martes, 25 de febrero de 2014

MEMORIAS DE CAMPAMENTO



Si pensamos en los veranos de nuestra infancia, probablemente a muchos nos surjan recuerdos de los “campamentos de verano”. 
En mi caso, durante mi infancia pertenecí muchos años al grupo Scout de Barbastro.
Hoy sé, que allí, sin querer, sin darme ni cuenta, se forjaron muchos de los valores que después me han aleccionado durante toda mi vida: Trabajo, compañerismo, amistad, lealtad, imaginación, ilusión, arrojo, voluntad y naturaleza, sobre todo naturaleza.
Con este grupo se sucedieron mis  primeras excursiones por el monte con mochila y amigos, y mis también primeros campamentos.
Más tarde, cuando he pasado casi un mes en algún campo base o viaje de aventura, cuando montaba mi tienda de campaña y me tumbaba por las noches sobre la esterilla dentro del saco, permanentemente evocaba en mi memoria esos campamentos, esas enseñanzas.
Porque si, eran campamentos artesanales, bohemios, intrépidos, y por tanto algo arriesgados y azarosos, pero muy partícipes y provechosos.
Eran temerarios si, pero como cualquier actividad de las que hacíamos los niños de aquellas generaciones. Era lo que había. Entre comillas, “nos sentíamos con alma para y por la aventura”. 
Han cambiado los tiempos, los valores, y muy probablemente, (por esa avidez proteccionista que hoy en día se nos manifiesta para con nuestros hijos), muchos de los que nos recreamos, aprendimos, y ahora añoramos aquellos campamentos de finales de los 70, y los 80, hoy no dejarían o dejaríamos ir a nuestros hijos a un campamento de similares características....
¿Relatos? Miles, ¿Experiencias? Cientos.
Particularmente yo, allí aprendí muchas cosas de esas que marcan, que me imprimieron carácter; y fueron mis raíces en todo lo que me gusta: Excursionismo, alpinismo, barranquismo, escalada, etc, etc, etc.
Por ejemplo, allí aprendí a hacer rápel; Eso sí, rápel de finales de los 70 ¡claro!...
El equipaje consistía en pantalones y jerséis gruesos y añejos, para poder soportar el roce de la cuerda “de cañamo” sin hacerte rozaduras por el hombro y la entrepierna.
Sé rapelaba como vulgarmente se decía, “a pelo”. Con la cuerda atada a algún árbol y después pasada por tu entrepierna, por la espalda hasta tu hombro,  y de allí bajando por tu pecho hasta la mano que servia de freno. Seguridad, he de decir que “ninguna”.
Pero no murió nadie... 
Capítulo aparte son las tirolinas.
Eran igualmente rurales. Primero se buscaba una depresión de terreno, con un árbol arriba y otro perpendicular con desnivel en un plano inferior, y se unían con una cuerda, repito “de cáñamo”, atada a media altura alrededor de sus troncos lo más tirante posible.
Como arnés, otra cuerda de cáñamo de menor diámetro formando una baga, (anillo fabricado anudando los dos extremos entre si).
Esta baga pasada hábilmente por la entrepierna y la cintura formando tres anillos sujetos con un viejo mosquetón de acero de peso indeterminado a la altura de tu pecho. Después este mosquetón con el paquete (tú), pasado por la cuerda tirante, serviría de  polea.
Objetivo: Suspendido por la cuerda, lanzarte desde el árbol A, y alcanzar el árbol B, sin descalabrarse contra él.
Imaginar cómo llegaba abajo el mosquetón de acero por el efecto de la fricción con la estriada cuerda.... Como dicen en mi tierra, “rusiente” o, “al rojo vivo”.
Y si al llegar abajo, por acto reflejo e inconsciente pretendías inmediatamente desconectar el mosquetón sin guantes, se quedaba adherido a tu mano abrasándotela, y causándote quemaduras de primer grado...
Otra cuestión era el aterrizaje. Frenar y  parar.
Para ello había dos sofisticados sistemas de frenado. Al principio, nunca se les ocurrió utilizar una segunda cuerda de seguridad con la que poder ir aminorando la velocidad y frenar... ¿por qué?
Porque si no hubieras bajado a toda ost...castaña, el arqueo de la cuerda hubiera hecho que te quedaras parado y suspendido a mitad de recorrido a muchos metros del suelo.
Así que, “¡A tumba abierta!”.
El primer sistema de frenado, dependía de aterrizar en algún camino de tierra mas o menos plano, donde, cuando de frente fueras perdiendo altura, y alcanzaras el suelo, fueras derrapando con tus pies, perdieras velocidad, y finalmente frenaras (Freno de pie). Este sistema estaba supeditado a una buena instalación, a tu habilidad, y a tu peso; mayor peso, mayor arqueo de la cuerda, y por tanto antes alcanzarías el suelo, obteniendo ventajosamente mas terreno o pista de aterrizaje para poder frenar antes de estamparte contra el árbol B; y por el contrario, si pesabas poco, tu contacto con el suelo era ya muy cerca del árbol B...
Cuando la cosa se sofistico, el sistema de frenado era otro mosquetón de acero pasado por la cuerda por donde te deslizabas, y este atado con otra cuerda a otro árbol “C”, unos tres metros antes del árbol B.
Cuando el mosquetón con el que te deslizabas, colisionaba con este segundo mosquetón asegurado fuertemente a un árbol, dependiendo de tu velocidad, el frenazo era tan brusco que podías dar varias vueltas de campana alrededor de la cuerda como el aspa de  un ventilador (freno HayVaEse). Te podías estrangular hecho un ovillo con la baga, pero no te estampabas contra el tronco del árbol B.... 
Tampoco murió nadie.
Al tiempo la cosa progresó, y en algunos casos, si la pendiente era desmedida, se ponía una cuerda de seguridad para irte frenando desde la salida.... ¡Que gallinas! Jajaja.
Además de estos rústicos aprendizajes de arcaico alpinismo, en los campamentos construíamos artesanalmente absolutamente todo:
Desde la cocina y los comedores, a una badina con sacos terreros para bañarnos en el río, o el foso para las letrinas...
Las letrinas fue otra de las cosas que nos curtieron de por vida como la piel de un mamut prehistórico, y que después, al menos yo, jamás he olvidado.
Primero, por esas rivalidades a pico y pala, haciendo en el suelo la trinchera  mas profunda posible; Después, por el estómago que hacia falta para su uso.
Imaginar una largo foso cavado en la tierra; Sobre el un bastidor de madera separado a modo de tres compartimientos o divisiones, y para independizar y tapar estos compartimentos, un rígido plástico de color “negro muerte” forrando todas sus caras.
Eso sí, dentro de cada cabina, había dos tablas paralelas, y entre ellas hueco suficiente para clavar una tapa de bater de plástico para sentarse. Un civilizado detalle...
Imaginar cuando habían pasado unos cinco días de un campamento de doscientas personas, todas sus deposiciones reunidas en este foso mezcladas con tierra y “Zotal” (un poderoso desinfectante con un olor inolvidable, que se empleaba sobre todo para la desinfección de los gallineros y conejares)...
Imaginar ese maloliente foso semi lleno de evacuaciones movedizas (se movían), y moscas gordas de dilatados ojos color esmeralda, y patas velludas, bajo esas lonas brunas a cuarenta grados en pleno agosto... 
Esto, “o te mata, o te hace más fuerte”. Te curte si o si.
Años después, cuando comencé mis viajes de aventura y escalada, y tuve la suerte de viajar a lugares como Nepal, Pakistán, India, Tibet, Kazajistan, Marruecos, el Amazonas Brasileño, o el año pasado a Tanzania, gracias a este dogma que recibí de pequeño, nunca me han impresionado ni mucho menos asqueado las letrinas o aseos que me he encontrado en cualquier parte del mundo, ni ninguno de los olores de los suburbios mas desdichados de los mismos.
Llevábamos machetes en bandolera de mucho mas de tres dedos de filo, y jugábamos a lanzarlo y clavarlo a máximo un palmo del pie de tu contrincante; Dormíamos en vivacs que fabricábamos con sierras, hachas, clavos, cuerdas y alambres; Hacíamos supervivencia, aunque muchas veces consistía en inspeccionar los huertos de los pueblos contiguos, o asaltar con nocturnidad la carpa de intendencia del propio campamento.
Escalamos nuestras primeras montañas, (Gallinero, Cregüena, Aneto o Poset) con botas Chirucas engrasadas para impermeabilizarlas, usando como polainas bolsas de basura, y como piolets bordones de boj o avellano; Realizábamos talleres de nudos, o te detallaban y después ejercitabas como hacer una hoguera, etc, etc.
Mas allá de todas estas pícaras y socarronas descripciones, hablando en serio, allí aprendí, aprendimos, a trabajar en equipo, a desarrollaron nuestra independencia, y el sentido de responsabilidad y la autonomía.
Con todos esos juegos y actividades que entonces nos parecían simplemente divertidas, sin querer, aprendíamos más de lo que aparentemente nos figurábamos.
Pero sobre todas las cosas, allí fomentaron en nosotros la 'cultura del placer', entendiendo este concepto, como hacer las cosas por el simple hecho de pasarlo bien, ser felices y disfrutar.
A mí, todo esto “me marcó para siempre”, en muy buen sentido.
 ¡Gracias!


"Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre." (Gandhi)




martes, 18 de febrero de 2014

MEDIA MARATÓN DE BARCELONA 2014



El pretexto, acercarnos a pasar un buen fin de semana en familia (como así fue) a Barcelona; la trama, correr la media maratón de Barcelona y de paso hacer nuevamente la marca para la maratón de Nueva York 2015.



Me inscribí hace mas de dos meses. Mis sensaciones físicas al llegar la cita, malas, porque arrastro una p...ñetera rotura de fibras en el bíceps femoral de la pierna izquierda, desde hace más de un mes.

La impaciencia por haber perdido la media de Salou, y estar inscrito en la media de Barcelona con idea de realizar con margen de tiempo la marca que me permitiera inscribirme de nuevo de forma directa en el maratón de Nueva York 2015, hacia que de una u otra forma, en cuanto notaba una ligera mejoría, y aunque a ritmos de 5,30 o incluso 6, saliera a trotar.

Hasta por tres veces, por mis ganas, creyéndome que la lesión lo admitía, avivé, incrementé el ritmo, y por tres veces se me resintió y tuve que estar oootra semana parado para poder volver a trotar despacito...

Así que resignado, con idea de pasar el fin de semana en Barcelona con familia y buenos amigos, ya que estaba inscrito, fui dispuesto y subyugado para tomármela como un ligero entrenamiento, y como en otras ocasiones, si era necesario pararme y abandonar.

Salía en el primer cajón, así que la salida fue muy rápida, y, porque mentir, estaba dispuesto a intentar ir lo más rápido que cómodamente pudiera, hasta que notara el dolor en la pierna (calculaba pocos kilómetros); entonces bajaría ritmo para dejarme alcanzar por algún amigo por atrás y acompañarlo (o acompañarme él a mi...).

Ya en los primeros kilómetros, noté la pierna  enardecida, pero mejor de lo que esperaba, así que decidí ir tirando y ver que pasaba kilómetro a kilómetro...

Sobre el kilómetro cinco o seis, la molestia incluso parecia reprimirse un poco, y bajando el ritmo un poquito me dispuse a seguir marcándome objetivos parciales. A ver si llego al Km. 10... Paso el 10 en 38, y parece que va aguantando. A por el 12, 13,...

Kilómetro 15, y aunque más cansado que de costumbre (pues mis entrenos han sido casi nulos y estoy rodando justo por debajo de 4 el Km.), empiezo a vislumbrar la esperanza de que si aguanto así, aún puedo conseguir algo que a priori ya había desechado, “hacer la marca aquí”. En mi margen de edad (de 45 a 49 años), hay que hacer menos de 1h 25 m en media maratón, y llevo ritmo para rozar la hora veintidós...

Me voy exhortando a mi mismo, pero sin lanzar las campana al vuelo, porque: “Si termino por debajo de hora treinta, ya me puedo dar mas que por satisfecho”, pienso diplomáticamente para contentarme...

Km. 16, larga recta, y el malestar ahora si se acrecienta con ese claro indicio de dolor profundo y callado que dispone una persistente molestia. Bajo ritmo y rezo para que el dolor se mitigue un poco. – Venga aguanta, que queda poco, y ya por poco...

Sé de la complejidad del cuerpo, y que cuando dice que no, no hay que dar un paso más. Tan solo preparar la mente para que esta sea más fuerte que tu cuerpo, pero…. hoy mi “testarudez, se está imponiendo”.

La mayoría de las veces, la vanidad llama a la puerta, el anhelo la abre y  fuera no hay nadie.... esta vez no era cuestión de nada de eso. Simplemente estoy a muy poquito. ¿Y si lo consigo?. 
Pues que me quitaré esa ansiosa sensación de dejar pasar oportunidades, y por fin curaré bien la lesión. Es un buen motivo.

Pues bien, en el km 18, noto el agudo y penetrante latigazo de dolor (otra vez) en el bíceps femoral de la pierna izquierda, que me paraliza hasta la respiración. Inmediatamente, cojeando, me veo obligado casi a detenerme clamando: -“Noooo, ahora no”. A tres kilómetros y a un ritmo que ya calculaba rondar la hora veintitrés...

En un primer momento, pensé, bueno, si no puedo, por poco ya, la termino andando, pero valla mala pata (nunca mejor dicho).

A los pocos segundos intenté proseguir medio trotando, y gradualmente lo logré. Miraba el crono y trotaba desigual callando el dolor y deseando ver el kilómetro 19, y tras él el 20. En algún instante, con mi mano aferraba fuertemente el muslo, como si al estrujarlo el dolor fuera a interrumpirse. Evidentemente, con una rotura de fibras esto no hace nada.

Miro atrás, y no veo a los globos de la hora veinticinco....

Asomo apretando los dientes a la recta de meta, y a lo lejos veo como en el crono brinca la hora veinticuatro, así que me tapizo de empaque y reivindicación, trago saliva, e intento subir el ritmo lo mas que puedo para pasar la línea antes del minuto veinticinco. Si no lo intento, no sé que será más doloroso después de todo, la pierna, o dejar pasar la oportunidad por unos pocos segundos...

Lo logre!!!. Que enorme dolor, y a la vez que profunda satisfacción...

Ahora sí. Reposo, contrastes de frío calor, levísimos estiramientos, y mas reposo, plantándole cara por fin a esa ansia de no querer parar. Al haber logrado el objetivo, sé que esta inquietud desaparecerá.

No soy para nada especial, y ya he pasado mas de una vez por esa fase de “ Negación de la lesión”, y “mirar para otro lado”, cometiendo el error mas común, primero de intentarlo, y más tarde “Volver a la actividad demasiado pronto”.

Lo de intentarlo, como os he contado ya lo he hecho durante un mes repetidamente, y lo de volver demasiado pronto, con diurnidad y alevosía el domingo en Barcelona.

Cada interrupción por inactividad, da miedo y parece que será un nuevo comienzo. Cada vez te parece desandar lo andado, aunque sabes que no es así, porque cada vez que te ha pasado, has vuelto a recuperarte.

Tan solo una vez mas, aprender que la paciencia es sabiduría, y que el que sabe esperar gana.

Aunque esta vez me ha salido bien, lo normal es que no sea así.... pero, esto no es mas que un juego ¿no?. Al menos yo me lo tomo así.






miércoles, 12 de febrero de 2014

LOS ORÍGENES DEL PUEBLO SHERPA



Para ir asociando el escenario y las gentes que nos acogerán el venidero viaje de aventura al Kala Pattar (Nepal), voy a resumir una de las leyendas que revela el origen del pueblo Tibetano, sus tribus, y por tanto de los Sherpas:

Hace muchos muchos años,  existió un mono mágico qué vivía muy alto en una bonita cueva del monte Kongpori, que era un pico sagrado en el valle del Yarlung en la región central del Tíbet .
Como este mono había visitado el elevado reino de los budas y había contactado con un futuro buda muy compasivo llamado Chenrezig, pasaba el tiempo meditando, mejorando sus habilidades compasivas, pacíficas, de amor y amabilidad.
Un día, su sublime rutina fue interrumpida por Srinmo,  una diablesa de piedra, que al ver al resplandeciente mono, le invadió la lujuria.
No obstante, como el mono se había entregado a la meditación hasta alcanzar la iluminación, no se sintió para nada atraído por la diablesa.
Ella lo amenazó. Si el mono no accedía a sus deseos y la tomaba como esposa, se casaría con un iracundo diablo de piedra y procrearía una gran progenie destructiva, que acabaría con muchas vidas humanas.
El mono se sintió intimidado. Sabía que podía evitar la gran destrucción, aunque le costaría su enorme misticismo.
Gobernado por su caridad, se unió a la diablesa y ella le dio seis niños monos de cara roja. Su padre los llevó a un frondoso bosque lleno de árboles cargados de fruta para que pudiera comer bien y crecer felices.
Pero, un tiempo después, se terminó la comida, y los pequeños comenzaron a tener hambre.
Aturdido de pena por su difícil situación, el mono recurrió a Chenrezig (Deidad Budista), quien intervino elaborando cebada, arroz y trigo sarraceno para ellos. Cuando los niños mono saciaron su apetito, su pelo y cola menguaron, aprendieron a hablar, y se hicieron humanos.
Es por esto, por lo que se proclama que las seis tribus originales del pueblo tibetano descienden de cada uno de estos niños.
Y por este motivo los tibetanos son espirituales y compasivos, unos rasgos que heredaron de su antepasado mono; y también por el que son fuertes y valientes como la diablesa Srinmo, emanación de Tara, la protectora budista del Tíbet.

En este venidero viaje, conoceremos y conviviremos con los Sherpas.
Los Sherpas son una comunidad étnica procedente del Tíbet, que vive en el valle del área denominada Solo Khumbu, en las faldas del monte Everest, en Nepal.
Debido al lugar que habitan y  en el que se desenvuelven, son famosos en todo el mundo por su extraordinaria destreza para desenvolverse en altitud, y por su enorme fortaleza física.
Antes de que el turismo llegara a estas zonas, este pueblo se dedicaba a la agricultura y al comercio.
No obstante, gracias a la llegada de los alpinistas y turistas extranjeros, aplicando esas extraordinarias habilidades físicas en la montaña, comenzaron a trabajar como porteadores y guías, haciéndose populares en el mundo entero.
Debido a las condiciones extremas en las que han vivido tantos años, han desarrollado genéticamente una mayor capacidad de resistencia a las grandes altitudes, al frío, y la falta de oxígeno.
Y si bien hay tarugos, que debido a la precariedad de sus condiciones de vida y cultura, los consideraban un pueblo del tercermundista, dispuesto únicamente a servir a los visitantes extranjeros como elementales mulas de carga, a lo largo de la historia de las expediciones o trekings, el pueblo Sherpa ha sido y es tremendamente valorado por quienes hemos tenido la suerte de tratarlos o convivir con ellos en alguna ocasión, por su nobleza, generosidad, ímpetu, alegría, camaradería y enorme cultura mística.
En octubre tendremos la suerte de compartir con alguno de ellos, junto con ellos, nuestro viaje.



miércoles, 5 de febrero de 2014

PROPÓSITOS, SIN OBJETIVOS



En general, el deporte en tu vida, en tu día a día, té proyecta un importante incremento en tu superación personal, además de proponerte un placentero desgaste físico.
De este modo, te enfrentas, además de a los obstáculos propios de la actividad física en si misma, sea cual sea, a ti mismo, tus circunstancias, a las inclemencias del tiempo si es al aire libre, o al relieve si es digamos... por el monte.
Mas allá, de que llevo ya un mes imposibilitado por una rotura de fibras en el contra muslo izquierdo, tras la que comienzo a trotar poco a poco, mis entrenamientos ahora son domésticos, conformes, divertidos, y afines, sin ningún propósito concreto, pero a la vez muchos, y sentenciados a la improvisación:
El primero como siempre, estar en una muy buena forma física para llevar a cabo mis acciones habituales; asimismo correr alguna esporádica carrera que por encima de todo se me antoje y en la que me complazca “participar”.
De momento estoy inscrito en la media de Barcelona (a ver si la lesión me deja), y a la maratón de Milán “por relevos”... ¡si por relevos!;
Fue una buena idea que nos propuso mi amigo Rafa, como medio y excusa para acomodarse y juntarse unos amigos con sus familias, y pasar un entretenido fin de semana en Milán. Me han emplumado el primer relevo; él mas largo, que es de “13 km” jajaja. Será seguro una gran y divertida experiencia.
El objetivo señalado, mas allá de estos esparcimientos, estará en llegar en gran estado de forma al Kala Patthar en octubre, para poder replicar cualquier contingencia y poder ser de máxima ayuda a mis acompañantes; también me he propuesto lograr a lo largo del año, la marca que me dé derecho a participar de nuevo en la maratón de Nueva York 2015. Me hubiera gustado lograrla en Barcelona dentro de una semana, pero no creo que tras la inactividad, pueda coger ritmo tan rápido.
Ya desde el comienzo, desde los acostumbrados y trillados entrenamientos, puedo comenzar a imaginarme en situaciones de carrera, o expedición.
Porque los entrenamientos me/nos proponen un escenario donde podemos optimizar los instrumentos que posteriormente nos serán necesarios para nuestro objetivo final.
Para muchos, el objetivo más importante es alcanzar la meta, y desde luego es mas que  suficiente para mantener la concentración durante el transcurso de una carrera.
Sin embargo es este tiempo que transcurre entre pruebas u objetivos, el catalizador, la levadura que hace crecer la pasta de la que estás hecho tu, y tus sueños.
El día a día, es de gran valor para mantener la motivación.
Conviene marcarse pequeños objetivos. A medida.  La superación personal en distancia, la evolución de tu resistencia, trabajar tu respiración, tu nivel técnico, o tu ritmo. Después de años entrenando muy duro para las metas que me había marcado, ahora estoy disfrutando mas de estos entrenamientos simplemente relajantes.
Como siempre pregúntate: "¿A qué le temes?"  ¿A ti mism@?”. Yo le temo a lo que está por venir, que no al futuro... Pero hay algo que vence este miedo, y que sin duda lo somete: una ilusión que lo compense todo: Esa agradable sensación de Crecer.
Repito esta frase que se me ocurrió el otro día, por real: “Lo bueno en esta vida, es que muchas veces podemos elegir; lo malo, es que muchas veces, debemos elegir.