jueves, 3 de diciembre de 2015

COMIENZOS

Este pasado domingo, participé por segunda vez en el cros de San Vicente de Paúl; Colegio de mi hija.
Se trata de una sucesión de breves carreras solidarias, afirmadas con un sorteo final de regalos donados desinteresadamente por numerosos comercios, con el noble propósito de recaudar fondos para alguna causa benéfica.
Colaboras, y tanto los niños (por aulas y edades), como posteriormente padres y madres, e incluso algún profesor o profesora, participas de manera testimonial y festiva.
Una fiesta deportiva, con torta, chocolate caliente y sorteo de regalos, como modo de sociabilidad, cooperación y argumento espejo para con nuestros hijos. ¿Que más se puede pedir que compartir algo así entre padres, hijos y profesores?
Esta circunstancia, me hizo recordar que distinto era el deporte y la sociabilidad en el colegio cuando yo era niño:
Mis primeros recuerdos de deporte, son de cuando estudiaba EGB en el colegio de los Escolapios de Barbastro.
Las clases nos la daban San Pedro y Santa Bárbara...
Y aunque el colegio era de curas, no se trataba de los auténticos e inmemoriales santos de la iglesia, sino  de dos autorizados y disciplinados militares del cuartel de Barbastro que se apellidaban así.
Nosotros, subyugados niños  perfectamente dispuestos y uniformados en el centro de un campo de fútbol de tierra, comenzábamos la clase dispuestos en desarregladas filas.
A golpe de pito, estirabas tú brazo hacia delante hasta rozar con los dedos el hombro del que te precedía corrigiendo tu posición.
Asimismo, otro pitido te aprestaba a colocar los brazos en cruz, y moverte diagonalmente hasta situar la punta de tus manos a un palmo de la punta de las manos de los colocados a tu altura en las filas situadas a tu derecha e izquierda respectivamente, estrechando y reformando las hileras.
En un santiamén parecíamos un cuadrilátero humano perfectamente dispuesto para la inauguración de unos juegos olímpicos Coreanos...
Las clases consistían en  una especie de  noble gimnasia sueca. Esa de ¡un!¡dos!¡tres!¡cuatro!... ¡un!¡dos!¡tres!¡cuatro!... siempre a golpe de pito.
Comenzabas “¡fiiiirmes!” . Y a continuación,  un sonoro pitido te ordenaba pegar un brinco, y colocar brazos en cruz y piernas abiertas; ¡Piiiiiiiiiiii! “otro bote, brazos arriba, piernas pegadas”; ¡Piiiiiiiii!, “salto, piernas abiertas, brazos abiertos, y ¡Piiiiiii! Brazos cerrados, piernas cerradas....
Y así sucesivamente hasta la extenuación... ¡un!¡dos!¡tres!¡cuatro!...
Para rematar esta variada y desmotivante gimnasia, no podían faltar las flexiones de brazos boca abajo, o por parejas sujetarnos los tobillos  alternativamente para hacer agotadores abdominales.
Siempre sin abandonar ese perfecto  y metódico orden de filas, que si se desajustaba no dudaban en enmendar “a golpe de pito”.
Una vez bien rendidos, algunas veces para salir de la rutina,  aún nos atormentaban con unos aparatos de tortura llamados Potro y Plinto.
El Potro, un artilugio gimnástico tan simple como una viga sobre cuatro patas revestida de cuero y de longitud inabarcable, donde normalmente, y por mucho impulso que tomaras en tu intento de saltarlo, a mitad, te dejabas los huev...
y el Plinto: Era o es, un implemento gimnástico también de martirio, compuesto por varios cajones de madera superpuestos, a fin de poder hacerlo más bajo y más accesible, cosa que nunca hacían... ¿Quizás para joder a niños y bajitos?.
Pero bueno, después de todo esto, comenzaba la carrera continua alrededor del campo de fútbol -“Hasta que yo diga basta”.
Carreras de esas de, ¡tonto el último!.
Los mas duchos rápidamente tomaban posiciones velozmente, y dejaban atrás y doblaban varias veces a los gorditos, y a los que no estábamos tanto por esta forzada misión de correr sin sentido, dando vueltas y además de una manera tan impuesta y marcial... Con todo, se generaba en cierta forma una política de menosprecio y humillación hacia los menos habilidosos físicamente.
Que tiempos.
Curiosamente,  en mi caso, años después, con unos dieciséis, comencé a correr por placer, y hasta hoy...
Aunque no fue mi caso, ni el de nuestras generaciones, ahora soy muy consciente que la escuela es un contexto ideal para fomentar el interés por el deporte.
Un escenario que por suerte ha evolucionado respecto a lo que nosotros vivimos, y dispone tanto de personal más juicioso y formado, como buenas instalaciones.
De esta suerte, los niños pueden ejercitarse en las actividades deportivas al mismo tiempo que en su desarrollo biológico y psicológico.
Una gran oportunidad de practicar deporte de manera dirigida, y sin menoscabos o arbitrariedades, teniendo en cuenta las necesidades individuales y especificas de cada niño.
Todos hemos sido niños, y en consonancia con el lógico desarrollo y la evolución de nuestra morfología física, fisiológica y psicológica, por nosotros mismos sentíamos fascinación  por la actividad deportiva y el juego.
Otra cosa era la forma de motivarnos a ello.
Por que la competición, los logros, la lucha por conseguir el reconocimiento de los demás, por desgracia, también son componentes naturales de esa atracción por el deporte.
Por esto mismo, en los colegios o en las familias hay que ser muy sensatos, y evitar que los niños que se inician en cualquier deporte se sientan presionados.
Como reza una frase que corre por Internet: “Si quieres un campeón o campeona en la familia, entrenate y deja que tu hij@” juegue en paz” Entiendo que lo importante del deporte en la escuela debería ser tan simple como educar para dar tanta importancia a mantener una buena forma física con cualquier actividad divertida, como lavarse los dientes,  y de alguna forma, favorecer a cada niñ@, para que a su medida pueda iniciarse en esta práctica.
Y aunque exista la competición, que esta siempre sea de manera poco exigente y muy tolerante, para permitir que todos puedan participar y sobre todo divertirse.
Con los años, con el tiempo, como en cualquier otra faceta, habrá quien destaque y se desarrolle, pero eso no quitara que todos tengan tendencia, incluso una rutina deportiva, y conozcan perfectamente sus beneficios.
Además el deporte exige una determinada forma de comportamiento, y tiene unas reglas, pero  sobre todo,  marca unas relaciones de diplomacia y amistad determinada con tus compañeros: amistad, divertimento sano, preparación, consecución de objetivos individuales o comunes y disciplina.
Para un niño, tanto en el entorno familiar como escolar, el ejemplo y la practica de algún deporte representa un paso adelante en socialización, ya que le exige poner en funcionamiento sus ganas de compartir, de disfrutar y de esfuerzo.
Bien por el deporte para los niñ@s en el cole, en la calle o casa, de manera divertida, sensata e inteligente.


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