jueves, 21 de febrero de 2019

TOUBKAL 2019


Tras más de un año de “desconexión”, este próximo mes de abril acompaño de nuevo a un grupo de amigos a un viaje que hemos organizado junto con Modo Viaje.
Esta vez será a Marruecos para tratar de ascender el Toubkal de 4167m. La montaña más alta del Atlas.
Las circunstancias del viaje serán parecidas a las de los que hemos realizado hasta ahora (Tanzania, Nepal, Perú, India y Bolivia), pero en un tiempo más breve y unas fechas muy viables (seis días de semana santa, de los cuales cinco son festivos).
Siempre habían sido viajes de quince a veinte días de duración.
La filosofía, eso sí, la misma de siempre.
Y para que la conozcáis, si no la conocéis ya, esa filosofía, aquí os transcribo el escrito de presentación de esta aventura que redacté para los participantes:
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Que enorme satisfacción supone cometer algo deseado con un grupo de “amigos”.
Porque, aunque algunos aún no os conozcáis entre vosotros, no me cabe ninguna duda que terminareis llamándoos “Amigos”.
Una vez más nos ha asociado el destino, la suerte, la ilusión de imaginar, de actuar, y finalmente el anhelo de compartir.
Y lo que hace nada era una ilusión, ya es una realidad.
¡¡Nos vamos a Marruecos!!
Unos venís con la tranquilidad (que no indiferencia) que da la experiencia, y otros…, otros sentís por vez primera esa incertidumbre y esa duda de: ¿seré capaz?; ¿estaré a la altura? ¿aguantaré a esa altitud? ¿seré un estorbo para el grupo?...
Os suplico que dejéis de lado esa preocupación.
Porque todos somos capaces de “intentarlo”. Y solo se trata de eso. No hay más.
Se trata de un estupendo viaje a Marruecos con muchas cosas, entre las cuales estará disfrutar del intento de ascender el Toubkal.
Repito: “Disfrutar”.
Una aventura (porque para mí esto son aventuras), nace de la actitud.
La actitud para enfrentarse a algo desconocido, aceptando las condiciones.
Aceptando esa avidez interna que surge ante un destino que desconocemos y a la vez tememos un poquito; aceptando esa incertidumbre, esa oportunidad deseada, el sendero hacia ella y la suerte o la falta de esta.
Con anterioridad nadie sabemos si llegaremos o no a pisar esa cima.
Porque eso nunca depende de nosotros totalmente. Hay que aceptar esa regla desde el principio.
Aparte de que afrontar cualquier desafío conociendo su final, haría perder ese matiz de aventura, incertidumbre y valentía que nos motiva. ¿No?
Así que, a los que venís por primera vez, quiero recalcaros, a riesgo de decepcionaros, que el objetivo fundamental de este viaje no es pisar si o si la cima del Toubkal; el objetivo principal es disfrutar de cada paso mientras lo intentamos, y después de hacerlo.
Cuando bailas, tu propósito no es llegar a ningún lugar de la pista de baile; tu propósito es disfrutar de cada paso del baile. Pues aquí es lo mismo.
También quiero subrayaros que esto será una familia.
Una familia en la que todos somos semejantes.
En la que los que puntualmente se encuentran más fuertes, ayudan a los más cansados; los más rápidos ralentizan su paso para caminar con los más lentos, y donde se comparte, se alienta, y se apoya.
Las claves del éxito de los cinco viajes precedentes, por encima de otras, han sido: Compañerismo y humildad.
Aquí, (y eso si se puede garantizar) todos, absolutamente todos, aportaremos nuestro granito de arena para construir el grupo y forjar un viaje inolvidable lleno de momentos entrañables.
Y aún con estas condiciones, no se puede garantizar que pisemos la cima, pero si se puede garantizar la satisfacción y la probabilidad de sentirte pequeños, pero a la vez enormemente grandes.
Y también se puede garantizar que todo ello estará encuadernado con el entusiasmo de amigos conocidos y por conocer, y que será un gran viaje.
Ahora a centrarnos en la preparación (sin volverse locos) y la mentalización.
Después vendrá la introspección, la meteorología, y finalmente la “suerte”.
Y con estas aptitudes, ¿Qué puede salir mal?, Pues Nada.
Todo es conocido y todo es nuevo; todo es fácil y a la vez complejo.
Únicamente quiero que sepáis que para mí, el indiscutible deportista o montañero, es como todos nosotros; el aficionado.
Aquel que desarrolla el deporte que le gusta únicamente como un medio para encontrar un punto de equilibrio mental y corporal; para encontrarse a sí mismo. Aquel que aprovecha las oportunidades que “busca”, no para coleccionar cumbres, ganar medallas, ni a nadie, sino para ahondar en sus propias limitaciones y “disfrutar” de ello.