi lugar favorito y siempre lo será.
Ese Vero soñado junto a mi hija, ya está mas cerca.
En sus aguas, yo siento respeto, fervor y humildad, pero me descubro tan enérgico y resuelto como animal salvaje. Y no es amor de padre (que también), pero me pareció vislumbrar en Nayra esa energía y ese espíritu.
Pensar que hace más de 20.000 años por esta zona, ya corrían nuestros ancestros y tras ellos Celtas, Romanos, Árabes y Cristianos, hace que un escalofrío recorra la médula. 

martes, 4 de julio de 2017

LOS BARRANCOS DE GUARA Y YO


Admiramos las cosas por muchas razones, pero las amamos sin ninguna.
Porque lo que te impresiona, muchas veces te impresiona una sola vez, sin embargo lo que te resulta realmente extraordinario, te lo resulta más cuanto más lo contemplas...
He filmado ininterrumpidamente (dejando aparte la Palomera, que fue un ensayo), cinco de los barrancos más populares de Guara: Formiga, Gorgonchón, Oscuros del Balcés, Mascún y Peonera. Barrancos cargados de recuerdos y nostalgia...
Esta semana he decidido darme un respiro y tomar aire, para próximamente grabar el que para mí más representa: “ El Vero”.
Fue mi primer barranco, el que más veces he descendido, y en el que por muchas razones más me deleito; unas sinceras, propias y afectivas, y otras como para muchos, evidentes y perceptibles.
Incluso, creo, deduzco, que mi interés por la aventura en general nació dentro de este barranco.
Cuando tenia no sé bien si trece o catorce años, me condujeron allí por vez primera dos de los monitores del por entonces grupo Scout de Barbastro que también eran de montañeros de Aragón en Barbastro (Carlos y Juan Jaime). No sé si ellos lo recordaran, pero yo no lo olvidaré jamás. Esto era mas o menos sobre el año 1980.
Dentro de lo mal que lo pasé, debido a las gélidas aguas y mi enclenque complexión, al terminar me figuró la aventura más extraordinaria que había vivido en toda mi vida.
Y que conste que cuando me introduje en la primera poza de los oscuros del Vero, quedé tan agarrotado, tan paralizado,  que me juré a mi mismo no volver a pisar jamás un barranco. El frío me amedrentó y me guillotinó hasta la respiración. Pero..., está claro que no cumplí esa determinación.
Aunque como a todos por entonces, motivos no me faltaron, porque se descendía en bañador, camiseta, calcetines y bota de vino...
Eso si, un bañador engrosado con algún viejo y recortado pantalón tejano para así robustecer la culera y preservarlo del roce; Una ajada camiseta  como forma de prever los restregones por el pecho con las interminables piedras; calcetines para evitar un poco que se colaran tantas piedrecillas en las prehistóricas zapatillas de deporte o Chirucas de tela, y la bota de vino para ... ¿enardecer y vivificar?.
También material recomendado era algún tipo de barquita o colchón hinchable, que al final siempre constituía mas una contrariedad que un apoyo... jajaja
Como antítesis a lo nuestro, ya se avistaba algún que otro francés equipado con traje de neopreno, que... “provocaba nuestra mofa”:
-“¿Qué hará este Gabacho vestido de hombre rana por un río?” . Era algo insólito, pero muy al contrario de lo que nosotros pensábamos, ese francés era perspicaz, sensato y seguro que con mas experiencia que nosotros... El tiempo le dio la razón.
Pero nosotros, los trajes de neopreno solo los habíamos visto en la tele, en los documentales de Jaques Cousteau, y efectivamente los relacionábamos con el mar. No con un río... 
Eran trajes de buceo. Para nada los trajes perfilados y reforzados especialmente para barrancos que aparecieron años mas tarde.
Los franceses habían explorado ya y dado a conocer antes que nosotros estos maravillosos cañones, y en Francia eran muy populares en los círculos de montaña y espeleología. Incluso cuando aquí casi comenzaban a conocerse, ellos ya tenían editada en Francia una guía con muchas reseñas. Como extravagante curiosidad, y pese a las frías aguas, por aquel entonces en el menos transitado que hoy río Vero, practicaban mucho las Francesas toples; Tanto, que algún lugareño se llegaba por senderos desde Alquezar hasta alguna badina, equipado con su caña de pescar con sedal, corcho y “sin anzuelo ni cebo”, para “no tan disimuladamente” ver  pasar a estas francesas con sus erguidos pechos al aire, vivificados por ese agua fría.
Año tras año no falté a mi cita, y hasta creo que aprendí a escalar evitando el agua en algunos pasajes abrazado a las paredes como una lagartija... Por cierto, que al terminar, como colofón, se saltaba la presa desde la vieja pasarela.
Cada año sin falta, descendía por lo menos el río Vero, e incluso ya me introduje en al Balcés y el Mascún.
El año 1990, por medio de montañeros y la escalada conocí a Pepe Chaverri, nos hicimos amigos, y este me ofreció trabajar junto a él, y Alfredo Vivés durante mis vacaciones de verano en el camping del Vero en Alquezar que dirigía José Luis Solana (un buen amigo), y el camping del Puente de Rodellar que casi acababan de inaugurar Fina y Pepe.
Así, en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudiera tener, pero sobre todo en la actitud, la correspondencia y el procedimiento.  Así que reforcé mi experiencia, los barrancos ya sabidos, y aprendí bien los que aún no conocía.
En el camping, “casi convenciendo” a diario a la gente para que nos contratara como guías (ya con neopreno), fuimos poco a poco guiando, disciplinándonos, y puliendo entre todos cada paso, cada barranco; trazando cada recorrido, y la mejor técnica que se nos ocurriera para conducir a la gente contenta, pero sobre todo “ilesa”.
Y fue difícil. Porque por entonces, se concebía un guía solo para la alta montaña, para los Alpes, pero para ¿un río?.
Poco a poco cuajó, y pasaron unos años, unos veranos, despreocupados, plenos y llenos de buenas anécdotas, vivencias y experiencias, donde vimos, formamos parte en cierto modo, de la evolución del barranquismo en la forma y en el fondo. La equipación, la técnica, y como poco a poco nacían las empresas de guiás y aventura... Yo cada verano seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo, incluso con la creación de la suya: “Milorcha”; Hasta diseñé y dibujé su logotipo.
En 1993 yo era vocal de escalada y barranquismo en mi club y se crea por parte de la federación aragonesa de montaña el primer comité de barrancos de una federación Española de montaña, cuando en montañeros de Aragón Barbastro, ya hacíamos para los socios los primeros cursillos de descenso de barrancos.
De hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso de barrancos...
Cada año, sumergido en estos barrancos, soñaba con nuevas gestas, y poco a poco fui llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de entrenamiento.
Ahora,  casi treinta y siete años después de esa primera vez, tras centenares de descensos realizados, cientos de personas conducidas, y algunas vivencias aventurodeportivas por el mundo, que siempre he admitido que nacieron allí, mi idilio con ellos sigue intacto. 
Fueron, son, la entraña y el espíritu de un chaval y sus lógicas ansias de aventura, para poco a poco convertirse en una pasión por hacer, pero sobre todo por aprender y compartir.
Porque la pasión es una emoción importante que encierra entusiasmo e inclinación por algo, y por eso se dice, que a una persona le apasiona algo cuando establece una fuerte correlación con algo. Creo que este es mi caso. Me apasionan muchas cosas, si,  pero una muy importantes son los barrancos “de Guara”. No cualquier barranco; los de Guara.
Y cada año, como cuando se visita a un gran amigo, reedito y sigo fiel a esa cita. Solo, acompañando gente, o como este año además para grabarlos.
Porque   gracias a las nuevas tecnologías, los puedo grabar casi como yo los veo, pero sobre todo casi como los siento.
Y de un modo distinto, seguir compartiéndolos con el propósito, el deseo, de que estas grabaciones sean para mí  como esa  estropeada foto con un viejo amigo que contemplaré dentro de muchos años suspirando.
Al mismo tiempo, mi ilusión es la de, de algún modo, de forma visual, guiar hasta ellos a gente que por lo que sea no podrían conocerlos.
Gente lejana, o tan cercana como mi propia madre, que me ha visto avanzar tantos años fiel a esta cita. Incluso, los primeros años, ella misma me acercaba y me recogía con su coche en mi cita anual con el río Vero.
Ahora, por fin, puedo mostrárselos en algo mas que en fotografías, y revelarle lo que se esconde dentro de esas gargantas y porque  me gustan tanto.
Por lo demás, me reitero, estas grabaciones son principalmente para mí mismo. Una disposición de mi mente, y no una condición de las circunstancias.
Los barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.

PD: Curiosamente el primer descenso integro que se realizó del río Vero, lo realizó el Dr. Paul Minbielle y su hijo (Franceses), el año 1967; El año que yo nací...