jueves, 21 de junio de 2018

ASCENSO ANUAL AL ANETO DE MONTAÑEROS DE ARAGÓN BARBASTRO


Un año más, decidí aprovechar la salida anual de mi club “Montañeros de Aragón Barbastro” al Aneto, para anunciarlo y compartirlo con el grupo del viaje de trekinng organizado desde Modoviaje (este año a Etiopia), y anexarnos con quienes quisieran participar.
Nos unimos cuatro personas.
Llegue a la Renclusa a última hora de la tarde cuando ya estaban allí todos.
Veintisiete participantes en total. Unos conocidos, otros por conocer.
Todos ya bien cenados; de tertulia; los experimentados más relajados, y los primerizos nerviosos e inquietos pensando en la jornada del día siguiente y en todas sus dudas existenciales; Pero todos entusiasmados claro.
Mientras tomamos un traguito de pacharán para sosegar esa ansia, los más veteranos dan consejos, hacen advertencias, y ayudan a regular los crampones explicando cómo se colocan.
Vamos, lo normal.
Cada vez que subo por aquí, rememoro cuando desde mis quince/dieciséis años hasta los veinte y pico, me dio por ascender tres miles uno tras otro. Coleccionarlos sí.
Y está ya más que probado que me cautivó y aún lo hace, porque como consecuencia de ello, o como progresión lógica se sucedieron los Alpes, los Andes, el Pamir, y el Himalaya, y todo lo que resultó y resulta de ello hasta el día de hoy.
Ahora mis ascensos a los tres miles eran más ocasionales, y normalmente para acompañar a alguien; pero este año en tres semanas ya llevo dos: (Uno con esquís, y este).
A las cinco diana, desayuno, y a las seis de la mañana, partimos desde los 2.160 metros de altitud del refugio de La Renclusa (el refugio más alto de los Pirineos hasta hace muy poco que se inauguró el de Llauset ).
-“No he pegado ojo”; -“Yo como un lirón”; -“Tu roncas”; -“¿Yo?, Seria el de la litera de abajo…”
Emergen sigilosamente las justificaciones y comentarios casi rutinarios tras dormir en un refugio de montaña, mientras nos ponemos en marcha veinte siete seres y sus mentes; cincuenta y cuatro patas. Un enorme gusano animado multicolor.
Inusualmente para las fechas que estamos, al poco ya debemos calzarnos los crampones para avanzar cómodamente y con seguridad por la nieve, que a estas horas aún no se ha transformado por el calor y está firme y sólida.
Habitualmente hasta el Portillón es un fragoso camino de piedras marcado por hitos.
Con paso amable y continuo, trazado en zig zags por José Masgrau (nuestro querido y ya histórico presidente), y vigilando las sensaciones del grupo, ascendemos sin prisa, pero sin pausa.

Una vez franqueado el Portillón superior que ganamos con comodidad gracias al manto blanco, y en el que tenemos que instalar una cuerda fija de apoyo para descenderlo, asoma el amplio y majestuoso glaciar del Aneto situado a 3050 metros de altitud.
Las caras de los que por primera vez ven esta estampa tan sublime, es un himno al sentimiento y la emoción.
Hoy hay unos cuantos que caminaban por un glaciar por vez primera.
A todos nos impresionó la primera vez, y aun hoy.
Está repleto de nieve; ¡que gozada verlo así para estas fechas!
Hace quince días bajé esquiando por él, y hoy no puedo evitar mirar de reojo y con cierta pelusa a los que ascienden con esquís, intuyendo lo que van a disfrutar bajando.
Como anécdota he de decir, que hoy sube conmigo Juan Jaime Leache.
No la primera, pero quizás la segunda o tercera vez que coroné el Aneto, allá por el año 1985/86, ascendí con él.
Él por entonces era nuestro monitor de campamentos en los Scouts, y para nosotros que éramos un poquito más jóvenes, un referente montañero.
Hoy, más de treinta años después, volvemos a ascenderlo juntos, y ese hecho me entusiasma.   
Con crampones, por un glaciar con tanta nieve como para atravesarlo cómodamente en diagonal desde el mismo Potillón, nos dirigimos caminando gradualmente hasta el collado de Coronas (3198 metros de altitud)
El paso desenvuelto y apacible que marca Martin, y la atenta vigilancia de Agustín que acompaña y ampara inmediatamente a cualquiera que quede rezagado, consolida el ascenso.
A partir del collado de Coronas, toca apretar los dientes para un último tramo de fuerte pendiente hasta el ante cima. ¡Pero ya está allí!
Tras este tramo cuesta arriba que superamos poco a poco, pero sin dificultad, nos situamos ya a 3.400 metros de altitud, y nos enfrentamos a el temido desafío de "El Puente de Mahoma". A cuatro metros de desnivel de la cima.
Un paso de unos 50 metros de longitud, que, aunque de poca dificultad técnica objetiva, lo aéreo y expuesto de su enclave, hace acentuar el temor al atravesarlo; sobre todo a personas con algo de vértigo.
Hay que afrontarlo sin temor, pero siempre con respeto y prudencia.
Hemos tenido la fortuna de llegar en un intervalo entre grupos.
Los que nos precedían ya han bajado, y los que nos siguen aún les falta para llegar. Así que el puente está libre y estamos solos.
Podemos instalar convenientemente una cuerda de extremo a extremo del puente con varias fragmentaciones, y colocarnos Martin, Juan Jaime, Fernando y yo, en los pasos más técnicos para echar una mano, y así poder atravesar uno a uno asegurados y con total desenvoltura, salvándolo sosegadamente, con prudencia y facilidad.
Superado el Puente de Mahoma llegamos a la cima del Aneto (3404 m).
¡Siempre emocionante! ¡El techo del Pirineo!.
Pero hoy no es real… En esta ocasión, y debido al espesor de la nieve, la cima del Aneto está más alta. Así que al menos y por esta vez, hemos coronado un Aneto de (3405 m).
¿Cómo explicar que se siente cuando te abrazan con manifiesta y sincera emoción? Pues no hay palabras para hacerlo.
Solo sé que tras ese gran estímulo quedas como golpeado. Golpeado de optimismo y felicidad.
Se adueña de ti una combinación de satisfacción y bienestar.
Los novatos por ser la primera vez; los veteranos por la emoción propia de la montaña, de volver a subir una montaña que amamos, sumado a ser testigos de ese milagro de felicidad que da haber conseguido un sueño por parte de otros.
Miras, mides, estas, suenas, sueñas, y sucedes.  
Intentas captar el instante, retenerlo en imágenes, en la retina, el corazón, y muchas fotografías para hacer el instante inmortal.
Instantes con márgenes imaginarios y libres.
Apostar contra tus miedos, a favor de tus ilusiones, y ganar.
Si afrontas un desafío, sabiendo que el único final posible es la meta, la cima o el éxito, pierde ese fulgor de hazaña e incertidumbre, que tanto nos motiva.
Esta travesía, este día, ha sido extraordinario por tantas cosas: reencuentros de amigos en un marco incomparable, el primer tres mil de algunos con su bautizo, el primer Aneto de otros, padres e hijos en la cima… Tantas historias. Cada cual la suya.
Gracias a todos por compartirlo y hacerme partícipe.
Por cierto, plantamos en la cima una botella del vino tinto de bodegas Pirineos 3.404, para hacer un favor a un amigo que ya hace un año me pidió hacerlo, y nos dio mucho juego. Lógicamente y para celebrarlo, nos la bebimos, y nos bajamos el envase claro…
En resumen: Hay que ejercitar la actitud; siempre constructiva y positiva.
Finalmente, en general, se trata de saber extirpa cualquier pensamiento negativo.
Es la diferencia entre “no puedo más” y “aguanta un poquito más”.  La diferencia entre llegar o no.
En esto, en esta ocasión, José Masgrau nos dio un gran ejemplo.
No era su mejor día, y sin embargo tiró de orgullo, amor propio y pudo con todo el deseo de coronar junto con sus hijos su primer tres mil, y bautizarlos en una especie de relevo generacional del que fui emocionado testigo.
Si crees en ti mismo, no habrá nada lejos de tus posibilidades.
Y si lo haces constantemente, llegará el día en que otros no tendrán más remedio que creer en ti.

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