miércoles, 20 de julio de 2016

El ANETO

Una llamada de teléfono con una pregunta:
-“Javi soy Juanma, voy de camino para allí con un amigo con intención de ascender el Aneto. ¿Nos acompañarías?”.
Y una respuesta:
-“ Si claro, encantado”.
 
“Tras colocarle la medalla, se lanza sobre mí,  o yo sobre él.
Nos abrazamos y comienza a llorar contagiándome, haciendo que llore con él, sintiendo como de repente nuestros dos corazones se funden en uno solo, y Juanma me dice: -“¡Lo hemos conseguido tío!...  ¡lo hemos conseguido!”.
Un momento mágico.
La magia de la vida nos es necesaria para vivir intensamente. Y esa magia siempre esta ahí. Es preciso crear nuestra vida sin límites, pensando que todo es posible. Sentirnos como un folio en blanco, en el que iremos delineando poco a poco acontecimientos como el que ha sucedido aquí con algo tan sencillo como un abrazo.”

(Fragmento de mi relato tras la maratón de Sables 2008).
 
En 2008 nos unió el destino en el desierto Marroquí. Y fue ese mismo destino el que quiso que compartiéramos muchos momentos de carrera, y nos abrazáramos y lloráramos juntos al finalizarla.
Poco tiempo después, volvimos a fundirnos en un sentido abrazo y a llorar de emoción a su llegada a meta en la Ultra Trail Guara Somontano de Alquézar que yo coorganizaba.
Y este pasado sábado, como no hay dos sin tres, demandamos ese sincero y emocionado abrazo en la cima del Aneto.
Siempre hemos mantenido el contacto, y realizado más de un encuentro; varios aquí, y uno en
Aneto con Miguel 1985
Torrevieja de donde es oriundo Juanma.
Incluso como no,  lo he llevado de barrancos con su familia. Por todo eso, Juanma ya es un amigo de esos que sabes que lo será siempre.
¿La pasión por algo (correr, subir montañas, bajar barrancos, viajar, etc.) es racional? ; Puede, pero lo normal es que no lo sea.
Esta nace en un momento de tu vida, en cierta microscópica neurona, y ante algún estímulo se detona con todas sus consecuencias.
Y de repente, eso es lo más importante en tu vida.
Durante un tiempo es el patrón que agita tu cuerpo y tu alma.
De este nostálgico modo recuerdo cuando desde los quince/dieciséis años hasta los veinte y pico, me dio por ascender tres miles. Coleccionarlos sí.
Después como consecuencia o como progresión sobrevinieron los Alpes, los Andes, el Pamir, el Himalaya, y lo que resultó.
Ahora mis ascensos a los tres miles son más ocasionales, y normalmente para acompañar a alguien. Aunque en pocos años, me gustaría reeditar muchos de ellos junto a mi hija (si ella quiere.)
De todos ellos el mas deseado es el Aneto simplemente por ser él más alto.
Verdaderamente no sé cuantas veces lo he subido. No llevo la cuenta de nada de estas cosas. No pocas, aunque tampoco ninguna barbaridad como podría ser las veces que he bajado el río Vero.
Si que recuerdo la primera en 1983;También la primera con Miguel y mi hermano Jorge en 1985, y como no, la última hasta ahora este pasado sábado 2016. En invierno, en verano, solo o conduciendo algún grupo, caminando, escalando, o con esquís.
Pero esta vez era para acompañar a un buen y querido amigo. Un motivo siempre gozoso.
Y si, disfruté muchísimo por mí mismo, pero todo acrecentado por poder conducir, ayudar a Juanma, y su amigo Dani a cumplir su objetivo.
Dios los cría y ellos se juntan; Dani encantador y dispuesto en todo momento con una sonrisa, que revelaba lo feliz que era.
Además también conté, con la irreemplazable compañía y ayuda de Miguel; un “AMIGO” con mayúsculas, con el que ya llevamos juntos mas de uno desde ese ascenso de 1985, y los que vendrán. 
Por otra parte, sé que a Miguel siempre le hace especial ilusión ascender el Aneto, porque su padre formó parte de la histórica cordada que subió e instaló la virgen de la cima en 1956; Justo este, hace sesenta  años.
Dia de (16-7-2016):
Madrugón, autobús, e inicio de la ruta en el Plan de Besurta a 1920 metros de altitud a las 5.15 h.

La carretera desde el Hospital (donde nos alojamos), hasta el plan de la Besurta se encuentra cortada durante los meses de verano (hasta el 14 de septiembre) por la gran afluencia de público. Por tanto durante estos meses se habilitan autobuses cada media hora, que realizan este recorrido en poco más de 15 minutos.
A partir del  plan de la Besurta, y en cuanto abrieron las puertas del autobús, me figuró la salida de una Ultra Trail. Todo el mundo apresurados progresando hacia arriba como si hubiera controles de paso, o cerraran la cima. ¡¡Buuuffff!!. Dependiendo del paso, te esperan de cuatro horas y media a seis de ascenso, mas el descenso. Como para ponerse nervioso pidiendo paso...
¡Me agobian estas situaciones de masificación!. Será que me vuelvo raro, o viejo. “¡Cambia el chip y disfruta!”,  Me repetía a mí mismo mientras caminaba en silencio.
En unos 35 minutos ya pasábamos junto al refugio de La Renclusa a 2.160 metros de altitud (el refugio más alto de los Pirineos hasta hace muy poco que se inauguró el de Llauset ).
Desde allí, seguimos el abrupto camino de piedras marcado por hitos y como no, una categórica y resplandeciente hilera de luces frontales.
Con paso amable pero continuo, vigilando las sensaciones de Juanma y Dani, que eran buenas, ascendíamos sin prisa pero sin pausa, charlando sobre todo de su temor al paso de Mahoma.
A la altura de los Portillones, que se elevan desde la base del pico de la Renclusa hasta el Pico de la Maladeta, decidí atravesar la cresta desde el Portillón Inferior (2738 m) al Portillón Superior (2870 m), para acomodar su vista al vacío, madurar un poco su confianza, y que así después no les impresionara tanto el paso de Mahoma.
No sé si funcionó mi plan psicológico, pero atravesaron la cresta con prudencia, eficacia y casi hasta con oficio. Aprobados, pensé.
Una vez franqueado el Portillón superior, tras 4 kilómetros y 2:30 horas de ascenso, asomó por delante el amplio y majestuoso glaciar del Aneto situado a 3050 metros de altitud.  Sus caras eran un himno a la impresión y la emoción. Hay que entender, que nosotros estamos acostumbrados, pero para ellos era la primera vez que caminaban por un glaciar.
Seguro que la primera vez, aunque ya no nos acordemos, igualmente nos impresionó.
En este punto, ya despuntado el día, les sugiero que se pongan las gafas de sol, y Juanma descubre que las ha olvidado en el hotel.

¡Mierda!. Sé que es inviable pasarse unas horas marchando por el glaciar un dia tan soleado como hoy sin gafas. Si lo hace, se expone a unas mas que seguras graves lesiones oculares causadas por la radiación del sol y su reflejo en la nieve.
¡Piensa! Me digo. Normalmente, cuando acompaño a un grupo grande, siempre llevo un par de gafas de recambio, pero esta vez, la relajación de ir entre cuatro amigos, ha hecho que me aquietara y cometiera el error de no hacerlo.
Inmediatamente, recuerdo una vez que haciendo esquí de montaña, uno del grupo se olvidó igualmente sus gafas, e improvisé unas con un trozo de cartón del embalaje de una caja de quesitos, recubierto con papel de aluminio de un bocadillo, inspirándome en las gafas para glaciares que utilizaban los primeros montañeros, que como cristal tenía una lámina metálica opaca color aluminio para reflejar la luz, y veían a través de unas pequeñas rajas en forma de estrella.
En esas, recordé que en el estuche de mis gafas llevo unos cristales de repuesto, que ensamblados con esparadrapo que llevaba en el botiquín, podrían sacarnos del apuro. Y funcionó. 
Juanma atravesó el glaciar sin problemas, con unas expeditas gafas ultimo modelo ovilladas en su cabeza con esparadrapo.
Superado este trance, ya con crampones y por un glaciar aun con suficiente nieve para atravesarlo cómodamente en diagonal, nos dirigimos caminando gradualmente hasta el collado de Coronas (3198 metros de altitud). A partir de aquí el último tramo de fuerte pendiente hasta la antecima.
Tras este tramo cuesta arriba que superamos sin dificultad, nos situamos a 3.250 metros de altitud, y nos enfrentamos al temido desafío de Juanma: "El Paso de Mahoma".
Un paso de unos 50 metros de longitud, que aunque de poca dificultad técnica objetiva, lo aéreo y expuesto de su enclave, hace acentuar el temor y embarazo al atravesarlo sobre todo a personas con vértigo. Eso sí, siempre hay que tomarlo sin temor, pero con respeto y prudencia. Y ante la duda, encordarse.
Tuvimos la fortuna de llegar en un momento que estaba despejado y no pasaba nadie. En consecuencia, como estábamos dos veteranos y conocedores (Miguel y yo), con dos novatos pero habilidosos (Juanma y Dani), determiné atravesarlo secundando cada uno de nosotros a cada  uno de ellos; por parejas. No abrumarlos con cuerdas, y salvarlo sosegadamente, con prudencia y con facilidad.

Superado el Paso de Mahoma llegamos a la cima del Aneto (3404 m) tras 7 kilómetros y 5 horas de caminata. Emocionante.
¿Cómo explicar lo que se siente cuando te abrazan con manifiesta y sincera emoción y te exclaman: “Gracias por hacerme feliz?...No hay palabras.
Solo sé que tras ese gran estimulo quedas herido. Herido de esperanza. Y se adueña de ti una combinación de satisfacción y bienestar.
Miras, mides, estas, suenas, sueñas,  y sucedes. Intentas captar el instante, retenerlo en imágenes y fotografiás para hacerlo inmortal.
Por deliberada omisión o por improvisada acción,  por un instante vives en unos márgenes imaginarios y libres.
Ha sido su elección apostar contra sus miedos y a favor de sus ilusiones. Miguel y yo, en esta ocasión hemos sido los afortunados testigos de ese milagro de felicidad que da haber conseguido un sueño.
Soñar, pensar, ¿qué diferencia hay?.
 No sabemos si lo soñado es pensado, o lo pensado fue primero soñado.
Pero lo que ayer era un anhelado sueño hoy, ahora, es realidad.
En la mayoría de los casos, el deporte de aventura, el montañismo, nace de la expresión de alguien que se cree capacitado para enfrentarse a lo misterioso y aceptar e incluso disfrutar la convulsión interna de un ser deseoso ante un destino que desconoce, y a la vez, de manera callada, teme.
Afrontar un desafío, sabiendo que el único final posible es la meta o el éxito, haría perder ese fulgor de hazaña e incertidumbre, que tanto nos motiva.
Esta travesía, este dia, ha sido extraordinario por tantas cosas. Gracias Juanma, Dani y Miguel por compartirlo conmigo.






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