Un ordenado caos. El caos de los infantes.
Si la sonrisa de los niños es tan fascinante de ver, quizás es porque es un categórico argumento de vida.
Hace unos días durante la celebración del cumpleaños de mis sobrinos, monté una tirolina, para que los niñ@s se deslizaran por ella. La niña que más bajó, y al aterrizar una y otra vez con una gran sonrisa decía: -"Ota ve"... fue mi hija Nayra con veintiún meses....
Podéis imaginar la satisfacción que sentí al verla disfrutar tanto de algo que a mi tanto me gusta. Creo que se llama "orgullo de padre"; una sensación nueva para mí.
Igualmente, este pasado domingo, y por segunda vez, proyecte hacer un mini descenso de barranco de iniciación para niños de menos de seis años, por el caos de la central de Alquezar, bajo la ruta de las pasarelas del río Vero, al que la primera vez bauticé como "El caos de los infantes".
Tras la primera fructífera experiencia, me apetecía de nuevo repetir e iniciar de alguna forma otra vez a niños de menos de seis años.
Si la sonrisa de los niños es tan fascinante de ver, quizás es porque es un categórico argumento de vida.
Hace unos días durante la celebración del cumpleaños de mis sobrinos, monté una tirolina, para que los niñ@s se deslizaran por ella. La niña que más bajó, y al aterrizar una y otra vez con una gran sonrisa decía: -"Ota ve"... fue mi hija Nayra con veintiún meses....
Podéis imaginar la satisfacción que sentí al verla disfrutar tanto de algo que a mi tanto me gusta. Creo que se llama "orgullo de padre"; una sensación nueva para mí.
Igualmente, este pasado domingo, y por segunda vez, proyecte hacer un mini descenso de barranco de iniciación para niños de menos de seis años, por el caos de la central de Alquezar, bajo la ruta de las pasarelas del río Vero, al que la primera vez bauticé como "El caos de los infantes".
Tras la primera fructífera experiencia, me apetecía de nuevo repetir e iniciar de alguna forma otra vez a niños de menos de seis años.
La experiencia nuevamente magnífica, e incluso ayudado por los adultos, ideé nuevas formas de diversión y salvaguarda durante el pequeño descenso, improvisando para regodeo de los niños, una tirolina que terminaban con un suave chapuzón.
Efectuamos un Oxímoron: "Fue el Ordenado Caos de la Central de Alquezar".
Los niños tan pequeños, el mayor problema que tienen en un barranco es el agotamiento por una larga caminata, o lo gélido de sus aguas, por lo que un pequeño caos como este de fácil aproximación, es perfecto para iniciarse jugando y divertirse haciéndolo, pues al ser reducido tampoco al frío le da tiempo a hacer mella en ellos (con neopreno claro).
Todos hemos sido niños, e incluso algunos lo seguimos siendo en algunos instantes. Que hipnótica sonrisa. En algún momento, algún adulto también se hipnotizó y contentó contemplando la nuestra, o nuestro juego... y él, como no, también fue niño antes.
Los niños, su proceso físico, mental y afectivo; sus registros saturados de energía y su risa, se convierte en una explosión de fuerza. Que gusto verlo y ser partícipe. Cuanto se aprende mediando con ellos.
Observando, compartiendo, aprendes, y todo te retrotrae a tu propia infancia. Está claro que nuestro talento es limitado, pero nuestro corazón, nuestro sentir, no tiene fin. Viendo disfrutar a mi hija en la tirolina o a los niños en el río.... disfrutando junto a ellos, te das cuenta que es en la sencillez, y no en la complejidad, donde reside la razón, el juicio y la lógica de todo.
Que sencillo es todo y que fácil divertirse y reír.
Voy a repetir un eslogan que escuché una vez a unos niños y que nunca olvidaré: - ¡Ganamos!, ¡perdimos!, ¡igual nos divertimos!.... Ese es el espíritu que se revela desde un principio en un deporte en naturaleza, compañerismo y complicidad. Compañeros, no rivales. No competitividad, si camaradería. Ganar, perder, ¿qué más da?
Aun así, tan solo se trata de realizar, de compartir, de delegar a los niños unas actividades sanas y divertidas en la naturaleza; de darles a conocer, de disfrutar en unión, y nunca jamás de imponer..Se trata de educar, guiar, no de disciplinar ni someter.
Desde la infancia nos endosan destinos ajenos, y, aún como padre, tengo muy claro que nadie está en el mundo para realizar los sueños de sus padres, sino los suyos propios. Porque no hay desahogo más grande en la vida que comenzar a ser lo que se es.
Los niños tan pequeños, el mayor problema que tienen en un barranco es el agotamiento por una larga caminata, o lo gélido de sus aguas, por lo que un pequeño caos como este de fácil aproximación, es perfecto para iniciarse jugando y divertirse haciéndolo, pues al ser reducido tampoco al frío le da tiempo a hacer mella en ellos (con neopreno claro).
Todos hemos sido niños, e incluso algunos lo seguimos siendo en algunos instantes. Que hipnótica sonrisa. En algún momento, algún adulto también se hipnotizó y contentó contemplando la nuestra, o nuestro juego... y él, como no, también fue niño antes.
Los niños, su proceso físico, mental y afectivo; sus registros saturados de energía y su risa, se convierte en una explosión de fuerza. Que gusto verlo y ser partícipe. Cuanto se aprende mediando con ellos.
Observando, compartiendo, aprendes, y todo te retrotrae a tu propia infancia. Está claro que nuestro talento es limitado, pero nuestro corazón, nuestro sentir, no tiene fin. Viendo disfrutar a mi hija en la tirolina o a los niños en el río.... disfrutando junto a ellos, te das cuenta que es en la sencillez, y no en la complejidad, donde reside la razón, el juicio y la lógica de todo.
Que sencillo es todo y que fácil divertirse y reír.
Voy a repetir un eslogan que escuché una vez a unos niños y que nunca olvidaré: - ¡Ganamos!, ¡perdimos!, ¡igual nos divertimos!.... Ese es el espíritu que se revela desde un principio en un deporte en naturaleza, compañerismo y complicidad. Compañeros, no rivales. No competitividad, si camaradería. Ganar, perder, ¿qué más da?
Aun así, tan solo se trata de realizar, de compartir, de delegar a los niños unas actividades sanas y divertidas en la naturaleza; de darles a conocer, de disfrutar en unión, y nunca jamás de imponer..Se trata de educar, guiar, no de disciplinar ni someter.
Desde la infancia nos endosan destinos ajenos, y, aún como padre, tengo muy claro que nadie está en el mundo para realizar los sueños de sus padres, sino los suyos propios. Porque no hay desahogo más grande en la vida que comenzar a ser lo que se es.
Y pese a lo que muchos quieran especular, mi hija será lo que ella sea.
Que bueno Javi. No veas el gusto que me da ver que a los niños se les educa de esa forma en lugar de dejarlos en casa con una videoconsola. Un saludo!
ResponderEliminarEs cierto y a demás es que se lo pasan fenomenal.... como niños.Un abrazo.
EliminarEstoy de acuerdo en todo menos en el final.....si mis hijos se hacen del R.MADRID los despacho de casa.....jajaja. Es broma. Fenomenal comentario. Un saludo
ResponderEliminarOstras Rafa. Cuando escribí esas lineas no pensé en eso.... A ver si me va a salir del Barsa como su madre por no reconducirla..... jajajaja. Un fuerte abrazo.
EliminarMe parece que sois unos papás de primera: dedicándole tiempo,que ya lo hacéis,mucho cariño y marcándole unos límites que le den seguridad, esta niña será, perdón ya lo es, un SOLETE. Pero no os importe decir muchas veces NO cuando sea necesario, porque educar cuesta más que dejar y los padres tenéis que estar ahí en el día a día para que lo actos sean rutinas y las rutinas se conviertan en hábitos desde ya.Besos ESTER
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