miércoles, 14 de abril de 2010

MEMORIAS DEL MAR BALTICO (Cap.3)

Lunes 8 de Marzo: Tengo el sueño muy ligero. Son las cinco menos cuarto de la mañana.. Abro los ojos y en la oscuridad del saco ilumino la esfera de mi reloj. El cerebro humano es algo asombroso, y está lleno de misterios por entender. Siempre o casi siempre me despierto diez minutos antes de la hora señalada sin la necesidad de ningún tipo de despertador. Les dije a Arcadi y Kike que los llamaría a las cinco para intentar ponernos en marcha lo antes posible. No sabemos lo que podemos encontrar durante la travesía, o si un contratiempo, una infranqueable vía de agua que debamos evitar, grietas, un obstáculo, o cualquier adversidad, nos hará perder un buen rato, y por eso, contra mas horas tengamos por delante mejor. Acurrucado dentro del saco, palpo y enciendo la lámpara frontal, me coloco mi gorro de lana, abro la cremallera y asomo la cabeza fuera. Hay un atisbo de escarcha en el techo de la tienda producida por la condensación de nuestra respiración y calor corporal. Kike, al escucharme llamarlos valerosamente, (quien sabe como puede reaccionar una persona al ser despertada a estas horas), asoma con cara risueña, y al poco se incorpora y comienza de nuevo a “freír nieve” para preparar el desayuno y reponer en las cantimploras lo que hemos bebido durante la noche. Arcadi también parece haber dormido bien, e igualmente va preparando su ropa y el equipo. Asomamos fuera. Esta amaneciendo y es precioso. El sol comienza a dibujar, en la extraña ondulación de la quietud de este mar blanco, los trazos anaranjados de un extraordinario amanecer, y tras hacerte una composición del lugar donde te encuentras, no puedes mas que imaginar bajo esas misteriosas congeladas aguas, el profundo eco de la vida que se esconde detrás; su aliento. Lo que menos miente es un paisaje. Lo espontáneo y natural no tiene ni dobles interpretaciones, ni aspiraciones a ser nada que no se sea ya. Por eso es tan beneficiosa la contemplación de un hermosos paisaje o de cualquiera de sus elementos. Son poquísimas las personas que al contemplar un hermoso lugar no sienten algo parecido a placer. Ahora, con esta vista, los tres nos estamos deleitando. Desayunamos un colacao y algo de chocolate con almendras (sobredosis de chocolate), y poco a poco, enredosa, incomoda y perezosamente vamos recogiendo todo y preparándonos para la marcha. Equiparte y vestirte en un espacio tan limitado como el interior de una tienda de campaña cuando en el exterior hace unos once bajo cero y está cubierto de hielo y nieve que quieres evitar tocar hasta encontrarte completamente enfundado de ropa y bien calzado, es muy laborioso. Pero bueno... el roce hace el cariño. Cuando estás a punto de coronar una gran montaña y madrugas casi trasnochas, para dirigirte hacia la cima, te lleva casi una hora equiparte completamente. Aquí, por lo que estoy observando hoy, es casi lo mismo. En cuanto pisas la superficie nevada fuera de la tienda sin raquetas en los pies, te hundes hasta las rodillas. Está mas que claro que las raquetas van a seguir siendo vitales. A alguien como yo acostumbrado al esquí de travesía mas que a las raquetas, le cuesta esta mudanza, y en mas de un instante se acuerda de los esquís, como agilizarían nuestro avance, y cuanto esfuerzo nos evitarían. pero... el desafío era cruzar a pie este mar... Mientras el sol acaricia el mar, nosotros desmontamos el campamento y repartimos la carga en nuestras tres pulkas enganchándolas después a nuestros arneses.
Comenzamos a caminar a las seis y media, bordeando la isla por su parte norte, e intentando evitar las partes fracturadas del hielo donde podamos llevarnos la desagradable sorpresa de meternos en el agua. Arcadi abre huella y tras el para relevarlo en cuanto se canse me coloco yo. La nieve en este tramo es profunda, y ayer nos dimos cuenta que a Kike le era mas trabajoso abrir huella en este terreno porque sus raquetas tenían la base algo mas pequeña que las nuestras y se hundía mas de la cuenta. Así que en estos terrenos, intentamos abrir entre Arcadi y yo, y cuando en mar abierto haya menos nieve, pasará Kike a relevarnos. Hay una ligera bruma en el llano horizonte del mar, pero hacia el norte, se ve perfectamente el espectro velado de algo parecido a una lejana isla que nos puede servir de referencia para seguir la dirección que nos marca el GPS . Hace un frío tremendo, pero nos acomodamos embutidos dentro de nosotros mismos mirando el horizonte; que bonito se ve todo a esta hora. Un espectáculo grandioso que saboreamos con intensidad. Poco a poco, en unas dos horas de caminata dejamos atrás la isla, salimos a mar abierto, y se hace efectiva la previsión del tiempo. En el ancho y redondeado horizonte, el eco de un profundo y largo aúllo del viento comienza a azotarnos con fuerza, con unas ráfagas tan intensas, tan heladas que parecen surgir de los abismos y meterse incluso bajo el casco de la pulkas y la desplazarlas arrastrándonos también a nosotros. Estamos atravesando la zona que en el parte de hielo marcaba como delicada, tenemos que estar bien atentos, y como si camináramos por un glaciar lleno de grietas, tomar distancia entre nosotros para no poner sobrepeso en la superficie. Esta idea se repite periódicamente en mi cabeza, y es una cuestión que les he dejado clara a mis compañeros: - Cuando dudemos si es hielo es frágil, caminar distanciados; si nos detenemos, no agruparnos, quedarnos cada cual en nuestro sitio; e incluso si el terreno es clarísimamente frágil, sacamos la cuerda y nos encordamos . Cuando atraviesas una grieta un puente de nieve sobre ella, en un glaciar, lo haces encordado, atento, con mucho cuidado y pensando que tan solo te separan unos centímetros de hielo de una oquedad con una profundidad desconocida. Aquí, prefiero no pensarlo, porque todo el terreno es una inmensa grieta llena de agua helada con profundidades de hasta cuatrocientos metros. Un enorme puente de hielo. Dice el tópico que “La experiencia es la madre de la ciencia” y con frecuencia es un valor decisivo para afrontar retos difíciles o “sobrevivir” en un lugar hostil. Eso si, el conocimiento adquirido por el estudio o la educación, permite aumentar de categoría el conocimiento adquirido por la experiencia, y acrecienta tu capacidad reflexiva, tu serenidad y la perspectiva a la hora de tomar una decisión en caso de peligro.
Ensimismado mientras camino pensando en la experiencia, me viene a la mente una historia que siempre me gustó: “Un maestro muy sabio, pero también muy pedante y presumido por su conocimiento, concertó los servicios de un barquero para que lo cruzara a la otra orilla de un lago con su barca. Al poco de haber empezado la travesía se avecinaron unas nubes negras y amenazadoras. Inquieto, el maestro le preguntó al barquero si creía que traerían mal tiempo. - Os lo entendería no se decir - dijo el barquero.Extrañado por aquella manera de hablar el maestro le preguntó:- ¿No habéis aprendido nunca lingüística?- No. Respondió el barquero.- Pues... ya podéis decir que habéis perdido la mitad de vuestra vida, le replico el maestro. El barquero se quedó en silencio. Al poco aquellas nubes, se hicieron más espesas, y se puso a soplar un viento terrible. Las aguas del lago empezaron a moverse, y pronto llenaron la barca en la que iban los dos. Entonces el barquero preguntó al maestro:- Decidme: ¿no habéis aprendido nunca a nadar?- No, respondió el maestro.- Pues entonces, maestro, ya podéis decir que habéis perdido la vida entera, porque nos hundimos”. Espero que aquí no nos hundamos, y si lo hacemos, podamos salir con facilidad. Arcadi que va abriendo huella por un terreno donde ya hay mas hielo que nieve, y se avanza con facilidad, de repente se para. Yo instintivamente me detengo también en mi sitio sin acercarme. Advierto que observa el suelo, clava su bastón hasta el mango y nos grita: - ¡Se ve el mar por una grieta!, ¡tan solo hay dos dedos de hielo!. Súbitamente, Kike, con la curiosidad, inquietud y ansia de un niño, corre hacia él para admirar la grieta, como si bruscamente se fuera a cerrar y no la fuera a ver después al pasar. Arcadi lo mira paralizado, confuso y sin tiempo de reacción. ¿Qué haría un niño al descubrir la superficie helada de un charco?¿que hemos hecho todos cuando éramos niños?. Kike, sin recapacitar, actúa como lo haría un niño. La curiosidad y el anhelo le pueden, y para colmo se detiene junto a Arcadi contemplando entusiasmado la grieta, y sonriendo da unos saltitos para comprobar si el hielo resiste... No puedo creerlo, y por lo que veo Arcadi con la boca abierta e inmóvil, tampoco. Sin moverme de mi sitio les grito:- ¡Alejaros, no os pongáis juntos en un sitio con el hielo tan fino! . Arcadi sale disparado alejándose de Kike, mientras exclama: - ¡Pero....Kike! . Mientras, Kike comenzando a razonar su precipitado, imprudente e infantil arrebato, se ríe a la vez que también se aleja de la grieta. Si el hielo llega a ceder, el susto y el chapuzón de agua helada le hubiera hecho entender la lección. “la letra con sangre entra”. El que no haya ocurrido nada, es mejor, porque nos hemos ahorrado el susto y la práctica de rescate, y también la ha aprendido.... Continuamos marcha, y al pasar veo lo que Arcadi ha visto cuando paso sobre ella. Una grieta de unos cinco centímetros de anchura que se pierde a izquierda y derecha a lo lejos como si no tuviera fin, deja ver a tan solo tres o cuatro centímetros de espesor de hielo un mar esmeralda y tenebroso. Esta visión te devuelve al escenario real donde te encuentras y sus peligros, porque cuando llevas horas marchando por esta llanura blanca acabas olvidándolo. Esta grieta, según nos explico Lowe, es una rotura de una placa que se habrá resquebrajado hace poco rato, y posiblemente en pocas horas arrastrada por las corrientes marinas, lo que era una pequeña grieta se convierta en una gran vía de agua de varios metros de anchura. Recuerdo como Lowe nos explicó que en cualquier momento, al pisar en el hielo, este podía crujir bajo nuestros pies con un fuerte estrépito, y como si fuera un reguero de pólvora o una reacción en cadena de tenebrosos y agudos crujidos, podía iniciarse una grieta de cientos de metros a ambos lados. ¡Glub!... Esperemos no encontrarnos con alguna mas adelante. El viento se desata mas si cabe. Las partículas heladas de nieve chocan como fríos perdigones en nuestra cara, y el mismo viento impide incluso el que nos oigamos cuando a gritos nos hacemos alguna indicación de la marcha, corrección en la dirección o el descubrimiento de alguna otra grieta en el hielo. Nos tapamos bien y continuamos. En mi pecho descansa un latido agudo y continuado causado por la bajísima sensación térmica. El viento ahora por lo menos sopla a cien kilómetros por hora, puesto que alguna de sus violentas rachas, te coge distraído o inestable, y te hace perder el equilibrio y casi caer al suelo. Me pongo el buf sobre la boca y la nariz porque se me está congelando, bajo la cabeza y gravando el paso asentado en los bastones continuamos adelante. Por lo menos sopla de sur y nos da casi de espaldas. Otra cosa será cuando al llegar al punto que hemos prefijado para cambiar dirección este, nos sople de costado. Recurro a mis amuletos o sortilegios mentales: imaginar, soñar, recrearse, mi gente y poco a poco, me evado y acomodo mi paso. Pasan las horas, todo va bien. Con las piernas ya encasquilladas de fatiga, por fin hemos alcanzado la costa de la apartada isla. Realizamos una parada para reponer fuerzas y comer con feroces dentelladas una secallona que partimos en tres trozos, y algún fruto seco, porque hemos avanzado casi veinte kilómetros en unas seis horas. El siguiente punto y objetivo final de hoy, una islita a unos seis kilómetros mas al este en línea recta, que ya podemos divisar sabiendo que nos costará alcanzarla unas dos horas mas. Así que por un fosco y prieto terreno inestable donde agradeces dar tres pasos sin hundirte cuando abres huella, el silencio tan solo es quebrado por el sonido de nuestras pisadas y ruidosas pulkas, y del viento que curiosamente a cambiado y sopla de oeste dándonos de nuevo la espalda (que suerte). El psoas de la pierna izquierda, el que me lesioné el año pasado en la Yukón Artic y me tuvo cinco meses rehabilitando me está acongojando con un leve achaque. Si lo pienso bien, tiene una explicación lógica, muchísimas horas andando, poca hidratación, regular alimentación y nada de descanso. Ante una situación extrema, el peor enemigo son los nervios y tu mismo. Hay que pararse a pensar y analizar las cosas primero antes de actuar precipitadamente o mal. Como siempre digo, si la cosa tiene solución ¿por qué te preocupas?... y si no la tiene ¿por qué te preocupas?.En un sitio así, la precipitación o los nervios te pueden llevar a situaciones muy peligrosas. En un par de horas acamparemos; intentaré no gravar excesivamente la cadera ayudándome lo mas que pueda de los brazos, y cuando esté en la tienda, relajarla y hacer estiramientos. Kike también tiene un fuerte dolor en la zona tibial de su pierna derecha desde hace un buen rato. A un nivel menos físico y más agudo y reflexivo, los tres parecemos tener un estado de ánimo sosegado y optimista. Personalmente me siento completo, en paz; muy agotado, pero radiante con la embriaguez del momento, mientras camino de nuevo por este excepcional mundo glaciar. Mi única inquietud, el tenue balbuceo de la cadera, aunque ya soy consciente que en este tipo de considerables aventuras físicas de palizas frecuentes de varios días encadenados, el segundo día es el peor (por lo menos para mi). Es el que se te acumula el cansancio del primer día y comienzas la adaptación tanto física como mental. A partir del tercer día, todo va mejor; si no es así, algo no va bien. Todos tenemos el instinto de supervivencia. Todos en algún instante experimentamos ese vago y amenazador temor que te avasalla, te bloquea, y te induce a objetarte todo, incluso a ti mismo. A querer huir, gritar, desaparecer. ¿Quién no se ha sentido así en algún momento de su vida física o emocionalmente?. La pauta es descubrirte en esos instantes, mirarlos a la cara, serenarse y subyugarlos. Con todo lo que ello supone de lección, lucidez y vivencia. Mar helado por todas partes. Mar quieto. Soledad y compañerismo; todo asociado. En dos horas mas de esfuerzo, la nieve cercana a la isla de nuevo comienza a hacerse ingrata y desigual, y el viento mas insufrible. Me voy exhortando e incitando a mi mismo mientras caminamos ya como tres almas errantes. Queremos localizar cuanto antes algún escenario resguardado del flagelo del aire entre algunos árboles en la parte este de la pequeña costa, para así cobijarnos, y que por la noche podamos descansar. Tras tantas horas de paliza, no se tiene ninguna gana de palear nieve y montar el campamento, pero es algo que tienes que hacer si o si, así que mejor hacerlo en algún sitio lo mas adecuado y ventajoso posible. Por fin, en un recodo que parece una pequeña caleta, en un recoveco, hay un buen espacio entre algunos arbolitos, y el viento rompe contra la islita y no nos alcanza... Aplanamos y comprimimos el suelo, montamos la tienda y nos vamos acomodando en ella. Mientras Arcadi y yo nos vamos asentando, Kike, llevado por el ímpetu de la situación, y con la pala en la mano, obra un pequeño caminito muy bien trazado y profundo de unos tres metros de largo desde la puerta misma de la tienda que termina en un profundo hoyo. Entonces nos grita riendo: - ¡Ya esta hecho el cagadero! (Que en castellano quiere decir, “el recipiente conectado con una tubería de desagüe y dotado de una cisterna de agua, en el que se orina y se hace de vientre). Por si su grito no hubiera sido suficiente, y por si no lo hubiéramos entendido ya, gesticulando en cuclillas nos hace indicación y nos muestra la postura que se emplea durante su uso. La verdad es que yo, voy a hacerle aprecio ya que se lo ha currado. Jajaja. Nos ajustamos bien y cómodos dentro de la tienda. Kike y yo en ambas puertas con los dos hornillos operativos para deshacer nieve y avanzar mas, mientras Arcadi nos prepara algo de comer sólido con algún embutido enrollado con “Rolls Bimbo” (tortitas de harina), y nos lo va pasando. Este tipo de pan es similar a los “chapatis” que nos preparan los cocineros en las expediciones al Himalaya, y los descubrí así preparados y comercializados, en la maratón de Sables cuando mis compañeros de Jaima, Jorge, Luis y Joaquín que traían, lo repartieron conmigo. La verdad que en este tipo de sitios donde echas de menos el pan, es un buen sustituto. También como las lecciones de ayer las tienen tan aprendidas como si lo hubieran hecho todo desde siempre, les explico algún truco como colocar el hornillo, el cartucho de gas de este, sumergido dentro de un recipiente con el primer agua caliente de la nieve que derrita, para que caldeando el cartucho, agilice la combustión del gas y active mas la llama aligerando el deshielo de nieve. Son las cinco y comienza a atardecer. Con la luz rojiza del ocaso, da la sensación de que cada uno de estos árboles que nos arrullan a los lados de la tienda han sido modelados por algún espíritu celeste. No se me ocurre otra manera de describir tanto esplendor en este paisaje cristalizado que ilumina los corazones, los alegra y los llena de vida. Entre bromas y risas que denotan la buena consonancia y ambiente que se está creando, admiramos este paisaje increíble desde la tienda, cuando de repente nos aturdimos con un “espejismo”: Kike ha salido por detrás de la tienda dispuesto a hacer acopio de nieve en una bolsa grande, para así tener suficiente hasta mañana. Ha salido bien equipado con su chaqueta de plumas, pero… ¡no puedo creerlo!, y por las risas Arcadi tampoco; de cintura para abajo, tan solo lleva las botas. Valla estampa Navideña; por lo de la nieve y “las bolas colgando”. Debemos estar a diez bajo cero y el tío medio en pelotas. Se denota el buen ambiente y le relajación tras un día tan duro, pero en el que todo ha salido bien, y no paramos de bromear y reír. La risa sólo puede florecer cuando el ser está bien por dentro y no tiene temor fuera. Cuando ves reír a alguien o tú te ríes de verdad, tu cuerpo entero dice: “estamos bien, estamos tranquilos, no hay peligro”. Básicamente se abre la armonía y, sobre todo, se abre el corazón a el de enfrente; por eso es bueno hacer unas risas en estas ocasiones. Hemos conectado con Santi con el teléfono satélite (con el normal no hay cobertura), y hemos dado y recibido todas las crónicas y detalles. Nos ha confirmado una méteo algo mas indulgente para mañana, que hará que los “globeros” se embarquen en su travesía, y nos explica que sino pudieran hacerlo mañana, ya no podrán en toda la semana porque el tiempo empeorará. Terminamos todas las tareas. Ha oscurecido ya y nos vamos apagando y aplacando de cansancio. Han sido mas de ocho horas ininterrumpidas de marcha y brega, en las que conceptuamos con el GPS que hemos cubierto algo mas de veinticinco kilómetros. Mañana ansiamos por lo menos lo mismo, pero sabemos que debemos atravesar dos o tres previsibles rutas de rompehielos, aparte de las probables zancadillas que puedan aparecer sobre la marcha. Cierro los ojos con esa visión recurrente de un rostro que siempre me vela, y que siempre se me antoja indescifrable pero muy calido. Sólo en este minuto tan efímero, puedo hallar, con la naturalidad con la que el viento barre las copas de los árboles que nos cobijan, serenidad y sosiego para resolver cualquier cosa. Silencio. No hay ni almas con las que conversar. La pureza de este mar helado, permanece inalterable pese al frío y la nieve. Al final del día, cuando ya no podemos más, pero es necesario el reposo de todo, de deseos, de búsquedas, un descanso profundo, buscado, querido, es un arte que no consume nada, ni se vende en ningún sitio. Soltar y desapegarse tiene mucho que ver también con el buen humor; soltar, callar, descansar, recuperar.

5 comentarios:

  1. El viento siempre es un enemigo duro y desmoralizador, supongo que alli debio ser tremendo. Menos mal que estabais fuertes y que Kike es un cachondo!!!!!!

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  2. si aliento,
    sin comentarios,

    la belleza del paisaje
    es un espejo del alma

    saludos

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  3. Plas, plas, plas, plas!!!!!!!!!!!
    Enhorabuena Javi, qué gran relato de una gran hazaña. Se te nota feliz y eso lo transmites a tu relato.
    Valor y fuerza desde aquí.
    Un abrazo!

    Pablo (Barcelona)

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  4. Me ha encantado. Gracias por un relato tan alucinante. estoy deseando el capitulo 4,5,6,7...... No pares....

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  5. Te felicito, muy buen relato... Aunque me da un poquito de escalofrio por tanto aire y frio. mis felicitaciones... Saludos

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