miércoles, 11 de noviembre de 2015

Os Foratos de Lomenas



PRÓLOGO:
He tardado en escribir sobre esta pequeña gran carrera, que me ha regalado repensar y ratificar lo que llevo practicando estos, al menos dos últimos años:
“Participar únicamente en las carreras que verdaderamente me apetece hacerlo”.
La corrí hace tres semanas en Torla. “Porque me apetecía”.
Alcanzar la madurez en este deporte, significa reeducarse permanentemente; De manera que en cada momento,  estableciendo tus propios pasos para mantener esa esencia, sigas disfrutando y sigas recreándote en él.
Lo que te servía, te incitaba hace unos años, o incluso el año pasado, puede no parecerte este.
Yo estoy ahora mismo en una fase, en la que mis trotadas semanales, abstraídas y vitales (algunos las llamaran entrenos), son como siempre y me encantan (32 años las ratifican).
Y son, siguen siendo, una necesidad vital. Pero mis  participaciones en competiciones son cada vez mas limitadas y escogidas, porque ni me satisfacen, ni lo necesito.

CARRERA:
Acudí a esta por que me habían hablado muy bien de ella y a la vez, participaban muchos queridos amigos para compartirla y disfrutar juntos del dia y el ambiente.
Salir y llegar a la localidad de Torla, disfrutando de sus inmediaciones durante veintiún kilómetros, pero sobre todo del valle de Bujaruelo, era un monográfico muy apetecible.
Y he de decir que no me decepcionó.
Carrera con aroma a las de antes. A las carreras por montaña pioneras.
Participación ajustada y familiar, aunque competitiva;  esto hoy en dia ya es inevitable, y mas si los premios son en metálico (para mi un error en este tipo de eventos).
Posterior y circunstancialmente, también ayudó a este buen sabor o evocación, el disfrutar de un espectacular dia de otoñal.
Esto en las inmediaciones de Ordesa significa correr sobre sendas humedecidas y térreas, enmoquetadas por vívidas hojas, y enmarcadas por unas celosías de centenares de luces y colores, conformadas de arboledas cobrizas, esmeraldas y doradas, totalmente indescriptibles.
Un placer para los sentidos.
Mi carrera,  correcta, pero sobre todo cabal: 1h 45 m. Puesto 21 de 201, y 3º en mi categoría.
Regresaba de realizar el viaje por Perú, y aunque eso significaba estar falto de ritmo y rodaje, supe encontrarme a gusto.
La falta de oxigenación no me servia de excusa, pues volvía de estar mas de diez días en alturas de entre 3500 y 4600m.
Así que en ese sentido, de hematocrito tenia que ir sobrado.
Por lo que me habían explicado a priori de la carrera, procuré dos cosas: Primordialmente, y aún contraviniendo a mis entusiastas y optimistas  amigos, espoleándome en la línea de salida para salir a “ganar”...jajajaja...,   la de siempre, “disfrutar y no sufrir”, yendo a un ritmo en el que me encontrara confortable y conveniente; Y la segunda, intentar, aunque fuera despacio, correrla completamente.
No lo cumplí. A no ser que estés como un toro, el recorrido esconde severos repechos, en los que inmediatamente eres consciente que corriendo no adelantas mas que andando rápido, pero te desgastas el doble...
Una vez dan la salida, en muy poco, y casi sin darte ni cuenta, te ves inmerso en un universo de pistas forestales, prados de cultivo, y bosques rebosantes de avellanos, robles, álamos, arces, cerezos y fresnos con esa sugestiva coloración de la metamorfosis otoñal.
Un recorrido muy sugestivo, que en su mitad alcanza el puente de los Navarros por una exuberante senda junto al río Ara.
A continuación, aunque  la pista de Bujaruelo hasta el puente de los Abetos, es un tramo menos agradable por tratarse de la pista  vehicular de acceso al valle, abordas una de las sendas, si cabe, más espectaculares del recorrido y eso compensa. Además, a partir de aquí me quedé solo como a mi tanto me gusta, y esto amplío mi sensación de agrado.
Personalmente, todo me agradó, pero el ultimo tramo, por el camino de la Escala, donde tras salvar el desnivel y coronar, disfrutas mientras corres de unas increíbles vistas del valle de Ordesa, y Torla, me hipnotizó.
Los últimos kilómetros entre  rápidos descensos asociados con algún ascenso rompe piernas, donde si tus patas resisten, puedes echar el resto para llegar hasta la entrada al pueblo y hacer un victorioso y bullicioso paseo a meta con la tu mejor cara posible.
Tras la llegada, de lo que disfruté más, fue de animar a cada uno de los amigos que iban llegando felices, y después de la comida y como siempre las risas, que es lo que hace que sea una gran jornada.
Carrera muy recomendable.

EPILOGO:
En cada fase por las que he pasado, siempre he disfrutado.
Pero desde que decidí correr solamente las carreras que realmente me apetece, las termino de forma excelente independientemente de marcas o puestos. Las finalizo repleto de bondades y lleno de experiencias gratificantes. Y si es juntamente con amigos esto se amplifica.
Se trata pasarlo bien, compartir, y además,  ya de paso mantenerme en forma.
Aunque parezca demasiado presuntuoso enfocar todo esto como una filosofía especial, si toma un sentido esta idea aplicada a mi vida.
Es mi filosofía.
Todo tiene sus momentos: Se corre para mejorar marca, para superar un objetivo puntual, para mantener una determinada condición física que con los años cada vez parece menos sostenible, o porque correr es un deseo en sí mismo y lo llevas dentro.
No nos debe importar que en un determinado momento, o con una edad, se vaya más despacio (y yo de momento no me quejo), o simplemente cambien nuestros propósitos o punto de vista.
Se disfruta mucho mas si se echa una pizca de realismo, imaginación y amor propio.
En cada fase de tu vida, debes observar y dominar los límites de tu cuerpo; tus extremos, y llegar donde quieres llegar sin dejarte arrastrar por auto sometidas coacciones, camarillas o populismos. Este es el primer mandamiento de un corredor feliz.
Al final, con el tiempo,  te das cuenta que la lucha no es contra un crono, ni siquiera contra ti mismo (esa  ya la pasaste), sino contra las lesiones, la falta de recuperación, la motivación, o tus obligaciones.
La madurez en el deporte, en el correr, es más emocionante que ninguna otra etapa.
Acabo de cumplir 48. Me siento joven y ágil, pero ahora cada año me lo tomo como una meta parcial; como llegar al siguiente avituallamiento.
Envejecer corriendo es un privilegio y objetivamente eleva mi bienestar y mi felicidad; la de cualquiera, por encima del común sedentario.
El correr,  no es una profesión para casi ninguno de los participantes en cualquier carrera popular, y por ello, debemos tomarlo como lo que es, una diversión o desahogo que haces lo mejor que puedes, con un nivel de exigencia que tiene que ser ajustado a tu nivel de entrenamiento, a tu edad, tus circunstancia, y tu exigencia individual.
En este terreno, nadie excepto nosotros mismos somos culpables de nuestros fracasos o frustraciones.
Si lo tomas como debieras, escuchándote a ti mism@, solo obtendrás victorias. Bien sean superficiales en forma de medalla o marca, o las mejores, las fundamentales, en forma de convivencia, divertimento, amistad y bienestar.
Ni más, ni menos.
¡¡Disfrutar cojones!!

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