miércoles, 6 de julio de 2016

LOS BARRANCOS DE GUARA CONMIGO

Una nueva temporada, y no puedo mas que rescribir y reeditar este perpetuo post:
Admiramos las cosas por muchos motivos, pero las amamos sin razones.
Porque lo que nos impresiona, nos impresiona una sola vez; sin embargo lo que nos resulta extraordinario, cuanto más lo contemplamos, más nos lo resulta.
He filmado ya los barrancos más populares de Guara: Formiga, Gorgonchón, Oscuros del Balcés, Mascún,  Peonera, Vero, o Gorgas Negras.
Para mí, son barrancos cargados de recuerdos, nostalgia, y vivencias.
El Vero fue mi primer barranco, y es el que más veces he descendido en mi vida.  Por muchas razones también es en el que más me deleito. Unas sinceras, propias y afectivas, otras como para muchos, evidentes y perceptibles.
Incluso, creo que mi pasión en general por la aventura nació allí en sus entrañas.
Cuando tenia no sé bien si trece o catorce años, me condujeron allí por vez primera dos de los monitores del por entonces grupo Scout de Barbastro, que eran también miembros de montañeros de Aragón en Barbastro: Carlos Jurado y Juan Jaime Leache. Jamás lo he olvidado. Esto era más o menos sobre el año 1980/81.
Sorprendentemente, a Juan Jaime he tenido el placer de guiarlo, treinta y cinco años después.
Dentro de lo mal que lo pasé aquel día debido a las gélidas aguas y mi enclenque complexión, al finalizar me figuró la aventura más extraordinaria que había vivido en mi vida. Era el lugar más extraordinario que había visto jamás. Amor a primera vista.
Y que conste que cuando me introduje en la primera poza de los oscuros y el frío me amedrentó los testículos y me guillotinó la respiración, quedé tan agarrotado, tan paralizado,  que me juré no volver a pisar jamás un barranco.
Está claro que no lo cumplí.
Por entonces se descendía en bañador, camiseta, calcetines, y eso sí, bota de vino.
Haciendo gala de veteranía, el bañador lo engrosabas con algún viejo recortado pantalón tejano, para así arreciar la culera y preservarlo del roce.
Como forma de prever los restregones por el pecho con las interminables piedras, alguna ajada camiseta; Para evitar que se colaran tantas piedrecillas en las zapatillas de deporte o Chirucas de tela, unos calcetines; y para enardecer y vivificar la entraña, bota de vino.
También material recomendado por entonces, era algún tipo de barquita, colchón hinchable o cámara vieja de camión, que al final siempre constituía más una molestia que un apoyo.
Como antítesis a nuestra proletaria equipación, observábamos ya por entonces algún francés equipado con traje de neopreno, que, “provocaba nuestra burla”:
-“¿Qué hará este Gabacho disfrazado de hombre rana en un río?”.
¡Era insólito!. Pero, muy al contrario de lo que nosotros creíamos, ese francés era el acertado, el sensato, y seguro que tenía mucha más experiencia que nosotros. El tiempo le dio la razón.
Nosotros, los trajes de neopreno solo los habíamos visto en la tele, en los documentales de Jaques Cousteau, y efectivamente los relacionábamos con el mar. No con un río. 
Eran trajes de buceo. No existían aún los trajes retocados y reforzados específicamente para barrancos que aparecieron unos años mas tarde.
Los franceses habían explorado y dado a conocer estos maravillosos cañones de Guara mucho antes que nosotros, y en Francia eran muy populares en los círculos de montaña y espeleología.
Cuando aquí aún comenzábamos a conocerlos, ellos tenían ya una guía con sus reseñas editada en Francia.
Como anécdota relataré, que por aquel entonces en un menos transitado que hoy río Vero, las Francesas practicaban mucho el toples.
Tanto, que algún lugareño se llegaba por senderos desde Alquezar hasta alguna badina, equipado con su caña de pescar con sedal, corcho, pero “sin anzuelo ni cebo”. Allí “no muy disimuladamente” ojiplático, miraba  pasar a estas francesas con sus pechos al aire, avivados por el agua fría.
Hasta creo que aprendí a escalar abrazado a sus paredes como una lagartija en algunos de sus pasos evitando el agua.
Por cierto que por entonces, y durante muchos años, al terminar, como colofón, se saltaba la presa (donde las famosas pasarelas actuales). Entonces cubría.
Cada año desde ese primero nunca he faltado a mi cita con este río, descendiendo al menos el Vero. Pero también me introduje en al Balcés y el Mascún (aún en bañador y camiseta).
El año 1990, por medio de montañeros y la escalada, conocí a Pepe Chaverri y nos hicimos amigos.
Me ofreció ayudarles y trabajar junto a él y Alfredo Vivés durante mis vacaciones de verano en el camping del Vero en Alquézar regentado por el visionario Jose Luis Solana, y en el camping del Puente de Rodellar que casi acababan de inaugurar los entrañables Fina y Pepe.
Así, que en la práctica, tuve los dos mejores instructores que se pudieran tener, sobre todo en actitud, correspondencia y procedimiento. 
Esos años reforcé mi experiencia en los barrancos ya sabidos, y aprendí bien los que aún no conocía.
En el camping, a diario nos afanábamos por convencer a la gente para que nos contratara como guías (ya con neopreno), porque entonces no era normal.
Y fue difícil. Porque por entonces, solo se concebía un guía para la alta montaña, para los Alpes, pero para ¿un río?.
Poco a poco fuimos guiando grupos, disciplinándonos en esa habilidad, y puliendo entre todos el camino dentro de cada barranco, cada paso.
Obramos diseñando cada recorrido, con la mejor técnica que se nos ocurriera para conducir a la gente contenta, pero sobre todo “ilesa”.

Pasaron unos años, unos veranos, y poco a poco todo cuajó y poco a poco nacían mas empresas de guiás y aventura..
Fueron años despreocupados, plenos, y llenos de anécdotas, vivencias y experiencias, donde vimos, en cierto modo formamos parte, de la evolución del barranquismo en el fondo y en la forma. La equipación y la técnica.
Yo cada verano fiel a mi cita, seguí ayudando a mis amigos Pepe y Alfredo, tras la creación de su propia empresa: “Milorcha”.
Hasta diseñé y dibujé su logotipo, pero nunca me planteé dedicarme de lleno a ello, porque siempre deliberé, aún lo hago, que si lo convertía en mi modo de vida, perdería esa ilusión. Ilusión intacta a dia de hoy.  


En 1993 yo fui vocal de escalada y barranquismo en mi club Montañeros de Aragón Barbastro. Este año se creó por parte de la federación aragonesa de montaña el primer comité de barrancos de una federación Española de montaña, cuando aquí, en nuestro club ya organizábamos los primeros cursillos de descenso de barrancos para los socios.
De hecho, no fue hasta 1999 cuando vio la luz un primer manual técnico de descenso de barrancos.
Sumergido en estos barrancos, soñaba con nuevas gestas. Y fui llevando a cabo algunas de ellas, e incluso utilizándolos como lugar de entrenamiento para ellas.
Ahora,  treinta y cinco años después de esa primera vez, tras centenares de descensos realizados, cientos de personas conducidas, y algunas vivencias y aventuras por el mundo, mi idilio sigue intacto. 
Fueron, son, e imagino que serán, la entraña y el espíritu de un chaval y sus lógicas ansias de andanzas, para poco a poco convertirse en una pasión por hacer, pero sobre todo por aprender y compartir.
Porque la pasión es una emoción importante que encierra entusiasmo e inclinación por algo, y por eso se dice, que a una persona le apasiona algo cuando establece una fuerte correlación con algo.
Este es mi caso. Me apasionan muchas cosas, si,  pero una muy importante son los barrancos “de Guara”.
No cualquier barranco, “los de Guara”. Mi tierra.
Y cada año me reedito. Como cuando se visita a un gran amigo sigo fiel a esa cita. Solo, acompañando gente, o ahora para grabarlos.
Porque   gracias a las nuevas tecnologías, los puedo grabar casi como yo los veo, pero sobre todo casi como los siento.
Y de un modo nuevo, diferente, seguir compartiéndolos con el propósito, el deseo, de que estas grabaciones sean para mí  como esa  desgastada foto de un viejo amigo que contemplaré suspirando dentro de muchos años.
Al mismo tiempo, y de forma visual, poder guiar hasta ellos a gente que por otro medio no pudiera conocerlos.
Los barrancos de Guara han sido, son y serán, parte de mi vida.

PD: Curiosamente el primer descenso integro que se realizó del río Vero, lo realizó el Dr. Paul Minbielle y su hijo (Franceses), el año 1967.
El año que yo nací...

2 comentarios:

  1. Muy bueno Javi este repaso histórico.
    Me hace mucha gracia porque mi primer barranco fue, o fueron los oscuros y los estrechos del Balces, luego vendrían algún Vero, Peonera, etc...y lo mismo que tu, a pelo. Y cuando veiamos a algún francés con neopreno nos reiamos "Estos se pensarán que están haciendo submarinismo....!!". Ahora, si hay agua, me tapo hasta la nariz!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajajaja. A mi me pasa igual. Desde que empecé a utilizar el neopreno, ni de coña me metía en uno sin él.
      Gracias Ramón.

      Eliminar