martes, 22 de noviembre de 2016

LA BÚSQUEDA DE LA MOTIVACIÓN PERDIDA



Hace poco, me llegó un mensaje de un amigo al móvil, para ofrecerme tomar un café y charlar sobre “su motivación”.
En el mensaje me especificaba, que como ya me contó una vez, hacia unos años, motivado por una charla que yo di en un taller de iniciación para corredores, él había comenzado a correr carreras por montaña.
Su problema era,  que ahora por diferentes motivos, le costaba encontrar esa motivación y calzarse las zapatillas para salir a correr.
Pensaba que yo podía inspirarle, y ayudarle a recuperarla.
Su mensaje me halagó, y a la vez como no, me empujó a pensar en ello. No por él (era un honor), también por mí mismo.
Yo nunca he perdido las ganas de salir a correr, aunque si las de participar en carreras. Habitualmente suele suceder lo contrario. La gente pierde las ganas de salir a entrenar, si no tiene en mente alguna carrera que lo motive a hacerlo.
La principal diferencia que se me ocurre a priori, es que yo cuando comencé a correr a los diecisiete años, lo hice sin ninguna meta; sin ninguna carrera o desafío en mente. Simplemente para mantenerme en forma. Al poco me cautivo.
Es mas, tardé algunos años en participar en una carrera propiamente dicha.
Bueno, tampoco por entonces existía la propuesta de carreras que hay hoy en dia. Durante años, muchos elogiaban mi fuerza de voluntad a la hora de salir a correr a cualquier hora; incluso de noche a oscuras por los caminos.
Pero como revelo, esto no tenía ni tiene ningún merito, porque me gusta hacerlo. Incluso lo necesito.
Así que, tras pensar en ello, en vez de un café quedé con él de buena mañana a correr un rato y charlar.
¿Que mejor manera de abordar una conversación sobre motivación para salir a correr, que saliendo?, Pensé.
Mas de una vez me han preguntado: -“¿Tu le  temes a algo?",
Y siempre salgo del paso con una respuesta trivial: - “A mí mismo”.
Pero pensando en ello mas sosegadamente, creo que temo a lo mismo que la mayoría: “A todo lo que viene e ignoro”. A esos avatares que tiene la vida, que se manifiestan súbitamente, y no sabes como sobrellevar.
Pero siempre llego a la misma conclusión; sin duda hay algo más fuerte que el miedo y lo vence: La ilusión, la esperanza, el optimismo, y esa amable sensación de avanzar que té da  ir haciéndote mas... ¿mayor?.
Pues bien, durante la salida trotando con este amigo en animada charla, esto es lo que traté de explicarle. El optimismo, las ganas de vivir. Esa es la principal motivación.
Todos tenemos periodos apáticos o reacios, en los que nos cuesta calzarnos las zapatillas y salir. La diferencia es la suficiencia.
Yo busco algo que engañe a la mente, algo simple, tan simple que pase casi desapercibido. Un entreacto, un vacío temporal, un placebo.
Porque si verdaderamente te gusta correr, después de someter ese obstáculo previo de la pereza a salir, lo encuentras, y averiguas que siempre siempre, té compensa.
Creo que no es su caso, pero muchas veces nos dejamos llevar por los demás, y por las modas. Así que hay que pensarlo bien, y ser sincero contigo mismo.
Si todo el mundo juega al padel, jugamos; si lo que mola es correr, pues a correr; si se lleva la bici, me compro una... ¿Pero, verdaderamente te gusta?.
Si realmente no te gusta, o lo haces por razones equivocadas, cuando hayas alcanzado todos tus objetivos y marcas, primero aparecerá esa pereza, posteriormente la apatía y la indiferencia,  y al final renunciaras y abandonaras.
Trate de explicarle y que comprendiera, que horas para correr, para caminar, para ir en bici, por si solas son horas de hacer deporte, o preparar una carrera, sí. Pero también, y mas importante,  son horas para reflexionar, para pensar, recordar y sacar impresiones. Para profundizar, y evolucionar.
Y esto si es un buen motivo para no dejar de hacerlo nunca.
Lo primero de todo, en esos días, o esas temporadas que nos cuesta, es catequizarse de optimismo. Una simple maniobra mental esperando lo mejor del día que comienza en particular, y del futuro en general.
Hoy comienza un nuevo día lleno de posibilidades, y nada me puede parar.
Y si, sé que por bonito que suene todo esto, no siempre se puede.
Porque los lances normales del día a día ya se encargan continuamente de desmotivarnos, y es normal tener altibajos. Pero hay que acostumbrarse a ello sin hacer demasiado caso.
No ganan los que nunca se abaten, sino los que tras abatirse se alzan. Los que cuando los demás ya han parado, dan un paso más.
Por eso, esas veces que te cuesta un esfuerzo terrible salir a entrenar, pero finalmente vas, no solo te sientes genial sino orgulloso de ti mismo.
Todos tenemos pregrabados un montón de avisos negativos que continuamente se nos repiten: "no puedo ", "siempre lo mismo", " mala suerte", "no me va bien" “me duele”...
Hay que detenerlos, y transformarlos en máximas positivas: "si puedo", "esta vez no " " bien seguro "”un poco más”.
Aprovechando un símil montañero, los pequeños obstáculos solamente son pasos algo mas técnicos para alcanzar más altitud y acercarnos a esa anhelada cima.
Cada situación, inclusive las malas, son oportunidades de progresar.
Nuestro cerebro es una gran máquina programable y hay que sacarle partido de alguna manera ¿no?.
Si consigues ofuscar a tu mente y positivizar, cualquier acción acostumbrada, como salir a correr, puede resultar positiva, atractiva y hasta divertida, obteniendo al final un resultado muy provechoso.
Incluso cuando estés mal, la mejor práctica será salir a correr solo por el campo y reflexionar; lo curioso, será, que cuando estés bien, también.

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