VARIANTE ALTOARAGONESA .... (En la historia del Aconcagua de chiripa.)
La casualidad es el desenlace, pero no la explicación:
Diciembre de 1994. Prosperaba nuestra primera
expedición a una montaña y una altura, digamos de magnitud. “El Aconcagua”.
Para
ello nos unimos cuatro amigos: José Vilalta de Airón club de Monzón, y
Javier Alvira, Josán Hidalgo y yo mismo, los tres de montañeros de
Aragón Barbastro, secundados por nuestros respectivos clubes de montaña.
Meses de ilusión, preparación, equipamiento e infraestructura. Incluso
visto ahora con la instrucción de los años y la experiencia, una
excesiva infraestructura; pero por otra parte lo normal para unos
entusiastas y noveles principiantes, espoleados por esos nervios previos
a algo que te parece grandioso; “Un anhelo cumplidamente soñado desde
mas jóvenes en las paredes del Pirineo y algunas montañas de los Alpes”.
La
despedida familiar el día 25 de diciembre, aconteció como una moderada
fusión entre la euforia por nuestra parte, y la palpable nostalgia y
morriña de nuestras familias.

Esa es una impresión que después he vivido
en mas ocasiones, pero esta vez era inédita.
Siempre he comprendido esta hipocondría, esta oculta impresión de
tristeza que ampara las despedidas cuando marchas a una “expedición” por
parte de nuestros familiares o la gente que te quiere, pero nunca la he
digerido demasiado bien.
Parece que partas a una guerra, y que cauteloso emergiera el temor de
que puedas “no volver”... Nunca me ha gustado esta sensación. Me
gustaría no tener que implicar de esa manera tan nociva a mis seres
queridos cuando hago algo que para mi es una pasión y me hace tan feliz.
Pero... seguramente es inevitable.
Yo, con mi habitual humor negro, ironizaba entre mis compañeros de
expedición (con la familia no claro), dilucidando sobre el apelativo que
le darían a la futura piscina cubierta de Barbastro en memoria a alguno
de nosotros... ¡Que bruto!
Partimos hacia nuestro objetivo el día
26 de diciembre: Una montaña idealizada durante meses y soñada durante
años: El Aconcagua; la montaña mas alta de América con 6.962m, y además
por el glaciar de los Polacos (cara Este).
Elegimos esta ruta, y no la normal, por un lado envalentonados por ese
carácter de arrogancia y pavoneo que tiene la juventud, pero también
porque por esta ruta no había intentado ascender ningún Aragonés, y eso
nos facilitaría conseguir alguna de las por otra parte necesarias ayudas
económicas o subvenciones...

Una vez en Argentina, digerimos
estupendamente los tres días de aproximación en los que incluso
celebramos la noche vieja y el año nuevo camino de la falda de la
montaña.
Después el montaje y familiarización con el campo base, aprendizajes,
anécdotas, practicas, y aclimatación durante mas de dos semanas en
diente de sierra (ganar altura y bajar a dormir a una altura inferior).
Dos semanas en las que pudimos instalar sin mayores problemas el campos
uno, y dos (5900m), profundizando y experimentando por primera vez los
efectos de las grandes alturas, y nuestra evolución en una gran montaña.
Después
de todo este trabajo, nos dispusimos como teníamos previsto a descansar
en el campo base
unos días, para recuperarnos, cobrar fuerzas e
intentar la cumbre por la vía directa del glaciar de los Polacos.
Entonces, se originó un violento temporal de viento y frío acompañado de
una gran nevada , que frustró nuestras pretensiones de querer partir
hacia la cumbre, con la suerte para nosotros de que la tormenta nos
sorprendiera al “resguardo” del campo base.
Hubo varias expediciones que quedaron atrapadas por el temporal mas
arriba, y tuvieron que pasarlo francamente mal para retroceder y llegar
hasta la base de la montaña.
Algunos padecieron serias congelaciones y
ceguera. Fue la primera vez que yo veía unas congelaciones graves;
concretamente las del pie de un... creo recordar que Inglés.
Cuando el cielo escampó tras dos días, varias de las pocas expediciones
que nos hallábamos en esta cara de la montaña desistieron y abandonaron,
porque la previsión meteorológica venidera era muy mala, y la montaña
estaba inaccesible con tanta nieve.
Pero nosotros, como convenientes y
tozudos Aragoneses, desoyendo las advertencias que nos daban diciéndonos
que el glaciar estaba impracticable, y se hallaría avalanchoso y
peligroso por exceso de nieve, tiramos para arriba hasta el campo dos al
pie del glaciar que nos conduciría hasta la cumbre para verlo con
nuestros propios ojos.... Y.... por un lado, hasta allí no estaba tan
mal, pero el glaciar efectivamente, estaba con mucha nieve acumulada.
Al
llegar, estaban descendiendo desde el glaciar una expedición canadiense
que también lo había intentado, y en medio de la franja de seracs que
se encuentra a mitad del glaciar, tras llevarse algún susto y obligados
por lo peligroso del terreno, se habían dado la vuelta.
- “¡Mierda!...Tantos meses de

preparación, estando bien aclimatados,
fuertes y a un tiro de piedra de nuestro objetivo, y sin poder acceder.
¿Qué hacemos?”.
Fue Josán, quien concibió y contagió la idea:- ¿Y si intentamos subir
por la zona rocosa que delimita el glaciar a su derecha?.
Desde allí se veían como una sucesión de muros rocosos que confinaban
anchas y encorvadas rampas de nieve entre ellos, y para atravesarlos lo
que parecían inciertos corredores o pasillos verticales.
A la vista (y
con los prismáticos), debido a su inclinación, parecía que no había un
evidente riesgo de avalanchas en esa zona.
Eso si, estos finalizaban justo a la entrada del cuello de botella, como
único y obligatorio paso de acceso a la cumbre.
Así que si llegábamos
allí, desde ese punto deberíamos intentar acceder a la cima escalando el
famoso corredor, a sabiendas de que sería la parte menos técnica, pero
mas peligrosa.
Ya que estábamos allí, nos pareció buena idea intentarlo, y una vez en
la intersección de nuestra improvisada ruta, con la normal, ya
evaluaríamos sobre el terreno.
La jornada fue larga.
Desde las cuatro de la madrugada, escalamos
con delicadeza y mucho frió por esa sucesión de corredores, improvisando
el camino por los farallones de rocas, por donde nos parecían mas
accesibles, y turnándonos para abrir huella tras ellos por las palas de
nieve.
Ascendimos por palas que incluso tenían 70º, y escalamos pasos de IV+
entre las rocas donde tuvimos que asegurarnos con las cuerdas montando
reuniones de fortuna.
Al final, conseguimos llegar allí arriba, ante la atenta observación y
curiosidad de unos americanos que se hallaban en el campamento dos, y
habían
resuelto no intentarlo y retirarse desde ese punto al día
siguiente.
Cuando tras la última travesía llegamos al mismísimo
cuello de botella (6500m), ya habíamos advertido la caída de alguna
avalancha durante la mañana por el glaciar, y evaluamos objetiva y
sensatamente, que muy a nuestro pesar y a menos de 400mts de desnivel de
alcanzar la cima, lo mas prudente era descender, y por la hora que era,
sobre las dos y media de la tarde, habría que hacerlo por el mismo
glaciar lo mas vertical y rápidamente posible, pues este a esa hora,
estaba muy muy cargado y susceptible.
Sobre las cuatro de la tarde
llegamos extenuados al campo dos, y ante nuestra asombro, los
americanos que aún hallaban allí, comenzaron a felicitarnos por nuestra
ascensión.
Tras manifestarnos y aclararnos su asombro por nuestro intento de cumbre
por esa improvisada ruta, nos animaron (primero ellos y después en el
campo base el guarda del parque y otras expediciones), a que
presentáramos y registráramos en la oficina del parque Aconcagua, la
variante por donde habíamos ascendido, ya que nunca nadie lo había
intentado por allí, y todos ellos en un documento nos plasmaron,
legitimaron y firmaron como testigos para certificar nuestra ¿gesta?.

Nosotros
ni conocíamos este protocolo.
La verdad es que esa divulgación y registro, fue una sorpresa, pues por
nosotros mismos jamás la hubiéramos realizado.
Por tanto, de esa accidental manera , inesperada e imprevista, pasamos a
ser los titulares de una variante “Altoaragonesa” (es el nombre que le
pusimos), en la cara Este del Aconcagua.
La casualidad casi siempre nos da lo que nunca se nos hubiera ocurrido exigir.