El diez de Septiembre, salimos hacia la India,
para realizar un trekking cuyo techo rondará los cinco mil metros de altura, y
nos conducirá hasta el glaciar donde nace el río sagrado Ganges.
Como cada año, han sido meses previos de
tramites y preparativos con Carlos desde la agencia Modoviaje en Barbastro,
pero sobre todo de mentalización, avenencia y compañerismo con el grupo.
Para mí es el aspecto más importante en este
tipo de viaje; la circunstancia que garantiza el éxito del mismo. Y para
promover esto, procuro irnos juntando durante el año para hacer alguna
actividad en común.
La última actividad preparatoria realizada con
parte de ellos, ha sido efectuar un vivac junto a la cima del Tozal de Guara
(2077m).
Una deliberada experiencia, que encierra mucho
mas de lo aparentemente puede vislumbrarse a primera vista. Así que voy a tratar de describirla, más que como la viví, como yo la sentí :
Porque ascender a una cima gravado con una
pesada mochila, para cenar compartiendo
incluso una botella de pacharán mientras observas la puesta de sol, después
extender tu saco, y posteriormente echarse a dormir al raso, es algo que se
mire por donde se mire, no tiene precio.
Es una de esas experiencias que hacen de la
vida algo hermoso.
Es cierto que cuando no lo has hecho nunca,
puede dar temor o parecer complejo, sin embargo no lo es.
Un grupo de diez, caminando pausadamente,
marchamos el sábado tarde por Santa Cília hacia la cima del Tozal de Guara.
Como propósito, vivaquear en la pradera del collado de Vallemona, donde el pozo de hielo (hay mas espacio, y está mas protegido del viento),
para subir de madrugada hasta la cima a ver el amanecer.
Cuando llegamos al lugar donde habíamos
decidimos acampar, y nos redimimos del peso de nuestras mochilas, compartimos
una cena en la que ya se percibía ese ambiente de avenencia y conformidad que
yo andaba buscando en este escenario.
Compartir lo de cada uno, inhibirse,
participar, reír.
Todo es de todos, y todos somos uno.
Unos llevan sopa, otros embutidos, pacharán,
fruta, incluso Antonio nos regala su esfuerzo en forma de empanadones de
calabaza que él mismo elabora y ha traído hasta aquí, que están para chuparse
los dedos.
Los veteranos asesoran a los novatos, y
los participantes noveles del viaje, se
integran a la perfección con los repetidores. Todo se compone espontánea e
instintivamente.
Esto es sencillo cuando se opera en la misma
onda, pero esa onda hay que explorarla.
Posteriormente, una vez bien cenados y
acomodados, cuando te recuestas sobre la
esterilla con las piernas embutidas en el saco de dormir, viendo cómo el sol se
postra tras el piélago montañoso del horizonte, dibujando una increíble
acuarela, descubres que aunque sólo fuera por este instante, ya mereció la pena
venir.
Miras las caras, y lo dicen todo sin decir
nada.
Pero, esto es solo el comienzo de una serie de
emociones y espectaculares pátinas de colores que quedaran para siempre en
nuestras retinas.
Más tarde, cuando las montañas ya dormitan,
distingues las luces de ocultos pueblitos como Bara palpitando a lo lejos,
mientras una leve brisa golpea los bojes junto a los que nos hemos apostado que
distingues irradiados por la luna llena. Y tus sentidos se agudizan tanto, que
puedes escuchar incluso como las briznas de hierba se agitan con un vaivén
acompasado.
Y acurrucado en tu saco miras arriba al cielo,
y te sobrecoges al contemplar el
majestuoso paramento de estrellas que te cobija.
Y aunque se releve algún que otro ronquido, lo
percibes como un indicio a voces del placentero sueño de algunos.
A las cinco y media, antes del amanecer,
diana.
Y lentamente comenzamos a remontar.
El camino es breve, y avanzas acompasado
formando una hilera de luces, con la emoción al amparo de compartidas
palpitaciones.
Y aunque vigilas cada paso con la luz de tu
frontal, el suelo parece más dulce y tibio en la penumbra que a pleno dia
Y como un fonambulista que avanza con paso
seguro y firme, te aquietas porque la oscuridad de la montaña
hace figurar el sendero una enarbolada y resplandeciente cuerda, en la que tú
caminas decidido y firme.
Y te sientes feliz, porque los que
marchan a tu lado en silencio, comparten ese delirio matutino de ver
amanecer.
Y te sientes satisfecho, porque sabes que eres
parte de un grupo de gente única, unido por anhelos y voluntades.
Al llegar a la cima del Tozal de Guara, se
desborda la euforia.
Todos quedamos fascinados por las luces
precedentes al amanecer.
Haces fotos increíbles, te sientas sobre una
piedra, y aguardas a que el sol se abra ante tu vista con luz
tímida y lenta
pero decidida.
¡Que espectáculo!
Un cielo dibujado con colores celestes,
naranjas, y rosas, que lo hacen tan nostálgico y sublime, que se irradia en nuestros
rostros, y eleva nuestras emociones.
Artificio, fantasía, realidad, o alucinación.
No sabes bien, pero te da igual.
Un grupo de gente frente a un espectáculo
donde solo recita el alba. Nadie más.
Asistimos atónitos al nacimiento de un nuevo
día,
Un nuevo dia para cantar, para reír, para ser
felices, o para comenzar de nuevo.
Previamente, nos habíamos alojado en un hotel
de mil estrellas que el dinero no puede pagar.
Vinimos con incertidumbre e inquietud, y regresamos
con confianza, compañerismo y renovada ilusión para buscar ese espíritu que nos hace crecer y creer en los sueños.
Bajé muy complacido de la experiencia y el
grupo. Valió la pena.
Esto pinta bien una vez más.
La india nos espera, y deseo una vez mas, que
sea un éxito de todos.
Porque el éxito es como este amanecer. Hay
quienes lo esperan dormidos, mientras otros se levantan a encontrarlo.
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