martes, 31 de mayo de 2016

BARRANCO DE FORNOCAL


Hay barrancos, que cada primavera brotan, se elevan y florecen, para después resecarse, marchitarse y morir. Crónicamente.
En eso radica igualmente su encanto.
El Fornocal:
Le tengo un cariño especial a este barranco.
Fue el primero al que guié en solitario a un grupo. Era sobre los años 1985/86.
Llevaba ya un tiempo trabajando como guía, pero siempre guiaba grandes grupos en pareja junto con Pepe Chaverri (D.E.P).
Él fue mi maestro en la técnica, pero sobre todo en el estilo, la conducta y la aptitud.
Al poco, nos armonizábamos y entendíamos como unos mecanismos de precisión.
Nos desenvolvíamos perfectamente, con grupos de unas quince personas o incluso más.
Uno en cabeza, y el otro en cola.
Cuando el de cabeza se detenía en algún punto comprometido para ayudar a salvarlo amparando uno por uno al grupo, el de cola saltaba deliberada y ágilmente a la cabeza por otro lugar, aunque fuera cometiendo un atajo imposible; Si era un rápel, uno arriba, y otro abajo asistiendo en ambos extremos.
Y así nos alternábamos sucesivamente. El grupo nunca se detenía progresando con seguridad, fluida, alegre y fácilmente.
Pues bien, un dia, teníamos tantos grupos, que para cumplir con todos, tuvimos que ir un solo guía con cada uno. (Entonces no existía ninguna reglamentación de cupo, ni tampoco éramos muchos guías). Y a mí me tocó “al Fornocal” con ocho personas, creo recordar que Madrileños.
Y el suceso por el que jamás  olvidaré aquel día además de mi bautizo como guía individual, es que sufrí el primer y único accidente que he tenido en un barranco hasta el dia de hoy.
No fue grave, pero, me obligó a sacar coraje, voluntad, y poner toda la carne en el asador. Una buena graduación.
Tras superar el primer rápel, el de entrada, me hallaba plegando la cuerda, cuando cayeron de arriba algunas piedras y una  impactó fuertemente en mi cabeza haciéndome una brecha. En aquel tiempo no se llevaba casco...
Un Francés negligente y algo necio, se hallaba impaciente aguardando  turno en el rápel, e imprudentemente decidió intentar colarse por el borde del barranco, buscando otro lugar donde fijar su cuerda, causando con su maniobra un desprendimiento de piedras justo sobre los que estábamos debajo; sobre mi.
Por suerte, a mi grupo les había indicado que me aguardaran un poco mas adelante.
Tras el impacto, mi primer e instintivo reflejo, fue asegurarme que no había hecho daño a ningún otro miembro del grupo. ¡Y bien!. El único descalabrado era yo.
Inmediatamente, tras gritarle al imbécil e insensato del Francés, avisé a uno de los del grupo para que examinara discretamente la herida de mi cabeza.
Podía adivinar la raja con los dedos, notar como la sangre tibia escurría por mi cara, y observarla teñir la superficie del agua cristalina; Ya sabemos que las heridas en la cabeza son muy escandalosas...
Me confirmó que llevaba un buen corte.
En unos segundos fui consciente de mi problema. Era el responsable de un grupo de ocho principiantes que nunca se habían adentrado en un barranco, y aunque yo podía remontar a pulso por la cuerda de los que nos precedían, no podía ni evacuarlos a todos ellos, ni dejarlos allí abandonados...
Debía salir sí o sí barranco abajo junto con ellos.
Primero serenidad, para medir la situación con sangre fría (nunca mejor dicho)...
La condición esencial de la valentía, es la serenidad. Buscar algún lado bueno. Podían haberse hallado ocho novatos, bloqueados en medio de un barranco, junto a su guía desfallecido o algo peor.
Razoné que lo primero, para no turbar al grupo, debía ser detener el sangrado presionando y con  ayuda del agua fría, y a continuación ocultar la herida de algún modo.
No era cuestión que los miembros del grupo ya impresionados con el suceso, vieran todo el dia mi cabeza abierta. Y no podía ponerme un apósito o gasa del botiquín, porque con el agua lo iba a perder continuamente.
Así que pregunté si alguien llevaba una gorra, y una chica sacó un pañuelo grande tipo motero, que pude colocarme anudado a la nuca como un pirata.
Después saqué el botiquín del bidón, y tomé un nolotil para el dolor y la inflamación.
Y en esas llegó el Francés. Lo puse a parir, mientras él, se justificaba  corroborando su muchísima experiencia como barranquista, describiéndome todas las fracturas que se había hecho en diferentes barrancos.
Yo atónito le repliqué: -Yo también tengo muchos años de experiencia, y he descendido muchos barrancos, y jamás he tenido ningún accidente hasta que me he cruzado contigo”.
¡Increíble!. ¡Estaba loco!. ¿Experiencia igual a accidentes?. Menudo barranquista de los coj....
Lo invité descortésmente a que marchara río abajo y nos dejara tranquilos.
Así que ataviado como un bucanero, bregando con el dolor de mollera, y con la lógica suspicacia inicial del grupo, poco a poco fui realizando mi trabajo, ganándome su confianza, ellos olvidando el incidente y mi raja, y terminar el barranco con éxito y el grupo contento.
Cuando llegue al camping, hasta a mi se me había olvidado la brecha.
Pero Pepe cuando la vio, me obligó a bajar al medico a Barbastro.
Me pusieron cinco puntos...
Independientemente de esta anécdota, el Fornocal es un gran barranco.
Haciendo un símil, yo lo comparo con el Cotiella respecto a los tres miles del Pirineo. Sin llegar a su altura, tan respetable como ellos. 
Tiene su mismo bagaje y hermosura. Su problema, el estiaje. Es un barranco de primavera, y después se seca; como el Mascún.
Aun así, probablemente el Barranco Fornocal es uno de los mejores descensos de la Sierra de Guara de primavera o después de lluvias, junto al Barranco del Mascún.
Un barranco íntegro, ameno y bonito. Con un total de diez rápeles, (algunos de ellos evitables destrepándolos con destreza), destrepes y saltos. Todo a lo largo de cuatro kilómetros de longitud.
En el verano, a no ser tras mal tiempo o tormentas puntuales, baja falto de caudal e incluso se  seca, formándose repulsivas badinas con agua pútrida.
Pero en temporada, ofrece una zona de  preciosas surgencias, pasillos sinuosos y el paisaje típico de la Sierra de Guara, que al menos a mí me apasiona.
En medio del recorrido, está coronado por una excepcional formación natural en forma de una enorme ventana en la roca, llamada "La Cunarda".
Aquí tenéis mi primer video de esta temporada dedicado a este precioso barranco:


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