martes, 4 de agosto de 2015

CONFIA EN MI, PERO PRIMERO EN TI

En un período de guerra en Egipto, existía un faraón que infundía terror a sus enemigos.
Cuando tras una batalla hacía prisioneros, nunca los ejecutaba; los conducía a una oscura sala donde a un lado había un grupo de arqueros, y al otro un enorme portón de madera en el que había talladas en relieve figuras de cadáveres mutilados. En esta sala les proponía que eligieran entre morir a flechazos, o atravesar la enorme puerta, donde...:–“Al otro lado, yo os estaré esperando”, les decía.
Todos preferían ser víctimas de las flechas de los arqueros y morir en esa sala.
Un día, al terminar la guerra, uno de los arqueros se dirigió reverentemente al Faraón y le preguntó: - Todopoderoso Faraón, ¿puedo hacerle una pregunta?
- Dime, arquero.
- ¿Qué se esconde tras la puerta de la sala de condenas?
El rey respondió… -Anda tu mismo y mira detrás.
El arquero fue allí, y abrió lenta y recelosamente la puerta; y a medida que lo hacía, los rayos de sol invadían la lóbrega sala, y concluyó que…”La puerta conducía a la LIBERTAD”.
Atónito, el arquero miró incrédulo al Faraón, mientras éste le explicó:-Yo les daba la oportunidad de ELEGIR, pero todos preferían morir antes que atreverse a abrir la puerta...
 “¿Cuántas puertas rechazamos abrir en nuestra vida por miedo a arriesgar?.
¿A qué viene esta historia?.
Esta historia me viene a la mente cada vez que a algún amig@ lo convenzo para que se “arriesgue” y venga conmigo a bajar un barranco.
Unos se arriesgan enseguida, otros les cuesta varios intentos.
Con los años he aprendido que el querer hacer reconfortantes aclaraciones a alguien que por ser su primera vez está atacado, no conduce a nada ni mitiga la inercia de sus nervios.
Lo mejor es esperar y que sea el o ella, el propio medio, el paisaje, los instantes y la labor, los que hablen por ti. Eso sí, el primer paso, “venir”, deben darlo por si mismos.
Después, todo juega a tu favor a lo largo de las siguientes horas, así que solo hay que aguardar y dejar que todo discurra con naturalidad.
Tras la destemplada aproximación, lo corriente:
Casi llegando, sigilo y las orejas tiesas dando oídos al frenético alboroto del sacudir del agua contra las primeras rocas; al equiparse, el figurarse (como la mayoría la primera vez) que ese neopreno tan ceñido era imposible de encajar en su hechura; y justo antes de empezar, esas miradas de reojo y con gesto de sonrisa alzada de nervios, avistando desconfiado el cristalino y tembloroso río.
Nada fuera de lo normal.
Pues bien, cuando empiezas a descender ese río, con discreción van mutando; reserva y prudencia poco a poco, y dejan atrás los arqueros, y cruzando esos “sus portones”; y con desconfianza o sin ella, se van adaptando al paisaje del que yo tanto les he hablado. Gradualmente y a su medida comienzan a disfrutar.
Cuanto me gusta ayudar a esto.
Tratar de hacer el barranco (u otra actividad) a medida de alguien, y no hacer que ese alguien se mida contra el barranco.

Incluso al final, en algunos saltos o tramos un poco mas embarazosos “siempre evitables” los azuzas para subir ese su listón, practicando algún salto que horas antes habría eludido terminantemente, y consiguen superarlos .
Al terminar puedes adivinar en sus rostros ese brillo que se adquiere cuando superas un desafío personal, y además ese reto supera todas tus expectativas.
Convencido que repetirán, y que yo estaré allí para verlo.
Ser valiente no significa no sentir miedo. Ser valiente es cuando uno reconoce sentir miedo y pese a ello logra superarlo para seguir delante, dándose cuenta que al final, el empeño y el deseo dominan el miedo.
 “Quedarse en lo conocido por temor a lo desconocido, equivale a estar vivo pero no vivir.”



No hay comentarios:

Publicar un comentario