jueves, 14 de mayo de 2009

MI YAU (Capitulo-5)

17/18-Febrero-2009 “Braeburn” Territorio Yukón (Canadá):
Son las seis de la tarde. Robert Pollhammer, me abraza cordialmente, mientras me transmite la enhorabuena por mi llegada a las cien millas, y lo primero que me señala con gesto de sermón, es que mi SPOT (emisor vía satélite) no está conectado o no funciona correctamente. - ¿Cómo que no?, pienso. - La lucecita verde parpadea permanentemente. Él me aclara, y entiendo divinamente porque lo hace en Portugués, que deben destellar las “dos lucecitas verdes”, y no solo una, para distinguir que el artilugio está conectado correctamente y emitiendo su señal. Lo conectamos y desconectamos junto con él un par de veces para que me quede bien claro como hacerlo, y ahora queda perfectamente activado y ya soy visible. La culpa es mía, porque el dispositivo traía un libro de instrucciones, también en español, y sin leerlo lo dejé en el hotel de Whitehorse, dando por hecho que mis “amplios estudios en Ingeniería Electrónica Avanzada, Medios de Transmisión y masters en comunicación por satélite”... y mi gran e innata inteligencia (todo sarcasmo)...., no me hacían aspirante a desconocer como funcionaba un aparatito con tan solo dos teclas, y que una de ellas rezaba: “ON, OFF”. ¡¡¡Seré torpe!!! Aunque también me pregunto, ¿porque el día de la salida no lo comprobaron, si era tan fácil como ojear que solo lucia un piloto y no los dos en este aparatito que todos llevamos bien visible?...Que frustración, pienso. Los momentos más intensos e impetuosos de la jornada de hoy, que los he asentado sazonados e impulsados por la certeza de que desde casa estaban emocionados observando mi evolución, hecho que me ha dado alas, y en realidad han estado ciegos y no han podido verme. Bueno... ahora ya está hecho, y no tiene remedio. Nadie lo ha seguido en directo y habré aparecido ahora mismo, de repente, en la milla cien. Es mas, Salva continua oculto hasta que también llegué aquí y le avisen el caso. Robert me invita a que pose junto a la pancarta de llegada para una foto que colgará en la web de la carrera inmediatamente, y procedo sonriente, inflado y orgulloso. ¡PAATAATAA!. Me separo la pulka, cojo las cantimploras y termos para rellenarlos, y entro en este edificio que es un bar de carretera. Es verdaderamente un bar típico de película americana. Juraría que el bar en el que entraba (pero en verano) Arnold Schwarzenegger en Terminator para robarle a un motero el traje de cuero negro y la moto después de propinarle una paliza... Un local grande y cuadrado, con mucha madera. La decoración es sencilla, está muy bien iluminado y tiene cierto aire norteño... del norte de Canadá. Llamativas láminas con animales autóctonos, exclusivas fotografías de la Yukón Quest, y alguna que otra piel de alimaña, decoran las paredes. Desde la puerta, se divisa al fondo una gran barra con un personaje patrón, como podrías imaginar en un bar como este: Gordo, rollizo, saludable, imponente y barbudo casi sin cuello, con un formidable mandil circunvalando su gigantesca panza. En una mesa, están terminando de equiparse para ponerse en marcha los cuatro supervivientes del equipo“Team Helmut”. Ya había visto fuera sus inconfundibles pulkas, y eso había hinchado un poco más mi autodeterminación. Me parecía increíble que les hubiera dado alcance. Por primera vez, parecen interesarse por mi y mis intenciones. Uno de ellos, el mas simpático que creo que se llama Andy, ejerciendo de portavoz ya que chapurrea algo de español, me trasmite su enhorabuena a la que correspondo cortésmente, y me pregunta si voy a continuar. Yo con determinación y firmeza le contesto: - YES. Coloco mis zapatillas y la ropa a secar ayudándome de los respaldos de unas sillas junto a una voluminosa estufa de leña de esas de tubos metálicos ensamblados y articulados para conducir el humo fuera del bar . Allí, junto a este calentador , en una mesa corrida, está Cyd. Me siento a su lado, y me proporcionan una carta de menú, al mismo tiempo Robert me aclara que me pida lo que quiera. De beber lo tengo claro. Estoy muerto de sed y mendigo “una cerveza”. Mientras miro la para mi indescifrable carta, le sirven a Cyd la hamburguesa más grande que yo he visto en mi vida... Raudamente le muestro la carta para que me señale en ella ese desmedido montículo hamburguesa. Me lo señala, y demando otra igual. ¡Era una hamburguesa gigantesca! Mientras espero mi hamburguesa, me dirijo a la pared junto a la puerta de entrada, donde, como ya nos advirtieron antes de la salida, hay un teléfono público. Funciona con una tarjeta que también compramos en Whitehorse, y medio emocionado me dispongo a llamar a Rosana ahora que tengo la oportunidad de hacerlo. Rivalizo un instante con los teclados e instrucciones varias de la operadora automática perpetrando varios intentos, y por fin, ese sonido que te hace atenazar los nervios imaginando una voz querida que al otro lado del mundo descuelga: tuuuuuuuuuuu, tuuuuuuuuuuuu ....: - ¿Diga?.....Hacía tan poco tiempo, tan apenas una semana , y aun así creí olvidada su voz, enterrada en cualquier pliegue de mi helado cerebro. Pero cuando la escucho al otro lado del teléfono, no sólo la reconozco al instante, sino que con el sonido de su palabra vuelven todos los recuerdos, los buenos recuerdos y se reaviva una agitación a flor de piel y mi tonta sonrisa. Quería saber de mí, cómo me iba, contarme, preguntarme por Salva, advertirme de que el SPOT no nos funcionaba. Le cuento emocionado. Y le respondo con cautela a sus preguntas y dudas, como casi siempre hago, abriendo apenas unas rendijas, consciente de que cualquier resquicio a la preocupación es difícilmente soportable desde tan lejos, desde casa. No era mi mejor momento respecto a mi físico, pero mentalmente estoy muy fuerte y así se lo manifiesto. Creo que le he transmitido confianza. Cuando colgamos, aún su voz retumba en mis oídos durante un largo rato. Sentía un hueco frío en mi interior, pero inmediatamente esa voz capital, afectuosa y viva se ha instalado y me ha confortado; me ha avivado todavía más. Voy engullendo la hamburguesa gigante, y a la vez leo e intento asimilar el montón de emails recibidos en el portátil de Robert. Incluso llevado por la emoción y el descuido de Robert, me conecto a mi blog y tras los múltiples comentarios que me conmueven, escribo yo uno de sincero agradecimiento: -“Soy yo con un portátil que he quitado un momento a la organización. Estamos bien. Termino de llegar a las cien millas, tras doce horas, ceno y continuo un par de horetas mas a dormir a la fresca.... copón, con perdón que frió hace, pero que paisajes...Gracias por los meils. los acabo de leer. Salva esta también bien Llegará hoy aquí. un abrazo a todos”. Compañeros de trabajo, Jorge, Pepa, Lourdes, Isa, Begoña, Olga, Ana, Sonia, Fernando, Diego, Dani, Pablo, Luis, Francis, Paco, Pilar, Ángel, mi amigo Piltrafas, María, Ascen, Sandra o Toñín entre muchos.... Otra vez está mezcla de sentires alegres. No sé que decir. Estando tan lejos, los siento cerca. Esas palmaditas de aliento calido, es algo que tan sólo el que lo vive, sabe a ciencia cierta lo mucho que significa. Casi siempre vivimos caminando por aceras equivocadas, pero en instantes como estos, y aunque sea desde tan lejos, te sientes, te hacen sentir en el lugar correcto. Me pido otra cerveza.... para celebrarlo, ante la mirada medio asombrada, pero también medio cómplice del cantinero “Shrek” que se sonríe y me guiña un ojo. Me alcanzan el petate o deposito de material que tengo aquí confiado, el cual habíamos dispuesto y dado a la organización previamente a la salida para así recambiar y volver a avituallarnos en las cien millas y otro mas para las doscientas millas. Me tomo un anti inflamatorio, para prever el dolor de cadera pues llevo muchas horas en marcha y el ronroneo no desaparece aunque lo ignoro, restablezco mis víveres, mi ropa e incluso concluyo desechar la tienda de campaña y dejarla aquí. No es por el peso, tampoco pesa demasiado, pero por lo que llevo visto y ya soportado, es mas sencillo construir un vivac incluso si hace mal tiempo, pues podría hacerlo cavando junto a la base del tronco de cualquier enorme abeto, donde las ramas mas bajas me harían de esporádico cobertizo, que el esfuerzo de realizar una plataforma moviendo mucha nieve con el consiguiente desgaste para tan solo descansar unas pocas horas. Ya casi son las ocho, comienzo a estar algo inquieto por Salva, pero tengo que prepararme y marchar. Scott, el hermano de Cyd, ha llegado hace casi una hora y me ha reseñado que lo ha visto en el camino. Scott está desarmado junto a la estufa, con la cara dislocada de frío y cansancio, y casi no articula palabra. Una vez bien tapado, me coloco el gorro, los guantes, me despido y salgo fuera con el sugestivo“puntillo” que me han producido las cervezas. Ajusto el equipo a la pulka amarrándolo bien con los pulpos de goma, mientras observo el sombrío y frío bosque detrás de la casa, queriendo ver llegar a Salva, para así marchar mas despreocupado. Tras unos minutos, cuando ya estoy apunto de arrancar, una temblorosa luz parece afanarse en asomar entre los árboles. ¡Es Salva!. Se acerca obviamente exhausto, y con las facciones descoloradas y desfallecidas de fatiga. Contento de localizarlo, le pregunto que tal esta, y me responde: - ¡Mal!, me retiro. - ¿Te retiras?, le pregunto. – Si, no puedo más; he orinado sangre. Esta madrugada era yo el que se retiraba impotente, mientras Salva estaba animado y optimista, y ahora.... No es algo tan raro orinar sangre en un caso extremo. En caso de enormes esfuerzos, se pueden producir una gran cantidad de pequeñas lesiones o microlesiones musculares que liberan mioglobina a la sangre en cantidad suficiente para que sea apreciable en la orina con el resultante susto. A mi no me ha pasado, pero si lo había visto en compañeros de fatigas de alguna expedición. Pienso en el valor de la disciplina o doctrina de cada cual; incluso la tolerancia a tu propia frustración. No hay que buscar excusas. Hacerte responsable de los éxitos y de las derrotas es importante. Salva esta convencido y se ve en su cara. Lo que no se ve es lo que va por dentro, y eso tan solo puedo imaginarlo. Como él esta mañana hizo conmigo, lo ánimo con optimismo: - No te derrumbes, descansa, come y después, mañana, ya decidirás.- Mírame, esta mañana estaba derrotado, y ahora.... Robert sale igualmente a recibirlo, y Salva le precisa su determinación de retirarse, rubricándola con el gesto o diligencia de entregarme la cámara que llevamos de la TV-3, todas las baterías y las cintas de grabación. Yo, como cualquiera haríamos en este caso, le porfío de nuevo, aunque sea de forma compasiva.- Duerme, pasa la noche aquí, aquí hay unas camas, y mañana por la mañana decide. En el fondo sé, al igual que él sabe, que si pasa aquí la noche acumulará retraso para cumplimentar la distancia media que resta para terminar las trescientas millas. En este instante, llevamos una media de cincuenta y tres kilómetros diarios cuando deberíamos haber hecho sesenta. Por eso, mi propósito es hacer hoy diez o quince mas, para mañana recuperar todo lo perdido sobrepasando el control cuatro… Robert, a requerimiento de Salva nos hace una foto juntos. Parece más serenado y tranquilo que hace unos minutos. Parece incluso aliviado. Nos despedimos medio emocionados y algo conmovidos con un estrechado abrazo, mientras me dice:- Vas a llegar. Un poco entristecido le respondo: - Si lo consigo, la mitad del merito será tuyo. - Esta mañana, me animaste y continué gracias a ti. Nos abrazamos de nuevo, y me alejo impulsando mi pulka, dejando atrás abatido pero sosegado a Salva junto a Robert, que me desea buena suerte y me señala con un gesto la dirección hacia las primeras balizas. Deseo marchar por lo menos hasta las diez de la noche u once antes de parar a vivaquear, para así liquidarme un mínimo de diez kilómetros hacia el cuarto control de “Dog Grave Lake” (El lago de la tumba del perro... o algo así), pues me han prevenido que es el tramo mas largo entre controles; mas de setenta kilómetros de paisaje ártico. Solo con dormir allí mañana, habría recuperado la media de sesenta kilómetros diarios. Para llevar en marcha desde las cuatro y media de ayer, la verdad es que me encuentro bien. La remontada, los imeils y la llamada a Rosana me han aumentado la moral, y el conciso respiro para cenar y cambiarme ha sido reparador. Cruzo la helada carretera, y al saltar el alcor nevado del arcen, me encuentro ya en la perceptible senda. Esta oscuro, y no puedo ver mucho mas allá del haz de luz de mi frontal, así que durante un par de horas, quiero perderme en esos efímeros estudios mentales de filosofía humana, paciencia y apoyo íntegro. Tomarme mi tiempo caminando suavemente en la noche, donde la paciencia será mi mayor honra. Enunciados de auto estimulación sacuden conscientemente mi cabeza: “ Eres una persona de recursos y esos recursos te vienen dados por la forma en que afrontas las cosas”;” doma tus impulsos, las prisas y las adversidades”. La paciencia me permite actuar con más eficacia en momentos difíciles y me ayuda . Autoconfianza y autoestima. Al poco tiempo, abordo por una pista nevada un esforzado ascenso entre grandes y ahora sombríos abetos que siempre me hacen pensar en los perros de los trineos que hayan, tirado del trineo por estas férreas rampas, como ahora hago yo. En una curva, a un costado de la misma, semienterrado en la nieve asoma un coche . Desde luego hace meses que se halla aquí, y no creo que nadie pueden sacarlo ni resucitarlo por lo menos hasta que llegue la primavera. Está congelado y mortecino como un misterioso mausoleo de alguien atrapado cuando intentaba huir del invierno. Me evoca esos restos inertes y helados que algunas veces solemos encontrar cuando te hallas en una gran montaña: tiendas abandonadas, equipos y en mas de una ocasión, desdichadamente algún inaccesible y desventurado mártir al que no se puede recuperar, que te recuerda nuestra fragilidad vital. Por si acaso, no miraré dentro del coche refregando los escarchados cristales.... Tras coronar lo que intuyo es una gran loma, el descenso se hace mas cómodo, aunque castiga las articulaciones que deben esforzarse por defender el peso de la pulka que intenta arrastrarme colina abajo. La parte derecha de la pista está amparada por un cercado de madera que evidencia el camino, y que también manifiesta que a ese lado hay alguna depresión o barranco. Al llegar al fondo, en un brusco giro, me introduzco en un simulacro de lago helado, que la noche no me deja ver bien. Se marcha cómodo aquí, así que incremento un poco el ritmo para avanzar la mayor distancia posible durante este rato. Debo tener capacidad de perseverancia. La he tenido durante meses para soportar largas, duras e intensas sesiones de entrenamiento, privaciones, madrugones, y todo para estar aquí, ahora. Ahora, tan solo la incertidumbre de si podré lograr el objetivo. Una alta capacidad de perseverancia es fundamental. Nunca hay que dar nada por perdido... ni por ganado. Perseverar en la lucha, hasta el final, a pesar del cansancio, fatiga, dolor o cualquier circunstancia . Como preveía, mi paso inseguro de los primeros días, ha evolucionado a un paso seguro y capaz casi mecánico e inconsciente. Siguiendo el cauce de este oscuro lago, la ruta es claramente visible en el curso de este embalse silencioso. No hay palabras para expresar cómo se siente uno en un lugar tan inhóspito y bello a la vez. De vez en cuando se reitera en mi mente la idea de que hace mucho frío y que nunca he experimentado temperaturas semejantes tan continuadamente. Conforme avanzo, automáticamente me froto las mejillas, las cejas, las pestañas y la nariz con el dorso de una mano enfundada en la manopla para quitarme el hielo que se acumula, pero me encuentro cómodo, adaptado diría yo. Lo hago instintivamente, y cuando dejo de hacerlo, los carrillos se entumecen, y la nariz se me quedaba insensible si no expiro mi aliento caliente por el buf hacia ella .Uno se siente un extraterrestre en este universo azulado y blanco de hielo y nieve, que aunque familiar me resulta extraño. El ruido que hacen mis pies al plantarlos en el suelo, el rumor de la pulka, la estridencia de los bastones al retorcerse la punta clavada en el frío y duro suelo. La temperatura es tan baja aquí, que el primer día ya se helaron y por su endurecimiento se partieron las dos rosetas de la punta de los bastones. Normalmente, si hubiera marchado por nieve profunda, con la falta de las rosetas de los bastones hubiera tenido un problema para impulsarme, pues estos se hubieran clavado en el suelo hasta el mango, pero como la senda está compactada y tiesa, no noto este inconveniente. Medito sobre donde me encuentro. El Yukón se divide en dos grandes regiones geográficas entre Canadá y Alaska: la taiga y la tundra. La taiga, es donde yo me encuentro, es el bosque boreal que rodea la zona subártica y el que ocupa la mayor parte del territorio. La tundra es una vasta llanura rocosa que se encuentra mas hacia el polo norte, que debido a su riguroso clima , impide incluso el desarrollo de la vegetación. La verdad es que incluso de noche este paisaje es alucinante . Por el día, que decir, la paleta de azules es infinita: pastel, blanquecino, plateado, eléctrico... los tonos varían en función de la profundidad de la nieve o el hielo y los reflejos del sol en este desierto helado. Una maravilla paisajística. No puedo plantearme si seré capaz o no, tengo que seguir y sentirme protagonista de mi aventura: sentirme orgulloso de mi mismo, orgulloso de saber que estoy logrando ir un poco más allá de mis propios límites. Entre pensamientos, quimeras y júbilos, me adentro en un espeso bosque y advierto que ya son las diez de la noche. Buscaré algún lugar cerca de la senda para acomodar un vivac y dormir un rato, antes de que me encuentre encima de algún lago helado, donde nos han advertido que evitemos pernoctar. ¡Aquí mismo! . Entre dos grandes abetos, y a tan solo un par de metros de la senda, parece un buen lugar. Piso fuera de la senda, y me hundo irremisiblemente hasta la cintura, en la esponjosa y polvorienta nieve. De un salto... o dos... vuelvo a la senda. No te precipites, pienso. Me quito la pulka. Piensa. Ayudado de la propia pulka, desde la senda, como si la pulka fuera un enorme rastrillo de cuarenta kilos, la maniobraré y aplanaré un poco hacia el lateral entre los dos abetos. Así lo hago. Después monto la pala que llevo desarmada en dos piezas, y me lanzo a palear nieve que por su ligereza, casi ingravidez, no me resulta demasiado dificultoso. Profundizo y profundizo hasta que la plataforma es lo suficientemente compacta y extensa como para poder estacionar la pulka y las esterillas a su lado sin hundirme. He profundizado casi un metro, y la posición simula un recinto encuadrado de tabiques de nieve y techo de sarmientos que salen de los abetos. Perfecto. Coloco la pulka, las esterillas, el saco, me acomodo todo lo necesario dentro, algo de comida para ahora, algo para mañana, y me oculto en la calma del bosque como un animal salvaje más. Acurrucado en el saco, mastico un poco de jamón, unos frutos secos y chocolate de postre, me hidrato bien, coloco unas toallitas húmedas cerca de mi cuerpo para asearme en cuanto se descongelen, y leo y releo los pedazos de papel que me ha impreso Robert de alguno de los emails y me conmuevo de nuevo. Son las once de la noche. Diecinueve horas desde que me levanté, al menos dieciséis de caminata, en los que hoy creo que habré recorrido por lo menos setenta kilómetros recuperando algo de lo perdido. Ha sido un buen día. Apago el frontal y me ajusto al firme lo más confortablemente posible, ya que la cadera me aguijonea dependiendo del movimiento que hago. El calor ya parece haberse apropiado del interior del saco. Estoy tan a gusto y bien, que pienso en el miedo o la ausencia de este. Un oscuro, perdido y gélido bosque parece el lugar ideal para el miedo y lo fantástico. ¿Por qué no tengo miedo e incluso me siento feliz aquí? Solo, tumbado en la nieve bajo dos abetos en un bosque perdido en el ártico a treinta bajo cero, rodeado de alimañas, lobos e incluso si te dejas llevar por la imaginación, algún extraño ruido puedes trasformarlo en un trasnochado oso. No puedo negar los peligros objetivos que encierra esta u otras aventuras. Desde la simple desorientación, el frío, hasta las amenazas presenciales de animales salvajes, muchos de los cuales han contribuido a la construcción de esas "otras bestias fantásticas” que arraigan los temores del inconsciente colectivo, pero me siento bien, feliz. Recuerdo cuando era niño e iba de campamentos de verano. Los límites de un bosque me señalaban el fin de un mundo real y el inicio de otro. Un mundo fantástico. Nuestros instructores, en un ejercicio nocturno, nos abandonaban solos en medio del bosque para meditar durante unas horas, también fabricábamos vivacs y todo esto siempre me gustó. Después, crecí (un poquito solo), pernocte en el monte, en la montaña, en la nieve, unas veces acompañado, y otras solo y poco a poco un bosque o una montaña perdida, se transformaron en un mundo en el que los sentidos me conferían un nuevo rol en el que la vieja premisa bíblica de "Reyes de la Creación" se esfumaba, retrotrayéndote a una situación de inferioridad ante una "Creación" que te dominaba y te convertía en el más enclenque de sus esclavos. Alcancé la admiración y sobre todo el respeto, olvidando el miedo. Supongo que como todo, con práctica, experiencia y confianza.
Ahora, una montaña o el bosque, me siguen pareciendo "inmensos", "vacíos", "inhóspitos""secretos", "misteriosos" y "mágicos. Aquí tumbado, a oscuras, solo, entre estos dos árboles en este nicho de nieve, me es posible retrotraerme a lo primitivo; a un mundo sin restricciones ni condiciones, sin tabúes, revelando ocultas y reprimidas palpitaciones del corazón. Un mundo, para mi feliz. Me siento bien, muy bien, y me quedo dormido con estas ambiciones de retorno a la naturaleza. No he sabido nada del mundo a mí alrededor hasta las tres de la madrugada, parpadeo dos veces antes de abrir los ojos. Mi sueño siempre es ligero, y escucho pasos sobre la nieve de dos o tres personas y la voz susurrante supuestamente en ingles de por lo menos uno de ellos; levanto la vista lo que puedo por el pequeña orificio que dejo para respirar, en el extremo superior del saco, y aunque no veo más allá de mis propios párpados, puedo distinguir dos o tres figuras con sus frontales arrastrando sus pulkas. ¿Quién serán?. Desde luego han madrugado… o están trasnochando. ¿Quizás los del equipo ingles“Team Helmut”, que habré superado sin verlos en algún asentamiento durante la noche? Me doy media vuelta, porque quiero intentar dormir un poco mas, y pierdo nuevamente el conocimiento. Al despertar, nuevamente miro el reloj iluminando su esfera. Son las cuatro. Mientras me desperezo, me refriego todas los comisuras del cuerpo con unas toallitas húmedas ya descongeladas para notarme un poco aseado, y me voy abrigando realizando cabriolas en el interior del saco. El cielo está nublado y esta nevando. Recojo el campamento, y dispongo comida bien accesible en la riñonera frontal para ir desayunando mientras camino. De igual forma, un bote de liquido embutido junto a mi tripa, bien a mano para que no se congele que iré rellenando durante el día, y hasta que se agoten toda la reserva de liquido, momento en el que deberé parar para derretir nieve y abastecerme de nuevo. Reviso que parpadeen las dos lucecitas del SPOT mientras mastico un poco de chocolate para tomarme un anti inflamatorio, pues la cadera ahora en frío duele bastante, y me obliga a moverme como un Robocop enmohecido. Ya se calmará. Comienzo a caminar despacio. Son las cuatro y media de la madrugada. Camino medio durmiendo por este entumecido bosque. En verdad, no se como puedo permanecer en este estado de conciencia parcial y caminar. Es como si estuviera dormido a medias, y lo único que siento es la brisa entre los árboles. Incluso aprovecho algún lugar llano y recto para cerrar los ojos y dormitar. Durante mas o menos dos horas, observo el recorrido del cielo oscuro a través de las turbias nubes cargadas de copos de nieve. Me adentro por medio de un dilatado tobogán en el largísimo lago helado de “Coghlan Lake”, y ya me encuentro consciente y a gusto. Mi pierna parece haberse calentado y camino con ligereza. Que forma mas directa de "vivir" el paisaje; literalmente caminar sobre el. La sensación de caminar sobre un lago helado no es precisamente común o por lo menos no lo es para mi. La emoción de caminar por este extraño paisaje helado es excepcional. El nublado del cielo y la superficie helada del lago me provocan la sensación de estar caminando en el aire, deambulando por las nubes. Pasa casi una hora, y no estoy ni a mitad de este gigantesco lago. Por lo menos tiene diez kilómetros, pienso. Ha comenzado a amanecer, y está dejando de nevar. La luz del sol parece querer salir, dispersar las nubes, y atizar los collados dando a la superficie un intenso brillo azul y plata. Proporcionalmente al ascenso del sol en el cielo, y como si de un gran cortinón que me presenta un lienzo se tratara, asciende también mi bienestar, mi placer. Que bien me encuentro. Que a gusto. Saco continuamente la cámara, me grabo, le hablo como si quisiera inmortalizar ansiosamente estos instantes y llevármelos a casa para compartirlos. A medio camino de este inmenso lago, decido parar a almorzar. Me acomodo sentado sobre la pulka, me como legítimamente y con apetito un sobre de chorizos y me hidrato. De postre... chocolate con almendras. Estoy justo debajo de una pared espectacular de roca. Impresionantes paredes pardas con máculas de hielo que tienen un aspecto imponente y fascinante. Grandes muros rectos y escarpados de roca con diferentes complexiones, y una gran gruta que rompe esta verticalidad hendiendo una enorme cavidad en la pared rocosa, en la que, como no, tan solo puedes imaginar un ciclópeo oso hibernando en lo mas profundo de ella.La contemplo admirado mientras almuerzo. Que mezcla de misterio, oscuridad y gélido paisaje mas increíble. Con el estomago asentado, reanudo la marcha, y al poco, a la derecha, una pequeña barca abandonada o aparcada en la orilla del lago como para evitar mancillar la inmaculada pulcritud del hielo. Parece una marca silenciosa o advertencia de que este paisaje que ahora atravieso es inhóspito pero no virgen. Siempre me acompaño de inexistentes e ilusorios compañeros cuando marcho solo largas horas en un sitio hostil, que emergen desde mi mente para estar a mi lado, para protegerme. Supongo que es un amparo o recurso mental que utilizo para motivarme. Muchas veces son personas ya extinguidas y queridas (Mi padre, mis abuelos...) Imagino que este recurso a medio camino entre el credo y la motivación, viene dado porque a estas personas puedo idealizarlas, espiritualizarlas y no las ubico físicamente en ningún lugar concreto mas allá de mi cabeza o mi corazón... conmigo. Por ello, ¿porque no? Puedo imaginarlas mirándome, junto a mi. Este rato que marcho tan a gusto y rápido, me asombro porque desde hace un rato destaca una rememorada persona por encima de otras. Iñaki Ochoa. A Iñaki lo conocí en la expedición al Manaslu en el Himalaya en 1999. Tras ella, como suele ocurrir casi siempre, surgió ese cordón invisible. Siempre mantuvimos contacto por su parte y admiración por la mía, y cada año lo veía participar en la crono escalada de esquí de montaña en Cerler. Supongo que por esto, por esta imagen, es porque lo relaciono directamente con este medio nevado y con esta manera de avanzar a ritmo, impulsándome con armonía, con esa coreografía física que él tan bien realizaba, impulsando los bastones conforme el movimiento de las piernas, e imagino que está tirando de mi y me ayuda. Esto es otra cosa, se camina con otra alegría. Ya cerca del final de la laguna veo claramente una diagonal ascendente hacia otro emboscado paisaje. Son las ocho de la mañana. Quizás haya recorrido quince o veinte kilómetros.Es cansado andar en estas condiciones cuando el terreno es irregular, en alguna rampa, la nieve cede cuando menos te lo esperas... Se escucha el rumor producido por la nieve que arranco y suelto al andar, o al resbalar por alguna de las pendientes obligandome a esprintar para no notar el violento golpe de la pulka en mi espalda. Bordeo una enorme peña y desde allí veo, otro extenso y helado lago. Estoy postrado ante este espectáculo. Sin siquiera darme cuenta y sin saber por que, me arranco a silbar y tararear a grito pelado “Somewhere Over The Rainbow” del mago de Hoz.

12 comentarios:

  1. Como siempre.... La carne de gallina. No lo termines de contar nunca por favorrrrr

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  2. Miedos, ansiedades, recuerdos, incertidumbres. Me gusta muchísimo tu forma de narrar tan real y tan cercana. Haces que me identifique y emocione en muchos instantes. gracias

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  3. Fantástico.!
    Un abrazo,
    Pablo.

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  4. javier te pasastes con tu relato!!!!! me encanto como cuentas todos los detalles!!!!! me emociono mucho, me río mucho, es una mezcla de emociones!!! te felicito
    Alfon (Buenos Aires)

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  5. Excelente y impresionante relato ¡Queremos maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssssssssssssssssss!!!

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  6. Ahi va, que cosas tiene la naturaleza, sobre todo cuando determinadas personas se saben mimetizar con ella y trasmitir estas sensaciones que tú dices.

    ERES GRANDE, NEN.

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  7. intensas sensaciones,
    bellisimos lugares,
    excelente escrito,

    a pesar de la dureza,
    no me importaria compartirlo!

    felicidades

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  8. Me encanta tu comentario sky-walkyria, porque cuando narro una experiencia, primero es para compartirla con los cercanos y con quienes la siguieron y me animaron, pero mi deseo es comunicar eso. Transmitir, Impulsar a la gente y explicar que soy una persona normal que simplemente se atreve a hacer estas cosas que tanto le gustan y tiene la suerte algunas veces de poder hacer. A los demás, muchísimas gracias por vuestros siempre satisfechos comentarios. Me siento alagado y os lo agradezco de corazón.

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  9. Ahora si que estoy convencido que eres la reencarnación de Jack London, mezclado con un poquito de Admunsen.Por favor no nos hagas esperar mucho tiempo para el siguiente capitulo.

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  10. Alucinante!!!! Gracias por compartirlo.

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  11. huaassssss una nueva entrega directa a las entrañas...
    un abrazo hermano

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