martes, 20 de junio de 2017

GENERACIÓN 1967



El sábado fui copartícipe de un fantástico episodio.
Un día  emocionante, emotivo e intenso por numerosos motivos.
Se trató del reencuentro de muchos amigos y amigas de la generación de 1967, que (aunque no se nos note), casualmente este año cumplimos todos cincuenta años.
Han pasado los años, y esos niñ@s nacidos a finales de los sesenta, han/hemos crecido (aparentemente), e incluso nos hemos multiplicado con parejas e hijos.
Niños y niñas dogmatizados jugando en la puta calle, refrendados en  verbenas de barrio a golpe de melocotón con vino;  encerados en el paseo de los enamorados y los cochetes de choque con música de Boney M, y temperados al aire  de los campamentos de verano,  entre los años setenta y ochenta cuando se elevaban los Chiripitiflauticos, los payasos de la tele, Pipi Calzas largas, o los electro duendes,
Y pese al tiempo transcurrido, y las distintas órbitas y circunstancias de cada uno, muchos continuamos siendo, y seguimos "sintiéndonos" niños y niñas, pero sobre todo amigos de toda la vida.
Un deseado reencuentro de ex alumnos de escolapios, las monjas, “las nacionales”, el instituto, FP o el Seminario.
Muchos conocidos de siempre, otros de vista, otros de nada, pero tod@s con el nexo común de haber nacido aquel fructífero año 67, y haber coincidido eventualmente en Barbastro.
Haciendo caso a esa frase popular de “Los amigos de mis amigos son mis amigos”, todos éramos amigos y se notó.
Ya que si juntas amigos de la infancia, intención, ilusión, comida, bebida, sorteo de regalos, baile con música de Alfredo del Melo, y resopón, casi nada puede fallar.
Pues algo tienen los amigos de la infancia que no tienen el resto de amigos.
Refiriéndome a amigos de la infancia también a esos amigos que conservas aunque rara vez ves, y cuando lo haces, es como si no hubiera pasado el tiempo. Sorprendentemente y de manera recíproca mantienes la misma familiaridad y la misma afinidad.
Quizás sea porque esos amigos y amigas te han visto llorar al caerte de la bici o el monopatín; Porque te ayudaban a embaucar a tus padres para que te dejaran salir un ratito más; Porque eran ellos los que te soportaban cuando eras aun un completo estúpido; Porque sufrieron tus primeros amores o desamores, o aquellas primeras “tajadas” con bebidas inciertas; O porque fueron testigos de como poco a poco emergía lo que ahora eres, y en cierta manera formaron parte de ello y lo reforzaron.
Esa amistad inocente de niños, afianzada en divertirse, pasarlo bien y descubrir y experimentar el mundo, que nos dejó un poso inquebrantable.
Pues puedes hacer grandes amigos durante toda tu vida, pero posiblemente ninguno será tan significativo como aquellos de la infancia.
Una hermandad tan cómplice, libre y sincera, que al ser alimentada de juegos, riñas en el piloné y a la vez reconciliaciones tan naturales como honestas e inocentes, originó un vínculo eterno.
Y este pasado sábado, ver a aquellos amigos de la infancia nos devolvió un poco, por un instante, aquellos maravillosos y mágicos instantes. Y en cierta forma nos recordó que tuvimos, tenemos aún, una parte divertida, juguetona y alegre.
Hemos venido a este planeta a compartir, a estar rodeados de personas, y a convivir. Incluso hay quien dice, que como seres sociales que somos, tener un buen saldo de amigos alarga la vida. El sábado la alargamos un poco seguro.
Así que en estos tiempos inquietos, de noticias desalentadotas y negativas, de pánico ante los radicalismos, realizar algo parecido a un manifiesto público de amistad, es un buen modo de atenuar esa congoja y reivindicarse ante la vida.

Juntarse amigos de los que crecen contigo y no en tu contra nos lleva irremediablemente a sentirnos bien.
Cuando eres niño no eliges los amigos, es puro azar; bien porque son hijos de los amigos de tus padres, porque tu apellido empieza por la misma letra y eres compañero de pupitre, o porque es un vecino del barrio con tu misma edad.
Yo siempre pienso: - “Que suerte tuve”.
Todas las personas nacemos como algo único, pero la mayoría mueren o moriremos como una réplica, por no tener esos buenos y verdaderos amigos al lado que nos subrayen la diferencia. El sábado todos nos sentimos únicos. Algo querrá decir.
Un gran dia para repetir, porque aunque estuvimos muchos, igualmente faltaron muchos a los que echamos mucho de menos.
Gracias a tod@s. Se os quiere. ¡Viva la generación del 67!

1 comentario:

  1. Para mi fue un placer estar a tu lado en esa organización, pero sobre todo fue un placer disfrutarla contigo. muchas gracias amigo.

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