jueves, 18 de febrero de 2016

MI VIDA EN CUENTO

Hace unas semanas, la profesora de mi hija me pidió como a otros tantos padres antes que a mí, que un dia fuera a clase a contarles a los peques en mi caso mis aventuras.
A lo largo de los años, las he explicado, escrito, e incluso reproducido en video, pero nunca contado a unos niños de cinco años...
Estos tres últimos años tras el viaje de aventura que organizo, es Rosana la que acude a su clase, y se lo relata con sugestivas fotos de animales, niños, y lugares de esos humildes países, cautivando su fascinante curiosidad.
Tras darle vueltas de cómo hacerlo yo, he decidido intentar escribir  un cuento, y el dia que suba a verlos, por medio de fotografías reales, simplemente eso, contarles un cuento:


LOS PÁJAROS DE MI CABEZA

Había una vez un niño normal, que nació un mes de otoño en una familia corriente.
Aunque según cuenta su madre, cuando era un bebe de pocos meses, reveló unas habilidades poco comunes.
Al rato de dejarlo en su cuna aparentemente dormido, aparecía gateando y sonriendo en la cocina de casa.
No lo entendían; La barandilla de la cuna era muy alta, pero de alguna forma se las apañaba para  salvarla, saltar sobre la cama a la que esta estaba arrimada, y bajar al suelo sin hacerse daño, para después ir gateando en busca de sus papas.
Por el peligro que suponía, y para estar tranquilos, sus padres decidieron colocar una red sobre su cuna, que bien asegurada con nudos alrededor haría de techo, e impediría su fuga.
Pues bien, aun así, se las componía con sus diminutos deditos, para deshacer algún nudo y escapar de nuevo.
Incluso una vez, tras evadirse de la cuna, destrepó las irregulares y enormes escaleras de la casa de sus abuelos, y llego hasta el patio ante la atónita mirada de su madre y su abuela que estaban allí sentadas cosiendo...
Poco a poco, el bebe fue creciendo, y aunque su infancia era la normal de un niño: jugar, reír, reñir, hacer alguna pequeña travesura, y aprender, sus ganas de aventura y de descubrir el mundo a su alrededor, también crecían con él.
Le gustaba mucho trepar a los árboles, saltar de sitios altos, brincar en los charcos de agua y barro, o en invierno los de hielo para romperlo; le encantaba atravesar el largo pasillo de su casa encaramado entre las dos paredes sin tocar el suelo; incluso alguna vez, su madre lo encontró colgando con el viejo y largo cinturón de su abuelo del perchero que había sujeto tras la puerta del baño, fingiendo que escalaba una enorme montaña... 
Cada día, al terminar los deberes del cole, bajaba corriendo a la calle a jugar.
Allí con sus hermanos y amigos, protagonizaban grandes aventuras de indios, vaqueros, exploradores o piratas como los que veían en la tele o el cine.
Un buen día, su mama lo apuntó junto con sus hermanos a un club juvenil llamado Boy Scouts.
Los Scouts son una agrupación juvenil, un club de ocio cuyo medio de educar es la naturaleza.
Nada podía haberlo hecho más feliz...
Le gustaba estar allí con sus amigos cada fin de semana y aprender lo que le enseñaban sus monitores: nudos, hacer hogueras, preparar la mochila, hacer excursiones por el campo, dormir en tienda de campaña o al raso, hacer rápel o tirolinas.
Un verano, tras un campamento en el que habían realizado muchas y diferentes actividades como subir una montaña, o descender su primer barranco, comenzó a notar que algo se movía dentro de su cabecita; sentía unos ligeros golpecitos dentro de ella... Pero no le dio importancia.
Era feliz, porque a su manera, vivía, revivía las aventuras de sus héroes, el trampero David Crockett, Robin Hood o Tarzán,  mientras soñaba con las suyas.
En el colegio, sus profesores lo apreciaban, pero uno de ellos, un dia le dijo a su mama:
-“Este niño, tiene muchos pájaros en la cabeza”...
Él se quedó pasmado y no entendía...
-“¿Qué será tener pájaros en la cabeza?”...”¿Será malo?”... Se preguntaba mientras regresaba a  casa.
-“¿Serán ellos los que causan esos golpecitos que siento algunas veces dentro de ella?..."
La idea de tener pájaros anidados dentro de su cocorota no lo dejaba tranquilo...
Una noche mientras dormía, mientras soñaba, comenzó a sentir de nuevo esos ruiditos dentro. Pero esta vez más agudos.
De repente, tuvo la misma impresión que cuando se le calló su primer diente, y notó como algo brotaba de su cabeza.
Se incorporó de un salto, encendió la luz de la lámpara de su mesilla, y quedó petrificado.
Allí frente a él, posados en el cabecero de su cama, había tres pequeños pájaros que lo miraban fijamente meneando sus pequeñas cabecitas de un lado a otro: Uno era azul, otro verde,  y otro  rojo.
Al principio, no podía articular palabra, pero después, se armó de valor y dijo:
-¿Sois los pájaros de mi cabeza?
A lo que el pájaro rojo contestó: -“Sí”
Al poco,  meneando sus alitas añadió: -“¡Hola!, me llamo Armonía, el pájaro azul se llama Audaz, y el verde Tenaz. Nacimos aquí dentro de tu cabeza, y hemos crecido porque tu nos has ido alimentando... Ahora, hemos engordado tanto, que necesitamos salir de aquí y volar. Y... para ello, pedimos tu ayuda”.
-“¿Mi ayuda?”... Dijo confuso con los ojos como platos...
–“Pero... ¿Cómo puedo ayudaros?”....
Armonía, lo miro con dulzura y le explicó:
- “Es fácil; tan solo actuando como siempre has imaginado. Audaz, necesita que, como siempre has soñado, lo subas muy alto. Que lo encarames a la montaña más alta que sueñas con subir”
Alucinado, recordó que en los campamentos de verano había descubierto las montañas del Pirineo, y si eran difíciles, la escalada para llegar hasta su cima.
Y si, era cierto, siempre soñaba con ascender las mas altas que veía en el horizonte.
Así que si,  decidió ayudarles, y se puso a ello.
En su tiempo libre, ascendió todas las montañas de cerca de su casa.
Pero siempre que ascendía una, desde ella, veía otra mas alta que ansiaba escalar. Así que también la coronaba.
Conforme las escalaba fue creciendo y preparándose; fue aprendiendo y disfrutando de ello.
En esos años aprendiendo, había hecho muy buenos amigos que como a él les encantaba subir montañas. Y aunque nunca hablaron de ello, sospechaba que tenían el mismo propósito de liberar los pájaros de sus cabezas.
Se asoció con algunos, y juntos escalaron montañas más altas cada vez en otros países:
Primero fue el Mont Blanc, una montaña de casi cinco mil metros,  y otras al lado suyo. Después, conociendo que al otro lado del mar había montañas de casi siete mil metros, fueron primero al Aconcagua en los Andes, para después llegar hasta los siete mil metros de altura en el Khan Tengri; una montaña en un lejano país llamado Kazajstán.
Pero aún así, Audaz seguía anidado en su cabeza.
Llegó a la conclusión, de que solo podría liberarlo, si ascendía alguna de las montañas más altas de la tierra.
Lo liberaría si subía por encima de los ocho mil metros de altura, que era con lo que siempre había soñado.
Así que un día, logró formar parte de una expedición a una de las montañas más altas de la tierra. El Manaslu en el Himalaya.
Pero tras escalar y disfrutar allí durante mas de un mes, el mal tiempo les impidió alcanzar los ocho mil metros.
Así que al regresar, Audaz seguía dentro de su cabeza.
No se rindió, y dos años después lo intentó de nuevo, y por fin alcanzó los ocho mil cien metros de altura en el Cho Oyu.
Allí, tan cerca del cielo, miró abajo, después arriba, abrió sus manos, y Audaz, el pájaro azul que llevaba en su cabeza desde niño, salió volando.
Al llegar a casa, pensó: - ¿ Ahora qué?.
Armonía, el pájaro rojo, le habló de nuevo: - Debes liberar a Tenaz; Y para liberar a Tenaz, el pájaro verde,   deberás tratar de hacer realidad otro de tus sueños: “Participar en la carrera más dura del mundo”.
La verdad es que le encantaba correr y llevaba igualmente haciéndolo casi desde niño.
Y aunque no le gustaba competir, participar en una carrera a pie por el desierto del Sahara, le parecía una gran aventura, y desde hace años le atraía esa idea.
Entonces, entrenó muy duro y marchó a La maratón de Sables. Una carrera en autosuficiencia alimentaría, que recorría mas  de doscientos kilómetros por el desierto de Sahara. Y con esfuerzo y sobre todo mucho entusiasmo, la completó.
En aquel lugar, de nuevo conoció gente con pájaros en la cabeza (aunque nunca hablaban de ello).  Esa gente le dijeron, que el verdadero desafío, la verdadera aventura, era participar en dos carreras mas de la misma condición, pero en otros climas distintos y extremos: una en el frío hielo del ártico canadiense, y otra en la espesa y húmeda selva del Amazonas en Brasil.
Sin pensarlo mucho, decidió participar en la  Yukon Arctik entre Canadá y Alaska. Y allí, aunque se lesionó, recorrió igualmente mas de doscientos kilómetros y su satisfacción fue total.
Antes de participar en la tercera, la que liberaría a Tenaz el pájaro verde, optó con lo aprendido y junto  con otros amigos, por recorrer la superficie del mar Báltico helado caminando, porque le pareció otra gran aventura.
Finalmente participó en la tercera de las carreras en la selva, y al terminarla, al cruzar la pancarta de la línea de meta en Brasil, observo como Tenaz, el pájaro verde, salía volando de su cabeza diciéndole: -“ Hasta la vista” .
Al regresar a casa, miró a Armonía, el pájaro rojo, y le preguntó:
-“¿Y tú?... ¿Qué debo hacer para liberarte a ti?.
Armonía lo miró con expresión afectiva y le explicó:
-“Durante todos estos años has aprendido muchas cosas, y nunca olvides que te quedan muchísimas mas por aprender. Has conocido mucha buena gente. Gente que como tú, buscaban desatar los pájaros de sus cabezas, y gente que ya los habían liberado, y sin daros cuenta, lo que hacían era ayudar a que los demás pudierais hacerlo”...
Pues bien, para liberarme a mí, deberás ayudar a otros a cumplir sus sueños, y liberar a sus propios pájaros.
De repente, entendió la satisfacción que sentía cuando durante estos años, compartiendo lo aprendido mientras trazaba su propio camino, ayudo a otros a ascender montañas, o descender barrancos.
Y por suerte, destino, o planeado por su pájaro rojo, unos amigos le propusieron organizar viajes para llegar a sitios soñados por muchos. Y los organizó a África, Nepal, Perú o India.
Y cuando en cada viaje, alcanzaban el objetivo soñado, observaba satisfecho como emergían libres pájaros de las cabezas de los que le acompañaban.
Pero... Armonía, el pájaro rojo, seguía sin abandonar la suya.
Un día estando en casa, se levantó como cada dia temprano. Hacia unos pocos años que había sido papa, y lo primero que hacia al levantarse de la cama cada día, era ir a la habitación de su pequeña hija, arroparla, y darle un beso en la mejilla.
Pues bien, ese día, se quedó un rato embobado mirándola, pensando que pájaros anidaban y crecían ya en su pequeña cabecita. Y... por primera vez en su vida, sintió miedo.
Miedo por que a ella pudiera pasarle algo. Miedo de su miedo.
En aquel momento, fue consciente  del enorme valor que debería tener para superar ese miedo el resto de su vida.
Mucho más que para subir a ocho mil metros, atravesar un desierto corriendo, o cruzar un mar helado.
Súbitamente, de su cabeza emergió Armonía batiendo sus alas, y le dijo:
- “Acabas de descubrir la mayor de tus aventuras”.... El ser papa, o mama, el educar a un niño o niña, es la mayor aventura que podrás experimentar nunca jamás”...  Y voló.
Ahora, viviendo esa, la mayor de las aventuras que ha vivido, el niño del cuento sigue deseando ayudar a otros a liberar sus propios pájaros (aunque nunca hablen de ellos)...   y es consciente, que probablemente también ayuda a su hija a alimentar los suyos que van creciendo.
Pero a un tiempo, no deja de notar como en la suya crecen otros, que algún dia le pedirán salir.
FIN


2 comentarios:

  1. Buen narrador, buen realizador de vídeos,buen fotógrafo, buen dibujante,buen deportista,buen guía, buena gente...
    Pero tioooo deja algo!!!
    Que haces trabajando en una fábrica?

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  2. Pájaros, sueños...eres una persona muy especial Javi, porque no sólo sabes disfrutar tú, sabes compartilo y transmites armonía y paz. Me ha gustado mucho el cuento. ¡Genial! En la tarea de ser padre no hay manual de instrucciones, pero por suerte vale más un ejemplo que mil palabras...Disfruta día a día que crecen muy deprisa...Muchos besos para los tres .

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