martes, 7 de junio de 2016

MONZÓN TEMPLAR RACE. CARRERAS EXCEPCIONALES

El calendario de carreras es tan extenso como variado, y reúne carreras de toda naturaleza y distancia.
Tanto, que en mi opinión muchas están condenadas a extinguirse.
Lo que no hace tantos años era un deporte minoritario, de explícita competencia entre atletas federados, organizada por federaciones o clubes de atletismo, con la popularización del running, y la invasión en masa del denominado atleta popular, se ha convertido en un negocio y un gran nicho de mercado.
Por ello, ahora las carreras son organizadas igualmente por clubes, pero del mismo modo por asociaciones, empresas, ayuntamientos,  firmas, comercios, e incluso grupos de amigos.
Y no es una crítica. Es lo normal, cuando obra la ley de la oferta y la demanda.
Pero, la oferta es tal, que por muy competitivo que seas llega a abrumarte tanta propuesta.
¿A dónde conduce esto?.
Pues exceptuando los que comienzan, que lógicamente están todavía ávidos de coleccionar distancias y carreras en asfalto o montaña, conduce a agobiarte, finalmente empalagarte, y dejar de correr “carreras”. 
Y es allí donde irrumpen las propuestas de carreras “diferentes”.
Propuestas excepcionales e inéditas. Carreras donde no hay rivales, hay cómplices; no hay sufrimiento (o si), pero sobre todo hay diversión.
Carreras que invitan a compartir con familiares o amigos, y a recrearte como un niño.
Y es allí donde entra la “Monzón Templar Race”.
En cuatro años ha pasado de catorce a casi ochocientos participantes.
Una carrera individual o por equipos de a tres, de cinco o diez kilómetros de distancia, inspirada en la época de los templarios, con diversos obstáculos durante el recorrido, y la meta en lo alto del castillo de la ciudad, teatralizada por caballeros templarios, que te honran armando un ceremonial pasillo con sus espadas en alto.

Día de:
La mañana pintaba bien. Un buen cielo,  casi ochocientos participantes, mucho ambiente, y debido a lo llamativo de este tipo de carreras, muchos espectadores.
En la salida, todos uniformados convenientemente con la camiseta oficial blanca o negra dependiendo de la distancia, diez o cinco, y la  cruz del temple estampada en el pecho. Cruz con un original suplemento; Estaba grabada con el nombre de todos los participantes en su interior.
Que visuales son las carreras con la gente uniformada. 
Solo hay que observar la famosa marea rosa de las carreras de la mujer.
Aquí, una marea cruzada.
Y... a las once en punto, un caballero sobre su caballo batiendo la calzada con su galope, nos dispone con esta acción la salida de los diez kilómetros.
Cinco minutos después la de cinco.
Y todos, los de blanco primero y los de negro después, como una tribu de bárbaros asaltando una fortaleza, nos lanzamos a la carrera.
Al poco, para calentar y casi sin pensar, té hallas corriendo por medio del río Sosa.
Y es allí donde comienzas a ser consciente de donde te has metido.
Porque una carrera en la que te puedes orinar encima sin que se note, no es una carrera normal.
La salida del río, trepando por unos resaltes de roca, o por unas sogas, va haciendo selección e hilera.
Y después zigzagueando por una arboleda en las proximidades al castillo, que es el sello principal de la carrera, te plantas ante una empinada senda que te prescribe: “¡atate los machos chaval o chavala que te vas a cagar!”.
Al coronarla, ya como aperitivo de lo venidero, te topas con unos espaciosos
contenedores de los de tirar escombros en las obras, llenos de agua.
Y si no fuera suficiente atravesarlos con el agua a la cintura, un tronco cruzado en medio a la altura del agua te obliga o bien a superarlo por encima, o a sumergirte y hacerlo por debajo.
A partir de aquí dominio del campo a trabes con repechos, laderas, terraplenes, hondonadas y cañadas. 
Recorrido precioso, donde cualquier cosa vale para curtir la peregrinación y madurar poco a poco al corredor.
Si divisas una senda junto a una barrera de roca natural, no lo dudes, el recorrido ascenderá por la roca obligándote a trepar.
Posteriormente, una larga rampa en descenso te empuja como un tornado  hacia una zona medular llena de obstáculos.
Un perímetro trazado en zigzag plagado de público, donde te tropiezas y debes superar, barreras con grandes pacas de paja de dos y tres alturas, defensas de neumáticos de camión, más contenedores con agua, una atalaya con rampas de madera para ascender y descender, y hasta un foso excavado en el suelo.
Y cuando reptando bajo unas lonas sobre  tierra, parece que lo has superado todo, te endosan un saco terrero de cinco kilos (chicos) o dos kilos (chicas) con arena para que lo acarrees durante aproximadamente un kilómetro monte a través.
Y cuando por fin abandonas el lastre, se revela el sprint final:
Desconozco cuantas rutas de ascenso tiene el castillo de Monzón, pero dudo que haya ninguna más directa que la que asciendes. De esas denominadas “Totieso” o “Aquenohaycojonesdesubirporallí”.
Arriba, al coronar esta “escalada”, asoma una zanja seguramente parte de las defensas originales del castillo, con escalera de madera para salvarla, y te dispone para los últimos metros.
Últimos metros por la cuesta empedrada y porticada  de acceso al patio de armas del castillo, por la que como bienvenida deberás subir un brik de litro de caldo con el que te obsequian (menos mal que no es una garrafa de 25 litros), para intentar llegar, no sin antes atravesar una columna de porteros de discoteca equipados con dos enormes parapetos acolchados, dispuestos
a impedirte el paso a empujones.
Entonces, y solo entonces, llegaras hasta esa meta custodiada por caballeros templarios con sus espadas en alto en olor de multitudes.
¡¡Espectacular!!
Una carrera en la que hay que superar obstáculos. Cuyo objetivo es crear un ambiente salvaje, y poner a prueba  tu resistencia, fortaleza y coraje.
Donde lo primordial no es tanto el tiempo que se realice, si no superarla.
Y lo más importante divertirse y compartir la experiencia con amigos o compañeros.
En resumen, todo un acontecimiento.
¡¡Enhorabuena a los organizadores, voluntarios en particular y a  Monzón en general por esta iniciativa!!
PD: Como puntualización, que no crítica, y para redondear este espectacular montaje, si yo, (que soy muy teatrero), fuera organizador, remataría la especial singularidad heroica de la carrera con otro gesto:
Tras cruzar la línea de meta, haría arrodillar a cada participante armandol@ caballero/a con una espada (foto al canto), obsequiándole con alguna pequeña distinción (medalla) de recuerdo.
¡Chapó!

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