CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE PRESENTE

“Llegará un día, si no ha llegado ya, que nuestros recuerdos serán nuestro patrimonio”.

Es la vida. No en vano, vivir consiste en asentar recuerdos para el futuro. Habíamos descendido de instalar el campo dos a 6700 metros siete días antes, e incluso con Josán y Pepe alcanzábamos la cota de 7200m para guardar allí un deposito de material para montar el campo 3 y atacar cumbre en el siguiente ascenso que planeábamos por entonces para cuatro días después; cuerdas, algo de gas y estacas de nieve dentro de un petate, todo bien señalado con unos banderines adheridos al externo de unas finas cañas de bambú hincadas en la nieve. Descendimos muy contentos al campo base para descansar. Tras quince días de escalada, el trabajo estaba hecho, y la suerte estaba echada... Esa misma tarde durante el descenso comenzó a nevar y no paró hasta nueve días después... La vida confinada en un campo base no es divertida. Agradeces un día, dos, tres, pero... después, desespero, indiferencia y hastío. -“ ¡Yo he venido aquí a escalar esta montaña!”. Cada uno busca sus propios recursos: leer, escribir, escuchar música, cocinar iniciando en platos caseros españoles a los cocineros, que en un santiamén imitan y preparaban mejor que tu, jugar a las cartas, dibujar o mastur...¡ejem!... (yo caricaturicé a todo el campamento). Cualquier cosa que te saque de esa decepcionada inercia de hastió para combatir las inmensas ganas de acometer para arriba la montaña sin poder hacerlo, es bienvenida y abrazada con goce. En estas, llegó el 7 de Octubre. Mi cumpleaños. La excusa fue perfecta para romper esa rutina y juntarnos todos a comer desarticulando esa querencia de agobió. Menú: Macarrones con chorizo, estofado de Yak aderezado con vino y patatas, y de postre una tarta elevada con dos imponentes velas (que aún conservo de recuerdo); nunca sabré como se las ingenió nuestro cocinero Nepalí Padam para preparar con los exiguos recursos de que disponía esa asombrosa y apetitosa tarta. En la mesa todos los que compartíamos expedición; la expedición Aragonesa y la de Al filo de lo imposible que acompañaba a Carlos Soria en su tercer intento al Manaslu: Nuestro medico Jesús Torres (Tatín), Cesar Barón, Josán Hidalgo, José ramón Agraz (Firki), Pepe Chaverri, nuestro amigo Ruso Gia, Ferran Latorre, Iñaki Ochoa, Carlos Soria, Juanjo Garra, Aitor, la estadounidense Raquel, y yo. Los componentes de Al filo me regalaron un libro dedicado y firmado por todos ellos; El sol de Breda de Arturo Pérez Reverte; Gia un pequeño ajedrez de cajita de madera también firmado y dedicado, y Pepe su gorro de Millet.

Todos estos regalos aún hoy los conservo con mucho cariño. ¡Qué lujo de cumpleaños montañero! y que buena tarde pasamos entre charlas y risas.

Tras este día cosas buenas y provechosas, y otras no tan buenas ni convenientes, pero eso es otra historia de la que tiene mucho que decir la suerte, o la mala suerte. Al fin y al cavo, los lugares donde no se ha amado ni se ha padecido, no dejan en nosotros recuerdo alguno. En una expedición o en lo que sea, existen y buscamos grandes momentos, pero en realidad son los pequeños momentos los que siempre están presentes, y lo mejor que podemos hacer con ellos es disfrutarlos. Una taza de café, unas hojas del libro, una película o quizá una breve conversación, pueden ser amparos muy especiales, aunque sólo serán así si las valoramos de verdad. Un cumpleaños, el mío, a 4.700m de altura. Un cumpleaños muy especial, y un día que jamás olvidaré, porque los hombres pasan, pero los recuerdos permanecen.

Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces.

(A Pepe e Iñaki)