miércoles, 31 de julio de 2013

CIMIENTOS


Vuelves al punto de origen, y tú sangre se renueva. Allí el tiempo te seduce, pero sobre todo el embrujo de su espíritu.
Hay momentos en la vida, que llegamos a notarnos tan agotados y saturados mentalmente por empacho, por agobio, o incluso por la rutina doméstica y las obligaciones laborales, que parece que vivir sea un sin sentido.
Si, ahora concibo que los hijos, su bienestar y felicidad, dan un gran significado y te varían el rumbo vital, pero algún día, estos pequeños grumetes, al igual que nosotros antes que ellos, navegaran solos, y por lo que observo en amigos cercanos, (sobre todo en mamás) si has desatendido todas tus metas y aficiones en su favor, sientes un desinflado existencial atroz muy difícil de superar.
Por eso es bueno asirse a treguas y respiros, y disfrutar cuando puedas de tu ocio, solo, si tienes suerte en familia, o con buenos amigos. Cada cual el suyo. En mi caso, como no, el principal es el deporte y la naturaleza (bueno y el cine).
Ahora con buen tiempo, es más fácil salir el fin de semana al monte o a los barrancos, para practicar ese arte denominado “cargar pilas” acompañado de tu familia, repito, si comparten tu afición.
Con Rosana, como no podía ser de otro modo, la afición es mutua, pero con Nayra, estamos en proceso de descubrirlo, aunque pintar, pinta muy bien.
Este pasado sábado subimos junto con Rosana y Nayra al refugio de Estós en Benasque.
El valle de Benasque en general, simboliza mucho para mí, porque es donde de niño me inicié, me formé de adolescente, y posteriormente no solo practiqué y disfruté, sino que fantaseé con mis quimeras montañeras/aventureras, y muchos de esos sueños de montañero novato, después los cometí, y hasta el día de hoy que pienso con seguir soñando.
Y allí, hay lugares especiales, donde florece una íntima exposición de nostalgias y de recuerdos.
La primera vez que subí al refugio de Estós, fue durante un campamento de verano de los Scouts cuando tenía 13 años. La primera noche pernoctamos con nuestras robustas tiendas de campaña junto al refugio de Santa Ana, y al día siguiente acampamos a los pies del viejo refugio que justo un año antes, en 1979, había sufrido un devastador incendio y se hallaba limitadamente abierto,  mientras desde la federación aragonesa de montaña, se iniciaban las obras de reconstrucción que llevaron a inaugurar el actual refugio en 1987.
Aun recuerdo esa incipiente sensación de hallarme en el umbral de un mundo desconocido, de aventuras y satisfacción, de vanidad. Sentirme único y especial.
Después he subido muchas veces, y espero hacerlo muchas más;  incluso antes de alguna de las expediciones en las que participé, solía enclaustrarme allí unos días en compañía de sus guardas y amigos, Turmé y Joaquín, para prepararme: madrugaba, y corriendo hacia recorridos por el valle (cuando, hasta a mi me parecía una chifladura correr por alta montaña...).
Al regreso de la expedición, en cuanto podía, subía igualmente algunos días, y me dedicaba a ayudarles porteando suministros con la mula desde la cabaña del Turmo hasta el refugio, para superar un necesario proceso que yo llamaba de “descompresión”: Tras un mes “anidando” en una montaña, en una tienda de campaña, a mi cabeza le costaba instalarse en la civilizada rutina diaria, y había que ir aclimatándola a eso, a la diplomacia, la sociabilidad y las prisas....
Hoy, cuanto me ha gustado compartir esto, este rincón, con mi hija.
Mi padre murió cuando yo tenia tan solo ocho años, y por desgracia no tuve la fortuna de poder compartir algo así con él; al igual que él tampoco con nosotros sus hijos...
Pero por suerte, y ojalá por muchos años, yo si puedo compartirlo con mi hija, y quizás de esta forma ayudar a forjarle unos sólidos cimientos de entusiasmo, espíritu, amor a la naturaleza y percepción. Lo demás, como no, dependerá de ella.
Lo que si sigue meridianamente claro, es que nuestra inteligencia es limitada y quizás condicionada, pero nuestro corazón es inagotable e  ilimitado.
Mirando junto con Rosana la sonrisa y la alegría de Nayra, escuchando sus canciones como claro testimonio de su contento y satisfacción, abrigabas una indiscutible dicha, prueba de vida, de aliento y de espíritu.
Viéndola disfrutar de algo que yo disfruté (además con mas edad...) y aún disfruto tanto, me doy cuenta que es en la inocencia, y no en el recelo, donde reside lo racional.
Te das cuenta, de lo sencillo que es a veces contentarse y sonreír.
Para mí correr, descender barrancos, escalar, esquiar, o ir en bici por el monte… significar pasarlo bien, compartir, de paso mantenerme bien, y llevar a cabo una actividad original y, desde mi punto de vista, repleta de virtudes y experiencias gratificantes.
¿Podéis imaginar mi satisfacción al verla disfrutar de esto?.

lunes, 22 de julio de 2013

LANCES PRE KILIMANJARO



Los miedos son muy fáciles de atesorar, incluso de crear. Pero las ilusiones son irreverentes con los corazones que las alojan, y germinan solas. Son así...
Ilusión. Esa es la emoción que despierta en mí lo extraordinario. Ese sentimiento me acompaña desde muy pequeño, cuando, para lo bueno y lo malo (que también tiene), me negué a aceptar la realidad y siempre miré el mundo a mi manera. Sentía y siento firmemente que entre dos cosas que parecen muy alejadas, hay oquedades por las cuales puedes abrirte camino. Y esto no puede explicarse con códigos, ni con lógicas.
En poco más de cinco semanas, partiré al frente de un grupo de viajes Barceló de Barbastro con la certidumbre de alcanzar junto a todos ellos la cubre del Kilimanjaro en Tanzania. No puedo ni afrontarlo ni imaginarlo de otro modo.
Mientras tanto, y en esta época del año, y desde hace ya... muuuucho, una de las actividades que me hace apasionar más, figurarme único, y me compone de una manera muy difícil de expresar, es el descenso por mis queridísimos barrancos de Guara.
Es algo tan mágico que sus sensaciones siguen reeditándose año tras año como desearías que ocurriera en otros aspectos de la vida.
Este año es especial por lo climatológicamente anómalo del comienzo del verano, y después por las frecuentes tormentas, y por tanto gran volumen de agua y mucho lodo, que en algunos casos limita los descensos, pero por el contrario, otros barrancos que para estas fechas ya se habrían secado, siguen vivos.
El domingo, de manera programada, guié a alguno de los miembros de la expedición al Kilimanjaro, y descendimos el Formiga. Un barranco clásico que me encanta, y al que temo estos últimos años por la masificación. Pero madrugando, siempre intento obrarlo, ya sea solo, con grupo, o con amigos, lo mas aisladamente posible,...
En este tema de Guara, puede que me deje llevar, y sea la pasión de un lugareño cautivado por su tierra, pero lo cierto es que para mí, en los cañones y barrancos de Guara habita un sosiego y orden difícil de encontrar en cualquier otro lugar. Allí, escuchando, sintiendo, y llevando tus pensamientos a una abstracción total, contemplas otra dimensión. (y no tiene nada que ver con la ridícula, risible y cínica octavilla que le dedicó a los barrancos de Guara el programa Cuarto Milenio de Iker Jiménez... )
Por eso, ahora en temporada alta, madrugar y hacerlo temprano, es la única manera de percibir, en como el agua murmura convencida de su poder, mientras pasea libre por esta extensión de naturaleza batida.
A mí me encanta experimentarlo, pero también transmitirlo, hacer participes a los demás y disfrutarlo en compañía.
Siempre intento señalar, que descender un barranco, (o “subir una montaña”), no es ninguna batalla que haya que ganar, si no un placer que hay que disfrutar. Es un ambiente "mágico" con efectos únicos, que actúan conformando nuestro mundo interior con el exterior que te rodea, y engloba tanto el consciente como el inconsciente.
La naturaleza... el contacto con ella, posiblemente sea la mejor escuela de vida que existe; fortalece y sensibiliza a la vez.
Y siempre, una frase de Napoleón que me apropié y adapté a este medio: “ Un cobarde vale para dos barrancos”...
Me fascina, (como este domingo a Eduardo y Ana), acompañar a alguien por primera vez; Dicho finamente, desflorarlos.
Al final, tras el descenso, cuanto mérito: con vértigo, con recelo, con inexperiencia, con desconocimiento, con ambigüedad, pero siempre acorde a las posibilidades de cada cual, todos consiguen conectar con este mundo de extraños contrastes, de frío y calor, de miedos paralizantes y alegrías perpetuas; de vida y de muerte.
Se trata de transmitir, esa sensación que yo tuve cuando contemplé por vez primera la cara escondida de uno de estos cauces: Me recorrió, y aún me recorre el cuerpo una combinación de fascinación, asombro, desconfianza, temor, placer y poder.
Ayudarles a progresar por su vísceras, y ver como gradualmente su temor disminuye, su confianza aumenta, y les asalta la embriaguez del entusiasmo, el respeto y la admiración por este medio.
Cada año regreso con mis recientes o ya disipadas capacidades,  con mis nacientes o antiguas vanidades, y todo ello se desfigura al contacto con la primera poza...
Por un instante, me manifiesto capaz de actuar en una frecuencia más elevada de conciencia, voluntad, compañerismo y valor.
Los barrancos de Guara: Si entras en ellos humilde, respetuoso y dispuesto a sentir, sentirás. Pero si no, será simplemente un parque acuático natural; una excursión a un lugar pintoresco con cuantiosos peligros que describirles jactancioso a tus amigos.
No es sólo la aventura lo que me atrae de los barrancos o las montañas, sino la magia que los envuelve.




jueves, 18 de julio de 2013

TROTADAS CAÑERAS

Ese embrujo de risas compartidas durante la complicidad de una trotada por el monte un domingo temprano, con conversaciones amenas y aparentemente superficiales, pero que en el fondo revelan la maestría de los años, la experiencia e incluso en muchos casos la razón.
Esa satisfacción añadida que produce correr por el campo unido a las personas que tú quieres, incrementa el ánimo, las palabras, el interés, y claro, el compañerismo, como un testimonio mas de quienes  ya no necesitan la memoria para ser recordados y por eso mismo los recuerdas; los amigos.
Esta semana pasada hablé por teléfono como de vez en cuando hacemos, con mi amigo Jordi Aubeso, y curiosamente se encuentra en un momento vital parecido al mío, en el que le motiva más cualquier improvisada salida en solitario, con amigos o en su caso con su hijo, que participar de cualquier carrera. Y no me quiero comparar con Jordi mas que en esta actual disposición, y para nada en la condición ni en la categoría, pero esa también es mi realidad y posiblemente mi futuro.
Este pasado domingo, como muchos otros, a las 7,30 a.m, arrancamos corriendo tranquilamente hasta las canteras del Pueyo y regreso (17 Km.) con Jaimitorrinco (Paco, que nos reveló que su segundo nombre es Jaime... (Para su desquite, le diré, que aunque callé como un bellaco, yo también me llamo “Javier Salvador”); GurúPito, (José Mª Lacoma); Luis el vizconde y su in-“fiel” perra Nika, y el siempre cordial David Bestue; de los habituales nos faltó el gran conquistador de las Américas (costa este) y de Bal y Christine (broma particular) Don Jose Hernán Cortés .
¡Cuánto disfruto de estas familiares y sinceras jornadas!. Es hacer por hacer, conversar, compartir, disfrutar, reír, charlar....y siempre sin reticencia  “al ritmo del mas lento”.
Por la mañana temprano te presentas a la cita con cuerpo y mente aún trasplantados y aletargados, y te parece una rutina ya agotada y tradicional, para posteriormente volverse siempre fresca e inédita; siempre parecen iguales, pero se mantienen constantemente diferentes. Muchos temas en el aire simultáneamente con correr: recorridos, excursiones, ilusiones, planes, almuerzos, chistes, cine, “fútbol”, etc...  Un alma común con un manojo de piernas. Un alma que en realidad no existe, pero que llega a notarse en instantes aparentemente intrascendentes de manera tan manifiesta como la tuya propia.
Para mí estos instantes son como un aire totalmente necesario, y me hacen regresar a casa con una gran sonrisa en la cara, pero sobre todo en el alma.
Ahora, discurrir de las semanas, los meses, las estaciones, que no sólo convierte a nuestros propios espacios en agradables por variados, sino también anulan nuestras peores convicciones con una aliviante sensación de continuidad que disipa la inercia y los miedos.
Ahora si, creo que he agotado otra etapa en mi vida deportiva.
De momento pienso recuperarme bien de la lesión, y salir sin más al campo a hacer deporte (como llevo haciendo treinta años...), como una excelente forma de olvidar el frenesí de la vida diaria. Calzarme las zapatillas, colgarme la mochila a la espalda, volver a coger mis pies de gato, la bicicleta, el neopreno y dejarme llevar. Sin más.
Próxima parada el Kilimanjaro, y tras él, Dios dirá, y también yo. Como se suele decir, me impulsaré “por sensaciones”...
Entre tanto, observar, disfrutar y sentir. 
Quizás hoy tú también lo has sentido, y el mundo se ha parado para ti por un instante para que reflexiones sobre lo vivido, y al mismo tiempo, se ha materializado en una simple sonrisa, un gesto, una impresión y por lo tanto un recuerdo.
Has conseguido por un instante huir de la rutina, y sin necesidad de marcarte ninguna meta ni específica ni especial, sentirte poderoso; has respirado magia...
Todos los días puedes descubrir instantes. Para mí, este pasado domingo hubo varios particulares, pero sin lugar a duda uno determinado fue después de la agradable trotada matutina “runningfriends”. Hicimos un alto, y refrendamos el recorrido con una deliciosa caña fresquita, en la que nos sentimos tan a gusto, que oportunamente apodamos a estas salidas, (que espero sean muchas): “Trotadas cañeras”... y si, si tiene que ver con darse caña; caña por fuera, y cañita  por dentro. De allí surgieron pequeños planes. Pequeños grandes planes. ¿En vez de inscribirte en una gran carrera, porque no juntarte con los amigos y concebirla tu mismo?.
Una mañana temprano; un grupo de amigos mochilas en ristre; un objetivo común con unos kilómetros por delante, 30,40... y como motivación y de remate, una comida, donde pueden aguardarte tu familia y compartirla todos juntos. ¿Qué más se puede pedir?.. Creo que el futuro pasa por esto. Ultra Trails o Trails “runningfriends”.
Después de sentir cualquiera de estas palpitaciones, me declaro oficialmente despierto.


jueves, 11 de julio de 2013

THE NORTH FACE LAVARERO UT 2013:

El jueves 27 volamos de Barcelona a Venecia, y desde allí, con un coche de alquiler nos dirigimos 145 Km. al norte, hasta Cortina d'Ampezzo, pueblo situado en una amplia depresión rodeada de altas y características montañas, en el corazón de los Dolomitas.
El embrujo de su paisaje y las numerosas actividades deportivas que ofrece, hacen de Cortina desde siempre, uno de los objetivos para los amantes de las montañas y la naturaleza.
Paseando por sus calles, descubrimos el confort, la atmósfera y la distinción de los locales, la particularidad de las tiendas, de sus restaurantes y de los hoteles, que obedecen a un tipo de oferta turística de una “exclusividad”, con la que nosotros no nos identificamos demasiado, pero... aquí estamos encantados.
No es broma. Es un pueblito pequeño, pero a lo largo de la calle principal hay tiendas tan exclusivas, que puedes comprar la mejor moda italiana, artesanía, joyas, antigüedades y material deportivo, pero a unos precios, acordes a la exclusiva clientela de este rincón de Italia. ¿Cervezas a cinco euros y medio y seis?... Hasta en la plaza de San Marcos de Venecia creo que son más baratas, pero al mismo tiempo tienes música en directo.
La tarde ha sido moderada en gasto de energía, y aunque no lo exteriorizo, extremadamente reflexiva, porque no me apetece demasiado “la paliza” de mañana por la noche.
Vamos arribando cada cual en horarios diferentes toda la expedición Barbastrense, y nos reunimos a cenar en un agradable restaurante cuya especialidad es el jamón (Italiano), pasando un rato muy agradable.
Duermo como un lirón, y al día siguiente viernes, día de la carrera, estas meditaciones son quebrantada por la noticia que me manda Paco, y que ha leído, del recorte de la carrera por exceso de nieve en las cimas altas. Desde la ventana del hotel se ve perfectamente la nevada...
Por la lesión que arrastro desde hace más de mes y medio, he llegado falto de entrenamiento, nervio, emoción y hasta motivación, así que este rebaje en mi caso es un motivo de alegría.
Está claro que esta “carrera” (no la denomino reto, ni aventura), no la estoy viviendo ni sintiendo como uno de esos grandes retos o aventuras, en los que la incertidumbre y la valentía me rigen. ¿Por qué?: Porque aquí, en mi caso, ya no existe ese escepticismo o titubeo ante el desafío. Porque ya averigüe que en condiciones normales, un reto de estas características, mas deprisa o más despacio puedo hacerlo. Porque los seres humanos somos contradictorios y yo también. Mientras llevamos a cabo una actividad, cualquier actividad que nos compense y guste, si esa actividad se lleva a cabo de una manera automática, continua y rutinaria, dejamos de caer en la cuenta la hacemos precisamente porque nos apetece y porque nos gusta.
Estoy muy a gusto por el marco y la compañía,eso si.
Ya por la tarde, tras el briefing comunicado por el organizador, al que, por su discurso entrecortado y afligido por su yo creo que simulado dolor ante el recorte de la carrera, bautizamos como “Simone Llorone”, nos fuimos a cenar, y a dormir, para descansar para esta carrera definitivamente de 85Km, según la organización, 86,5 Km. me marcó a mi en el GPS.
El sábado, puntuales, un poco antes de las 8  estamos en la calle principal de Cortina, Corso Italia, los 700 participantes de 32 países listos para partir..
Tras desearme buena suerte con Paco, a Luis, Paco Lo y David, ya no los vi,  permanezco cerca de primera fila, pues siempre me agobia salir muy atrás. Prefiero que me vayan adelantando, a ver ahogado mi ritmo en una estrecha senda en medio de una aglomeración. 

Suena música de Ennio Morricone, y tras esta la cuenta atrás. Ciertamente no siento nada especial. Ahora, ni la emoción de ver a mi familia, pues al ser tan temprano Nayra no se ha levantado, y tampoco quería forzarla a que lo hiciera y así se lo dije a Rosana. Hemos quedado vernos durante el día y a la llegada. Suficiente.
Salimos de Cortina d'Ampezzo, y por delante “solo” 86 Km. y 5 puertos de montaña. Al abandonar Cortina, las primeras rampas aunque son unas muy practicables, cómodas y exuberantes pistas ciclables colmadas de abetos, pinos y hayas, por el éxtasis y entusiasmo del arranque que acelera corazones y ritmos, nos emplazan casi en fila india,. Yo intento mantenerme frío y a mi ritmo.
Forcella Posporcora a 1720 m. Desde allí unas espectaculares vistas del valle de Cortina y algunas de sus cimas, que me obligan a parar a hacer unas fotos, y me van vivificando y alegrando el corazón. Me concentro. Esto acaba de empezar, no es como empieza, si no como termina, y quedan muchas horas de recorrido. 
Al contrario que ayer, hoy hace un muy buen día. El primer avituallamiento, no llega hasta el  K18 en Ospedale. Un enorme arco hinchable de Red Bul, a modo de pórtico, da acceso a unas expeditas carpas donde avituallarse.  Me tomo un vaso de Coca Cola, una tostada con Nutela y un trozo de plátano y rápidamente continúo. De momento, y aunque noto la sospechosa rigidez de la cadera, voy todavía bien, y me recreo en estos esplendidos paisajes. 
Comienza otro prolongado y aún tendido ascenso al borde de un río donde al rato, a los costados del sendero aparece la nieve. Afanando el ritmo, coronamos en una estación de ski situada en la cara sur del Cristallo con unas montañas y corredores nevados que mirándolos se me hace la boca agua y siento algo parecido a palpitación. Es precioso. Estoy a unos 2110 m de altura, en el K25, y me encanta este paisaje.
Se abre un espectacular descenso por  un sendero austero, riguroso, despejado de flora, y muy técnico por el barro y las gradas en alguna de sus curvas, que supone concentración y nervio a la par. Incluso atravesamos una lengua de nieve que, en pequeño, me recuerda a
la bolera del Mont Blanc. Disfruto tanto bajando por allí, que en un suspiro llego hasta el segundo avituallamiento en el  Km 33 (Hotel Cristillo). Coca Cola, un vaso de red Bul que tiro a medias (no me gusta), y otra tostada con Nutela. 
Emprendo inmediatamente el ascenso hacia el Lago Misurina, que marca mitad de carrera, y donde seguro estarán esperándonos Rosana, Nayra, Eugenia, Paco Jr y Laura. 
La marcha se sucede por unas pistas envueltas de colores esmeraldas provocativos y agresivos. He proscrito por fin esos espejos críticos que me empañaban el ansia,  y con ellos las imágenes negativas, y estoy gozando una vez más. Verdes, esmeraldas, eléctricos aceitunados plenos de gritones mosaicos de rocas intratables, me entregan e este camino y al olvido. Como estoy gozando.
El tiempo ya no existe. Pero....en Ronda el dolor apareció en el Km. 30, y aquí de momento sigue aguantando, aunque ya con una opaca molestia. Que menos. 
Voy hacia mitad de carrera, y sigo entero, aunque esta especie de ahogo en la musculatura de la cadera que ya conozco, me hace pronosticar que no será así hasta el final. Y aunque este engaño, que toca con delicados acordes de un réquiem que está por llegar, ahora he de olvidarlo y concentrarme. Si llego al lago, km 42 en poco más de cinco horas como es previsible por como voy, (una o una y media), habré cobrado un margen de dos horas para hacer la segunda mitad, y llegar como deseo antes de las diez de la noche. 
Asciendo hasta un puerto (Forcella) a 1913 m. y de nuevo un resuelto descenso por un terreno húmedo, fangoso y embarazoso, donde observo muchos resbalones y tropezones, me conduce hacia el lago Misurina a 1752 m.
¡¡Allí están!! Gritando y jaleando, aparece nuestro animado y consagrado equipo de apoyo: Nayra, Laura, Rosana, Eugenia y Paco Jr. Me paro, los saludo, charlamos y les explico que de momento y aunque comedido voy bien. Nayra se va caminando hasta su carrito de bebe dándome la espalda...¿¿¿???... Regresa. Ha ido a buscar una de sus galletas de chocolate para dármela...Le doy las gracias timbradas con un enorme y emocionado beso, y me despido eso si, comiéndome la sabrosa galleta que me ha dado mi hija. 
Hay un lugar en nuestro interior donde existe nuestro verdadero ser: Y ese ser, no conoce el sufrimiento, lo sabe todo, está en equilibrio, y es siempre feliz. Cuando nuestro punto de referencia es ese “Ser”, y no nuestro Ego, o lo que piensan los demás, la realidad, nuestra realidad cambia y cambia nuestro punto de vista. Entonces todo se hace más fácil. Un simple gesto, una simple “galleta”, hace que los mejores frutos aparezcan, y  deje de pensar, y entre en ese nivel de realidad donde no hay  metas, solo destino, disposición y pasión. 
Al final del paseo por este precioso e idílico lago pleno de paseantes y excursionistas, en el Km 43 me topo con el tercer avituallamiento. En la salida había dejado una bolsa identificada con algo de ropa para cambiarme aquí, y también un sobre con jamón ibérico del que  con un trozo de pan del propio avituallamiento doy buena cuenta. Unos vasos de Coca Cola para acompañar, y reanudo la marcha. Son las 13:30 pasadas, y de llevo poco más de 5,30 horas.
Dispongo de ocho horas para llegar con buen horario. Ahora solo es una cuestión de autocontrol, y para lograr ese autocontrol, algunas veces es necesario soltar las cosas que desde el principio nunca fueron tuyas, sino prestadas. Aprender a confiar en ti mismo, sin cometer el error de confundir sencillo con fácil.
Para lograr algo, primero hay que saber qué es ese algo, (cosa que hoy yo no tenia nada clara), estar seguro de ello, y luego estar dispuesto a pagar el precio para conseguirlo. Así de simple. Ahora si lo tengo claro. Quiero llegar a la meta y entrar de la mano con mi hija Nayra. 
Salgo por una carretera en ascenso en dirección hacia Refugio de. Auronzo, pero por la modificación del recorrido dejo el desvío del mismo y de las famosas Tre Cime, continuando recto por Val Rinbianco... Desciendo por una aérea y espectacular senda que bordea un escarpado barranco, donde mi lesión, ahora, si comienza a reanimarse y a doler mucho en cada pisotón. La bajada es efusiva y violenta, y esto no hace acrecentar mas el dolor. Me tomo un primer ibuprofeno.
  Finalizada la garganta, me encuadro en unas prolongadas pistas abiertas e interminables junto al Lago di Landro, y una carretera. Me recuerda a la Jorgeada (pero de día). El dolor se ha agudizado mucho, así que decido caminar a buen paso deseando que el ibuprofeno lo mitigue un poco y me permita volver a trotar.
Estoy caminando en el sitio más corrible de toda la carrera, pero... es lo que hay. Son las tres y media de la tarde, y llevo unos 53 km, aunque caminara lo que me resta a 5 km por hora, llegaría a las nueve de la noche. ¡¡Perfecto!! Aguantaré como pueda.
Pasé por el cuarto avituallamiento, llegue a Cimebanche K57, y para arriba de nuevo. Ya que marchaba andando, agradecía que el camino picara para arriba, así todos caminábamos... Era una larga subida hasta Lerosa a 2020 m.
Y por fin llegó de nuevo la bajada por unos prados  verdes y arcillosos. Allí, nada mas comenzar la bajada, fui testigo de un hecho, de los que me hacen odiar la competitividad que ya está llegando a este hermoso deporte de superación personal, y “compañerismo”: Veía perfectamente a cuatro corredores delante de mí; el que estaba mas distanciado, en un momento dado dio un traspié, y sin reflejo ni instinto alguno para recuperar la verticalidad, supongo que ya por el cansancio acumulado, se desplomó como un autentico saco de patatas, esparciendo por el suelo su estirado ser, los botellines de hidratación, y algunos geles y barritas que debía llevar accesibles en la mochila.   ¿Os podéis creer que los tres corredores que le precedían lo sortearon sin sí quiera hacer amago de ayudarle?....Eso si, tuvieron la deferencia de no pisarle los geles... ¡Mecagüen sus muelas!.
Me paré, le ayudé a levantar, y a recoger sus avíos, y le pregunté: -“¿OK?”, y el me respondió: - “¡Yes thanks!”.
Continúe, intentando trotar despacito, ya que era bajada con buen piso, y el ibuprofeno había mitigado un poquito el dolor, pero durante un buen rato, no pude quitarme de la cabeza el suceso de la caída de este hombre (era esbelto y atlético, pero en apariencia madurito). No se me ocurría ninguna excusa para el feo gesto de esos tres corredores que le precedían, ni el agotamiento, ni la falta de  civismo llevados por el cansancio… Ya sea en lo deportivo o en lo personal, los que no bajan la vista, los que no dejan de mirarse el ombligo, terminan confundiendo sabiduría con egoísmo, e independencia con exclusivismo. Hay que aprender a pararnos. Dejar de pensar en que si alcanzo mis metas soy un ser superior. “ Humildad" y sobre todo “Compañerismo”. Esto es deporte, deporte en la naturaleza, y además amateur.... 
En fin.... corramos un tupido velo, y pensemos que gente así son una minoría. 

Llegue de nuevo muy dolorido al quinto avituallamiento Malga Ra Stua Km 67. Me queda menos de una media maratón. Puedo hacerla andando y llego a buena hora. Así que decido parar y comerme una riquísima sopa para así tomarme otro ibuprofeno que me alivie un poco la carga hasta meta. Este ratito comienza a diluviar, aunque para enseguida. Casualmente me pilla bajo techo.
Mientras me equipo para continuar, veo aparecer a Paco Lozano. ¡Que alegría verlo!. Lo saludo, y le digo que lo espero, pero él me dice: -“ no, tranquilo, continua”. Le revelo, que continuo, pero que enseguida me pillará, porque me duele mucho la lesión e iré caminando.
Comienzo el ascenso hacia el quinto y último puerto de la jornada, que era el mismo que el primero de la mañana,  pero subiendo por otra cara, para bajar hacia Cortina por donde habíamos subido de salida temprano.

 Al iniciar el ascenso, miro atrás y ya diviso a Paco, así que me paro y lo espero. Cuesta arriba, como no hay que correr podré ir con él. En animada y afable charla con Paco (no lo conocía), descubro a una persona afectuosa, análoga a mi manera de ver y sentir las cosas, y con las ideas muy claras (un agradable 
descubrimiento). Juntos y en algunos momentos sin divisar a nadie ni por delante ni por detrás, se eclipsa completamente la impresión de carrera, y encaramos unas imponentes rampas con un perfil, con el que ironizo señalando que habrá que sacar la cuerda y los arneses. 
Km 76 Forcella Posporcora 1720 m . De allí a meta tan solo unos 9 kilómetros y de bajada, con un ¿avituallamiento en medio? (en realidad fueron 10 km).
Ansío correr junto a Paco. Es cuesta abajo, y por un muy buen terreno. Lo intento, pero no puedo. Me duele enormemente, y ya no quiero violentarlo más. Bastante ha aguantado ya. Ahora, ya llego andando, y seguramente antes de las ocho de la tarde, que era el horario mas optimista que me había fijado. Así que persuado a Paco para que corra hacia la meta el solo y disfrute su excelente momento.
Me quedo solo, llamo por teléfono a Rosana, y le advierto que estoy a unos siete u ocho kilómetros, que calculo haré en una hora.
Tras pasar el último avituallamiento en el que me tomo un rápido vaso de coca cola tan solo para preguntar cuanto falta a meta, continuo rápidamente. En la bajada me está adelantando mucha gente, pero me da absolutamente igual. Es normal; entre eso, bajada, y el aroma a meta, lógicamente todos  se animan y vuelan. En el avituallamiento me han dicho que quedan tan solo cuatro kilómetros. Paso por el Lago Ghedina, (precioso), y el GPS me marca ya Km. 83, así que de 85 nada. Será uno o dos kilómetros de carrera más. Y,...aquí... este relato enlaza con el ya escrito en el anterior post: 
A las ocho menos cuarto de la tarde, irrumpí en las primeras calles de Cortina, con el deseo emocionado de hallar, de ver a Rosana y a Nayra en la recta de meta de la calle principal. Ese último kilómetro en el que se produce esa especie de magia atenuante física y mental, te reanimas y nada te duele.
Allí, unos cien metros antes de la línea de llegada, estaban animándome Rosana y Nayra, junto a la familia de Paco (Eugenia, Paco JR y Laura) y Paco Lozano que había llegado pletórico hacia unos veinte minutos haciendo de heraldo.

Me detengo y les doy un gran beso mientras aún me gritan y jalean, y le tiendo la mano a Nayra, con la esperanza de que me acompañe, pero con la incertidumbre de que si lo haga (tiene dos años, y como tal es imprevisible). 
Y si, pasa como una centella bajo la cinta de balizar que une las vallas del circuito, me trinca fuertemente la mano, y comienza a correr a mi lado. No paró de correr en los cien metros que nos separaban de la línea de llegada, en los que éramos escoltados por dos corredores que me precedían, y que aunque les sugería agitando mi mano que nos adelantaran, no quisieron rebasarnos (bonito detalle y totalmente opuesto al vivido horas antes con otros corredores). 
Yo me olvidé del mundo y miraba a Nayra entre conmovido y emocionado, mientras ella miraba con ojos gigantescos y curiosos a uno y otro lado, asombrada por como la gente nos aplaudía y clamaba.
Rebasamos la línea, y la cogí en brazos palpitando no de cansancio, si no de emoción, mientras Nayra también me abrazaba, y me soplaba al oído con voz melosa: -"Papi"... 

Me reitero: “Son instantes en los que percibes que los besos no son formalidades, ni los abrazos obligaciones;  momentos únicos por los que merece la pena vivir”. 
FIN