miércoles, 6 de junio de 2018

ESQUIADA EN JUNIO EN EL ANETO (LA LLAMADA DE LA SELVA)


Todos albergamos dentro un instinto que nos conduce a donde o a lo que deseamos.
Y no debemos olvidarnos de confiar en ese instinto, porque el notar su presencia nos da la fortaleza de realizar eso que sentimos y sentirnos renovados.
Tres treinta de la madrugada, desperezarte, levantarte, desayunar, coger los bártulos de esquí de montaña, subir al coche y arrear rumbo a Benasque.
A las cinco y media comenzaba a andar desde Plan D’ Están rumbo al refugio de la Renclusa alumbrado por la luz de mi frontal y con los esquís trabados en la mochila.
¿Objetivo?, “Sobre la marcha”.
La pista para acceder a la Besurta, como consecuencia del deshielo y las abundantes lluvias de estos días se encuentra inundada, así que toca aparcar mas abajo y caminar, pero, ¿a que hemos venido?
Una  decisión así parece excepcional, pero no lo es.  A mí alrededor bastante gente que ha tenido la misma ocurrencia se están equipando, y marchando para arriba; unos andando, otros con esquís igualmente.
Y eso sin contar todos los que estarán partiendo desde el refugio que subieron a dormir el dia anterior.
Ya ha amanecido, y estoy justo debajo del refugio.
Aquí te encuentras con la nieve, y muchos comienzan a tirar sus tablas al suelo y equiparse.
Me topo con Jairo Lanau y Borja Lordan (miembros de mi club) que están sentados en una gran piedra equipándose apaciblemente.
¡Me alegra verlos!
Llevan la misma pretensión que yo; enfilar hacia el Aneto, y sobre la marcha dependiendo de las condiciones y cómo evolucione la meteorología.
Me hubiera gustado acoplarme a ellos (sí ellos me hubieran dejado claro.), pero decido continuar solo; Necesito bajar pronto, porque presento un audiovisual por la tarde en Monzón en la estupenda feria del deporte “Cinca Sport”, y no quiero subordinarme a nada por sí acaso.
A Jairo, Borja y compañía no los he tratado mucho, pero los conozco y aprecio. Pertenecen a unas nuevas generaciones de alpinistas del club con gran devoción, facultades, proyección y  formación. Espero en un futuro cercano poder conocerlos mas, e incluso hacer actividades junto con ellos (si me dejan claro...jajaja).
En la puerta del refugio decido ponerme los esquís, y tirar para arriba.
Como me gusta subir con nieve hacia el Aneto. Nada que ver con los insufribles peñascales del verano.
Todo liso; Todo tieso.
¿La pasión por algo (correr, subir montañas, bajar barrancos, viajar, etc.) es racional? ; Puede, pero lo normal es que no.
Nace en un momento de tu vida, en cierta microscópica neurona, y ante algún estímulo se detona con todas sus consecuencias.
Y de repente, eso es lo más importante en tu vida.
Durante un tiempo es el patrón que agita tu cuerpo y tu alma.
De este nostálgico modo recuerdo cuando desde los quince/dieciséis años hasta los veinte y pico, me dio por ascender tres miles. Coleccionarlos sí.
Después como consecuencia o como progresión sobrevinieron los Alpes, los Andes, el Pamir, el Himalaya, y lo que resultó de ello más tarde: Sables, Yukon, Báltico, etc.
Ahora mis ascensos a los tres miles son más ocasionales, y normalmente para acompañar a alguien. Aunque estoy deseoso de retomarlo y en pocos años, me gustaría reeditar muchos de ellos junto a mi hija (si ella quiere.)

Casi sin darme cuenta, y haciendo en algún momento bamboleos para no poner las cuchillas (especie de crampones que se acoplan a los esquís de travesía), te plantas en el Portillón Superior y se despliega ante tu vista la majestuosa estampa del Glaciar del Aneto.
Aquí si hay que quitar los esquís, y poner crampones para descender con seguridad este formidable atrio hasta alcanzar la huella acuñada mas abajo, que atraviesa la parte mas comprometida de la pendiente hasta alcanzar una zona segura donde calzarte de nuevo los esquís.
Y ya, tan solo es cuestión de deleitarse desplazando suavemente tus esquís a ritmo casi de baile hacia el regazo de la antecima del Aneto.
Mientras, al levantar la vista no puedes evitar estremecerte pararte e ir haciendo fotos de esta estampa que por muchas veces que la hayas visto, jamás deja de sorprender.
Mientras me voy deleitando ensimismado, advierto que hay una capa de nieve recién caída de un dedo y medio, y no puedo evitar vigilar de reojo pendiente abajo y observar nadie ha bajado todavía por el glaciar. La capa superior esta virgen.
Vigilo la hora, y voy evaluando la gente que va por delante.
Sé que a continuación, en el paso de Mahoma, si agarras gente puedes estar un rato para pasar en un sentido y en otro...
Entre esta especulación, la nieve fresca que me aúlla al oído, ya que el discurrir de las horas hace que la nieve evolucione, se transforme y se ponga delicada, decido llegar al collado de Coronas (3.282 m) y una vez allí equiparme y lanzarme glaciar abajo hacia el Pla d’ Aigualluts (2074m), disfrutando de una de las mejores esquiadas que puedes encontrar en el Pirineo:
¡¡Mil doscientos metros de desnivel!!
Desde Plan D’ Estan que es donde dejé el coche, son casi 1.400 metros de desnivel, que para una mañanita no está mal.
La cima me da igual. Ademas en dos semanas volveré acompañando a un grupo.
Verdaderamente no sé cuantas veces lo he subido.
No llevo la cuenta de nada de estas cosas. No pocas, aunque tampoco ninguna barbaridad como podría ser las veces que he bajado el río Vero.
Si que recuerdo la primera en 1983;También la primera con Miguel y mi hermano Jorge en 1985. En invierno, en verano, solo o conduciendo algún grupo, caminando, escalando, o como hoy, con esquís.
Asi que hoy, que voy solo y tranquilo, antepongo una esquiada con tiempo para poder bajar con buenas condiciones y prudencia, ya que después desde el Valle de Aigualluts hasta el coche me llevará algo mas de una hora de caminata.
Así que dicho y hecho.

Apertura de este espectáculo con una nieve de fantasía con base y poco profunda en la que detenerte cada ciertos metros para recrearte y saborear; prolongada mas abajo con una nieve profunda pesada y algo delicada donde tirar de moderación y pausa; Para por suerte enseguida, concluir con una nieve un poco marrón medio primavera pero muy muy esquíable hasta el fondo del valle, que me deja ese regusto especial de los días plenos y provechosos.  
Los esquís a la mochila y caminata hasta el coche, parada a comer fenomenalmente como siempre en el Cotiella de Campo, y a las tres en casita.
Una jornada sublime.

No estoy en condiciones de decirle a nadie lo que es la vida, pero si de proponerles disfrutarla. Hay que ser un gran descubridor, y ella, la vida, una permanente incógnita.
Después tu carácter es el empuje silencioso y la constante de nuestra voluntad. Y siempre escuchar a tu cabeza, si, pero dejar que hable tu corazón.
La llamada de la selva.


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