Así
que esta semana de verano vacacional, lo he repasado, corregido, y lo reedito,
sin mas ánimo que reírnos un poco de
nosotros mismos.
Espero
que os guste:
EL RUNNIG:
Ahora,
en las calles y los caminos hay mas gente corriendo, que en el comedor de Harry
Potther.
En
Barbastro, hay una carretera solitaria, en la que hasta hace poco se
manifestaba la famosa chica de la curva haciendo auto stop.
Ahora,
está tan transitada de gente corriendo, que la chica ha montado un punto de
avituallamiento.
Encontrar
un camino solitario es más difícil que rascarse el culo con los dedos de los
pies, o limpiárselo con confetis.
¿Y
como empieza todo?
Pasa
la vida, pasan los años, y de repente te hallas en medio de esa suspicaz
mediana edad. La segunda juventud dicen; La manifestación del yo no
“meestoyhaciendoviejo” y los demás si, mas bien.
Aunque
te sientes más inútil que el timbre de un nicho...
Es
ese instante en que le das vuelta a tu vida. Antes eras apático y patético, y
ahora eres patético y apático.
Y
justo, coincidiendo exactamente con esos cuarenta y pico, mientras estás
indefenso y vulnerable tirado en el sofá como si hubieras caído desde un cuarto
piso viendo el final de la etapa del Tour, te acomete un arrebato mezcla de
adolescencia tardía, ahogo moral, e inspiradora primavera, que te posee como el
espíritu cabrón de la niña del exorcista.
Y
así, sin anestesiar ni nada, decides que ya estas bien de sedentarismo
practicado durante años a golpe birra y mando a distancia; que ya vale de dilatar la laxitud de tu
barriga que invita a escarbar en ella buscando el ombligo, y si lo encuentras,
ha hacerte una bufanda con la pelusa que almacena.
Y
cual resorte brincas del sofá, sufriendo tu primer calambre en un gemelo. Pero
aún así, té sombreas la cara con las acuarelas azules de tu hija frente al
espejo de Ikea del recibidor, emulando a Mel Gibson en Braveheart. Y aunque en
realidad pareces un Avatar malogrado, con la pata subida sobre la banqueta de
la cocina, alzando tu puño en alto, exclamas:
-
“Hubo
una vez un tiempo, en que había tiempo para perder el tiempo... ¡pero se acabó!
”...
Después,
tras unas dos horas de buscar por el trastero, te calzas esas zapatillas que
tenias guardadas para ir a coger robellones (pretexto para hacer una comilona
con los amigotes), y sales a correr.
Primero
a la chita callando, tímido, retraído y casi sonrojado. Con cara de por favor
“cuidadín que soy pequeñín”.
Pero
al poco tiempo, alzas la cabeza y tu
mirada, mas orgulloso que Fran de la Jungla tras revolver con las manos los
excrementos de un elefante para comerse unas lombrices.
Y hasta
embutes el abdomen como Ana Obregón en su posado veraniego cuando pasas frente
al súper del barrio.
Y no
solo logras correr con aparente normalidad, si no que además, a vista de los
demás adelgazas, y a la tuya propia rejuveneces y te conviertes en un deseado
galán, aunque seas tan feo que cuando mueras te tengan que untar con nocilla
para que te coman los gusanos. ¡Eres otra vez un chavalín!.
En
pocas semanas, si te preguntan por qué corres, sueltas un sempiterno rosario de
argumentos:
-“Es
muy sano, adelgaza, me disminuye el estrés, es bueno para mi corazón, o me
ayuda a mantener el equilibrio emocional y un profundo estado de conciencia
sacramentado con mi hábitat, y me conduce a una experiencia casi mística…
¡La
madre que te parió!
¡Milagro!
...Veintitantos años de tapas y cañas con tus amigotes, y jamás habías hablado
como un psicólogo argentino.
Y no
solo eso, en pocos meses te conviertes en un experto.
De
esos que explican algo tan sencillo como el correr de forma tan ininteligible, que te hacen
preguntar porque algo tan complejo como eso no se estudia en la Universidad con
una nota muy alta de selectividad para acceder.
¿Y la
estética?
Por
higiene, lastre o aerodinámica, te depilas hasta los entrecejos.
Después
te compras, y peor aún te pones, unas mallas tan ceñidas que te marcan desde
los dobladillos del escroto hasta las escobillas del ojete; una camiseta rosa
bengala que atropella la vista, y aunque tengas menos pelo que los testículos
de la rana Gustavo, o estés tan calvo que si caes de espaldas te golpeas la
frente, te adornas con una cinta la cabeza para que el pelo no te moleste, a
juego con las gafas de sol exclusivas runningfashion doradas.
Y de
las mediocres zapatillas para coger robellones, pasas a unas de marca, color
fresa tornasol con cordones antiestrés fucsias determinadas para asfalto
terroso de grano grueso, especiales para pisada aristocrática con ligera
probación a la derecha...
Y aún
de esta guisa, no eres una reinona del carnaval de Tenerife venida a menos;
¡Eres un runner!.
Porque
aun yendo vestido de capullo sonrosado, por dentro no pierdes esa ancestral
identidad de cazador reproductor. Es más
la refuerzas.
Al
correr, puedes escupir gargajos de color verdosos tan consistentes, que un
perro al pisarlo quede aferrado a él agonizando durante semanas; Puedes sonarte
los mocos patrás, tapándote un agujero de la nariz, girando el cuello, y
aventando fuertemente el aire por el otro orificio, arrojando los mocos como un
aspersor. Aprendiendo esta técnica, te has puesto el hombro como un nido de
palomos, pero, ¡Eres runner!.
Puedes
rascarte los huevos perceptiblemente, o si se desordenan dentro de las
ajustadas mallas, colocártelos sobre la marcha. Incluso en un momento dado,
sacarte la chorra y mear al canto del camino, que no pasa nada. ¡Eres
runner!.
Eso si, inmediatamente tienes que darte de alta en Facebook,
Google +, Twitter, Instagram, Pinterest, Vine, Snapchat y Social Media, porque
si corres veinte kilómetros y no lo cuentas,
no lo has hecho, eres más soso que una sopa de saliva, o NO ¡Eres runner!.
Te sientes en la cresta de la ola. Incluso mientras corres ligas con
poderío y gracejo, diciendo frases tan ingeniosas como:
-
“¡Guapa!”...”Si yo fuera Superman, te llevaría volando, pero como no lo soy...,
¡te jodes y sigue trotando!”...
Y
¿que decir de esta asombrosa erudición que te llega por inspiración divina?:
De no
saber ponerte un termómetro, ni mucho menos leerlo, pasas a ser erudito en
medicina deportiva.
Puedes mantener una conversación con cualquier
otro corredor en la que aparecen términos como: fascitis plantar, patas de
ganso, tendinitis crónicas, síndrome de espolon calcáneo, bursitis, tuberosidad posterolateral del
astrálago o tendinitis poplitea, y todo sin respirar...
¡Eres
runner!, y te conviertes en un pesado de esos, que cuando alguien le pregunta
cómo está, va y “contesta”.
Y
cuando, “Vengo del medico o físeo.¡No
tiene ni puta idea!”, se convierte en una de las expresiones comunes en tu
vocabulario, ya pasas a ser runner modo “Dios”.
¿Y la tecnología?:
Te compras reloj con cronógrafo, pulsómetro, podómetro,
acelerómetro, GPS, ABS, alcoholímetro,
mp4, termomix, mp3, desfibrilador, y unas láminas adhesivas con cables de que
dan rampas en los músculos, convulsionan y da gustito. Porque necesitas varios
satélites que triangulen tu posición para correr por tu barrio de toda la vida,
no sea que...
Y por fin estás listo, y te apuntas a tu primera carrera.
Aparecen los nervios de debutar, y te pones más tenso que
los muslos de Beyoncé preparándola durante semanas. Y preguntas, acosas, a los
runners mas experimentados: ¿Cómo pasta toda la semana? ¿Cuántos geles llevo?,
¿cuantas barritas?, ¿tomo sales?, ¿llevo el camelbak?.
–“ ¡Disfruta coño!. Y ponte un gorro de Papa Noel de los
chinos, que es la san Silvestre de cuatro kilómetros de tu pueblo”...
Y si
los nervios previos a esta tu primer carrera son tremendos, cuando ya tienes
experiencia aún es peor.
Y...
¿Qué te provoca miedo, escalofríos y sudores?.
El
imaginar que a mitad de prueba té entra un retortijón de tripas, suscitado por
esa mixtura de geles, isostares, gominolas, barritas y plátano masticao...
¡Eres
runner!, y sabes que tras el retorcijón, (que es como el ángel anunciador),
llega el apretón...
Y de
repente, kilómetro diez de tu media maratón, sientes como se estremecen tus
intestinos, e inocentemente piensas, “Con un buen cuesco solucionao”.
Y si
llevas gente corriendo al lado, disimuladamente te distancias un poquito (haces
la goma), o aprovechas el paso junto al grupo de Batukada, y …¡Zaska!...
Averiguas
que tu pedo no era todo lo incorpóreo que suponías.
Y de
forma refleja, te palpas la entrepierna con una mano, luego la miras e incluso
hueles, y empiezas a recapacitar sobre porque harías caso a aquella chica, y te
compraste las mallas cortas color blanco.
Podías
haber estado corriendo solo por el monte, o en una trail por un bosque, pero
no, estás en la calle más bulliciosa de una gran ciudad rodeado de 20.000
corredores y miles de espectadores.
Por
dentro lloras, y por fuera te afliges e imploras para que acabe esa amargura
apretando
más y más el ojete. Incluso gritas: -“Dios llevame pronto”.
más y más el ojete. Incluso gritas: -“Dios llevame pronto”.
Pero
la urgencia del momento te lleva a ceder y perder la poca dignidad que té
quedaba.
Y
entre dos coches aparcados en batería, te entregas en cuclillas para soltar la
argamasa, ante la atenta mirada de una niña de trenzas y su abuelo jubilao que
pasaban por allí. Y les pones ojitos y cara de...”En este humilde rincón hasta
el mas hombre se baja el pantalón”.
Y acto seguido te deprimes...
Toda la vida perdiendo: la virginidad, el dinero,
los nervios, el control, y ahora la compostura y la dignidad.
Y todo por hacer running. ¡Mierda de running!.
¿Quién me mandaría moverme del sofá? .
Mi
plan era vivir eternamente, y lo estaba cumpliendo perfectamente.
No
entiendes cómo, siendo tan listo de niño, de adulto eres tan tonto.
Al
final, vuelves al sofá, a los amigotes, a las birras... y de vez en cuando,
sales a correr.
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