Cada
año regreso a mi camino de origen, mi fuente, mi escuela, y allí se restaura el
vínculo. Ese sentimiento de lo extraordinario.
Ese
sentimiento que me acompaña desde pequeño, cuando sospecho que me negué a
aceptar la realidad, opté por ver el mundo a mi manera, y creí que entre dos
cosas que parecen alejadas, siempre hay puntos por los cuales unirlas, sin
poder explicarse con leyes, ni lógica.
¿Cuál
es el barranco más asombroso y sorprendente de la Sierra de Guara?. Para mí,
posiblemente el Gorgonchón.
Mientras
te equipas junto a un pequeño y bonito salto de agua del río Formiga, no puedes
retirar la mirada más adelante, donde una estrecha canal de roca color ceniza
engulle el río y lo hace desaparecer.
El
Gorgonchón es amado y temido a partes iguales.
Amado,
porque es un pequeño barranco que siempre deja huella en quien lo visita. Por
impactante, nunca jamás olvidaras tu paso por él.
Y
temido, porque en los años 80/90, cuando no había tanto equipamiento, ni la
información que hay hoy, se cobró varias victimas mortales, convirtiéndose en
uno de los puntos negros, sino el más, de la sierra de Guara.
Aun
así, es conveniente aproximarse sin temor, pero con precaución, reseñas, e
información de caudal, etc; y a poder ser, de la mano de alguien experto que te
acompañe.
Solo
comenzar, ya impacta.
Te
introduces en sus friás aguas, bien rapelando, o si eres habilidoso y
conocedor, saltando o destrepando en oposición, (avanzar afirmado entre ambas
paredes como si pretendieras separarlas y ensancharlas), por una confinada y
ahogada caída de agua entre dos estrechas paredes que desciende mas abajo
enclavándose y brindándote un pávido recibimiento.
Una
vez superados los dos primeros y próximos saltos de agua, inmediatamente te
precipitas frente a otro más sorprendente e imponente, más hondo y más comprometido.
Este
es el punto negro del barranco, pues oculta por el choque del agua en medio de
su cascada, se sienta la boca de una angosta cavidad.
Si
queriendo o por accidente, te dejaras llevar, el agua te arrastraría sin
remisión al interior de esta cueva, desde donde es prácticamente imposible
salir sin ayuda exterior, pues deberías hacerlo por donde has accedido; por el
techo, atravesando la fuerte corriente.
Hoy
en día, las precisas reseñas, y la adecuada equipación con pasamanos hasta mas
allá del salto de agua, hasta los descuelgues, intervienen para que si vas con
el equipo adecuado, y actúas con mesura y precaución, resulte sin más, un paso
apasionante, técnico, e inolvidable, y no un desagradable susto.
Cuando
llegas abajo una vez superado este, miras a tu alrededor y te invade una
sensación indescriptible de insignificancia, sumisión y respeto.
Te
hallas en uno de esos lugares donde de repente pareces menguar, y te sientes
minúsculo por fuera e invadido por dentro.
Avanzas
poco a poco por un estrecho, inundado y escurrido pasillo; en algún instante
tan estrecho, que puedes llegar a dudar de tu obesidad.
Finalizado
este pasillo de unos cuarenta metros, se abre un descansillo de rocas con un
pequeño resalte, donde poder salir del agua, reagruparse con uno mismo o tus
compañeros, e inspirar después de la formidable emoción de este primer tramo.
Una
pequeña abertura en rampa que forman unas grandes rocas, por donde se cuela el
agua, nos introduce en el otro tramo.
Un
tramo de aguas tranquilas de color esmeralda, y de una hermosura tal, que te
hace olvidar instantáneamente la angostura y emoción del anterior.
Paredes
con instintivos pliegues, dobleces y tirabuzones cincelados por el agua y
la cal, matizados con una capa verde vegetal de belleza seductora e
inverosímil. Permaneces boquiabierto.
Desde
la primera vez que pasé por aquí “sobre
el año 1985”, siempre me parece
hallarme dentro de la acuarela de un cuento de hadas; Una fabulosa y
minimalista exposición del legítimo genio de la naturaleza.
Al
final de esta exposición natural, por una pequeña abertura, que te exige
hacer un fácil buceo; muy abierto bajo el agua, y de meter sacar inmediatamente
la cabeza, emerges a lo que seria el epílogo final.
Un
enorme cono de roca, que dependiendo de la hora del día, es otro tapiz de
hermosos contraluces, por el que alcanzas la pequeña represa que sirve para el
riego de las huertas que se divisan mas abajo.
Cruzando
una pequeña oquedad excavada en la roca, alcanzas la acequia de riego con una
gran tajadera metálica, desde donde parte la senda de regreso al comienzo del
barranco.
Sin
aliento.
En
medio de la nada, oculto en poco mas de trescientos metros de garganta, se
halla este enclave difícilmente superable, donde descubres y percibes una
experiencia incomparable.
Es
como percibir el placer de bailar entre el suelo y el cielo. Si aprecias su
belleza, y la situación con humildad, se convierte en una fascinante aventura
que te transporta a los sueños que de niño se perdía entre el arte, el amor, la
concordia y la contemplación, y alcanza a ser tanto obsequio y percepción, o no
es nada.