sábado, 15 de octubre de 2016

EPÍLOGO DEL VIAJE A INDIA.



Ante el reto que plantee de viajar hasta el mismísimo nacimiento del Ganges en el Himalaya Indio, he observado muchas diferentes disposiciones. Variadas, pero todas provechosas.

La conclusión: que nuestro destino no es un lugar concreto o diferente, sino una diferente forma de ver las cosas.

Allí en India,  todos descubrimos crudos axiomas, una realidad inclemente, la severidad de sobrevenir, incluso temores, pero asimismo, armonía, utopías, deseos, y superación.

Todos los ríos fluyen hacia el mar con distintos nombres. Y he tenido la fortuna de ver quizás los tres más distinguidos: El Nilo, el Amazonas y el Ganges.

Y de estos ríos, es el Ganges el que más me ha sobrecogido.

Y no sólo porque cruzando 2.600 kilómetros de distancia riegue todo el norte de la India, convierta en fértiles sus tierras y sea una vía natural de comunicación, si no sobre todo porque sus aguas llevan consigo una espiritualidad y una energía difícil de explicar.

Ahora todo parece ya un sueño (en mi caso mucho).

Pero en mi, en todos, permanece esa memoria de abrazos sinceros, las palpitaciones, el entusiasmo obtenido, los temores vencidos, los favores descubiertos y muchos gestos que nunca olvidaré. Cuantas lagrimas vestidas de sentidos abrazos.

Quedan en mi memoria breves pero inmortales instantes, que forman ya parte de un compromiso y de un grupo que jamás olvidaré.

India se presentó como un escenario sorprendente que siempre será, formará parte de nuestros recuerdos.

Los seres humanos estamos concebidos para muchas cosas. Entre ellas para conocernos, darnos, para aprender unos de otros y abrazarnos de muchas y diferentes formas.

Incluso en cierta forma y muchas veces sin darnos cuenta, todos podemos contagiar a los demás de nuestras aficiones, gustos o estados de ánimo.

En este viaje por India, por el nacimiento del Ganges, he tenido la suerte de nuevo de conducir a  un grupo de gente heterogénea, pero impetuosa, alegre y versátil. Soñadores como yo. Unos ya conocidos, otros por conocer.

Y cada cual viajó con sus propios anhelos y por sus propias sugestiones. Esto es algo que parece simple, pero creo que no lo es.

Porque todo, incluso viajar, comienza en "la conciencia de uno mismo", pero después, si este viaje es en grupo se trata de algo más dificultoso; se trata de compartir.


Y compartir por si solo ya  es una enorme responsabilidad de uno hacia los demás.

Y este viaje cada año se convierte en un ejemplo de amistad, cordialidad y buen rollo, que nos seduce (entre ellos a mí), y en cierta manera nos impulsa a repetir.

Pues la vida muchas veces nos desajusta, nos distrae, nos emplaza, e incluso nos enajena.

Y son instantes como estos, en un viaje entre amigos que te escuchan sin juzgarte, que te amparan sin reclamarte, a uno de estos exclusivos y misteriosos rincones del mundo, los que te “recarga las pilas” de una forma desorbitada  difícil de expresar.

Durante nuestra vida, se van presentando en muchas formas barreras que nos parecen infranqueables: Enfermedades propias o de personas que queremos, desafíos, amenazas inesperadas o retos.

Frente a todo esto, miramos arriba, abajo, a un lado, al otro, y al final... a nuestro propio ombligo. 

Y no sé mi reflexión os parecerá exagerada, pero algo como este viaje es una salida  de este crónico corro.

Compartir, viajar, disfrutar,  pero a su vez aprender a pararte y a pensar.

Entender que nadie puede dar lo que no tiene, y que como personas, como amigos, como viajeros, "No siempre lo que tenemos delante es todo lo que nos queda por andar”.

Desarrollar la capacidad de aprender y mucho de personas normales como nosotros mismos, y que "aparentemente" no tienen o tenemos nada que enseñar.

Las aguas de este río sagrado han fluido desde el inicio de los siglos, y según cuentan, tienen su origen en el centro del Universo, desciendo a la tierra a través de los cabellos enredados del dios Shiva. Nos hemos sumergido en sus aguas, y para nosotros ha significado un baño de humildad, de dogma y respeto.

La diosa Ganga, el Ganges, es venerado por los hindúes como principio de fertilidad, y nace a cuatro mil metros de altitud tras resquebrajarse su lengua de hielo, en la vertiente meridional del Himalaya.

Cordillera que en forma de muralla natural aísla al subcontinente indio del mundo exterior, y paradójicamente contribuye a cohesionar ese su mundo interior.

Bañarse en el Ganges o peregrinar hasta  estos lugares sagrados constituyen las máximas aspiraciones de todos los hindúes, y ha significado un enorme afirmación e inspiración para nosotros.

Fue nuestra elección y nuestra predisposición el apostar por nuestros temores pero también a nuestras ilusiones; se trató de señalar a nuestros sueños y avanzar hacia ellos. Pase lo que pase, nunca puedes perder.



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