O, filosofadas que maduro mientras estoy por el monte,
corriendo, escalando o haciendo cualquier cosa, y después me da por plasmar por
escrito:
¡Yo en tu lugar no lo habría hecho!
¿Cuántas veces hemos escuchado, o aún peor, dicho,
esto en nuestra vida?
Yo unas cuantas. ¡Mea culpa!. Nunca es tarde si la
dicha es buena.
Bueno, pues ahora estoy convencido, que, en su lugar,
en el lugar de esa persona que pretendemos aleccionar, habríamos hecho
exactamente lo mismo. Y esto en cualquier ámbito o situación.
Puesto que, cada cual somos un mundo propio, y los
escenarios, circunstancias, experiencias y procesos, que en definitiva son los
que han marcado los aconteceres de la existencia de cada cual, son diferentes,
únicos y propios: fisonomía, situaciones, educación, escarmientos, lastres
morales o pedagógicos propios o heredados, y el escenario personal.
Eso sí: Si eres responsable de todo lo que ocurre en
tu vida; Pero responsable, no “culpable”.
Creo firmemente que cada día te acuestas, y el que se
levanta es otra persona diferente a la que se acostó.
Porque cada situación vivida durante el día, nos
cambia en algo, y asimismo nuestra perspectiva del entorno.
Progresas… o mermas no se bien. Cada día será
distinto. Pero en algo te renuevas.
Y por eso, cosas que hacíamos un día que nos parecían
beneficiosas, pueden pasar a parecerte inadecuadas y te las reprochas: “hoy
esto que hice, ya no lo haría”
Pero claro, no eres la misma persona que cuando las
hiciste en el pasado.
Las situaciones y tus circunstancias vividas, te han
cambiado.
Por eso, como escribí en uno de los anteriores posts,
no puedes bajar por un rio dos veces de la misma manera, porque ni tú ni el río
ya sois los mismos.
Y cambiamos físicamente, pero también a nivel
intelectual o espiritual.
E igualmente nos sucede con los prejuicios y la
desconfianza.
¿Cuantas veces creemos firmemente conocer a alguien e
inmediatamente lo calificamos? Lo etiquetamos. Mea culpa de nuevo.
¡Y no! Para nada. No podemos conocer a nadie, y mucho
menos etiquetarlo, porque, para empezar, no nos conocemos a nosotros mismos.
Así que a des etiquetar se ha dicho.
Esta más que claro, que, en todas, y repito todas, las
etapas de tu vida, la desconfianza y los miedos son una amenaza, o, mejor
dicho, “LA AMENAZA”.
Porque al desconfiar, anticipas ya algo negativo.
Y la desconfianza, provoca miedo y ansiedad,
torpedeándote a ti mismo, a tus relaciones sociales, e impidiendo gestionar tu
vida con serenidad.
Y aún más. ¿Cuantas veces hacemos cosas que dijimos
que no nunca haríamos? Siiii… Mea culpaaaa….
Eso de, “Nunca digas de esta agua no beberé” cuánta
razón tiene.
El que no bebas hoy, no quiere decir que en tu
evolución, tu yo del futuro no lo vaya hacer.
Ahora sé que es más sabio quedarse callado.
Porque al no decir nada, simplemente aceptas que no te
conoces a ti mismo.
Vivimos en un mundo, en un planeta, en un Universo y
en unas circunstancias cambiantes. Tu mundo. En el que las personas vienen y
van, y no sabemos bien por qué ni por qué no.
Sencillamente hemos de aceptar eso; que vivimos en ese
mundo versátil que fluye con o como la vida.
Y cada etapa, cada instante, es diferente a la
anterior. Simplemente debemos disfrutarlo. Disfrutar cada momento presente.
Y aunque suene muy zen, fluir, que es sinónimo de
salud, bienestar y felicidad.
Si te aferras al pasado, tu vida no te trae nada
productivo, y si te enganchas al futuro (Meaaa culpaaa), a cosas que no han
sucedido todavía y no sabes si sucederán, tampoco, o menos, porque en ese caso
te aferras al yo; al ego.
Cada fin de semana que puedo ahora en verano, me voy a
hacer descenso de barrancos. Lo hago desde hace más de treinta años y es algo
que me conecta conmigo mismo de una manera que no sé explicar.
Pues bien, si miro el rio, observo que el cauce no
para de moverse, y es allí donde muestra la pureza de sus aguas.
Sin embargo, si observo una zona en la que el agua
está estancada, no tiene el ese aspecto de pureza. Muchas veces está
putrefacta.
Que metáfora más precisa de la vida.
No debemos dejar de movernos, pero llevados por la
corriente que todos tenemos dentro. Esa que en cada instante te susurra que
deseas hacer de verdad. Porque si, la felicidad está aquí mismo, en nosotros,
en nada ni en nadie, y siempre la buscamos fuera… (Meaaaa Culpaaa).
Para ello hemos de aceptar que vamos cambiando
constantemente en todos los aspectos de nuestra vida, y que precisamente es ese
fluir constante la mejor señal de que vamos por el camino correcto; el de la
evolución.
Creo, que lo que al final nos hace especiales o no, es
el seguir avanzando a pesar de las dificultades. Como un rio; insisto.
Cada uno tenemos nuestras virtudes y defectos; y esa
chispa particular que nos caracteriza y nos vuelve significativos.
Y la clave de todo ello no es otra que, repito,
querernos a nosotros mismo.
Cuando te quieres a ti mismo, te aceptas, y en tu vida
surgen argumentos que inevitablemente, te guían por nuevos caminos.
Mi deseo más grande ahora, es mantener ese contacto
conmigo, y esa alegría, que me invade cuando convivo con mis verdaderas
pasiones.
Todas ellas, durante años me han sabido dar y
demostrar todo con sus locuras, y han hecho mi vida mucho más feliz.
Y claro, la amistad de los amigos de verdad, sin los
que habrías perdido el rumbo, y con los que puedes transformarte en una mejor
versión de ti mismo.
Fin de esta montilosofada de un mes de julio, que no
pretende ser un mensaje para aleccionar a nadie, si no un ejercicio de
autoconocimiento, o exorcismo, pero sobre todo una entonación del ¡Mea Culpa!,
basado en mi propia experiencia.
Al fin y al cabo, estamos aquí de paso. Que menos que
conocerse y quererse uno mismo.
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