miércoles, 29 de marzo de 2017

INSPIRACIÓN



La pérdida de mi madre ha sido..., todavía es, uno de los momentos más tristes de toda mi vida. 
Y dentro de este abatimiento, estoy, estamos toda la familia enormemente agradecidos por las innumerables muestras de apoyo y cariño que hemos recibido y seguimos recibiendo.
Personalmente, lo que más he agradecido, ha sido ratificar algo que ya sabíamos; que no éramos los únicos que la admirábamos profundamente.
Tras todo ello, y fruto de lo vivido, una noche de insomnio me llevo a escribir esta reflexión:
Soy padre. ¿Qué estoy transmitiendo a través de mis acciones? ¿Qué modelo ofrezco a quienes me observan, me leen, o escuchan? ¿Cuál será mi legado el dia que ya no esté? ¿Cómo me gustaría ser recordado?.
A bote pronto, soy muy consciente de algo que mi madre nos enseñó no con palabras, si no con hechos: “Cuando empiezas un camino, adquieres la responsabilidad de compartir con el resto tus hallazgos. Y no desde el ego, sino desde la humildad, el compromiso y la generosidad”.
Cuando somos niños, pese a lo que nos pueda parecer, no escogemos a nuestras amistades, ni incluso a nuestros primeros amores.
Con entusiasmo y sin ningún tipo de criba, sufriendo una momentánea ceguera, aceptamos lo que se nos presenta en suerte y sus consecuencias.
Pero también por suerte, en la mayoría de los casos esa ceguera se superará con los años y la experiencia.
Y eso, con los años, nos autocensuramos volviéndonos más minuciosos, más expeditivos y mucho menos accesibles. Hacemos criba.
Y nos volvemos menos cercanos a los que no nos suman, a los que nos agotan, a los que en cierta forma desean vedar nuestro bienestar.
Y buscamos y nos permitirnos encontrar, personas que nos inspiren, iluminen e importen.
Porque quien nos inspira, enciende una luz en nuestra mente.
Y esto nos proporciona unas energías únicas para progresar, tirar adelante, desarrollar nuestra madurez y ampliar nuestra libertad.
Disponer de amigos que se convierten en familia, o familiares como mi madre que son algo más, que no te engullan ni debiliten, si no que se eleven como siluetas en las que inspirarnos para ser mejores, es un enorme privilegio.
Mi madre nos enseñó sin ella saberlo, que para inspirar a alguien no es necesario ser perfecto. Que en realidad basta con que los demás te observen y perciban cómo vences las dificultades que te salen al paso, pero sobre todo como superas tus propias debilidades para intentar dar la mejor versión de ti a los que te rodean.
Después de iniciarnos en un modelo de educación y sociedad, en la que nos estimulan para apartarnos de nuestra auténtica identidad,  es bueno detenerse, reflexionar y empezar a conocernos a nosotros mismos, determinando que es lo que quieres ser. Porque cada uno es lo que cree que es.
Después, si así lo decides, rebelarte, inspirarte en quien te merezca la pena hacerlo  y actuar, para así el dia de mañana, ser igualmente nosotros fuente de inspiración para nuestros hijos o amigos.





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