Cuando el discípulo está preparado, el maestro aparece. O eso dicen...

La humildad es una condición previa para estar verdaderamente preparado, y por eso respondo, -Si no estoy preparado, ya es tarde ¿no?- o bien -A mi regreso te responderé-
Así, con un mínimo de humildad para admitir mi ignorancia ante la pregunta de si estoy o no preparado, me persuado a mi mismo para abrirme a la experiencia de esta nueva andanza. Con este hipnótico veneno se adereza una aventura. El veneno de no saber verdaderamente si estas o no preparado.
En caso contrario, el orgullo de una mente irracional o del ego se manifestaría mediante dudas, incredulidad y escepticismo de lo que esta por venir, y eso no, no tengo ninguna duda, creo en mi.
Solamente soy realista, y por tanto, me exijo confiar en mi intuición, es decir, en mi 6º sentido, que es el sentido del alma, del espíritu, de la ilusión, que todos, repito “todos” llevamos dentro.
Evitar que los pensamientos taciturnos de dudas, incredulidad, miedos, o escepticismo se interfiera en mi ya mentalizada e ilusionada actitud. Como decia Pepe Chaverri, -¡Se va a cagar!-
Pero...¿puedo yo saber si realmente estoy preparado? - No puedo- He entrenado a tope, estoy muy mentalizado y totalmente seducido por el proyecto y la aventura. Ahora faltan otros muchos factores que no dependerán solo de mi, (suerte) pero estaré allí para enfrentarlos y responder ante ellos con algo llamado “realidad” y experiencia.
¿Estoy preparado pues? “Si”, porque estoy dispuesto a disfrutar, a luchar, y lo mas importante, a retirarme a tiempo si fuera preciso; y a eso se le llama experiencia.
Y la experiencia no es otra cosa que uno de los secretos mejor guardados en nuestras conciencias y que surge cuando todo lo demás falla; que prescinde de consejeros y colaboradores, transformando el espíritu en esfuerzo, disculpando torpezas, disimulando defectos y liberando presiones mediáticas.
Estoy listo. ¡Se va a cagar!