jueves, 23 de mayo de 2019

¿Y LA MENTE?


He tardado en darme cuenta.

Amo el deporte, la aventura, lo físico y todo lo que ello le reporta a mi vida.
Pero, ¿y lo mental?
En lo mental, mi cabeza es un torrente creativo y pasional sin control, que no para ni cuando duerme. Siempre lo ha sido.
Pero… nada, ni nadie se sucede por casualidad en tu vida.
El pasado sábado, me invitaron a una clase de meditación en el centro Tierra Padmáyati (Entre Monzón y Binaced).
Así que tras “meditarlo”, allí que fui.
Y lógicamente no llegué a meditar como imagino debe de ser una meditación auténtica, pero si llegue a un estado de relajación mental tal, que me removió por dentro, y me ha hecho pensar mucho desde entonces. Mi cabeza paró. Descansó.
Y sentí una paz como no había sentido desde hacía mucho tiempo. Me llegó.
De hecho, desde aquel día, mi cabeza sigue relajada.…
Descansa y ya no piensa en el futuro. Estoy sorprendido.
Incluso me he atrevido a ponerme alguna sesión en casa, y he alcanzado de nuevo ese estado de bienestar.
Más vale tarde que nunca.
Ahora me doy cuenta, que vivir con sobredosis de pensamientos y afán de controlar las circunstancias, o incluso los afectos, trae un resultado agotador y frustrante. Porque, la vida se vuelve una lucha perpetua de expectativas y análisis de todo lo que ocurre a tu alrededor.
Transitas por ella tratando de entender el significado de lo que las otras personas hacen o dicen.
Incluso es más, te afecta lo que hagan o digan.
Todo ello sumado a una enorme ambición de inmiscuirte en ella, en tu vida, para que se produzcan los resultados que deseas.
Y si, quizás esto puede funcionar con tus metas personales o deportivas, donde la disciplina, el esfuerzo, y la dedicación, son muy importantes, no lo voy a negar, y doy fe de ello, pero ¿qué pasa en el mundo del afecto?
Que el uso o abuso de esta lógica apaga o incluso mata la magia de los milagros, o de las sorpresas que personifica la vida; vivir.
Y el ego, nuestro ego, nos aleja de ese sobrecogernos. De ese conmovernos.
Porque este, nuestro ego, quiere rivalizar, controlar, y forzar todas las situaciones para que sean lo que nosotros concebimos que sean. Y no. Debemos soltar. Sin importarnos el tiempo.
Porque precisamente es el tiempo, uno de los factores que puede acobardarnos y obstaculizar este soltar.
Tenemos miedo o aún más, terror, a que no se dé lo que queremos, e intentamos inmiscuirnos, tanto tanto, que sin querer deterioramos el flujo normal de cualquier acontecimiento que sucede alrededor de nuestra vida.
Esa noche, la del sábado, dormí como hacía tiempo no lo hacía.
Y al despertar, mi cabeza no era un hervidero de planes impacientes y ansiedad como solía ser. Me pareció un milagro. ¿Cómo una simple sesión de meditación de iniciación causó esto?.
Quizás fueron, como le dije a Ana Bel al finalizar, esos “estiramientos mentales” que jamás había realizado.
Desayuné, y decidí subirme solo al Tozal de Guara y recapacitar sobre ello mientras lo hacía. Sobre esa especie de reflejo o chispa que suscito en mí la experiencia de intentar meditar. Y así lo hice.
Hice lo que me pidió el cuerpo y recapacité mientras lo hacía. Como tantas veces en mi vida. Pero esta vez fue diferente. No pensaba en proyectos, planes o futuras aventuras.
A veces no pensaba en nada, otras recapacitaba. Y tras mucho recapacitar, llegue a la conclusión, que el tiempo es y no es. Que el tiempo es irreal.
Y digo irreal porque nadie tenemos la certeza de su duración. Solo sabemos realmente del momento en que vivimos. Del aquí y el ahora.
Así que, ¿para qué forzar y seguramente perjudicar las circunstancias pensando en cosas que nunca han sucedido y no sabes si lo harán? Lo que tiene que ser será. Y lo que tenga que suceder sucederá. Y competir continuamente, prever, solo produce dolor y frustración.
Y no; no me malinterpreto a mí mismo. Esto no tiene nada que ver con ir sin rumbo en tu vida. Hay que hacer cosas; cada cual las que nos gustan (que en mi caso las tengo claras); Pero por y para, y desde nosotros mismos.
Y para ello hay que MANIOBRAR, pero luego, dejarnos llevar, y esperar a ver qué pasa. ¿Qué vienen dudas o miedos a tu cabeza? (a mí me pasa mucho), pues como escuché en esa clase de meditación, e intento poner ahora en práctica, salúdalos y déjalos ir.
Esas desconfianzas no te suman, te restan. Y mucho. También doy fe.
He decidido entregarme a mis acciones, esperando el mejor resultado claro, pero aceptando que después pueden diferir, y ser distintas a lo que yo espero.
Pero sí sé que serán exactamente las que necesito en cada momento de mi vida, y, por tanto, siempre serán buenas.
A rendirme a la paciencia. Algo que poseo en algunos aspectos de mi vida, pero en otros nada de nada.
Porque suele suceder que muchas veces te cansas de esperar algo que nunca llega, y pierdes la fe. Y en esa espera pierdes otras muchas cosas importantes y vas generando vacíos.…
Y, si soy sincero conmigo mismo, si miro atrás, y soy consciente de lo vivido hasta ahora, es desde la casualidad, desde el imprevisto y no desde la seguridad ni el proyectar, desde donde los milagros de la vida ocurren y tienen mayor impacto.
A mí me ha pasado siempre pero no era consciente.
Siempre aparecen circunstancias, sueños, y personas, justo cuando lo necesitas.
Y esos milagros creo que siempre están destinados a aquellos que pase lo que pase, nunca pierden la fe.
Así que he decidido, sabiendo que me va a costar mucho, pensar menos, disfrutar más,
imaginar, y recrearme en la expectativa de todo lo bueno que llegue, que será porque lo deseo y lo merezco.
He comenzado a vislumbrar a base de reincidencias, que no errores, que la vida es aprender a disfrutar del momento que se te regala desde el agradecimiento y el entendimiento de que ese momento no se repetirá.
Es entender que todo va progresando, que todo llega, y si, también que todo pasa.
Eso sí, también tengo la certeza de que se recoge lo que se siembra de modo que si de algo debes ocuparte es de sembrar bonito, y desde el cariño.
Y repito, soltar para dejar que la vida te sorprenda. Y si eso es así, siempre te sorprende; señal clara de que vamos evolucionando.
Es normal sentir miedo, recelo o desconfianza. Pero si lo piensas bien, tan solo es un eco de nuestras propias carencias. Hay que ser valientes y vencerlos, sin importar lo que piensen de uno. Querernos a nosotros mismos. Creo que esa es la clave.
Ahora mismo, tras escribir esta filosofada, siento miedo a compartir estas reflexiones tan íntimas en el blog. ¿Qué pensaran de mí?
Pero si soy fiel a lo que acabo de escribir, y lo soy, he de vencer ese miedo y compartirlo.“
Creo que todo fluye; que todo está en movimiento. Y un ejemplo muy gráfico para mí, es que, puedo descender muchas veces un mismo río, pero cada vez, ni el río ni yo somos los mismos.