Un
motivo para reunirse con amigos o familia, y pasar un fin de semana
inolvidable.
Y
sin lugar a dudas una de estas es la Behobia San Sebastián.
Un
conclave de amigos sumado a un paraje magnífico para hacer turismo, y a una muy
buena gastronomía, el resultado siempre es una excelente excusa.
Personalmente
si he necesitado este pretexto para animarme a participar en esta carrera.
Y,
pese al mal tiempo que hemos tenido, he de reconocer que esta ha superado mis
expectativas.
Y
no hablo de las expectativas del grupo que nos reunimos en ella; esas las
conozco de sobras, y nos da igual San Sebastián, Marraquech, o Estadilla para
que se obre la magia del compañerismo, la armonía y la avenencia: Somos amigos algunos
desde niños, y otros que el suceder de la vida, el destino ha unido, y siempre
he sospechado que “no por casualidad”.
Hablo
de una carrera que efectivamente tiene algo diferente.
En
frio, aun no entiendo bien como una carrera de veinte quilómetros, por asfalto
y con un perfil irregular, genera tanta atracción. Pero es así.
En
caliente, y ya tras haber participado, he de reconocer que una vez envuelto en
ella, es una auténtica fiesta.
De
todas las que he corrido, es la que más arropado por el público me he sentido;
y que conste que el tiempo no acompañó: Viento, agua, e incluso granizo en
algún intervalo.
Pero
aun así, había gente animando casi a cada metro de la carretera.
Y
qué forma de animar: Con carracas, cencerros, bocinas, palmas, o gritando a
pleno pulmón, componen una sugestión y un ánimo inenarrable.
Además,
si ojean tu nombre en el dorsal, porque lo llevas a la vista, continuamente
escuchas corear tu nombre, y por un instante te crees rodeado de gente que te
conoce y te anima incansable.
Es
en una ovación incesante de principio a fin. E instantáneamente, un toma y daca
entre corredores y espectadores.
El
gentío anima a los corredores, y los corredores animan vitorean y aplauden al
público. Que fiesta más amable y jovial.
Como
acogedora, la definiría. Una carrera muy acogedora.
Y
sí. Hay instantes que verdaderamente te sientes sumergido en esas escenas de
Tour, donde los corredores desfilan a través de un pasillo formado por la
muchedumbre bulliciosa.
Que
más se puede decir. Que es un buen y justificado pretexto.
Respecto
a la táctica con mis amigos de Barbastro, Estadilla y Madrid, tuve muy claro,
como en casi todas las carreras en las que participo estos últimos años, que
era una carrera unánime y grupal.
Se
trataba de compartirla y correrla en grupo.
Hay
carreras que corres por y para ti, y otras son para asociarse y compartirlas. A
mi cada vez me gusta más esto último. Serán cosas de la edad…
Es
una sensación similar a cuando juntos coronamos una montaña. Sin competencia.
Un desafío común, donde los más fuertes animan y acompañan a los menos fuertes,
y todos somos uno.
Y
que satisfacción siento con esto.
Así
que fin de semana redondo.
Fin
de semana compartido. Unos corriendo y otros no, con amigos de la infancia ya
indispensables para mí como Miguel, José Mª o Juan; compinches de mis viajes de
aventura que ya considero mi familia: Carmen, Ricar, Carro y Tris; O Ana, Eva,
y sus hijos Eva y Juan; y como no, Patri y Guti, testimonio incontestable de
que la amistad, si es verdadera, es mucho más robusta que el tiempo o la distancia.
Que
promontorio de afecto, apego y cariño, surtido de cañas, risas, pinchos chacolí
y sobre todo fusión.
Y
la carrera, fue una carrera de todos a la par, pero si hubo una heroína que nos
concilió más aún, fue Patri.
Con
Patricia somos amigos desde hace casi quince años.
Nos
conocimos cuando como guía los acompañé en varios barrancos de Guara un par de
veranos, y allí surgió una profunda amistad. De las de verdad. Con ella y con
Guti ahora su marido. Una amistad de esas que la distancia nunca lleva al
olvido.
Mis
primeros audiovisuales (Sables y Yukón) los realizó ella.
Y
desde que comencé a realizarlos yo, es Patricia esa dulce voz que narra con
tanta pasión mis guiones.
Con
Guti ya hace años que compartí alguna media de Barbastro, pero con Patri, que
comenzó a correr hace menos, y en parte alentada por mí, aun no habíamos
coincidido.
Así
que, por fin, el destino había querido que compartiéramos esta carrera tan
especial y en su centenario.
¿Y
por qué fue la heroína que nos fusionó e ilusionó a su alrededor?

Así
que nos aunó para, como en una gran montaña, hacer nuestro su reto, y ayudarla
a no abandonar, llegar a meta y celebrarlo todos juntos con un enorme abrazo.
¡Que
alquimia más maravillosa y perfecta!:
Patricia
logrando un reto que no creía posible; Juan tras una lesión que le truncó la
media de Barbastro, disfrutando de la carrera como un cochino en una charca;
Ricardo, radiante como un niño el domingo de ramos vociferando y festejando durante
todo el recorrido; José Mª, falto igualmente de entreno, resistiendo como un
titán; y Carmen, afectuosa y tierna al lado de Patri, estimulando, escoltando,
amparando y disfrutando como yo visiblemente de ello.
Caso
aparte, y pidiéndonos permiso con toda humildad, Tris, que, como joven
apasionado en plena efervescencia, dimos rienda suelta, y se marcó un carrerón
de hora dieciséis saliendo atrás con nosotros y sorteando a miles de corredores.
Correr
juntos y obrar ese despertar de emoción y apoyo no es ningún milagro.
Es una
pócima ya definida que además enamora.
Con ello
te das cuenta de que, cualquier acción generosa tiene que ver con el compromiso
con los demás, sí, pero mucho más con el compromiso contigo mismo.
Contagiar,
ayudar, compartir verdaderamente, de corazón, y estar por y para alguien,
implica abrirnos a esa persona, pero fundamentalmente, y por encima de todo,
significa no cerrarnos a nosotros mismos.
Así que
gracias Patri, Guti, Carmen, Ricardo, Tris, Carro, Juan, Ana, Eva, José, Eva,
Juanito, Miguel, mi amada Nayra, e incluso el ideólogo de esta historia Santi,
que junto con Coté, no pudieron venir, por fraguar entre todos una inolvidable Behobia
San Sebastián.
No hay comentarios:
Publicar un comentario