Hace
dos temporadas me disponía a realizar el descenso de los oscuros del Balcés con un
amigo.
Realizamos
la aproximación, y cuando llegué al río observé que el caudal era alto.
Inmediatamente
comencé a valorar y repasar mentalmente el recorrido del barranco mientras
caminaba; rápeles, caos, escapes, y sobre todo el sifón que da entrada a los
oscuros.
Aunque
ya lo había descendido con un caudal aún más alto que ese día, lo había hecho junto
con otros guías experimentados, para revisar y hacer prácticas, debiendo en
algún caso realizar maniobras diferentes al descenso habitual para evitar y
salvar las zonas comprometidas.
Mientras
mi acompañante se cambiaba, me acerqué al inicio del barranco, y trepando por
las grandes rocas del comienzo observé los primeros sifones, el primer rapel, el
nivel del agua, y valoré su comportamiento.
Efectivamente
bajaba muy bravo, y eso me obligaría posiblemente a realizar maniobras excepcionales
para sortear algún sifón.
Por
mi parte ningún problema, pero era responsable o garante de mi amigo que,
aunque ha realizado otros barrancos conmigo, no en estas condiciones.
Me
hice varias preguntas: ¿Lo puedo descender?: “Sí”; ¿Con seguridad?: “Sí”; ¿Lo va/vais
a pasar bien?: “Seguramente NO”.
Yo
por la incertidumbre y la responsabilidad de su seguridad; y él por hallarse en
un medio que conoce, pero en unas condiciones más adversas que desconoce y no
domina.
Así
que le informé:
- “Hemos
venido a hacer un barranco, y lo vamos a dejar en una bonita excursión”; – “Volveremos
otro día; baja demasiado fuerte”.
Recogimos,
y regresamos plácidamente por donde habíamos venido.
No me
cuestionó; No discrepó; No le importó. Confiaba en mí, en mí experiencia y en
mi criterio.
- “Volveremos
en unas semanas”, le confirmé.
Y
como siempre debe ser cuando se trata de un hobby, pasamos un buen día de
excursión y comida.
No era la primera vez que me daba la vuelta en la entrada de un barranco, en la falda de una montaña, o en una carrera. Nunca he tenido problema con esto.
No era la primera vez que me daba la vuelta en la entrada de un barranco, en la falda de una montaña, o en una carrera. Nunca he tenido problema con esto.
Hay
que tenerlo claro: Nadie comprueba la profundidad de un río con ambos pies a la
vez.
Y
como siempre les digo a quienes acompaño: “Un cobarde vale para dos barrancos”.
Un valiente en alguna ocasión solo realiza uno, porque en el mejor de los casos
termina en el hospital.
Respeto.
Eso es lo que he aprendido en cuarenta años bajando barrancos.
No
les puedes perder el respeto.
Para
mí, los barrancos están cargados de recuerdos, nostalgia, y muchas vivencias.
Sobre
el año 1980/81 descendí el Vero por primera vez. Desde entonces cada año.
En
1990, por medio de montañeros y la escalada, conocí a Pepe Chaverri y nos
hicimos amigos.
Como
yo ya bajaba barrancos, me ofreció ayudarles y trabajar junto con él y Alfredo
Vivés en verano en el camping del Vero en Alquézar, entonces regentado por un
visionario Jose Luis Solana, y en el camping del Puente de Rodellar que casi
acababan de inaugurar los entrañables Fina y Pepe.
Así
que, en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudieran tener,
en actitud, congruencia y procedimiento.
Esos
años reforcé mi experiencia en los barrancos ya sabidos, y aprendí bien los que
aún desconocía.
A
diario, en los campings nos afanábamos por convencer a la gente para que nos
contratara como guías; eran los inicios, y entonces no era normal hacerlo.
Fue
difícil. Por entonces aquí solo se concebía un guía para realizar alta montaña y
en los Alpes.
Pero
poco a poco fuimos guiando grupos, disciplinándonos en esa habilidad, y
puliendo entre todos los procedimientos dentro de cada barranco, y cada paso.
Pasaron
unos años, unos veranos, y todo cuajó. Y poco a poco nacían más empresas de
guías y aventura.
Fueron
años despreocupados, plenos, llenos de anécdotas, vivencias y experiencias,
donde vimos, en cierto modo formamos parte, de la evolución del barranquismo en
el fondo y en la forma. La equipación y la técnica, pero también la
correspondencia con la gente; la psicología.
Cada
verano seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo, tras la creación de su
propia empresa: “Milorcha”.
Pero
nunca me planteé dejar mi trabajo habitual y dedicarme de lleno a ello, porque
siempre consideré, y aún lo hago, que, si lo convertía en mi modo de vida,
perdería la ilusión. Ilusión intacta a día de hoy.
En 1993 fui vocal de escalada y barranquismo en mi club Montañeros
de Aragón Barbastro.
Ese
mismo año se creó por parte de la federación aragonesa de montaña el primer
comité de barrancos de una federación Española de montaña, cuando aquí, en
nuestro club ya organizábamos los primeros cursillos de descenso de barrancos
para los socios.
De
hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso
de barrancos.
Sumergido
en estos barrancos, soñaba con mis gestas.
Y fui
llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de
entrenamiento para ellas.
Ahora,
casi cuarenta años después de esa primera vez, tras centenares de descensos
realizados, cientos de personas conducidas, y algunas vivencias y aventuras por
el mundo, mi idilio con ellos sigue intacto.
Por
eso sé que cada año, cada temporada hay que evaluar, y sobre todo repito, “respetar”.
No os
precipitéis. Si tenéis experiencia, respeto y prudencia; y si no la tenéis, no
dudéis en informaros y contratar un guía.
A lo
largo de los años he visto muchos accidentes; ya (demasiados).
Y diré
que, salvo alguna excepción, prácticamente todos son por imprudencias, falta de
experiencia, no valorar bien tus capacidades, e ir sin guía.
Al ser el barranquismo una actividad
técnica, si no tienes experiencia, no lo dudes, has de realizarlo acompañado de
un guía o de alguien experto.
Él se ocupará de que lleves el material adecuado,
de las maniobras de progresión y de tu seguridad.
Muchos practican barranquismo por su
cuenta. Y muchos muy bien, pero otros no.
Falta de experiencia, de información, de
conocimientos técnicos, o falta de seguridad a la hora de tomar decisiones.
Algunas de las causas más comunes de los accidentes
en barrancos son:
Un mal horario: En general, las
actividades en la naturaleza deben empezar temprano. En particular, las
tormentas de verano suelen formarse por las tardes. Del mismo modo, con un buen
horario, atesoramos un tiempo extra por si surgiera cualquier adversidad.
Los saltos y toboganes: Hay que tener claro
que los barrancos pueden cambiar de un año a otro. Que los saltos o los toboganes
no son obligatorios.
Que no sirve haber estado el año pasado,
ni hace tres meses si ha habido riadas de por medio. Antes de saltar si así lo
decides, se debe comprobar la poza de recepción.
Desconocer los diferentes caudales: Como he descrito al comienzo de este post, con el deshielo, o las
lluvias desproporcionadas, algunos barrancos llevan mucha agua. Si desconoces el nivel prudencial de
ese rio concreto, hay que informarse si es el correcto. Hoy en día incluso
existe la posibilidad de visionar videos por internet y en ellos estudiar el
recorrido y el caudal.
Siempre hay barrancos que se pueden
realizar cuando otros bajan excesivamente caudalosos.
Desentenderse de la previsión del meteorológica: Debemos conocer la previsión de tormentas para ese día del descenso,
pero también cómo han sido las lluvias en los últimos días. En un cauce
encajonado, una tormenta en la cabecera, kilómetros más arriba, puede hacer
subir el nivel del agua repentinamente. Y si hubiera una repentina subida que
nos sorprendiera, debemos tener previstos y localizados los posibles escapes.
El
barranquismo debe ser una práctica de divertimento, evasión y pasión. No de
sofoco o peligro.
Solo sé que no sé nada. Humildad.
Cada año me reedito. Y como cuando se visita a un gran amigo, sigo fiel a mi
cita. Solo, acompañando gente, o para grabar o hacer fotos.
Yo ahora, he iniciado una etapa enormemente ilusionante: compartirlos, dárselos a conocer a mi hija, y trasmitirle esa ilusión, y ese "respeto".
Yo ahora, he iniciado una etapa enormemente ilusionante: compartirlos, dárselos a conocer a mi hija, y trasmitirle esa ilusión, y ese "respeto".
Los
barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.
Disfrutar
de esta nueva temporada en la que los barrancos están preciosos, pero sobre
todo con prudencia, humildad (el río y la naturaleza siempre es mas fuerte que nosotros) y respeto.
¡Feliz
barranqueo!
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