Las emociones son más poderosas que los ideales.
Si un objetivo no te apasiona (sea pequeño o grande), no funcionará esa ley de
la sugestión, y nunca será fácil de conseguir. No obstante, si sientes
entusiasmo, emoción y pasión por el propósito, si imaginas los detalles, o
tienes lágrimas de pura satisfacción en los ojos pensando en ese colofón, estás
sumando emociones, y mucha, muchísima FUERZA para finalmente lograrlo.
Tus planes y tu entrenamiento, son el vehículo que te llevan a ese objetivo,
pero tus emociones y tu apasionamiento, serán el combustible que activará e
impulsará ese motor.
Corrí mi primera maratón "oficial" el año 2007, y
crucé emocionado la meta al haberlo conseguido tras unos meses de preparación,
y además, aunque “era lo de menos”, con un sorprendente crono de (2h:52m:18s).
Fue en la maratón de Barcelona.
Durante estos cinco años posteriores, he corrido miles de kilómetros, cientos
de ellos en diferentes partes del mundo por desiertos, hielos, o selva, y con
el mismo objetivo que ese primer maratón, que también era el mismo que operaba
en mí cuando trataba de hoyar una cima: - "¿seré capaz?".

Los que me conocen, ya saben el porqué no corrí durante estos años ninguna maratón oficial mas… Simplemente, porque ya la había hecho. Porque ya sabia que era capaz de hacerlo. (No en vano, estos últimos años recorría esa distancia varios días a la semana entrenando para alcanzar otros términos.) Por esto sabia que durante su preparación, o en su línea de llegada, ya no hallaría esa emoción que te supone un reto que a priori te parece inalcanzable.
He corrido algunas medias, si, pero siempre con el pretexto de compartirla con buenos amigos (otra motivación), o porque era la de mi pueblo, Barbastro.
Por esto, mi segunda maratón "oficial", iba a ser cinco años después la maratón de Nueva York 2012. Porque era el pretexto para realizar a la par un viaje familiar tras todos estos años de retos individuales.
Pero, como no podía ser de otra manera, me la tomé en serio y la hice mía. La hice "Mi reto". Comenzando por lograr la marca que me hiciera merecedor de participar directo. La logré al primer intento en diciembre en Salou, y desde entonces, poco a poco me fui motivando e ilusionando tanto por el marco, como por averiguar si cinco años más tarde aún sería capaz de bajar de las tres horas en esa distancia, y además allí, en Nueva York (la maratón más popular del mundo).
Fui franco cuando decía que no pensaba decidir si correría a tope para lograrlo, hasta que me hallara allí en plena carrera, porque como bien te cuentan los que la han corrido, no es una maratón para competir, si no para disfrutar. Pero, quería tener la posibilidad de decidirlo sobre la marcha, y para ello tenía que alcanzar el estado de forma optimo que me permitiera elegirlo.
Me metí de lleno (como preparación) en lo que denominé "mi viaje por la tierra media", participando durante el año en más medias maratones de las que había corrido nunca (nueve en total). Eso sí, siempre inéditas para que me entretuvieran (eso era fácil, pues había participado en muy pocas), y así, casi sin querer, entré en una dinámica que me amenizó y motivo los entrenamientos. En Barcelona, donde bajé por primera vez de la hora veinte, crucé de nuevo la meta emocionado; como un debutante; como la primera vez.
Con que, con esta velada motivación, fui mejorando mis mejores cronos en la distancia, asombrándome a mi mismo al conseguir llegar de manera "cómoda" en la media maratón de Calatayud en 1h:16m:59s, justo antes de lesionarme durante unos meses por una rotura fibrilar.
Después el reto se torno duro, agotador y rabioso, pues quería recuperar de nuevo ese estado de forma antes de la gran cita. Y este bache lejos de desmotivarme, hizo que me implicara mas aún. Tenia que vencer con tenacidad, como siempre, las dificultades que me salían al paso. Eso haría, si lo conseguía, que el premio, la satisfacción fuera más manifiesta. Así luche, entrené y me recuperé.
Llego Nueva York. La gran cita. Estaba preparado para correrla bien y/o disfrutar. Una vez allí, pasó lo que pasó (el huracán), y realmente, como escribí en mi anterior post, no me importó. Fui de vacaciones con familia y amigos, gocé y viví el maravilloso ambiente del que tanto me habían hablado aunque de otra imprevista e histórica manera junto con mis amigos José Hernán, Paco y Rafa, y además no me vi en la situación de tener que escoger entre introducirme en el ambiente del entorno, el ambiente y la comparsa, o en el reto de bajar de las tres horas cinco años más tarde, y con mis 45 añitos recien....
Aún así, durante la semana siguiente allí en Nueva York, durante mis galopadas matutinas por Central Park, una serie de preguntas no dejaban de rondar por mi cabeza: ¿Me habría preparado tan

La había preparado a conciencia durante meses y era una pena no haber podido responder a esas preguntas....
Y.... ¿por qué no?. Recordé que justo la semana despues de regresar a España se celebraba la maratón de Valencia, en la que además debutaba mi buen amigo José Mª al que yo inicie en esto del correr, y que, ¡¡qué casualidad!!, él me acompañó a aquella mi primera maratón de Barcelona. ¡¡Era perfecto!!. Me metí en internet, y.... ¡¡mi gozo en un pozo!!. Inscripciones cerradas.
Así que, maduré la posibilidad de ir a San Sebastián dos semanas después de Valencia. Lo verifiqué. Había plazas, así que sin pensarlo mucho me inscribí, y se lo propuse a mis compañeros de viaje a NY, pero no se animaron.
Este pasado domingo estaba allí, en la línea de salida de San Sebastián ilusionado como un chaval. La casualidad y la ventura, el destino, me habían guiado hasta allí sin haberlo ni imaginado, y además en una de las mejores compañías que pudiera imaginar: mi gran amigo y padrino de mi hija Miguel (él correría el 10k, y estaría en la meta para recibirme)
La carrera fue perfecta. Correr y finalizar un maratón o distancias superiores a este, exige dedicación, carácter, inteligencia, fuerza de voluntad, paciencia y algo de capacidad de sufrimiento ... En definitiva, exige ser una persona íntegra, deportivamente hablando ...
Lo más duro no es la carrera en sí, lo más duro es el
entrenamiento que has superado durante meses para prepararla, y lo hice bien.
Tanto un maratón, como o una carrera de ultra distancia, o ascender una montaña, es un juego emocional.
San Sebastián:
Tanto un maratón, como o una carrera de ultra distancia, o ascender una montaña, es un juego emocional.
San Sebastián:
Km. 35, ya tan sólo me queda 7 km y el famoso y temido “muro”
no ha asomado, señal de trabajo bien hecho antes y durante la carrera. He sido cauteloso
y a una media de 3’55” el kilometro…Ya sé que, como soñé, salvo catástrofe voy
a bajar de las tres horas. En la última intersección, he visto el globo de esa
distancia muy alejado de donde yo me encuentro.
Km 37, el momento en su máxima expresión, que ademas
coincide con la entrada en una avenida repleta de público que te aplaude y te azuza.
Ahora una mezcla de rabia, euforia, dolor, fatiga, cansancio, sentimiento puro,
emociones a flor de piel y determinación absoluta tiran de mi.
Kilómetro 40: ya veo el estadio de Anoeta y surge dentro de mi una mezcla explosiva de estremecimientos y escalofríos.
Ya no corro con las piernas, ni siquiera con la cabeza, ni tampoco con el corazón, corro con la voluntad del alma. Sin verlo, escucho un grito de Miguel entre la multitud que me enardece aún más.
Kilómetro 40: ya veo el estadio de Anoeta y surge dentro de mi una mezcla explosiva de estremecimientos y escalofríos.
Ya no corro con las piernas, ni siquiera con la cabeza, ni tampoco con el corazón, corro con la voluntad del alma. Sin verlo, escucho un grito de Miguel entre la multitud que me enardece aún más.

Ha sido el perfecto final para un sueño que comenzó en Salou, pasó por Nueva York e inesperada, azarosamente terminó en San Sebastián. Finalmente conseguí disfrutar de las dos cosas: del ambiente de Nueva York, y de la carrera en San Sebastián. UNO + UNO= UNO.
¡¡Mi maratón de Sebas...York!!