Sólo
cabe avanzar cuando se piensa en positivo, sólo es posible avanzar cuando se
mira más lejos.
Ya
está amaneciendo, y el sol comienza a proyectar los primeros rayos del día. Son
las seis, y puntualmente Frank y Elois hacen la ronda por las tiendas
despertándonos, y dejando junto a la puerta la pequeña jofaina con agua
caliente para que nos aseemos.
Hace
por lo menos una hora que dormito en el
saco oyendo al grupo de porteadores conversar en voz alta, y también la radio
de alguno de ellos con el volumen algo “excedido”... Me parece mentira, que con
lo atentos que procuran ser en todas sus funciones y aspectos, invitando a una
futura y generosa propina, descuiden estos detalles tan obvios atormentando el
descanso del grupo que les ha contratado, que no saben swahili, y por lo tanto la radio a horas improcedentes solamente los
marea...
Salgo
de la tienda, y miro hacia el sol. Me encanta mirar, catar (diría más bien), el
sol, cuando aún no tiene mucha fuerza... es maravilloso notar su aún tenue
calidez en la cara. Ya de buena mañana me serena y me hace sonreír.
Hoy
hay que ser muy prudentes, pues en cuanto lleguemos al último campamento y tras
cenar, solamente descansaremos unas pocas horas, y a media noche marcharemos
hacia la cumbre.
Así
que, vamos a realizar una constante ascensión desde los 3.950m, hasta la cumbre
a 5985m, (2035m) en poco mas de 24 horas, efectuando un breve descanso, pero a
una altura de 4.800 m... No pienso
exponérselo así a nadie para que no se inquieten, pero así es; Prefiero que
piensen en hoy como una jornada más; El día
previo al día de cumbre.
Como cada mañana, no tardamos en ponernos en
marcha tras desayunar y disponer los petates, conformando una ejercitada hilera
que conduce Agustín, y cerramos Gregorio y yo. Todos los días me llama la atención,
que los más fuertes se ponen primeros arrimados, casi pegados, al guía local.
Es algo que yo haría diferente; primero pondría a los más débiles, para caminar
todos a su paso. A los fuertes les beneficiaría por economizar y reservar, y a
los débiles el ir en grupo y no quedarse divididos les influiría
psicológicamente complementándoles...
Hay un proverbio chino que dice: “Hay que
ascender a una montaña como un anciano, para, como un joven, alcanzar su cima”.
Pero... Como de momento todo el mundo va bien y está conforme, no digo nada.
Hoy
vamos a continuar rodeando el Kilimanjaro pero a una cota de cuatro mil metros.
¡Que bonita me está pareciendo esta ruta Machame!.
Aún displicentes y aletargados descendemos unos sesenta
metros hasta el lecho de un torrente, donde al cruzarlo comienza el denominado
Barranco Wall. Las miradas ya puesta en el enorme muro de roca
que debemos remontar de frente, y en el que se ven grupos progresando
dificultosamente como diminutas hormigas multicolores.
Ya he advertido al grupo, que durante este tramo
no llevaran los bastones en la mano y los pusieran en la mochila, pues según me
han explicado, en algún paso son esenciales las manos para agarrarse y avanzar.
La víspera, había ocupado un rato mí vista antes
de cenar escudriñando ésta pared, en busca de la traza del camino o la senda, y
si soy sincero, no me había parecido a priori nada complicada. Aunque en tu
interior, siempre sientes esa familiar intimidación que te mantiene alerta,
ante la posibilidad de que, como informan las reseñas de esta ruta, resulte
algo complicado.
Poco a poco vamos ascendiendo, y nada o muy poco
he logrado descubrir en esta soberana pendiente, y como suele
suceder en muchos casos, el camino es mucho más sencillo de lo que pueda
parecer, y con un mínimo de soltura para avanzar en terreno de montaña, (como
la que tienen todo el grupo que comando), superamos apaciblemente la pared
salvándola a través de un camino fácil labrado en la roca por el paso del
tiempo y la gente.
Las
manos las utilizamos en dos o tres puntos contados, es verdad, pero se progresa
entretenidos por lo diferente y heterogéneo del terreno. Entiendo, que un
excursionista que habitualmente no se mueva por terreno de montaña, puede
pasarlo mal por falta de destreza o por vértigo, pero no es nuestro caso. Como
contraste, ver cómo los porteadores pasan por este sitio cubiertos con sus
fardos en equilibrio sobre las cabezas (alguno sin agarrar con las manos), y
equipados con mediocres calzados y ropa de poco abrigo, es impresionante...
Cuando
coronamos, en una hora mas o menos, nos plantamos atónitos ante un sorprendente
mirador natural a (4100m.). Es una tribuna natural de roca, desde la que emerge
a tus pies un océano de nubes traspasada únicamente por el monte Meru,
componiendo un inmenso dosel de ánimo y espíritu, que es lo que te invade por
dentro cuando lo ves... y además, en la vertiente del Kilimanjaro este lienzo,
está rematado por el Glaciar Heim suspendido desde la cima. Las vistas son
maravillosas.
Nos
reagrupamos en este sorprendente lugar, y hacemos el primer receso para reponer
fuerzas e hidratarnos. Mientras alguno ya sufre alguna cefalea debida al mal de
altura que les exige tomar paracetamol, otros nos divertimos con la genial
ocurrencia de Rosana de hacer fotos espectaculares brincando al borde de esta
atalaya natural, con el espectacular mar de nubes de fondo, e inmortalizarnos
suspendidos en el aire como convincentes seres voladores.
Al
reanudar la marcha, recorremos sosegadamente la cabecera de Karanga Valley por
un camino de continuo sube y baja, jalonado de nuevo de preciosos senecios
gigantes, donde permanentemente el grupo de los más fuertes se aleja.
Llegamos
a un terreno de tierra cenizas y escombros volcánicos que en continuo, rápido y
proporcionado descenso, te invita a acelerarse e incluso correr; te incita a dar zancadas saltando
como tantas veces haces por enormes pedreras para divertirte y avanzar, pero como
estamos aclimatando a 4000m, y justo antes del día de cumbre, bajamos
apaciblemente, hasta acceder al punto más bajo del día (3900m), donde
atravesamos otro pequeño torrente donde nos espera el resto del grupo, justo
antes de ascender a Karanka Hut donde comeremos.
Miguel
y Javier, me cuentan que Agustín ha bajado corriendo y que lo han seguido....
No digo nada, tan solo deseo que estos sobre esfuerzos no les pasen factura mas
adelante, como Javier, con su acostumbrada prudencia y humildad cree... -“¿Pues
si piensas que puede pasarte factura, porque entras al trapo?...le recrimino a
Javier con cordialidad.
De
todas formas, hoy no me está gustando la disposición de Agustín. Todos los
días, el grupo se ha dividido de una forma velada, casi diplomática y sin
querer, y al poco de esto, siempre se detenía para reagruparnos. Hoy, de
principio ya va a otro ritmo, y las pocas detenciones que hace, tan solo son
para vernos las caras a los mas rezagados, y marcha en cuanto llegamos. Diría
que tiene prisa por llegar. Pues yo ninguna. Tanta prisa tenemos por hacer, que
olvidamos lo único realmente importante: Vivir. Y la prisa es un mal ejercicio
en lugares como este, que forman parte de viajes, huidas diría yo, que deseas y
esperas durante mucho tiempo, por lo que no sería bueno quedarte preguntando
por lo que pasó, cuando todo haya pasado.
En
el riachuelo vemos como muchos porteadores se afanan en llenar garrafas de
agua. Gregorio nos explica que aquí es el último punto donde se puede obtener
agua hasta que descendamos a Mweka al día siguiente tras la cima. Menuda
reventada, y menudo postín para nosotros, que no nos faltará el agua gracias a
este trabajo.
La
subida a Karanka Hut, se hace áspera e insociable por empinada y pendiente. Más
de cien metros de desnivel en muy poco tramo, que subimos pole pole (despacio
despacio). El terreno es inclinado, tostado, arenoso y colmado de rocas.
Procuro ir lentamente e inventando todas las diagonales que puedo, ante la
desconcertada mirada de Gregorio, que parece no entender esto de las diagonales
pudiendo subir todo tieso por la senda mas evidente...
Voy
cabizbajo, concentrado, y a un ritmo lento, que Carmen, que es mi inmediata
gregaria, pueda seguir con comodidad y el resto detrás de ella.
Es
en momentos como este cuando reflexiono, y una recóndita voz susurra
suavemente dentro de mí. Incluso en algunos pasos cierro los ojos, solo siento
y me doy cuenta como otras tantas veces en mi vida, que no es una ilusión, que
todo esto es real... y que tan solo quedan dos días para que termine.
Disfrutalos al máximo me refrendo una y otra vez.
Estoy
sobrecogido, y cuando esto me sucede, en mi mente se reúnen todas aquellas
personas a las que quiero. Por suerte, esta vez aquí, junto a mí, tengo algunas
de ellas, pero siendo del todo codicioso,
pienso en mi hermano Jorge con el que me hubiera gustado igualmente
compartir esta salida.
Como
ya me paso en alguna otra ocasión ante esta situación de ayudar a cumplir un
sueño, la ilusión en este caso de mis once acompañantes, imaginarlos felices en
la cima mañana, me hace ruborizar y descubrirme medio emocionado.
Por
fin, entre áridos taludes adornados de piedras y matojos, aparece Karanka Hut
donde de nuevo están montadas ya nuestra cocina y el comedor para alimentarnos.
¡¡Que eficacia!!
Aquí,
las formaciones arenosas y de rocas volcánicas se adornan con pequeñas tiendas
multicolores, y algún bastimento menudo de letrinas, porque algunos grupos
toman este punto como campo para dormir y alargar el trekking un día mas para
tener una mejor aclimatación. Nosotros, lo alcanzamos como lugar de picnic,
antes de proseguir hacia Barafu Hut.
Durante
la comida, hay que seguir mentalizando al grupo, bromeando, distrayendo, pues
en muchas ocasiones, la disposición para sufrir y para pensar en ello, hace que
la mente tenga desde el principio esa predisposición.....
Tras
comer continuamos en incesante aunque más manejable ascenso. Camino de nuevo en
silencio marcando el paso del segundo grupo, porque el primero al poco de
comenzar ya se ha distanciado.
Estamos
muy cerca de un ansiado sueño, y es preciso soñar, pero siempre con la
condición de creer en esos nuestros sueños. Yo creo, pero, ¿mis compañeros
creerán también?
No
estoy en condiciones de decirle a nadie lo que es la vida, pero si de proponerles
disfrutarla y ser algo fresco todo el tiempo para ella, ser un gran descubridor,
y ella, la vida, una permanente incógnita.
En
esta ocasión pretendo contagiar más que deleitarme, disponer más que estar
dispuesto, sorprender antes de ser sorprendido, y sobre todo aprender antes de
aleccionar.
En
una montaña, hay grandes posibilidades de no conseguir tu objetivo.... Un mal
año, una mala temporada, un violento cambio de tiempo, etc, etc; Son muchos los
agentes externos que pueden dar al traste con ese ansiado objetivo que has
preparado durante meses.
Aquí,
aparentemente, de aquí a mañana esto no va a suceder, así que de este modo
quiero trasmitir, que si confías en ti mismo, tus condiciones se multiplican;
que casi siempre, somos nosotros mismos nuestros peores enemigos.
Al
grupo que me sigue, intento ya aleccionarlos respecto a que mañana de madrugada
(en realidad es esta misma noche), sostendrán una feroz reyerta contra sus
cabezas; contra sí mismos. Que esa es la realidad de una montaña, remontarte,
vencerte a ti mismo. Les invito a que averigüen y busquen recursos mentales que
les distraigan durante esas rigurosas horas nocturnas hasta el amanecer que
predigo que serán difíciles. Que solo serán unas horas. Que a la montaña suben
nuestros cuerpos, si, pero verdaderamente las que suben son nuestras almas. Yo
les describo el recurso que siempre utilizo, que es asignar cada paso,
aludiendo a algún amigo o ser querido.
En
el último collado antes de llegar al campamento Barafu, que es una ascensión
algo durilla, de lejos observo que ya no somos dos, sino tres grupos. Rosana,
Marisa y Miki, han quedado atrás del primer grupo, y esto no me gusta nada...
Está
claro que hoy Agustín tiene prisa por llegar, y piensa mas en él que en el
grupo que comanda.
Para
terminar esta larga jornada, remontamos por un terreno muy cansino y rompe
piernas, donde el continuo arqueo del suelo formando taludes e inconsistentes
badenes exigen un continuo subir y bajar gravándote.
Habitualmente
nos enredamos tanto en lo cotidiano, en lo superficial, sin disponernos a sacar
la energía suficiente para distraer nuestra atención, que no prestamos atención
a los sentimientos que de verdad nos dan satisfacción, y son el motor del día a
día; son simplezas como gritar algo animado que sugestione la sonrisa de
alguien... Y es en lugares y con experiencias como esta, donde hay que
esforzarse en ello.
Llegamos
por fin al campamento (4.670m) y el entorno es espectacular. Es el más
accidentado de todos los campamentos, ya que es más alpino, y está ubicado en
un terreno irregular lleno de grandes piedras.
Tras
dar un garbeo mientras me oxigeno y estiro las piernas, me acerco interesando y
cumpliendo cortésmente con todo el grupo, y cual es mi asombro, cuando descubro
que la mayoría están tocados e incluso acostados. Excepto en muy pocos casos,
hoy esta ausente esa efervescencia de todos los día, y hay un aire como
frustrado y mucho más contenido. Está claro que esta etapa para muchos ha
sido un ortodoxo mazazo. Pero, "de un buen día, disfruta; de
mal día, aprende". Espero que a todos, si no les cuesta la cumbre, les
sirva para aprender la lección.
Juanan,
que es prudente, calmoso, de risa expresiva y despierta, confiado de sus
facultades y aparentemente orgulloso, está confinado en su tienda, Miguel al
que conozco muy bien, trato como a hermano y ha estado conmigo en el Mont Blanc
también, e incluso Javier, que igualmente tiene experiencia, y que es una
persona que desde el primer día me inspira tal confianza por su seguridad y
fuerza, que al escucharlo hablar con esa voz de tono tan afable y tímido, casi
melancólico, me dan ganas de envolverlo para regalo, está molido.
Tras
la desangelada cena en la que la mayoría no aparecen, me reúno en el comedor
con Agustín y Gregorio, y con la ayuda de Rosana, les hago sabedores de mi
decepción y enfado por haber ido hoy demasiado rápido y haber vendido al grupo sobre
todo de los más fuertes.
En
principio Agustín se enoja, pero me da igual. Envío a Rosana a descansar,
porque también está algo extenuada, son
casi las 8, y a las 11 hay que levantarse para partir a media noche…
Yo
quiero quedarme y seguir con mi reprimenda (con la ayuda de Gregorio), pero
sobre todo quiero que lo entienda. Me asalta un extraño sentimiento de
responsabilidad que arroja sobre mí una confusa carga, y no me tiembla la voz a
la hora de recriminarles por su mala actuación. Al final, parece recapacitar
cuando le explico, que yo llevo al grupo de los más “débiles”, y todos han
llegado bien y han cenado; y el, que marcha con los más fuertes, han llegado
malamente, tocados y ni han cenado.
Finalmente
les alego, que durante el día de cima, le dejaré tirar del grupo, pero si se
corta en algún momento, pasaré yo a la cabeza sustituyéndolo...
Me
despido, y me voy a descansar. Dramatizando un poco, por un segundo me he
sentido como cuando a veces nos empeñamos en parecer lo que no somos y tenemos
que estar continuamente interpretando un papel.
Algo
así como si estuviéramos siempre conteniendo la respiración, sacando pecho y
metiendo barriga, olvidando la naturalidad.
Es
agotador, y exige un esfuerzo que seguro acaba minando la salud psicológica.
Solo
deseo que con el buen trabajo previo de estos días pasados, todos puedan
aguantar. Porque, como decía Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre
despierto”.
Porque, como decía
Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.
Javier, sigo pillado y alucinado con tu manera de contar. Espero impaciente la continuación y enhorabuena.
ResponderEliminar1. Joer como salta Rosana. preciosa foto.
ResponderEliminar2. Como puede ser pole pole despacio, y el mas rapido en formula 1 consigue la pole.
3. Karanka Hut ... visteis a Mourinho ???
4. Precioso relato e intuyo que preciosos paisajes a pesar de eso de la falta de oxigeno.
Vamos Javi que ya queda poco.