Visita al Angél Orús.

Hay muchos instantes en la que la magia de la memoria acompaña al insomnio, y en mi vida, muchos de esos momentos, los buenos, se corresponden con acampadas o refugios de montaña. – Una huida–. Ese sentimiento que aprieta la sangre en el corazón, y en un preciso instante se evapora como van perdiendo sentido los sueños. Hacía mucho tiempo que debía una visita. Una visita a un refugio el Ángel Orús (El Forcau) 2.095 m, y a un amigo Chema Grau. Así que estos días he saldado este compromiso con la firme promesa de repetir la visita mas a menudo. Los refugios de montaña son instalaciones deportivas creadas para facilitar la práctica de los deportes de montaña. Estos refugios, construidos en muchos casos hace más de cincuenta años, han cumplido con la función para la que fueron diseñados, y en la actualidad se han adecuado con dotación e infraestructuras adaptada a las nuevas necesidades de capacidad, materia deportiva, objetivos medioambientales y los requisitos exigibles hoy en día en materia de seguridad. Este refugio, el Ángel Orús, fúe el primero en adaptarse a estas exigencias normativas. El guarda del refugio es desde el año 97 es Chema Grau, en estos instantes junto a su socio y cuñado Fernando. Ese mismo año 97, antes de hacerse cargo del refugio, escalamos junto con él y José el Khan Tengri (7.010m) en Kazajistán.

Chema: Buen juez (que no abogado), muy buen profesor cuando dábamos juntos cursillos de escalada, alpinismo o barranquismo. Chema es una persona muy noble ;de esas personas que les encanta hacer felices a los demás, aunque muchas veces su cabezonería y su específica forma de ver las cosas, tal vez con demasiada justicia, pueda suscitarle disyuntivas. De esas personas que claramente consideran que el mundo no es como debería de ser, y aunque no trata de cambiarlo, se adapta lo mejor posible y cambia lo cercano, su entorno. Buen cómplice y buen amigo; de los que te ayuda y se deja la piel; de los que te dicen las verdades a la cara con todo lo que ello supone. Se le daría bien la política pero no serviría para mentir o cometer actos deshonestos, por lo que es feliz y se le nota en un trabajo silencioso, sin reconocimiento, pero muy valioso. En su refugio, en la montaña que tanto ama y se le nota feliz.

Que bien se está allí arriba, cuantos viejos recuerdos. Allí, en un refugio de montaña, estamos ante otro tipo de cultura. Cultura montañera. Cultura de café. Cultura de refugio. Cultura al fin y al cabo. El tiempo viste y desviste las reuniones de viejos amigos, las hace crecer, las hace menguar , nuevos bríos o, simplemente nuevos proyectos; las desmenuza y sólo queda el olorcillo del café humeante con leche condensada y “whisky”.

Vivimos una época en donde los minutos van demasiado acelerados, donde los segundos son nerviosos. Si el tiempo no frena, frenemos nosotros en algún instante, sentémonos en una roca junto a un lago glaciar o en una mesa con un café con un viejo y querido amigo y charlemos. Gracias Chema, Lucia y ¿Pitochi?

http://www.refugioangelorus.com/