Los
miedos son muy fáciles de atesorar, incluso de crear. Pero las ilusiones son
irreverentes con los corazones que las alojan, y germinan solas. Son así...
Ilusión.
Esa es la emoción que despierta en mí lo extraordinario. Ese sentimiento me
acompaña desde muy pequeño, cuando, para lo bueno y lo malo (que también
tiene), me negué a aceptar la realidad y siempre miré el mundo a mi manera.
Sentía y siento firmemente que entre dos cosas que parecen muy alejadas, hay
oquedades por las cuales puedes abrirte camino. Y esto no puede explicarse con
códigos, ni con lógicas.
En poco
más de cinco semanas, partiré al frente de un grupo de viajes Barceló de
Barbastro con la certidumbre de alcanzar junto a todos ellos la cubre del
Kilimanjaro en Tanzania. No puedo ni afrontarlo ni imaginarlo de otro modo.
Mientras
tanto, y en esta época del año, y desde hace ya... muuuucho, una de las
actividades que me hace apasionar más, figurarme único, y me compone de una
manera muy difícil de expresar, es el descenso por mis queridísimos barrancos
de Guara.
Es algo
tan mágico que sus sensaciones siguen reeditándose año tras año como desearías
que ocurriera en otros aspectos de la vida.
Este
año es especial por lo climatológicamente anómalo del comienzo del verano, y
después por las frecuentes tormentas, y por tanto gran volumen de agua y mucho
lodo, que en algunos casos limita los descensos, pero por el contrario, otros
barrancos que para estas fechas ya se habrían secado, siguen vivos.
El
domingo, de manera programada, guié a alguno de los miembros de la expedición
al Kilimanjaro, y descendimos el Formiga. Un barranco clásico que me encanta, y
al que temo estos últimos años por la masificación. Pero madrugando, siempre
intento obrarlo, ya sea solo, con grupo, o con amigos, lo mas aisladamente
posible,...
En este
tema de Guara, puede que me deje llevar, y sea la pasión de un lugareño
cautivado por su tierra, pero lo cierto es que para mí, en los cañones y
barrancos de Guara habita un sosiego y orden difícil de encontrar en cualquier
otro lugar. Allí, escuchando, sintiendo, y llevando tus pensamientos a una
abstracción total, contemplas otra dimensión. (y no tiene nada que ver con la
ridícula, risible y cínica octavilla que le dedicó a los barrancos de Guara el
programa Cuarto Milenio de Iker Jiménez... )
Por
eso, ahora en temporada alta, madrugar y hacerlo temprano, es la única manera
de percibir, en como el agua murmura convencida de su poder, mientras pasea
libre por esta extensión de naturaleza batida.
A mí me
encanta experimentarlo, pero también transmitirlo, hacer participes a los demás
y disfrutarlo en compañía.
Siempre
intento señalar, que descender un barranco, (o subir una montaña), no es
ninguna batalla que haya que ganar, si no un placer que hay que disfrutar. Es un
ambiente "mágico" con efectos únicos, que actúan conformando nuestro
mundo interior con el exterior que te rodea, y engloba tanto el consciente como
el inconsciente.
La
naturaleza... el contacto con ella, posiblemente sea la mejor escuela de vida
que existe; fortalece y sensibiliza a la vez.
Y
siempre, una frase de Napoleón que me apropié y adapté a este medio: Un
cobarde vale para dos barrancos...
Me fascina,
(como este domingo a Eduardo y Ana), acompañar a alguien por primera vez; Dicho
finamente, desflorarlos.
Al
final, tras el descenso, cuanto mérito: con vértigo, con recelo, con
inexperiencia, con desconocimiento, con ambigüedad, pero siempre acorde a las
posibilidades de cada cual, todos consiguen conectar con este mundo de extraños
contrastes, de frío y calor, de miedos paralizantes y alegrías perpetuas; de
vida y de muerte.
Se
trata de transmitir, esa sensación que yo tuve cuando contemplé por vez primera
la cara escondida de uno de estos cauces: Me recorrió, y aún me recorre el
cuerpo una combinación de fascinación, asombro, desconfianza, temor, placer y
poder.
Ayudarles
a progresar por su vísceras, y ver como gradualmente su temor disminuye, su
confianza aumenta, y les asalta la embriaguez del entusiasmo, el respeto y la
admiración por este medio.
Cada
año regreso con mis recientes o ya disipadas capacidades, con mis
nacientes o antiguas vanidades, y todo ello se desfigura al contacto con la
primera poza...
Por un
instante, me manifiesto capaz de actuar en una frecuencia más elevada de
conciencia, voluntad, compañerismo y valor.
Los
barrancos de Guara: Si entras en ellos humilde, respetuoso y dispuesto a
sentir, sentirás. Pero si no, será simplemente un parque acuático natural; una
excursión a un lugar pintoresco con cuantiosos peligros que describirles
jactancioso a tus amigos.
No es sólo la aventura lo que me atrae de los barrancos o las
montañas, sino la magia que los envuelve.
He sentido una envidia maravillosa. Gracias por la entrada y las fotos...
ResponderEliminarSaludos sureños.
Gracias Lola. la verdad es que que bien se está cuando se esta bien; tan lejos de todo, o tan cerca de ti mismo. Ahí cobra sentido esta frase . Sólo hay un problema: crea adicción.
EliminarComo bien dice Lola, envidia cochina pero no sólo por lo que haces, sí no por como lo haces. Que suertudos !
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