
Colaboraban
el ayuntamiento de Ainsa, así como los vecinos de Latorre y Castejón de
Sobrarbe.

He
de confesar que nunca había estado por este cercano rincón del Sobrarbe, y me
sorprendió gratamente.
A
punto mañana llegamos a La Torre, y nos recibieron a los cuarenta participantes
entre adultos y niños con un re- desayuno: chocolate, torta, magdalenas y
bizcochos. ¡Menudo comienzo!
Después
nos mostraron lo que ahora era un bonito edificio social, y antaño fue la
escuela, lugar al que Jesús de niño venia andando cada mañana desde las casas
de Escapa cruzando el barranco de Talavera.
Tras
el agasajo, comenzamos a seguir a Jesús por una ruta circular que rezumaba
nostalgia de su propio pasado.
Se
le observaba entusiasmado, y muy responsabilizado y atento en todo momento
apoyando o relatando. Como cualquier buen anfitrión intentando mimar a sus
invitados.
Resultó
un precioso y ameno recorrido que atravesaba los pequeños barrancos de Talavera,
Escapa y Riparez, que, debido a las últimas lluvias, llevaban un poco de agua,
dándole al recorrido un plus de aventura y divertimento para los niños.
Este
recorrido circular nos llevó por las casas de Escapa donde él nació y se crio.
Dicen
que los mejores recuerdos no están ni en las fotos, ni en nuestra memoria,
están en nuestro corazón. Observando la cara y la disposición de Jesús, me atrevería
a decir que tiene muy buenos recuerdos de este lugar, y desde luego lo
transmitía.
Desde
estas casas en medio del monte, masticadas por el tiempo y la espesura, él partía
cada mañana al colegio del que habíamos salido.
Un
pajarito cercano a él, me reveló, que muchas veces se “distraía” por el monte y
se olvidaba de llegar a la escuela, pero eso sí, agazapado desde lejos y muy
atento, se comía el bocadillo a la hora; cuando observaba que en la escuela salían
a comérselo los demás niños …

Después
caminamos por unas pistas entre verdes campos de alfalfa, hasta la hermosa y
bien restaurada ermita de San Hipólito donde descansamos.
Ermita
donde realizan la romería los pueblos de la zona.
Para
terminar, atravesando de nuevo el barranco de Talavera por una zona que se
había adornado para la ocasión con un hermoso salto de agua, llegamos a Castejón
de Sobrarbe donde de nuevo sus orgullosos y amables vecinos nos recibieron con
un aperitivo. Esta vez brochetas de plátano con chocolate y guirlache de
almendras casero. Extraordinario de nuevo el entusiasmo y entrega de los
vecinos.
En
la iglesia de este pueblo, bautizaron a Jesús. Todo su pasado en el contorno de
esta bonita excursión. Su presente y futuro caminaban a su lado en forma de
hijos y nietos. Que estampa más bonita.
Esta
circunstancia me ha hecho reflexionar a lo largo de estos días:
Dicen
que, si llevas tu infancia contigo, jamás envejecerás. Que verdad. En algunos
instantes de la jornada, me pareció ver a Jesús rejuvenecer orgulloso junto a
sus herederos.

Abuelos,
padres y niños compartiendo en la naturaleza.
Las
personas mayores, los abuelos, son tan importantes para los niños en muchos
sentidos; son los mejores transmisores de esa maravillosa
cultura popular que por desgracia no nos ha llegado a muchos de
nosotros; o a algunos se nos ha olvidado por el camino…
Son
grandes conocedores de historias, anécdotas, o leyendas propias de cada lugar.
Y por ello me ha parecido muy acertada esta iniciativa de Jesús.

Y
compartiendo estas historias crecemos, nos conocemos y posiblemente hasta nos
reconocemos.
Qué
bueno que generaciones distintas disfrutemos juntos de un día en la naturaleza,
y como en esta ocasión disfrutemos además de historias que nos trasladan años
atrás.
Qué
bueno que además de inculcar a nuestros hijos este amor por la naturaleza,
podamos igualmente transmitirles hechos y vivencias de tiempos pasados: Darse cuenta de cómo
vivían o se divertían otros niños ahora mayores cuando no existían ni
televisión ni videojuegos.
Todo
esto, estoy seguro que irá haciendo que aprendan a conocer mejor el entorno, su
historia, a conocer un mundo diferente al que viven ahora, pero no tan lejano y
que forma parte de sus orígenes, recordándoles de dónde vienen.
Senderismo
evocativo, retomando raíces y enseñanzas para aprender a apreciar la
diversidad. Una actividad que
“rejuvenece” a mayores, y enriquece y estimula a los niños.
Estos momentos compartidos, en familia,
perduran en la memoria de los niños, y con suerte, en el futuro, ellos
mismos contarán esas historias y esos relatos a sus hijos y nietos, evitando
que se pierdan en el tiempo.
En definitiva, es
aprender y enseñarles, que observar no es solo mirar.
Enseñarles a compartir; Porque cuando compartimos, aprendemos la importancia
tanto de dar, como de recibir.

Gracias
Jesús por esta deliciosa mañana y por esta receta tan gratificante que habría
que repetir más a menudo. A mí me ha gustado mucho.