miércoles, 17 de julio de 2019

MONTILOSOFADAS



O, filosofadas que maduro mientras estoy por el monte, corriendo, escalando o haciendo cualquier cosa, y después me da por plasmar por escrito:

¡Yo en tu lugar no lo habría hecho!
¿Cuántas veces hemos escuchado, o aún peor, dicho, esto en nuestra vida?
Yo unas cuantas. ¡Mea culpa!. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Bueno, pues ahora estoy convencido, que, en su lugar, en el lugar de esa persona que pretendemos aleccionar, habríamos hecho exactamente lo mismo. Y esto en cualquier ámbito o situación.
Puesto que, cada cual somos un mundo propio, y los escenarios, circunstancias, experiencias y procesos, que en definitiva son los que han marcado los aconteceres de la existencia de cada cual, son diferentes, únicos y propios: fisonomía, situaciones, educación, escarmientos, lastres morales o pedagógicos propios o heredados, y el escenario personal.
Eso sí: Si eres responsable de todo lo que ocurre en tu vida; Pero responsable, no “culpable”.

Creo firmemente que cada día te acuestas, y el que se levanta es otra persona diferente a la que se acostó.
Porque cada situación vivida durante el día, nos cambia en algo, y asimismo nuestra perspectiva del entorno.
Progresas… o mermas no se bien. Cada día será distinto. Pero en algo te renuevas.
Y por eso, cosas que hacíamos un día que nos parecían beneficiosas, pueden pasar a parecerte inadecuadas y te las reprochas: “hoy esto que hice, ya no lo haría”
Pero claro, no eres la misma persona que cuando las hiciste en el pasado.
Las situaciones y tus circunstancias vividas, te han cambiado.
Por eso, como escribí en uno de los anteriores posts, no puedes bajar por un rio dos veces de la misma manera, porque ni tú ni el río ya sois los mismos.
Y cambiamos físicamente, pero también a nivel intelectual o espiritual.
E igualmente nos sucede con los prejuicios y la desconfianza.
¿Cuantas veces creemos firmemente conocer a alguien e inmediatamente lo calificamos? Lo etiquetamos. Mea culpa de nuevo.
¡Y no! Para nada. No podemos conocer a nadie, y mucho menos etiquetarlo, porque, para empezar, no nos conocemos a nosotros mismos.
Así que a des etiquetar se ha dicho.
Esta más que claro, que, en todas, y repito todas, las etapas de tu vida, la desconfianza y los miedos son una amenaza, o, mejor dicho, “LA AMENAZA”.
Porque al desconfiar, anticipas ya algo negativo.
Y la desconfianza, provoca miedo y ansiedad, torpedeándote a ti mismo, a tus relaciones sociales, e impidiendo gestionar tu vida con serenidad.
Y aún más. ¿Cuantas veces hacemos cosas que dijimos que no nunca haríamos? Siiii… Mea culpaaaa….
Eso de, “Nunca digas de esta agua no beberé” cuánta razón tiene.
El que no bebas hoy, no quiere decir que en tu evolución, tu yo del futuro no lo vaya hacer.
Ahora sé que es más sabio quedarse callado.
Porque al no decir nada, simplemente aceptas que no te conoces a ti mismo.
Vivimos en un mundo, en un planeta, en un Universo y en unas circunstancias cambiantes. Tu mundo. En el que las personas vienen y van, y no sabemos bien por qué ni por qué no.
Sencillamente hemos de aceptar eso; que vivimos en ese mundo versátil que fluye con o como la vida.
Y cada etapa, cada instante, es diferente a la anterior. Simplemente debemos disfrutarlo. Disfrutar cada momento presente.
Y aunque suene muy zen, fluir, que es sinónimo de salud, bienestar y felicidad.
Si te aferras al pasado, tu vida no te trae nada productivo, y si te enganchas al futuro (Meaaa culpaaa), a cosas que no han sucedido todavía y no sabes si sucederán, tampoco, o menos, porque en ese caso te aferras al yo; al ego.
Cada fin de semana que puedo ahora en verano, me voy a hacer descenso de barrancos. Lo hago desde hace más de treinta años y es algo que me conecta conmigo mismo de una manera que no sé explicar.
Pues bien, si miro el rio, observo que el cauce no para de moverse, y es allí donde muestra la pureza de sus aguas.
Sin embargo, si observo una zona en la que el agua está estancada, no tiene el ese aspecto de pureza. Muchas veces está putrefacta.
Que metáfora más precisa de la vida.
No debemos dejar de movernos, pero llevados por la corriente que todos tenemos dentro. Esa que en cada instante te susurra que deseas hacer de verdad. Porque si, la felicidad está aquí mismo, en nosotros, en nada ni en nadie, y siempre la buscamos fuera… (Meaaaa Culpaaa).
Para ello hemos de aceptar que vamos cambiando constantemente en todos los aspectos de nuestra vida, y que precisamente es ese fluir constante la mejor señal de que vamos por el camino correcto; el de la evolución.
Creo, que lo que al final nos hace especiales o no, es el seguir avanzando a pesar de las dificultades. Como un rio; insisto.
Cada uno tenemos nuestras virtudes y defectos; y esa chispa particular que nos caracteriza y nos vuelve significativos.
Y la clave de todo ello no es otra que, repito, querernos a nosotros mismo.
Cuando te quieres a ti mismo, te aceptas, y en tu vida surgen argumentos que inevitablemente, te guían por nuevos caminos.
Mi deseo más grande ahora, es mantener ese contacto conmigo, y esa alegría, que me invade cuando convivo con mis verdaderas pasiones.
Todas ellas, durante años me han sabido dar y demostrar todo con sus locuras, y han hecho mi vida mucho más feliz.
Y claro, la amistad de los amigos de verdad, sin los que habrías perdido el rumbo, y con los que puedes transformarte en una mejor versión de ti mismo.
Fin de esta montilosofada de un mes de julio, que no pretende ser un mensaje para aleccionar a nadie, si no un ejercicio de autoconocimiento, o exorcismo, pero sobre todo una entonación del ¡Mea Culpa!, basado en mi propia experiencia.
Al fin y al cabo, estamos aquí de paso. Que menos que conocerse y quererse uno mismo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario