jueves, 27 de septiembre de 2018

INFANCIA, NATURALEZA Y MIEDOS

En la infancia, es fácil encontrar el paraíso a nuestro alrededor.
Para este post he hilado dos temas que he tenido en la cabeza tras la extraordinaria excursión que realizamos con niños este pasado sábado desde Bierge hasta Fuente Tamara, improvisando posteriormente la ruta de regreso por el tramo inferior del rio que tantas veces he descendido haciendo el barranco de la Peonera.
Un día redondo. Medio senderismo, medio descenso de barrancos. 
Los mejores recuerdos de mi infancia van ligados a la naturaleza.
Veranos explorando y jugando por el monte de Burceat y el barranco de Ariño con mis hermanos, excursiones por los alrededores de Barbastro y campamentos de verano en el Pirineo con mis amigos.
Todo permanentemente armonizado con el ecosistema que nos ha tocado en suerte. Después, de adolescente y adulto que voy a decir… Que arrastro las consecuencias de este sano veneno.
Y que suerte hemos tenido: Somontano, Sierra de Guara y Pirineo.
¡Menudo jardín de infancia!
Seguramente son esos gratísimos recuerdos los que hacen que a su vez deseemos educar a nuestros hijos con ello: Excursiones, travesías, esquiadas, escaladas, correr.
Eso sí; Siempre todo voluntario y nada obligatorio; Todo transformado en juego y nunca en un deber. 
Que excelente herramienta para educar sus valores y convivencia.
Porque, ¿Qué recordarán la mayoría de los niños de hoy en día de su infancia? ¿Televisión, videojuegos, parques temáticos, etc, etc?
Habitamos en ciudades o pueblos de ladrillo y hormigón, envueltos en alambres, cables, reglas, cánones, pautas, y prisas. ¡Qué triste!
Y yo, como la mayoría, quiero que mi hija recuerde de su infancia: ríos, barrancos, praderas, bosques, animales, risas, amigos y juegos.
Y al menos aquí, lo tenemos al alcance de la mano; La naturaleza.
Un medio que a mí me ha dado enormes satisfacciones a lo largo de mi vida hasta ahora, y sé que seguirá dándomelas. Y aún ahora, a día de hoy, me ayuda a desconectar y me beneficia psicológicamente.
Y si esto nos ocurre de adultos, ¿Qué efecto tendrá en los niños?
Tengo claro porque lo observo, y porque lo sentí en mi propia piel, que desarrolla las capacidades.  Oler, ver y tocar.
Jugar con y en la naturaleza desarrolla tus habilidades: fuerza, coordinación, equilibrio, atención y observación.
El medio natural nos alimenta con fuertes estímulos que favorecen la psicomotricidad: correr, trepar, saltar; y también las aptitudes positivas: Voluntad, valor, capacidad de esfuerzo, compañerismo.
Un conjunto de estímulos transcendentales para cualquiera, pero para un niño en etapa de desarrollo y crecimiento son valiosísimos y muy provechosos.
Además, claramente, a mí la naturaleza, el contacto diario con ella, aunque sea saliendo a correr un ratito, me reduce ese estrés diario de la rutina. 
Porque vivimos estresados: siempre corriendo y siempre con prisas.
Y esto a diario ya lo viven igualmente nuestros hijos a los que además cargamos de actividades extraescolares.
¿Cuantas veces cuando realizamos una actividad en la naturaleza, percibimos una satisfacción embriagadora y decimos tener la impresión de que el día ha durado más?
¿Quién no quiere eso para sus hijos?
Disfrutar de horas de calma en la naturaleza, activa un juego sosegado, variado, creativo e imaginativo; y si vas en grupo, favorecer la comunicación, la capacidad de participación y compañerismo. ¿Qué más podemos pedir?
Pues aún hay más: Otro indiscutible beneficio es que esta actividad mejora la salud.
La vida actual y todas sus comodidades son buenas y necesarias, pero cada vez fomentan más la comodidad, el sedentarismo y el desarreglo de la salud.
Por todo ello es importante que avivemos el amor de los niños por la naturaleza.
Pero, además, esto hará que aprendan a querer y valorar su entorno natural y a proceder respecto a esos sentimientos, colaborando en el futuro en su conservación.
Debemos familiarizarlos con su entorno: plantas, animales, insectos, árboles, flores, etc.
Que tomen conciencia de que el campo o la montaña es un lugar agradable para recrearse, educarse, y además un hermoso lugar donde conviven plantas y animales con nosotros. Que tal como está el patio, no está de más que se vayan concienciando que la naturaleza es un regalo que hay que custodiar, y no un ornamento del que servirse.
Y cambiando un poco de tercio, fomentar su cariño hacia y por la naturaleza, también conlleva prevenirles poco a poco sobre las precauciones que se debe tomar para moverse por ella. Desde pequeños.
Venimos de un verano donde vemos que los accidentes en montaña se han multiplicado mucho. Así que también hay que irles inculcando respeto, y el conocimiento, que no el miedo.
Muchas veces miedos irracionales de los padres los trasferimos a los hijos. Miedo a la altura, a resbalar, a los animales, etc.
Reír, llorar, enfadarse.
Sentir emociones es algo común en niños y adultos. Y el miedo, también.
Y aparte de normal es incluso positivo.
Es un buen instrumento de alerta que protege de posibles riesgos.
¿Y en los niños?
En los niños hay temores corrientes que todos hemos tenido alguna vez. Muchos son momentáneos, supongo que asociados su fase de desarrollo, particularidades sociales o emocionales por las que pasen.
Ahora bien. Muy frecuentemente, somos los propios padres los que involuntariamente les traspasamos nuestros propios miedos, o incluso voluntariamente porque recurrimos al miedo para protegerlos de condiciones que nos parecen peligrosas (animales, coches, alturas, al agua).
Y estos son innecesarios.
Les producimos miedos innecesarios para controlar su comportamiento.
Así que, pese a nuestros propios miedos, debemos tener un talante comprensivo.
Es muy importante transmitirles seguridad y confianza, siempre con un tono y entorno relajado. Que la vean en ti.
Y de ese modo, alentarlos a que de forma gradual se enfrente a sus temores con confianza, y repito, con seguridad.
Aunque lógicamente al principio sea con nuestra ayuda, de la mano, sin forzarlos, y siempre elogiando su valerosa conducta.
Fomentar su autoestima y su autonomía, es una forma creo yo de enseñarles maneras de contrarrestar la ansiedad y relajarse·
Hemos un poco que predicar con el ejemplo dentro de nuestras posibilidades, de forma que tenga en nosotros un modelo adecuado de superación.
Estas actividades, y vencer sus miedos, ofrece al niño una visión más positiva del mundo.
En una improvisada excursión por el campo, puedes enseñarle a no preocuparse excesivamente por las cosas y a encontrar soluciones a los problemas que le surjan.
Y siempre con mucho humor. Indispensable.
Un buen antídoto para el miedo, es convertir esos aspectos que nos aterrorizan en características graciosas mediante una risa o una broma.
Infancia y Naturaleza; Dos preciosos ecosistemas que creo deben ir de la mano.

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