sábado, 19 de octubre de 2013

KILIMANJARO IV



Cuarto día: Barranco Hut - Barafu Hut (8 kilómetros; de 3.950 a 4.670 metros)
Sólo cabe avanzar cuando se piensa en positivo, sólo es posible avanzar cuando se mira más lejos.
Ya está amaneciendo, y el sol comienza a proyectar los primeros rayos del día. Son las seis, y puntualmente Frank y Elois hacen la ronda por las tiendas despertándonos, y dejando junto a la puerta la pequeña jofaina con agua caliente para que nos aseemos. 
Hace por lo menos una hora que  dormito en el saco oyendo al grupo de porteadores conversar en voz alta, y también la radio de alguno de ellos con el volumen algo “excedido”... Me parece mentira, que con lo atentos que procuran ser en todas sus funciones y aspectos, invitando a una futura y generosa propina, descuiden estos detalles tan obvios atormentando el descanso del grupo que les ha contratado, que no saben swahili, y por lo tanto la radio a horas improcedentes solamente los marea...
Salgo de la tienda, y miro hacia el sol. Me encanta mirar, catar (diría más bien), el sol, cuando aún no tiene mucha fuerza... es maravilloso notar su aún tenue calidez en la cara. Ya de buena mañana me serena y me hace sonreír.
Hoy hay que ser muy prudentes, pues en cuanto lleguemos al último campamento y tras cenar, solamente descansaremos unas pocas horas, y a media noche marcharemos hacia la cumbre.
Así que, vamos a realizar una constante ascensión desde los 3.950m, hasta la cumbre a 5985m, (2035m) en poco mas de 24 horas, efectuando un breve descanso, pero a una altura de 4.800 m...  No pienso exponérselo así a nadie para que no se inquieten, pero así es; Prefiero que piensen en hoy como una jornada más; El día  previo al día de cumbre.
Como cada mañana, no tardamos en ponernos en marcha tras desayunar y disponer los petates, conformando una ejercitada hilera que conduce Agustín, y cerramos Gregorio y yo. Todos los días me llama la atención, que los más fuertes se ponen primeros arrimados, casi pegados, al guía local. Es algo que yo haría diferente; primero pondría a los más débiles, para caminar todos a su paso. A los fuertes les beneficiaría por economizar y reservar, y a los débiles el ir en grupo y no quedarse divididos les influiría psicológicamente complementándoles...
Hay un proverbio chino que dice: “Hay que ascender a una montaña como un anciano, para, como un joven, alcanzar su cima”. Pero... Como de momento todo el mundo va bien y está conforme, no digo nada.
Hoy vamos a continuar rodeando el Kilimanjaro pero a una cota de cuatro mil metros. ¡Que bonita me está pareciendo esta ruta Machame!.
Aún displicentes y aletargados descendemos unos sesenta metros hasta el lecho de un torrente, donde al cruzarlo comienza el denominado Barranco Wall. Las miradas ya puesta en el enorme muro de roca que debemos remontar de frente, y en el que se ven grupos progresando dificultosamente como diminutas hormigas multicolores.
Ya he advertido al grupo, que durante este tramo no llevaran los bastones en la mano y los pusieran en la mochila, pues según me han explicado, en algún paso son esenciales las manos para agarrarse y avanzar.

La víspera, había ocupado un rato mí vista antes de cenar escudriñando ésta pared, en busca de la traza del camino o la senda, y si soy sincero, no me había parecido a priori nada complicada. Aunque en tu interior, siempre sientes esa familiar intimidación que te mantiene alerta, ante la posibilidad de que, como informan las reseñas de esta ruta, resulte algo complicado.
Poco a poco vamos ascendiendo, y nada o muy poco he logrado descubrir en esta soberana pendiente, y como suele suceder en muchos casos, el camino es mucho más sencillo de lo que pueda parecer, y con un mínimo de soltura para avanzar en terreno de montaña, (como la que tienen todo el grupo que comando), superamos apaciblemente la pared salvándola a través de un camino fácil labrado en la roca por el paso del tiempo y la gente.
Las manos las utilizamos en dos o tres puntos contados, es verdad, pero se progresa entretenidos por lo diferente y heterogéneo del terreno. Entiendo, que un excursionista que habitualmente no se mueva por terreno de montaña, puede pasarlo mal por falta de destreza o por vértigo, pero no es nuestro caso. Como contraste, ver cómo los porteadores pasan por este sitio cubiertos con sus fardos en equilibrio sobre las cabezas (alguno sin agarrar con las manos), y equipados con mediocres calzados y ropa de poco abrigo, es impresionante...
Cuando coronamos, en una hora mas o menos, nos plantamos atónitos ante un sorprendente mirador natural a (4100m.). Es una tribuna natural de roca, desde la que emerge a tus pies un océano de nubes traspasada únicamente por el monte Meru, componiendo un inmenso dosel de ánimo y espíritu, que es lo que te invade por dentro cuando lo ves... y además, en la vertiente del Kilimanjaro este lienzo, está rematado por el Glaciar Heim suspendido desde la cima. Las vistas son maravillosas.
Nos reagrupamos en este sorprendente lugar, y hacemos el primer receso para reponer fuerzas e hidratarnos. Mientras alguno ya sufre alguna cefalea debida al mal de altura que les exige tomar paracetamol, otros nos divertimos con la genial ocurrencia de Rosana de hacer fotos espectaculares brincando al borde de esta atalaya natural, con el espectacular mar de nubes de fondo, e inmortalizarnos suspendidos en el aire como convincentes seres voladores.

Al reanudar la marcha, recorremos sosegadamente la cabecera de Karanga Valley por un camino de continuo sube y baja, jalonado de nuevo de preciosos senecios gigantes, donde permanentemente el grupo de los más fuertes se aleja.
Llegamos a un terreno de tierra cenizas y escombros volcánicos que en continuo, rápido y proporcionado descenso, te invita a acelerarse e incluso  correr; te incita a dar zancadas saltando como tantas veces haces por enormes pedreras para divertirte y avanzar, pero como estamos aclimatando a 4000m, y justo antes del día de cumbre, bajamos apaciblemente, hasta acceder al punto más bajo del día (3900m), donde atravesamos otro pequeño torrente donde nos espera el resto del grupo, justo antes de ascender a Karanka Hut donde comeremos. 
Miguel y Javier, me cuentan que Agustín ha bajado corriendo y que lo han seguido.... No digo nada, tan solo deseo que estos sobre esfuerzos no les pasen factura mas adelante, como Javier, con su acostumbrada prudencia y humildad cree... -“¿Pues si piensas que puede pasarte factura, porque entras al trapo?...le recrimino a Javier con cordialidad.
De todas formas, hoy no me está gustando la disposición de Agustín. Todos los días, el grupo se ha dividido de una forma velada, casi diplomática y sin querer, y al poco de esto, siempre se detenía para reagruparnos. Hoy, de principio ya va a otro ritmo, y las pocas detenciones que hace, tan solo son para vernos las caras a los mas rezagados, y marcha en cuanto llegamos. Diría que tiene prisa por llegar. Pues yo ninguna. Tanta prisa tenemos por hacer, que olvidamos lo único realmente importante: Vivir. Y la prisa es un mal ejercicio en lugares como este, que forman parte de viajes, huidas diría yo, que deseas y esperas durante mucho tiempo, por lo que no sería bueno quedarte preguntando por lo que pasó, cuando todo haya pasado.
En el riachuelo vemos como muchos porteadores se afanan en llenar garrafas de agua. Gregorio nos explica que aquí es el último punto donde se puede obtener agua hasta que descendamos a Mweka al día siguiente tras la cima. Menuda reventada, y menudo postín para nosotros, que no nos faltará el agua gracias a este trabajo.
La subida a Karanka Hut, se hace áspera e insociable por empinada y pendiente. Más de cien metros de desnivel en muy poco tramo, que subimos pole pole (despacio despacio). El terreno es inclinado, tostado, arenoso y colmado de rocas. Procuro ir lentamente e inventando todas las diagonales que puedo, ante la desconcertada mirada de Gregorio, que parece no entender esto de las diagonales pudiendo subir todo tieso por la senda mas evidente...
Voy cabizbajo, concentrado, y a un ritmo lento, que Carmen, que es mi inmediata gregaria, pueda seguir con comodidad y el resto detrás de ella.
Es en momentos como este cuando reflexiono, y una recóndita voz  susurra suavemente dentro de mí. Incluso en algunos pasos cierro los ojos, solo siento y me doy cuenta como otras tantas veces en mi vida, que no es una ilusión, que todo esto es real... y que tan solo quedan dos días para que termine. Disfrutalos al máximo me refrendo una y otra vez.
Estoy sobrecogido, y cuando esto me sucede, en mi mente se reúnen todas aquellas personas a las que quiero. Por suerte, esta vez aquí, junto a mí, tengo algunas de ellas, pero siendo del todo codicioso,  pienso en mi hermano Jorge con el que me hubiera gustado igualmente compartir esta salida.
Como ya me paso en alguna otra ocasión ante esta situación de ayudar a cumplir un sueño, la ilusión en este caso de mis once acompañantes, imaginarlos felices en la cima mañana, me hace ruborizar y descubrirme medio emocionado.

Por fin, entre áridos taludes adornados de piedras y matojos, aparece Karanka Hut donde de nuevo están montadas ya nuestra cocina y el comedor para alimentarnos. ¡¡Que eficacia!!
Aquí, las formaciones arenosas y de rocas volcánicas se adornan con pequeñas tiendas multicolores, y algún bastimento menudo de letrinas, porque algunos grupos toman este punto como campo para dormir y alargar el trekking un día mas para tener una mejor aclimatación. Nosotros, lo alcanzamos como lugar de picnic, antes de proseguir hacia Barafu Hut.
Durante la comida, hay que seguir mentalizando al grupo, bromeando, distrayendo, pues en muchas ocasiones, la disposición para sufrir y para pensar en ello, hace que la mente tenga desde el principio esa predisposición.....
Tras comer continuamos en incesante aunque más manejable ascenso. Camino de nuevo en silencio marcando el paso del segundo grupo, porque el primero al poco de comenzar ya se ha distanciado.
Estamos muy cerca de un ansiado sueño, y es preciso soñar, pero siempre con la condición de creer en esos nuestros sueños. Yo creo, pero, ¿mis compañeros creerán también?
No estoy en condiciones de decirle a nadie lo que es la vida, pero si de proponerles disfrutarla y ser algo fresco todo el tiempo para ella, ser un gran descubridor, y ella, la vida, una permanente incógnita.
En esta ocasión pretendo contagiar más que deleitarme, disponer más que estar dispuesto, sorprender antes de ser sorprendido, y sobre todo aprender antes de aleccionar.
En una montaña, hay grandes posibilidades de no conseguir tu objetivo.... Un mal año, una mala temporada, un violento cambio de tiempo, etc, etc; Son muchos los agentes externos que pueden dar al traste con ese ansiado objetivo que has preparado durante meses.
Aquí, aparentemente, de aquí a mañana esto no va a suceder, así que de este modo quiero trasmitir, que si confías en ti mismo, tus condiciones se multiplican; que casi siempre, somos nosotros mismos  nuestros peores enemigos.

Al grupo que me sigue, intento ya aleccionarlos respecto a que mañana de madrugada (en realidad es esta misma noche), sostendrán una feroz reyerta contra sus cabezas; contra sí mismos. Que esa es la realidad de una montaña, remontarte, vencerte a ti mismo. Les invito a que averigüen y busquen recursos mentales que les distraigan durante esas rigurosas horas nocturnas hasta el amanecer que predigo que serán difíciles. Que solo serán unas horas. Que a la montaña suben nuestros cuerpos, si, pero verdaderamente las que suben son nuestras almas. Yo les describo el recurso que siempre utilizo, que es asignar cada paso, aludiendo a algún amigo o ser querido.
En el último collado antes de llegar al campamento Barafu, que es una ascensión algo durilla, de lejos observo que ya no somos dos, sino tres grupos. Rosana, Marisa y Miki, han quedado atrás del primer grupo, y esto no me gusta nada...
Está claro que hoy Agustín tiene prisa por llegar, y piensa mas en él que en el grupo que comanda.
Para terminar esta larga jornada, remontamos por un terreno muy cansino y rompe piernas, donde el continuo arqueo del suelo formando taludes e inconsistentes badenes exigen un continuo subir y bajar gravándote.
Habitualmente nos enredamos tanto en lo cotidiano, en lo superficial, sin disponernos a sacar la energía suficiente para distraer nuestra atención, que no prestamos atención a los sentimientos que de verdad nos dan satisfacción, y son el motor del día a día; son simplezas como gritar algo animado que sugestione la sonrisa de alguien... Y es en lugares y con experiencias como esta, donde hay que esforzarse en ello.
Llegamos por fin al campamento (4.670m) y el entorno es espectacular. Es el más accidentado de todos los campamentos, ya que es más alpino, y está ubicado en un terreno irregular lleno de grandes piedras.
Tras dar un garbeo mientras me oxigeno y estiro las piernas, me acerco interesando y cumpliendo cortésmente con todo el grupo, y cual es mi asombro, cuando descubro que la mayoría están tocados e incluso acostados. Excepto en muy pocos casos, hoy esta ausente esa efervescencia de todos los día, y hay un aire como frustrado y mucho más contenido. Está claro que esta etapa para muchos ha sido  un ortodoxo mazazo. Pero, "de un buen día, disfruta; de  mal día, aprende". Espero que a todos, si no les cuesta la cumbre, les sirva para aprender la lección.
Juanan, que es prudente, calmoso, de risa expresiva y despierta, confiado de sus facultades y aparentemente orgulloso, está confinado en su tienda, Miguel al que conozco muy bien, trato como a hermano y ha estado conmigo en el Mont Blanc también, e incluso Javier, que igualmente tiene experiencia, y que es una persona que desde el primer día me inspira tal confianza por su seguridad y fuerza, que al escucharlo hablar con esa voz de tono tan afable y tímido, casi melancólico, me dan ganas de envolverlo para regalo, está molido.

Tras la desangelada cena en la que la mayoría no aparecen, me reúno en el comedor con Agustín y Gregorio, y con la ayuda de Rosana, les hago sabedores de mi decepción y enfado por haber ido hoy demasiado rápido y haber vendido al grupo sobre todo de los más fuertes.
En principio Agustín se enoja, pero me da igual. Envío a Rosana a descansar, porque también está  algo extenuada, son casi las 8, y a las 11 hay que levantarse para partir a media noche…
Yo quiero quedarme y seguir con mi reprimenda (con la ayuda de Gregorio), pero sobre todo quiero que lo entienda. Me asalta un extraño sentimiento de responsabilidad que arroja sobre mí una confusa carga, y no me tiembla la voz a la hora de recriminarles por su mala actuación. Al final, parece recapacitar cuando le explico, que yo llevo al grupo de los más “débiles”, y todos han llegado bien y han cenado; y el, que marcha con los más fuertes, han llegado malamente, tocados y ni han cenado.
Finalmente les alego, que durante el día de cima, le dejaré tirar del grupo, pero si se corta en algún momento, pasaré yo a la cabeza sustituyéndolo...
Me despido, y me voy a descansar. Dramatizando un poco, por un segundo me he sentido como cuando a veces nos empeñamos en parecer lo que no somos y tenemos que estar continuamente interpretando un papel.
Algo así como si estuviéramos siempre conteniendo la respiración, sacando pecho y metiendo barriga, olvidando la naturalidad.
Es agotador, y exige un esfuerzo que seguro acaba minando la salud psicológica.
Solo deseo que con el buen trabajo previo de estos días pasados, todos puedan aguantar. Porque, como decía Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.
Porque, como decía Aristóteles: “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.

2 comentarios:

  1. Javier, sigo pillado y alucinado con tu manera de contar. Espero impaciente la continuación y enhorabuena.

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  2. 1. Joer como salta Rosana. preciosa foto.
    2. Como puede ser pole pole despacio, y el mas rapido en formula 1 consigue la pole.
    3. Karanka Hut ... visteis a Mourinho ???
    4. Precioso relato e intuyo que preciosos paisajes a pesar de eso de la falta de oxigeno.
    Vamos Javi que ya queda poco.

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