jueves, 13 de septiembre de 2018

SUEÑA EN TI MISMO


Un turista se hallaba en la playa sentado sobre su toalla ensimismado mirando al cielo.
Tras pensarlo mucho decidió contratar ese servicio (previo pago), que consiste en colocarte un paracaídas, el cual va atado con una cuerda a una lancha, y la lancha arranca mar adentro elevándote por los aires como si fueras un globo en la mano de un niño.
Era la primera vez que hacia algo así y le daba miedo.
Pero era algo que siempre había deseado hacer.
Escuchó nervioso las últimas indicaciones del monitor mientras este le ajustaba un salvavidas.
No sabía nadar muy bien, tenía un gran nudo en el estómago y emergían muchas preguntas en su cabeza: ¿Qué pasará si no me elevo y la lancha me arrastra mar adentro?; ¿Y si una vez en el cielo, caigo desde semejante altura?...
A pesar del miedo, estaba decidido a confiar en sí mismo y realizar el vuelo.
Era una experiencia nueva y era normal sentir temor.
Sabía que la vida es eso desde que naces; un cúmulo de experiencias nuevas, y hay que estar abierto a ellas.
Su corazón andaba a mil por hora, mientras escuchaba el sonido del motor de la lancha que iniciaba su recorrido mar adentro.
Como le habían explicado, comenzó a caminar con decisión; despacio al principio y después a medida que la velocidad aumentaba a correr.
Y llegó un momento en que tuvo que pegar un salto para evitar entrar al mar, y… ¡Guuuaooo!... No lo podía creer, el paracaídas se elevó con él suspendido, y en cuestión de segundos estaba muchos metros por encima del mar, contemplando la costa desde lo alto como si fuera una gaviota.
E inmediatamente sintió serenidad y equilibrio. Paz.
“Nunca hubiera imaginado que fuera tan fácil y divertido”
Se relajó y disfrutó de las hermosas vista desde el cielo mientras “volaba”.

Casi finalizó la temporada de barrancos.
Y como en los últimos años, aparte de hacer yo, he acompañado a amigos que se “aventuran” a hacerlo por vez primera.
Con tantos años acompañando gente (treinta y pico) he aprendido que dar excesivas explicaciones a alguien atacado de los nervios por ser su primera vez, no mitiga esa inercia de sus miedos.
Lo mejor es esperar, y que sea el propio medio natural, el paisaje, los instantes y la actividad los que hablen por mí.
Eso sí, el primer paso, “venir”, han de darlo por sí mismos.
Después todo a favor.
Tras comenzar, solo hay que aguardar y dejar que todo discurra con naturalidad.
Al comenzar observas su sigilo, y esas orejas tiesas dando oídos al alboroto del agua; alerta a cada elemento en un medio que todavía consideran hostil.
Al equiparse, figurarse (como la mayoría la primera vez) que ese neopreno tan ceñido será imposible de encajar en su hechura, y las consiguientes bromas sobre las tallas. 
Esas miradas de reojo a todos y a todo con gesto de sonrisa alzada de nervios, avistando de reojo desconfiados el palpitante y misterioso río.
Nada fuera de lo normal.
Pues bien, cuando comienzas a descender ese río, van mutando con discreción. 
Solo has de transmitir seguridad, serenidad y sobre todo pasión.
Entonces, esa reserva inicial, poco a poco se va adaptando al paisaje del que yo tanto les he hablado.
Ves como gradualmente y cada cual a su medida comienza a disfrutar.
Cuanto me gusta ver y ayudar a esto.
Se trata de adaptar el barranco (u otra actividad) a su medida, y no hacer que se midan contra el barranco.
Al final incluso, en algunos saltos o tramos más embarazosos “siempre evitables” los vas azuzando gradualmente para subir su listón, practicando algún salto que horas antes habría eludido terminante, y consiguen superarlos con la consiguiente satisfacción.
Al terminar puedes adivinar en sus rostros el brillo que se adquiere cuando superas un desafío personal, y además si ese reto supera tus expectativas.
Convencido que repetirán, y que yo estaré allí para verlo.

Ser valiente no significa no sentir miedo.
Ser valiente es cuando uno reconoce sentir miedo y pese a ello lo supera para seguir delante, dándose cuenta que al final, el empeño y el deseo dominan el miedo.
 “Quedarse en lo conocido por temor a lo desconocido, equivale a estar vivo, pero no a vivir.”
¿Cuántas puertas rechazamos abrir en nuestra vida por miedo a arriesgar?
La imaginación crea fantasmas; pero son solo eso, Fantasmas.
En realidad, no existen y los creamos nosotros mismos.
¿Cuántas veces evitamos tener nuevas experiencias por temor a lo desconocido?
Aún peor: ¿Cuántos miedos imaginarios acumulamos durante toda la vida, que evitan experimentar cosas nuevas y ser un poco más feliz?
Hay que buscar dentro de cada uno aquello que has evitado hacer, por culpa de esos fantasmas imaginarios y hacerlo. ¿Quién sabe?, Harás el camino de Santiago, correrás tu primera maratón, cruzaras un desierto, escalaras una montaña, o quizás disfrutes de una hermosa vista desde el cielo....

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